14/02/2018
Marx fue una mente poderosa y muy sensible
frente a la miseria de las mayorías explotadas y oprimidas y tomó la decisión de participar en
la lucha de éstos para intentar superar esa situación y al mismo tiempo
buscar una explicación racional y objetiva de la explotación capitalista. Y a
partir de ahí encontrar el camino para superarla (Tesis 11 sobre Feuerbach:
«Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo,
pero de lo que se trata es de transformarlo».
Fue un inmenso teórico y al mismo tiempo
un militante.
Su obra más conocida, El Capital, consiste en el estudio del sistema capitalista de su época, basándose en el análisis riguroso de los hechos y no en preconceptos.
La importancia de El Capital, además de
constituir una radiografía completa del sistema capitalista, radica en el
método de investigación empleado por Marx en dicha obra para llegar a una
visión global del sistema y de sus contradicciones. Método que empleó en todos
sus trabajos. Y que sigue totalmente vigente.
Marx escribió al respecto: “Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de múltiples determinaciones y, por lo tanto, unidad de la diversidad. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida real y, en consecuencia, también el punto de partida de la intuición inmediata y de la representación. El primer paso ha reducido la plenitud de la representación a una determinación abstracta; con el segundo las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento. Por ello Hegel cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento, que se concentra en sí mismo, en tanto que el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto no es para el pensamiento, otra cosa que apropiarse de lo concreto, de reproducirlo en forma de concreto pensado” (Introducción a la crítica de la economía política, 1857, Cap. III, El método). Marx también escribió sobre su método en Miseria de la Filosofía (1847), Capítulo II, La metafísica de la economía política- El método y, junto con Engels, en La sagrada familia, (1844), Capítulo V, párrafo II, El misterio de la construcción especulativa.
Marx escribió al respecto: “Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de múltiples determinaciones y, por lo tanto, unidad de la diversidad. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida real y, en consecuencia, también el punto de partida de la intuición inmediata y de la representación. El primer paso ha reducido la plenitud de la representación a una determinación abstracta; con el segundo las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento. Por ello Hegel cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento, que se concentra en sí mismo, en tanto que el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto no es para el pensamiento, otra cosa que apropiarse de lo concreto, de reproducirlo en forma de concreto pensado” (Introducción a la crítica de la economía política, 1857, Cap. III, El método). Marx también escribió sobre su método en Miseria de la Filosofía (1847), Capítulo II, La metafísica de la economía política- El método y, junto con Engels, en La sagrada familia, (1844), Capítulo V, párrafo II, El misterio de la construcción especulativa.
Si algunos aspectos del análisis de Marx del sistema capitalista pueden ser actualizados en razón de la aparición de nuevos elementos inexistentes en su época (electrónica, informática, el importante papel desempeñado ahora por la concentración monopólica de los medios de comunicación como vectores para la manipulación de las mentes y asegurar así la hegemonía de la cultura y las ideas de las clases dominantes) lo esencial del mismo sigue vigente : el sistema capitalista -ayer y hoy- está basado en la explotación del trabajo humano (plusvalía).
Se suele decir que Marx no pudo tener en cuenta la existencia de conflictos que emergieron con posterioridad a su obra. Esto es relativamente cierto, pues algunos ya existían y Marx se refirió tangencialmente a algunos de ellos y otros, aunque ya existentes, se evidenciaron más tarde y son una consecuencia del sistema imperante. Corresponde pues insertarlos en la lucha general por la abolición del capitalismo. En la cual los análisis y el método de Marx son instrumentos indispensables.
Pero Marx no estaba tan atrasado de noticias, como pretenden algunos, pues previó en los Grundrisse el papel que podrían desempeñar en las relaciones sociales las nuevas tecnologías y el consiguiente aumento de la productividad.
Marx escribió en los Grundrisse: “Desarrollo libre de las individualidades y por ende no reducción del tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos” y agrega que la medida del valor en la sociedad comunista pasa a ser, no ya la cantidad del tiempo de trabajo, sino la cantidad de tiempo libre: “Ya no es entonces, en modo alguno, el tiempo de trabajo la medida de la riqueza, sino el disposable time”.(Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), Siglo XXI Editores, 12ª edición, 1989, tomo 2, págs. 227 y ss. [Contradicción entre la base de la producción burguesa (medida del valor) y su propio desarrollo. Máquinas, etc.]).
