02-04-2018
“Los Marxistas no creemos que la empresa
de crear un nuevo social, superior al orden capitalista, incuba a una amorfa
masa de parias y de oprimidos guiada por evangélicos predicadores del bien.. La
energía revolucionaria del socialismo no se alimenta de compasión ni de
envidia. En la lucha de clases, donde residen todos los elementos de lo sublime
y lo heroico de su ascensión, el proletariado debe elevarse a una moral de
productores, muy distante y muy distinta de la moral de esclavos, de que
oficiosamente se empeñan sus gratuitos profesores de , horrorizados de su
materialismo.”
José Carlos Mariátegui. “Defensa
del Marxismo”. Pags. 72-73 Biblioteca Amauta. Lima.
El año pasado el mundo recordó el Centenario de la
Revolución Socialista de Octubre, El 2018, se recordará, en todo los países, el
Bi Centenario del nacimiento de Carlos Marx.
Nacido en Tréveris, a las orillas del rio Mosela en
la antigua zona de la Renania, el 5 de mayo de 1818, Marx fue ciertamente un
hombre universal: Mas allá de títulos formales de orden académico –que los
tuvo- fue un pensador, filósofo, economista, abogado, historiador, periodista
escritor, político y, sobre todo, un revolucionario en la mayor extensión de la
palabra. Se le considera por eso, una de las figuras estelares de la humanidad,
razón por la cual su nombre, y su obra, perduran en la historia.
Al evocarse hoy la fecha que se aproxima, bien
podemos recordar también lo que dijera el introductor del pensamiento
socialista en nuestra patria, José Carlos Mariátegui: “Marx está vivo en
la lucha que, por la realización del socialismo libran en el mundo innumerables
muchedumbres, animadas por su doctrina”. Porque eso es así, también en
nuestro país en el mes de mayo –y en el transcurso de todo el 2018- se
desarrollarán eventos de primer nivel destinados a honrar la memoria de esta
magna figura.
Más allá de las transitorias derrotas de los
pueblos y aún de los sinsabores de la historia, millones de hombre y mujeres en
todos los países de la tierra, enarbolan hoy las ideas básicas del pensamiento
marxista y dan forma y contenido a sus luchas, seguros de encontrar un
imbatible camino que conducirá a los pueblos al Socialismo. Actúan con la
absoluta convicción que el Socialismo, tal como fue básicamente pergeñado por
Marx, será la sociedad del futuro.
Se han registrado, sin embargo, muchos intentos por
devaluar la figura de Marx. Ha habido quienes han pretendido considerarlo “un
pensador más” de aquellos años en los que el sistema de dominación capitalista
se afirmara en el mundo. Lo han comparado entonces con Owen, Fourier, Lassalle,
David Ricardo, el propio Hegel, o aún Mijhail Bakunin, el célebre ideólogo del
anarquismo ruso; pero han fracasado en el intento de menoscabar su autoridad, y
su prestigio. Porque hoy, valorando los aportes de cada quien, nadie “toma
partido” por las ideas de ellos, como si lo hace por las del autor de “El
Capital”.
En el esfuerzo por menoscabar la importancia del
pensamiento de Marx han habido quienes han pretendido “teorizar” con el
pensamiento de Marx pretendiendo descubrir incluso contradicciones entre “el
joven” Marx y el Marx mayor, procurando “descubrir” algunos atisbos, que
alimentaran sospechas de error en la rigurosidad de su pensamiento, o
contradicción en el mismo. Vano esfuerzo, sin duda, porque el mensaje del
fundador del socialismo científico responde a una sola concepción: aquella que
alimenta la idea de una sociedad basada en la eliminación de la explotación
capitalista y el trabajo asalariado.
Cabe entonces aludir a algunas etapas de la
historia que le permitieron a Marx diseñar los elementos básicos de su
concepción ideo-política y recoger los elementos esenciales del proceso que le
tocó vivir, y que dieron sustento a su pensamiento y a su acción.
