03/01/2018
Opinión
Los mismos argumentos que usa el gobierno para Fujimori
se aplican a su Némesis
La premier Aráoz acaba de declarar: “¿Estamos
esperando que la gente se muera en la cárcel? Yo prefiero que las personas que
hubieran cometido delitos y estén delicados mueran en su casa, con su familia.
Esto no es venganza.” Consecuentemente con ese planteo ella debería liberar a
muchos otros presos, incluyendo a Abimael Guzmán y Víctor Polay, quienes ya
llevan más de un cuarto de siglo en la cárcel.
Caso Guzmán
En comparación a Alberto Fujimori, Guzmán es 4 ½
años mayor (ya cumplió 83 años), le duplica en el tiempo que lleva bajo rejas
(supera los 25 años) y vive en condiciones carcelarias mucho peores
(confinamiento con limitadas visitas, mientras que Fujimori tenía comodidades y
visitas diarias).
Kuczynski dijo que no quería ver morir en la
prisión a un ex presidente. “Gonzalo” nunca fue electo como tal, pero sí fue
proclamado por decenas de miles de sus militantes como el “Presidente” de la
“República Popular del Perú”, la cual reclamaba tener “zonas liberadas” desde
la frontera norte a la del sur.
El problema con Guzmán es que él simboliza al
“terrorismo” y desde que en 1990 Fujimori implantó el actual modelo económico
monetarista él se ha convertido en el “cuco” que sirve de pretexto para
desarrollar toda una serie de medidas sociales.
La premier Aráoz dijo que se debería tomar como
modelo a lo sucedido en Colombia y Sudáfrica donde se liberaron a líderes
sentenciados o detenidos como “terroristas”. En estos casos los subversivos
pasaron a ser administradores del sistema ya sea como presidentes, ministros o
parlamentarios.
¿Dejar que se muera entre rejas?
La cuestión está en qué se debe hacer con Guzmán.
La gran mayoría de los partidos y medios peruanos estaría dispuestos a celebrar
una eventual muerte suya en la prisión como una lección contra el “terrorismo”.
El temor a ser tildados de cómplices del terrorismo
ha hecho que muchos, incluso antiguos militantes de la “izquierda
revolucionaria” que en su momento rechazaron el derecho del “Estado
capitalista” a tener presos “anti-imperialistas”, no quieran saber nada de
pedir cualquier clase de amnistía a presos acusados como subversivos,
incluyendo también a los del MRTA o del etno-nacionalismo.
El problema que muchos deben pensar es el
siguiente. Un Guzmán fallecido en una cárcel peor que la de Fujimori y con más
edad y enfermedades que éste a él le daría una imagen de mártir. Su icono
podría devenir con el paso de los años en uno como el que algunos presentan al
Ché Guevara o a De La Puente. Un eventual martirologio suyo podría servir como
inspiración para futuras insurgencias, incluyendo sectores salidos fuera de la
periferia senderista o incluso en torno a ésta, incluyendo alas maoístas que
pudiesen querer renegar del camino legalizante que representa el Movadef para
preparar futuras acciones violentas.
Guzmán desde hace más de dos décadas ha ido
logrando desarmar a la propia insurgencia que él inició. Él hoy maneja
monolíticamente al senderismo habiéndolo conducido de ser un movimiento armado
anti-sistema a ser uno que abiertamente demanda la reconciliación nacional y
amnistiar a Fujimori, a Montesinos y a todos quienes les reprimieron duramente.
Cuando el senderismo era un partido tira-bombas
predije que éste iba a devenir en un movimiento caza-votos. Esa ha sido la
dinámica de muchas guerrillas. El actual vicepresidente boliviano Álvaro García
Linera se llegó a levantar en armas en el Titicaca inspirado en el senderismo,
y Brasil y Uruguay acaban de tener ex condenados por terrorismo en la
presidencia.