Hace un tiempo escribí un artículo (Actualidad del marxismo) que comenzaba así:
El ser humano superó el estado de naturaleza (en el que se alimentaba y se abrigaba con lo que encontraba en torno suyo en estado silvestre) desde que, para sobrevivir, comenzó a fabricar y utilizar los primeras utensilios y a servirse del fuego para transformar el medio natural que lo rodeaba. Es decir elaboró objetos para satisfacer sus necesidades. En términos económicos, fabricó valores de uso. Diversos factores (el clima, el azar, la observación, las herramientas disponibles) condujeron del consumo de vegetales silvestres y de la carne de caza a la agricultura y a la cría de ganado, lo que dio lugar en algunos casos a la acumulación de excedentes que pasaban de mano ya sea por apropiación violenta o mediante el intercambio.
La apropiación violenta incluía con frecuencia la muerte del expropiado, que a veces servía también de alimento al vencedor, salvo cuando éste consideró más útil conservar al vencido como esclavo, al que alimentaba con lo mínimo indispensable a cambio de que trabajara para él.
Así comenzó la explotación del hombre por el hombre, que continúa hasta hoy.
Cuando los seres humanos comenzaron a tener más ganado, productos agrícolas o herramientas de los necesarios para su propia subsistencia buscaron cambiar el excedente por otros productos de los que carecían pero que necesitaban. Así nació el intercambio, el mercado y la necesidad, para poder realizar el intercambio, de establecer un equivalente general de todos los productos: el dinero. Y con el dinero, la necesidad de establecer un precio para cada producto, es decir una relación entre cada uno de los productos y ese equivalente general.
Esto lo explicó muy claramente Aristóteles hace 2400 años en la Política, Libro I, Capítulo III (De la adquisición de los bienes).
En la Moral a Nicómaco, Libro quinto, capítulo V (La reciprocidad o el talión no puede ser la regla de la justicia) Aristóteles se refiere también al valor de cambio y a la moneda como equivalente general de trabajos diferentes y dice:
“…en realidad, no puede suceder que cosas tan diferentes sean conmensurables entre sí; pero también es cierto, que, efecto de la necesidad, se puede llegar sin gran trabajo a medirlas todas suficientemente. Es preciso que haya una unidad de medida; pero esta unidad es arbitraria y convencional (subrayado nuestro); se la llama moneda”.
Marx, comentando estos textos de Aristóteles, escribió:
“El propio Aristóteles nos dice, pues, por falta de qué se malogra su análisis ulterior: por carecer del concepto de valor. ¿Qué es lo igual, es decir, cuál es la sustancia común que la casa representa para el lecho, en la expresión del valor de éste? Algo así "en verdad no puede existir", afirma Aristóteles. ¿Por qué? Contrapuesta al lecho, la casa representa un algo igual, en la medida en que esto representa en ambos —casa y lecho— algo que es efectivamente igual. Y eso es el trabajo humano. Pero que bajo la forma de los valores mercantiles todos los trabajos se expresan como trabajo humano igual, y por tanto como equivalentes, era un resultado que no podía alcanzar Aristóteles partiendo de la forma misma del valor, porque la sociedad griega se fundaba en el trabajo esclavo y por consiguiente su base natural era la desigualdad de los hombres y de sus fuerzas de trabajo. El secreto de la expresión de valor, la igualdad y la validez igual de todos los trabajos por ser trabajo humano en general, y en la medida en que lo son, sólo podía ser descifrado cuando el concepto de la igualdad humana poseyera ya la firmeza de un prejuicio popular. Mas esto sólo es posible en una sociedad donde la forma de mercancía es la forma general que adopta el producto del trabajo, y donde, por consiguiente, la relación entre unos y otros hombres como poseedores de mercancías se ha convertido, asimismo, en la relación social dominante. El genio de Aristóteles brilla precisamente por descubrir en la expresión del valor de las mercancías una relación de igualdad. Sólo la limitación histórica de la sociedad en que vivía le impidió averiguar en qué consistía, "en verdad", esa relación de igualdad”[1] .