LOS COMIENZOS
Franz Mehring, quizá el más calificado de sus
biógrafos, nos remite a los escritos juveniles de Marx citando lo que
constituye casi un clásico: el texto referido a “las consideraciones de un
joven antes de elegir cerrara”. El, nos revela la concepción materialista
de la historia que subyace desde un inicio, y que se proyectará
ininterrumpidamente y sin dobleces a lo largo de toda su vida. Ya en ese
entonces se distinguía por su riqueza de ideas y por su buena distribución
sistemática; elementos ambos esenciales para la formulación de sus más
complejas teorías económicas y sociales.
También a “sus comienzos” corresponde su vínculo
con Yenny de Westfalia, convertido en matrimonio solo en 1843. Ella, una mujer
excepcional, se mantuvo al lado de su esposo desde 1835 hasta la muerte de
éste, ocurrida en marzo de 1883; Y, además, su matrícula en la Universidad de
Berlín, en 1836, cuando Carlos Marx “amaba su soleada tierra natal, y la
capital de Prusia. Le repelía todos los días de su vida”.
Esta etapa de la vida de Marx, en realidad se
prolonga hasta los primeros años de la década de los 40, cuando Marx se une a
Bruno Bauer y los jóvenes hegelianos a los que considera portadores del
pensamiento más progresista de la época; y recibe la investidura de Doctor, que
se la otorga la Universidad de Jena, en 1841, gracias al análisis que hace de
las concepciones filosóficas de Demócrito y Epicuro.
Este fue un breve periodo en el que Marx dedicó su
esfuerzo al trabajo periodística. Coincidió, sin embargo, con la etapa en la
que su ágil pluma se deslizó por el campo de la polémica a través de las
páginas de “La Gaceta del Rin”, publicada en Colonia a partir de 1842.
Dos años más tarde, y ya en el caluroso verano de 1844, tomaría contacto con Federico
Engels en Paris.
Fueron estos, verdaderos años de búsqueda en los
más variados sentidos. La tarea era definir el pensamiento en términos
filosóficos, pero también políticos, diseñar el esquema social de la época; y,
al mismo tiempo, perfilar el cuadro de las acciones fundamentales, aquellas que
debían esbozarse a través de la prensa y las publicaciones de entonces, en un
escenario particularmente convulso, cuando las revoluciones republicanas de
1830 y 1848 se empeñaban en restablecer las conquistas de la Revolución
Francesa de 1789, desconocidas por la fuerza restauradora de la monarquía que
retomara la ofensiva luego del Congreso de Viena, de 1815.
La insurrección de los Tejedores de Silesia, en
1844, su heroísmo y sus luchas, no sólo fueron aliciente para Carlos Marx sino
también para el poeta Heine, que compuso versos, y hasta un himno que
hizo historia. Abordando esa lucha, fue que Marx expuso una idea clave para su
pensamiento: “Sin Revolución, no podrá realizarse el Socialismo”
UNA AMISTAD IMPERECEDERA
La relación establecida a partir de aquellos años
entre Marx y Engels, se tornó emblemática. En verdad, por esas curiosidades de
la historia, ambos personajes habían venido perfilando estudios similares, y
partiendo de distintas experiencias, habían llegado a las similares conclusiones.
Ya en ese entonces, Federico Engels había iniciado lo que sería un enjundioso
estudio referido a la situación de la clase obrera en Inglaterra, que
culminaría solo en 1845 con el propósito de unir al proletariado con la idea
del socialismo emergente.
Prácticamente desde un inicio, Marx y Engels
encontraron una base común en los más variados escenarios de análisis.
Coincidieron en el estudio riguroso de la sociedad capitalista y la
desenmascararon, mostrando sus limitaciones y perfidias; subrayaron el papel de
la clase obrera como fuerza esencial para transformar la sociedad; y pusieron
desde un inicio las bases de la sociedad socialista diseñando el papel y las
tareas de los comunistas en la lucha por forjarla Y avanzaron más allá hasta
diseñar los alcances de una nueva visión del mundo y de la vida.
