La polarización política y social es de manera
indudable uno de los principales fenómenos transversales que atraviesan a todos
los países del orbe, en unas regiones más que en otras, pero de forma
indiscutible, aparece como el más relevante fenómeno en este siglo XXI.
Una polarización que tiene su principal fuente de
origen en la extrema y creciente desigualdad económica, y cuya expresión más
ilustrativa es la radical división entre el 1 y el 99 % de la población
planetaria.
El 1 % de la población mundial acaparando alrededor
del 82 % de la riqueza mundial, y las grandes mayorías, el 99 % de la población
planetaria, hundida en diferentes niveles de pobreza y precariedad.
En las últimas décadas este fenómeno de desigualdad
e inequidad en los ingresos viene siendo señalado de manera persistente año con
año, en particular, a través de informes de diversas entidades internacionales
(2).
Esta polarización social y económica mundial crispa
por todas partes los antagonismos de clase, y se potencia con la mezcla
explosiva de otras tendencias globales, tales como la creciente militarización
de las democracias pauperizadas, la privatización ilimitada de la esfera
pública, la incursión cada vez más directa y abierta del crimen
transnacionalizado en los ámbitos de decisión política, y la criminalización y
represión abierta o sutil de la protesta y la movilización de los sectores
populares en rebeldía contra este desorden planificado.
Nada hace pensar que este estado de cosas va a
cambiar en el corto o mediano plazo. Por el contrario, tenderá a empeorar,
sencillamente porque ahora se ha incorporado de manera decisiva el factor
medioambiental a esta dinámica de entropía global (3).
Ya no es solo el propio capitalismo como
“sistema-mundo” el que se encuentra amenazado (por sobre todo, por la
naturaleza irresoluble de sus propias contradicciones antagónicas), sino
además, es la propia existencia de la civilización humana la que se encuentra en
cuestionamiento.
Un cuestionamiento fuerte y poderoso que viene de
la propia naturaleza, que bajo la forma de cambio climático se torna en abierta
rebelión, quizá en aliento y en defensa a una rebeldía social que aquí y en
todas partes aparece muy pálida y debilitada, ante el avasallador poder del
dinero, ese producto cultural e instrumento comercial que en estos tiempos
aparece transmutado en deidad cosmogónica.
Notas:
1. Término acuñado por Immanuel
Wallerstein.
2. Véase por ejemplo, el más
reciente informe publicado por Oxfam: “Premiar el trabajo, no la riqueza”.
3. “Científicos advierten del
inminente colapso de la civilización humana”: https://arxiv.org/ftp/arxiv/papers/1801/1801.00052.pdf
Sergio Barrios Escalante
Científico social e investigador. Editor de la
revista virtual RafTulum. Activista por los derechos de la niñez y adolescencia
en el Proyecto ADINA. https://revistatulum.wordpress.com/
https://www.alainet.org/es/articulo/190534
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