Cuando hace un cuarto de siglo yo escribía ello no
recibía mucha recepción, pues el senderismo impulsaba violentamente los boicot
armados. Hoy seguramente muchos me cuestionarán por plantear que el antiguo
maoísmo ultra ayacuchano pueda terminar integrando o apuntalando varios
gobiernos peruanos, incluyendo algunos que puedan ser clasificados de derecha,
pero esa posibilidad existe.
El senderismo hoy carece de armas y bases sociales.
A diferencia de las guerrillas de Irlanda, el País Vasco, Mesoamérica o
Colombia, quienes negociaron su legalización teniendo por un lado grupos
armados y por otra parte fuertes movimientos electorales o aliados sociales, el
senderismo, cuando tuvo presencia militar significativa, rechazó impulsar o
apoyar cualquier fuerza electoral o frente con otras fuerzas similares.
Entonces, cuando su jefatura fue apresada se quedó sin mayor margen de
negociación y con mucho rechazo de posibles aliados en la izquierda o en los
sindicatos.
De allí que el senderismo ha pasado de un extremo
al otro. De haberse proclamado como el centro de una revolución mundial que
incluso iba a derrocar a los gobiernos de China, Vietnam y Cuba (y hasta
bombardeaba embajadas “socialistas”) ha terminado convirtiéndose en la única
guerrilla “marxista” importante del planeta que se auto-desarma y pide la
libertad de todos aquellos que les persiguieron tan ferozmente y que ellos
llegaron a tildar de “genocidas”, y, encima, todo ello sin haber logrado liberar
a sus principales dirigentes.
El caso boliviano
Poco antes que en el mismo 1992 fuese detenido el
jefe del “Ejército Popular de Liberación” del Perú, al sur de la frontera con
Puno fue capturado el líder del “Ejército Guerrillero Túpac Katari” de Bolivia.
Si bien ambos movimientos tuvieron un similar origen rural radical éstos
evolucionaron de manera diferente. Mientras Abimael Guzmán viene sacrificando
sus bases ideológicas y militares a fin de mejorar sus condiciones carcelarias,
Álvaro García Linera terminó libre y luego como el eterno vicepresidente de Evo
Morales y el ideólogo del llamado nuevo capitalismo social andino-amazónico.
Otro espejo del sendero que puede recorrer Guzmán o
sus seguidores es ver con lo que pasó con la primera “guerra popular” maoísta
ortodoxa andina, la cual se dio una década antes de la que en 1980 se iniciase
la del Partido Comunista del Perú (Sendero Luminoso). Al sur del Titicaca se
lanzó en 1970 la insurgencia maoísta del Partido Comunista de Bolivia
(Marxista-Leninista) basada en la Unión de Campesinos Pobres (UCAPO) de Santa
Cruz, la cual integraba a antiguos combatientes del Ejército de Liberación
Nacional que 3 años atrás había visto ver fusilado a su comandante Ché Guevara.
Oscar “Motete” Zamora se autoproclamó como el
“comandante Rolando” de la primera guerra popular originada en un territorio
del antiguo Tawantisuyo, la misma que, al igual que el senderismo, no se dio
irrumpiendo contra una dictadura gorila, sino contra un gobierno populista
post-dictatorial.
Dicho levantamiento fue sofocado y Zamora acabó
preso y deportado. Poco tiempo después creó su propio movimiento electoral y el
mismo llegó a ser parlamentario en 1979, 1982, 1989 y 1997, llegando a ser
presidente del senado en 1986 gracias a los votos de Paz Estenssoro, quien
entonces impuso el shock monetarista más radical de la historia sudamericana.
También gracias al apoyo de la derecha boliviana fue 3 veces electo alcalde de
su natal Tarija.