En el capítulo citado de la Política dice también Aristóteles:
“Con la moneda, originada por los primeros cambios indispensables, nació igualmente la venta, otra forma de adquisición excesivamente sencilla en el origen, pero perfeccionada bien pronto por la experiencia, que reveló cómo la circulación de los objetos podía ser origen y fuente de ganancias considerables [nuestro el subrayado]. He aquí cómo, al parecer, la ciencia de adquirir tiene principalmente por objeto el dinero, y cómo su fin principal es el de descubrir los medios de multiplicar los bienes, porque ella debe crear la riqueza y la opulencia. Esta es la causa de que se suponga muchas veces, que la opulencia consiste en la abundancia de dinero, como que sobre el dinero giran las adquisiciones y las ventas; y sin embargo, este dinero no es en sí mismo más que una cosa absolutamente vana, no teniendo otro valor que el que le da la ley, no la naturaleza, puesto que una modificación en las convenciones que tienen lugar entre los que se sirven de él, puede disminuir completamente su estimación y hacerle del todo incapaz para satisfacer ninguna de nuestras necesidades”[2].
En otros términos, el mercado y el dinero, desde que existen, sirven para que algunos acumulen riquezas a expensas de los demás, por la vía de la especulación (comprando barato y vendiendo caro) o por la vía de la explotación del trabajo ajeno, pagando por debajo de su valor (medido como equivalente general) el trabajo ajeno y vendiendo el producto de dicho trabajo en el mercado a su verdadero valor en trabajo humano socialmente necesario (incluido en la elaboración del producto, en la obtención de la materia prima y en la amortización de la maquinaria) en forma de precio (dicho esto de manera muy esquemática). Abolidas la esclavitud y la servidumbre, aunque no totalmente, pues ambas subsisten en algunas partes del mundo, la forma actual de la explotación del ser humano es el trabajo asalariado en el que, por regla general, el trabajador, sea manual o intelectual, se diferencia del esclavo o del siervo en que es “libre”, de modo que puede elegir la soga que lo ahorcará. Es decir el lugar donde recibirá como pago por su trabajo un valor inferior al valor (como valor de cambio) que tendrá en el mercado el producto de su trabajo. Esta diferencia es lo que Marx denominó plusvalía.
Así es como funciona el sistema capitalista, al que también se lo llama economía de mercado, basado en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio. Que se puede sintetizar diciendo que es el sistema en el que entre la producción social y el consumo social se interpone la propiedad privada de los medios de producción y de las mercancías (bienes y servicios) vendidos en el mercado[3].
Fin de la cita de mi artículo.
De modo que para darle coherencia a una visión global y objetiva de la sociedad actual es imprescindible utilizar como instrumento de análisis el método de Marx y las principales conceptualizaciones que elaboró estudiando la economía capitalista. Comenzó por analizar la economía de mercado pues comprendió que para entender el sistema capitalista hay que comenzar por analizar su modo de funcionamiento y por eso comienza El Capital con el estudio de la mercancía y escribe:
La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece como un "inmenso arsenal de mercancías" y la mercancía como su forma elemental. Por eso, nuestra investigación arranca del análisis de la mercancía).
En los primeros párrafos de El Capital (Libro primero, Sección primera, Capítulo I, La mercancía, 1. Los dos factores de la mercancía: valor de uso y valor (sustancia del valor, magnitud del valor)), Marx escribe:
“La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un "enorme cúmulo de mercancías", y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza. Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía.
La mercancía es, en primer lugar, un objeto exterior, una cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran. La naturaleza de esas necesidades, el que se originen, por ejemplo, en el estómago o en la fantasía, en nada modifica el problema. Tampoco se trata aquí de cómo esa cosa satisface la necesidad humana: de si lo hace directamente, como medio de subsistencia, es decir, como objeto de disfrute, o a través de un rodeo, como medio de producción”.
Toda cosa útil, sigue explicando Marx, lo es por sus cualidades, que hacen de ella un valor de uso para una finalidad determinada. Pero como mercancía destinada a ser vendida presenta otro aspecto: su valor de cambio y surge el problema de cómo se mide ese valor de cambio, lo que requiere encontrar el denominador común de todos los valores de uso (objetos, servicios) que se intercambian –se venden- como mercancías.