De esa relación surgió la idea común de vincularse
a las organizaciones existentes en la Europa de entonces, y en particular en
Francia; donde bullían las ideas revolucionarias de la época. Por eso, tomaron
contacto con la Liga de los Justicieros una pequeña estructura casi de orden
conspirativo, que había nacido al calor de los combates de clase que arreciaban
entonces.
Los dirigentes de esta Liga –Karl Schappers,
Heinrich Bauer, Joseph Moll, entre otros- tuvieron la idea de invitar a Marx y
Engels a sumarse a ese movimiento, pedido que fue aceptado apenas con dos
condiciones: que la Liga trocara su nombre, y dejara de llamarse “Liga de los
Justicieros”, para denominarse más bien “Liga de los Comunistas”; y que
renunciara a su consigna central –“todos los hombres son hermanos”- para asumir
otra, de la peruano / francesa Flora Tristán: “Proletarios del mundo,
uníos!”.
Ambos planteamientos fueron aceptados, razón por la
que en 1847, en el II Congreso de la Liga de los Comunistas celebrado en
Londres, les fue encomendada a Marx y Engels la misión de elaborar un Programa
Político que sirviera para presentar al mundo la idea de los comunistas.
Surgió, de eso modo el hoy célebre “Manifiesto del Partido Comunista”,
publicado Por primera vez en febrero de 1848.
Los elementos básicos del Manifiesto Comunista son
hoy suficientemente conocidos, de modo que no es indispensable reseñarlos. Hay
que subrayar sin embargo algunas ideas esenciales, como aquella que la historia
escrita vivida por la humanidad, no es otra que la lucha de clases. “La
moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal,
no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho, ha sido crear nuevas
clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han
venido a sustituir a las antiguas”.
Resulta asombroso constatar como en l848 estas
grandes figuras del pensamiento socialista lograron mirar el porvenir con tan
prodigiosa percepción. Como si hubiesen tomado una nave especial, y volado al
futuro; volvieron para contar a sus contemporáneos, lo que nosotros veríamos ya
en nuestro tiempo: el fenómeno llamado de la “Globalización”.
“La necesidad de encontrar mercados espolea a la
burguesía de una punta a otra del planeta. Por todas partes anida, en todas
partes construye la burguesía, por doquier establece relaciones. La burguesía,
al explotar el mercado mundial da a la producción y al consumo de todos los
países, un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios, destruye
los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se
vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es vital para
todas las naciones civilizadas”.
Se describe, así una realidad que nosotros vivimos,
la del mercado mundial, las grandes corporaciones, el sistema financiero, la
exportación de capitales, la internacionalización del comercio, la sobre
explotación de los trabajadores gracias la constante migración, la pérdida de
la capacidad adquisitiva de los salarios, la migración de la mano de obra no
calificada y muchos otros fenómenos que afloran hoy en su mayor dimensión.
Las dos grandes conflagraciones mundiales –las
Guerras Inter-Imperialistas de 1914 y 1939- están marcadas por este signo de la
expansión del capital, la lucha por las materias primas y el dominio de los
mercados; y no ha traído al mundo sino hambre, miseria, sangre y destrucción.
La sociedad capitalista ha generado sus propios factores de destrucción, y ha
creado las bases para que los pueblos enarbolen con más fuerza el ideal
socialista.
En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels
demostraron que la propiedad privada sobre los medios de producción constituía
una inagotable fuente de explotación que sólo podría ser superada a partir de
una transformación radical de la sociedad en la que asomaran dos elementos
claves: la propiedad social de los medios de producción, y la clase obrera en
la conducción de un Estado de nuevo tipo.
AL decir de Rodney Arismendi, destacado comunista uruguayo
y Secretario General del PCU en los años 70 del siglo pasado, “con Marx y
Engels, el socialismo pasó de Utopía, a Ciencia”.
TENSIONES SOCIALES DE LA EPOCA
En ese lapso, sobre todo entre 1830 y 1871,
arreciaron las luchas sociales en el viejo continente. La insurrección polaca
de 1830, la insurrección de Sicilia del mismo año, las Revoluciones burguesas
de 1830 y 1848, las acciones campesinas en Alemania, y las grandes luchas
obreras en Inglaterra, Alemania, Francia y otros países.