Mientras Guzmán por ahora solo plantea amnistiar a
Fujimori y a Montesinos, Zamora terminó aliado de quien fue el Pinochet
boliviano: el general Hugo Bánzer quien en 1971-77 impuso una brutal dictadura
que persiguió a las izquierdas y a los sindicatos y fue parte del Plan Cóndor
junto con las demás juntas militares del Cono Sur. En 1989-93 Zamora integró el
gobierno de unidad entre Bánzer y el MIR, siendo el ministro de trabajo, y en
las elecciones de 1993 fue el vicepresidente de la plancha presidencial de Bánzer.
El futuro del senderismo
Cuando se liberaba a Fujimori, la fiscalía pedía 25
años de cárcel a los abogados de Guzmán y a la cúpula del Movadef, movimiento
al que sucesivamente se le ha negado siempre todo derecho a ser legalizado.
Si bien Movadef puede seguir reivindicando a
Stalin, Mao y Gonzalo su accionar se ha distanciado de los bombazos, atentados
y ejecuciones del senderismo pre-1993. Incluso si se probase que el Movadef
recibió dinero de la guerrilla de Artemio esto no le haría tan diferente a
muchos otros partidos, incluyendo el Sinn Féin, quien es hoy el principal
partido de Irlanda, y quien estuvo liderado por comandantes del IRA y
financiado por muchos de sus fondos obtenidos militarmente.
El Movadef no participa como tal en las multitudinarias
marchas contra el actual gobierno, el indulto a Fujimori o contra los
presidentes corruptos, pues ellos piden la amnistía para todos los presos.
Lejos de buscar aparecer como un campeón de dichas luchas sociales, Movadef
tiene como eje usar presiones sociales para mejorar las condiciones carcelarias
o liberara a presos senderistas.
Por el momento la gran mayoría de los partidos y
los medios no están interesados en legalizar al Movadef o indultar a presos
senderistas, tupacamaristas o etno-caceristas, por el simple hecho que éstos
carecen de mayor base social o electoral.
En el 2011 el Movadef integró una lista legal
llamando a votar por Walter Humala, un conocido músico. Pese a que él es primo
de Ollanta Humala, quien entonces ganó las presidenciales, el candidato del
senderismo solo obtuvo 6,383 votos a nivel nacional postulando para el
Parlamento Andino. Esta es una exigua cantidad de votos que no llega ni a la
mitad del 0.01% de los 16,7 millones de sufragios depositados entonces.
A fin de romper su aislamiento Guzmán podría tratar
de revisar su actual política. Por un lado podría dejar de pedir la amnistía
para Montesinos, Humala y Toledo a fin de ligarse al masivo movimiento popular
anti-corrupción y fortalecer sus propia inserción social, aunque ello
implicaría tirar por la borda su actual consigna central (“Amnistía General”).
De otra parte, Guzmán podría querer negociar una
rendición aún mayor y ofrecer sus servicios como un eventual apoyo al actual
gobierno tan debilitado o a un eventual cogobierno entre éste y el fujimorismo.
Si Zamora, el líder de la guerra popular alto-peruana, terminó como vice del ex
dictador Bánzer, no podría extrañarnos que varios senderistas acaben en esa
línea.
El propio Kuczynski ha llegado a plantear varias
veces el derecho de presos muy mayores a acabar sus días en casa, aunque sea en
prisiones domiciliarias. Moverse en esa dirección o en la de indultar a Guzmán
le podría brindar la imagen de ser ese “abuelo bonachón” que su abogado Borea
le ha querido pintar, el mismo que sabe perdonar a sus enemigos, puede dar paso
a un clima contra quienes quieren poner bajo rejas a varios ex gobernantes por
delitos de corrupción e incluso podría ayudarle a que Guzmán, tal como hoy lo
hace Fujimori, llame a sus militantes a darle cierto apoyo.
El problema, sin embargo, está en que ello, por el
momento, le puede generar más rechazos que réditos. A quienes quieren impulsar
una agenda neo-liberal y un contubernio entre Kuczynski y Fujimori les es más
útil seguir estigmatizando al “terrorismo”.
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