Ese denominador común de todas las mercancías no es otro que ser el resultado del trabajo humano, que se puede definir como el gasto en energía física, en tensión nerviosa y la aplicación por parte del trabajador (manual o intelectual) de su destreza y conocimientos (y a veces también de su inventiva) en el acto de la producción.
De modo que el denominador común de todas las mercancías que sirve para establecer su valor de cambio es el trabajo humano, que produce valores de uso.
“En la relación misma de intercambio entre las mercancías, -escribe Marx- su valor de cambio se nos puso de manifiesto como algo por entero independiente de sus valores de uso. Si luego se hace efectivamente abstracción del valor de uso que tienen los productos del trabajo, se obtiene su valor, tal como acaba de señalarse. Ese algo común que se manifiesta en la relación de intercambio o en el valor de cambio de las mercancías es, pues, su valor. El desenvolvimiento de la investigación volverá a conducirnos al valor de cambio como modo de expresión o forma de manifestación necesaria del valor, al que por de pronto, sin embargo, se ha de considerar independientemente de esa forma.
Un valor de uso o un bien, por ende, sólo tiene valor porque en él está objetivado o materializado trabajo humano abstracto. ¿Cómo medir, entonces, la magnitud de su valor? Por la cantidad de "sustancia generadora de valor" --por la cantidad de trabajo-- contenida en ese valor de uso. La cantidad de trabajo misma se mide por su duración, y el tiempo de trabajo, a su vez, reconoce su patrón de medida en determinadas fracciones temporales, tales como hora, día, etcétera.
Podría parecer que si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo gastada en su producción, cuanto más perezoso o torpe fuera un hombre tanto más valiosa sería su mercancía, porque aquél necesitaría tanto más tiempo para fabricarla. Sin embargo, el trabajo que genera la sustancia de los valores es trabajo humano indiferenciado, gasto de la misma fuerza humana de trabajo. El conjunto de la fuerza de trabajo de la sociedad, representado en los valores del mundo de las mercancías, hace las veces aquí de una y la misma fuerza humana de trabajo, por más que se componga de innumerables fuerzas de trabajo individuales. Cada una de esas fuerzas de trabajo individuales es la misma fuerza de trabajo humana que las demás, en cuanto posee el carácter de fuerza de trabajo social media y opera como tal fuerza de trabajo social media, es decir, en cuanto, en la producción de una mercancía, sólo utiliza el tiempo de trabajo promedialmente necesario, o tiempo de trabajo socialmente necesario. El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad de trabajo”.
En este párrafo precedente de Marx se ve muy claramente como aplica su método: comienza por el análisis del trabajo CONCRETO productor de valores de uso al trabajo ABSTRACTO (para establecer la cantidad de trabajo socialmente necesario para fabricar un objeto o prestar un servicio) como medida del valor de cambio de los valores de uso devenidos mercancías.
Y siempre analizando rigurosamente los hechos de la realidad del sistema capitalista, Marx construyó los conceptos de valor, de valor de uso y de valor de cambio, estudió y explicó la concentración capitalista, las crisis, la reproducción ampliada como una necesidad inherente al sistema, la plusvalía en tanto teoría de la explotación capitalista, etc.
Marx no fue un “humanista” de salón o un “indignado” como se dice ahora.
Pero pese a todos los que –antes y ahora- lo han dado por periclitado y enterrado, el interés por las ideas de Marx renace por la simple razón que su análisis del sistema capitalista explotador y nefasto para la humanidad, así como el análisis de sus contradicciones insuperables se revela -antes como ahora- exacto.
Marx comienza su análisis de la sociedad capitalista por la mercancía (la sociedad de mercado que es inherente al sistema capitalista) y partiendo de la evidencia fáctica de la explotación de los trabajadores y del empobrecimiento relativo (y/o absoluto) de éstos por un lado y la concentración de la riqueza de una ínfima minoría por el otro. Que es un dato que se ha verificado siempre y hasta la actualidad, como lo reconoce casi todo el mundo (véanse, entre otras, las cifras incluidas en la Declaración de OXFAM en ocasión de la reunión de Davos).