La respuesta a estas acciones de combate de los
trabajadores fue siempre la represión. Ese fue el signo de los Procesos de
Colonia entre 1849 y 1852, mediante los cuales se buscó destruir y
aniquilar a las organizaciones obreras en lucha. Estas, a su vez en 1864,
coronaron sus esfuerzos unitarios y dieron nacimiento a la Asociación
Internacional de los Trabajadores –la Primera Internacional, como se le
conoce-
Esta organización, de inmenso valor histórico, sólo
pudo ser quebrada, por el feroz y directo ataque de la clase dominante, y por
la actividad corrosiva y disolvente del bakuninismo en acción, ofensiva que fue
desplegada en la víspera de la Guerra Franco-Prusiana de 1870 y el surgimiento
y caída de la Comuna de París. El primer gobierno de obreros y
campesinos de la historia humana.
En todo este periodo Marx y Engels lucharon de
manera resuelta y directa, afrontando inmensas penurias y dificultades. Fueron
expulsados sucesivamente de Bélgica, Francia, y Alemania, debiendo radicarse en
Londres, fuera del territorio continental europeo. Con ejemplar coraje, ambos
mantuvieron muy en alto el ideal socialista, y no se arredraron ante ninguna
batalla. Federico Engels, incluso, participó en acciones armadas en Alemania,
luchando por los derechos de las poblaciones agrarias y urbanas.
Obras tan importantes como “La lucha de clases
en Francia de 1841 a 1850”, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, o “Las
guerras campesinas en Alemania” dieron sustento a la teoría revolucionaria
de Marx, e insistieron en la idea de la Revolución Proletaria como única
posibilidad de forjamiento de una sociedad nueva, más justa y más humana.
La burguesía en el Poder se valió de todos los
recursos para quebrar la resistencia de los pueblos y acallar la voz creciente
y vigorosa de los comunistas. En el extremo, recurrieron a las guerras de
conquista, como lo harían más tarde, en el siglo XX. Ese fue el sentido de la
Guerra Franco Prusiana de 1870 que, sin embargo tuvo la virtud de desenmascarar
a la gran burguesía francesa que –mostrando su profundo odio de clase- prefirió
capitular ante las camarillas guerreristas germanas antes de entregar el Poder
a los trabajadores franceses.
En contrapartida, Marx tuvo el merito histórico de
descubrir en el Proletariado, la fuerza capaz de cambiar el rumbo de la
sociedad de nuestro tiempo. Y ese descubrimiento, no fue el resultado de una
especulación doctrinaria, sino la consecuencia natural de su análisis de la
realidad concreta.
EL CAPITAL, LA OBRA CUMBRE DE MARX
El 1 de enero de 1866 Carlos Marx comenzó la
redacción final de la que sería su obra monumental: “El Capital”. Fue a partir
de esa fecha el proceso de consolidación teórica de materiales dispersos a
partir de los cuales había desarrollado sus concepciones económicas
fundamentales.
Ya desde 1851 Marx trabajaba en el tema que sin
embargo, no podía continuar agobiado como estaba por la acumulación de tareas
de todo orden, sumadas a las condiciones materiales más adversas para la
actividad revolucionaria y hasta para la subsistencia. También para la
producción de esta obra, la contribución de Federico Engels, seria
excepcionalmente importante.
El Primer tomo de El Capital -el único que pudo ver
impreso el propio Marx- recoge el estudio de termas cardinales: la mercancía,
el dinero, la acumulación del capital, el papel del trabajo, la plusvalía y
otros elementos esenciales orientados a desentrañar la naturaleza misma de la
sociedad capitalista. El segundo y el tercer tomo fueron el resultado del abajo
esforzado de Federico Engels quien recogió materiales preparados por Marx. y
pudo desarrollar y sustentar su teoría.
