23. 04.
2018
Por: Gonzalo
García Núñez
El paradigma industrial vigente está construido
sobre la cuarta revolución mundial de las fuerzas productivas. En
efecto, las fábricas- laboratorios, las famosas fablabs, trabajan en las
fronteras de la Neurociencia en que el ser humano cual Prometeo moderno
acomete el reto superior de manipular el cerebro humano para incorporarlo
a sistemas productivos. La usa así como medio de aprendizaje directo e
instantáneo mediante la reorganización de las conexiones sinápticas entre
neuronas. Gran número de procesadores virtuales interconectados, cual
gigantesco sistema de servidores, modelan el funcionamiento de las
neuronas biológicas. Como toda modelación se trata de simulaciones simples, al
inicio, que se van complicando con métodos de ponderación en la fase de
aprendizaje a medida que se pretende un saber cada vez más denso y
complicado.
La capacidad de entrenar al hombre a través los
códigos fundamentales hasta conseguir el resultado es un método de
aprendizaje definido en relación a su contexto. El ser humano así entrenado es
capaz de solucionar problemas con el método que le ha sido enseñado
a través de la intervención neural.
Esta es una opción que depararía una gran ventaja,
se trata de un método intuitivo fundado en la existencia de varias
alternativas de entrada de datos que no siempre son programables ni
modelables.
Una herramienta esencial de las neurociencias
radica en la IA, la INTELIGENCIA Artificial que imita al cerebro en todas sus
funciones y sensaciones, existentes o inventadas, en base al desarrollo
de una maquina inteligente que se retroalimenta. Al centro de este nuevo
paradigma productivo esta, qué duda cabe, la digitalización de las maquinas
herramientas. Con el microchip viene después la Robótica y la automática, junto
al uso extensivo de nano TECNOLOGIAS que se internan en la dimensión de lo
pequeño o de los drones y sus múltiples aplicaciones en el eje Z
para ingresar allí donde, por ejemplo, la mano o el brazo humano no pueden
llegar.
En la producción, los procesos de simplificación de
procesos abarcan hoy el uso de las impresoras 3D, el internet de las cosas, los
sistemas de producción flexibles que permiten, por ejemplo, combinar impresión
de metal en tercera dimensión y de resinas auto moldeables en la
impresión a escala nano de órganos humanos, tubos de relleno, válvulas, que
fácilmente rediseñan y recrean la función afectada, otro ejemplo, del
corazón.
La mecatrónica es la ciencia resumen del nuevo
tiempo y el encuentro de la electrónica, la mecánica de precisión, la química
de las resinas, entre otras disciplinas que son gobernadas por algoritmos
matemáticos de alta complejidad.
Sin ápice de duda, esta explosión de las fuerzas de
la producción conduce de modo inexorable a reconsiderar las formas de aprender
que cada vez requieren mayores conocimientos para gestionar el progreso
técnico.
Es lo que hace una universidad tan prestigiosa como
Harvard que tiene miles de cursos colgados en un portal ad hoc (OCW) al que
puede pertenecer cualquier ciudadano que busca capacitarse rápidamente y
aprender sobre una sólida base científica.
En casos excepcionales como portales de la India y
China existen disciplinas científicas básicas, matemáticas, física,
fisicoquímica, ingenierías, aeronáutica, naval, petroquímica, plásticos
cursos enteros colgados en las redes de varias universidades y centro
tecnológicos, sobre todo chinos.
Según un reciente informe distribuido en la sesión
de Davos, lo que más sufre en la evolución de diferentes modos de
producción hacia el paradigma del siglo 21 son las relaciones sociales y la
redefinición del capital.
Otro sufrimiento es la pérdida del valor social del
EMPLEO con derechos ante la embestida de una demanda empresarial ansiosa
de personas capaces de operar robots humanoides, drones logísticos,
vehículos eléctricos e inclusive administrar redes de vehículos sin
conductor.
Hasta los sistemas de pago tradicionales reciben el
desafío de las monedas Bitcoin, nuevos sistemas de pagos basados en los
block chains en que se mezclan las dinámicas de los pagos de alta
velocidad con los algoritmos de cálculo diseñados en las ciudades
científicas.
Un trazo sustancial de la cuarta revolución
industrial es la transición energética, de lo fósil a lo renovable.
Del petróleo a la electricidad, de la hidroenergia
hacia la eólica, la solar, la mareomotriz, los biodigestores, proezas nuevas
como el camión eléctrico de Tesla o los millares de tranvías eléctricos que
circunvalan las principales ciudades europeo. O los trenes suspendidos en
redes electromagnéticas que acercan las islas del Japón.
Quedan atran los sistemas de Producción en serie,
la división del trabajo al modo de David Ricardo y el
Fordismo hasta poco contemporáneo, los links de la Física la Química
pesada y de procesos unitarios, orgánica, las operaciones eléctrica,
automovilística, mientras se yergue ante nuestros ojos la revolución industrial
que anticipara Stephen Hawking.
Y ¿quién se instala en las rutas de esos horizontes
nuevos? La especialización internacional de los tres polos de la economía
mundial responde: Estados Unidos de Norteamérica en los servicios, sobretodo de
información y sus ocho empresas globales más avanzadas, la China que de
un país rural de los cincuenta emerge como el continente fabrica junto a los
países del Sudeste Asiático, y Europa, ni poco ni mucho, un mix de ambos,
metida en telemática, Informática, servicios financieros, seguros y autos,
fármacos y maquinas. Un cuarto bloque se ha especializado en aportarles
los insumos en bruto para los fablabs y las fábricas de las zonas especiales
del país de Xi Jingping, y de abastecer de poblaciones migrantes, muchos
migrantes.
Son los países donde no ha llegado ni el grafeno ni
el microchip, que están bien instalados en la puerta de entrada a la primera
revolución industrial, los humos de la maquina a vapor de Boulton, el telar de
Lucre, la tracción hidráulica de las ruedas de molino. Mientras tanto finos
hilos de tratados de libre comercio uncen a sus elites al pasado
remoto.
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