Al respecto puede verse también mi artículo –con muchos datos y estadísticas- en castellano y en inglés EL CAPITALISMO VAMPIRIZA Y MATA
(http://www.jussemper.org/Resources/Economic%20Data/capitalismsucksourblood.html)
Allí escribí a modo de conclusión:
“De modo que a la tradicional expropiación del fruto del trabajo que practica el capital en el proceso de la economía real (obtención de plusvalía), se ha venido a sumar la que realiza el capital financiero especulativo sin participar en dicho proceso.
Allí escribí a modo de conclusión:
“De modo que a la tradicional expropiación del fruto del trabajo que practica el capital en el proceso de la economía real (obtención de plusvalía), se ha venido a sumar la que realiza el capital financiero especulativo sin participar en dicho proceso.
El capital financiero, además de estos mecanismos “legales” destinados a obtener una tajada cada vez mayor de los valores creados en la esfera productiva, se apropia directamente de los bienes de los trabajadores, jubilados y pequeños ahorristas, cometiendo verdaderas estafas”.
Me extendí más sobre el papel parasitario del capital financiero en el párrafo « Rasgos específicos del capitalismo de comienzos del siglo XXI » de mi libro « La armadura del capitalismo » (2010).
Algunos economistas, marxistas o no, suelen citar a Sraffa y su libro “La producción de mercancías por medio de mercancías”.
El libro de Sraffa dio lugar a muchísimos debates.
No entraré en el tema pero me remito a una nota de 21 páginas sobre Sraffa del economista marxista canadiense Gilles Dostaler (www.erudit.org/fr/revues/ae/1982-v58-n1-2-ae2563/601016ar.pdf ). Dostaler fue un autor prolífico y muy riguroso, escribió numerosos trabajos, entre ellos “Marx, la valeur et l'économie politique ».
Pueden verse otros artículos sobre Sraffa y temas conexos: de Jacques Leonard, asistente en la Universidad de Amiens: Sraffa a propos de la theorie du capital; de Paolo Giussani, La determinación de los precios de producción
(http://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO9394110235A/30377) y de Isaak Rubin, Valor
, precio de producción y trabajo productivo (/kmarx.wordpress.com/2012/02/20/valor-precio-de-produccion-y-trabajo-productivo-iv),
etc.
De manera ultrasintética, puede decirse que Sraffa criticó fuertemente las teorías subjetivas marginalistas sobre el precio de mercado de los economistas burgueses y no cuestionó los postulados de Marx relativos al antagonismo de clases y a la explotación capitalista.
De manera ultrasintética, puede decirse que Sraffa criticó fuertemente las teorías subjetivas marginalistas sobre el precio de mercado de los economistas burgueses y no cuestionó los postulados de Marx relativos al antagonismo de clases y a la explotación capitalista.
Las teorías de Sraffa, sin embargo, sirven para cuestionar –sin éxito- la categoría de valor formulada por Marx, categoría que fundamenta la explicación racional de la explotación capitalista. Es una manera más o menos elegante de negar dicha explotación inherente al sistema y sus catastróficas consecuencias para el conjunto de la sociedad.
El valor de que habla Marx es una forma de medir la fuerza de trabajo puesta a disposición del capitalista en el sistema capitalista.
(Una observación al margen: los apologistas del sistema capitalista dicen que los patrones « dan » trabajo a los asalariados cuando en realidad son los asalariados que dan trabajo a los capitalistas).
Como el litro (o el galón) sirven para medir los líquidos, el metro (o las yardas o las leguas) para medir las distancias, la hora, los minutos, etc. para medir el tiempo, etc. Pero entre el valor como cantidad de trabajo socialmente necesario de que habla Marx y las otras medidas hay una diferencia fundamental. Estas últimas son convenciones válidas en cualquier época, cultura o sistema social, en tanto que el valor como medida de que habla Marx sólo es válido para el sistema capitalista.
De modo que lo que se suele llamar « ley del valor » de Marx no es una ley física como la ley de la gravitación universal, ni una medida válida para cualquier sistema social, sino la medida de una relación social, sólo aplicable al sistema capitalista.