Cuando estuvo en condiciones de dar a conocer el
tomo 1 de El Capital, Carlos Marx no tuvo disimular su orgullo: “después
de tantos, y tan largos dolores para parirla; le alegraba, naturalmente, poder
lamer y pulir la criatura”.
Esa criatura -como El Manifiesto Comunista- ha
pasado a la historia como una obra de excepcional importancia y trascendencia.
Su lectura, no es fácil. No sólo requiere conocimientos especializados de
economía, sino también una clara capacidad de abstracción y análisis. Pero
ciertamente está escrita de manera sencilla, polémica e incluso irónica. Marx
aprovecha sus elevados conocimientos, para burlarse de sus detractores con un
muy fino humor.
Lo que debe subrayarse es que esta obra coincidió
en el tiempo con los más importantes congresos de la I Internacional, cuando el
hombre de Tréveris se enfrentaba duramente a sus críticos que -como Bakunin– lo
acusaban de querer convertir a los obreros en “doctrinarios” porque
pretendía que dominaran los temas de la cultura y el saber humano.
Como lo asegura José Moral, “ El Capital» es
una de las obras más conocidas en la historia del pensamiento moderno, y yo
diría que además es una de las menos leídas. Es una de las obras sobre las que
casi todo el mundo habla y de las que casi nadie ha leído. Si tuviésemos que
hacer un porcentaje de la gente que ha leído «El Capital» , entre los
economistas, los tratadistas y los propios intelectuales marxistas -obviamente
sería imposible-, pero yo creo que no llegaríamos al 1 por 100.
MARX EN NUESTRO TIEMPO
En nuestro tiempo no solo las ideas básicas de Carlos
Marx conservan plena vigencia, su también su obra completa y su vida entera. Y
es que no se le ve como un teórico abstracto, ni como un pensador dedicado a
filosofar en torno al futuro de la humanidad Se le percibe como un combatiente
de primera fila que entregó todo por la causa de los pueblos.
Intelectuales del nivel de Henri Barbusse o Antonio
Gramsci; personalidades de valor de Alberto Einstein o Federico Joliot-Curie;
líderes sociales de renombre, como José Carlos Mariáteui o Luis Carlos Prestes;
y figuras de nuestro tiempo, tan valiosas como Fidel Castro Ruz; vieron en Carlos Marx ni solo el estudioso de la realidad social, sino también mentor del
pensamiento renovador de nuestra historia. Y siguieron con ahínco sus
reflexiones y enseñanzas.
Nadie en su sano juicio podría suponer que la caída
de la Unión Soviética, o la derrota del socialismo en los países de Europa del
este, implica el fin de la teoría de Marx, ni el fracaso de sus previsiones o
pronósticos. Bastaría leer sus escritos para comprobar que conservan vigencia
plena y reflejan la mayor actualidad.
Lo escrito por Marx, pareciera referirse a los
momentos que vive hoy la humanidad. Y es que se trata de un adelantado de
nuestro tiempo, de alguien que viajó al futuro y retornó para contarnos lo que
habría de suceder. Fue, sin duda, un verdadero sabio.
Es bueno recordar entonces algo de lo que dijera
Federico Engels el 17 de marzo de 1883, con motivo de los funerales de este
gran hombre de la historia: “ El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de
la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas le
dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente
en su sillón, pero para siempre. Es de todo punto imposible calcular lo que el
proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido
con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la
muerte de esta figura gigantesca.”
Por eso recordar su aporte a la vida humana al
cumplirse los 200 años de su nacimiento, constituye un deber esencial , sobre
todo para quienes se sienten, de una u otra manera, ligados a la lucha por la
transformación de la sociedad.
Acabar con el hambre, la miseria, la explotación y
la guerra; no sólo que constituye un deber de los revolucionarios de nuestro
tiempo. También es una posibilidad real si se abre paso a una sociedad en la
que impere la propiedad social sobre los grandes medios de producción, y el
Poder sea detentado por los trabajadores de la ciudad y el campo.
Tomar en sus manos las riendas del Poder en cada
país constituye el deber esencial de los pueblos. Solo así, será posible
construir un mundo mejor.
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