Por eso Marx formula en los Grundrisse esta previsión genial, que cité más arriba:
…la medida del valor en la sociedad comunista pasa a ser, no ya la cantidad del tiempo de trabajo, sino la cantidad de tiempo libre: “Ya no es entonces, en modo alguno, el tiempo de trabajo la medida de la riqueza, sino el disposable time”.
Siguiendo a Marx y dicho de otra manera, el valor fuerza de trabajo es una categoría válida para explicar la economía de mercado capitalista y la explotación del trabajo humano que le es inherente y dejará de tener sentido cuando desaparezca dicho sistema económico.
Lo único válido en todos los sistemas y en todas las épocas es el valor de uso, la utilidad para el ser humano de los objetos que fabrica y de los servicios que presta. Incluso el valor de uso de la robótica, la cibernética y de la abusivamente llamada «inteligencia artificial» cuya verdadera utilidad – si nos libramos del sistema capitalista cuyo motor y razón de ser es la ganancia- sería aumentar el «disposable time» de que hablaba Marx.
Los apologistas del sistema capitalista señalan como una virtud del mismo su capacidad de crear riquezas en forma de objetos y servicios cada vez más sofisticados. Capacidad basada en una feroz competencia entre los capitalistas para obtener mayores ganancias, que es la motivación principal que mueve al sistema.
La contrapartida de dicha « virtud » es una sociedad que además de ser cada vez más desigual porque los pobres son cada vez más y más pobres, está en vías de regresión en todos los órdenes : político (ficción de democracia, xenofobia y giro a la derecha de las mayorías electorales, gobiernos fascistizantes, etc.) cultural, ambiental, en materia de salud pública, de seguridad social, de educación, etc. porque todo está regido por la ley del beneficio máximo de los dueños del capital y no por el interés general.
Hay dos actitudes posibles: aceptar el TINA thatcheriano (el There is no alternative) o declararse partidario y actuar a favor de un cambio social radical, reconociendo que es una tarea titánica y llena de obstáculos y dificultades de toda índole. A comenzar por la falta de conciencia en las mayorías de la necesidad de dicho cambio. Necesidad de cambio que se puede resumir en la frase: socialismo o barbarie.
Estos temas y algunos otros los traté en mis libros « La armadura del capitalismo », Editorial Icaria, España, 2010 y « El colapso del progresismo y el desvarío de las izquierdas », Editorial La Carreta, Medellín, Colombia, 2017, del cual hay una edición anterior con el título « El papel desempeñado por las ideas y culturas dominantes en la preservación del orden vigente », Editorial Dunken, Buenos Aires, 2015.
Traté de sintetizar los temas tratados en ambos libros en un artículo de una veinte páginas titulado « El capitalismo por dentro », que se puede encontrar en http://emancipacionobrera.blogspot.fr/2012/03/el-capitalismo-por-dentro-alejandro.html
Y en :http://www.jussemper.org/Resources/Economic%20Data/insidecapitalism.html
también en inglés.
Notas
[1] Marx, El
Capital, Libro primero, Sección primera, Capítulo I, La mercancía, 1. Los dos
factores de la mercancía: valor de uso y valor (sustancia del valor, magnitud
del valor).
[2] Obras de Aristóteles. Versión castellana de Patricio de Azcárate. Madrid 1873.
[3] En el sistema capitalista el mismo trabajo humano está sometido a las leyes del mercado (la oferta y la demanda) pese a que en el Tratado de Versalles de 1919, las potencias signatarias, empujadas por el temor a que cundiera el ejemplo de la Revolución bolchevique de 1917, introdujeron en el mismo una declaración afirmando que « El trabajo humano no es una mercancía ni puede ser objeto de actos de comercio».
Febrero de 2018
[2] Obras de Aristóteles. Versión castellana de Patricio de Azcárate. Madrid 1873.
[3] En el sistema capitalista el mismo trabajo humano está sometido a las leyes del mercado (la oferta y la demanda) pese a que en el Tratado de Versalles de 1919, las potencias signatarias, empujadas por el temor a que cundiera el ejemplo de la Revolución bolchevique de 1917, introdujeron en el mismo una declaración afirmando que « El trabajo humano no es una mercancía ni puede ser objeto de actos de comercio».
Febrero de 2018
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