El ciclo de la mentira
por Thierry
Meyssan
Cuando las potencias occidentales quieren condenar
a alguien, le atribuyen todo tipo de crímenes hasta ponerse en posición
de sentenciarlo. No les importan la Verdad ni la Justicia,
sólo su propio poderío. Al referirse a la acusación sobre el supuesto
uso de armas químicas en Siria, Thierry Meyssan recuerda que, aunque
esa acusación tiene sólo unos años, la designación de Siria
como culpable ya cuenta más de 2 milenios.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 1ro de mayo de 2018
Las potencias occidentales sostienen que una «guerra
civil» se inició en Siria, en 2011. Pero en 2003, el
Congreso de Estados Unidos ya adoptaba una declaración de guerra
contra Siria y el Líbano (la Syria Accountability and Lebanese
Sovereignty Restoration Act [1],
o sea la Ley sobre la Responsabilidad de Siria y la Restauración
de la Soberanía Libanesa), ley que el presidente George W. Bush firmó aquel
mismo año.
Después del fallido intento del secretario de
Estado Colin Powell, quien trató de convertir la Liga Árabe en un tribunal
regional –durante la cumbre de Túnez, en 2004–, la agresión occidental
se inició con el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic
Hariri, en 2005.
El entonces embajador de Estados Unidos
en Beirut, Jeffrey Feltman –quien muy probablemente organizó personalmente
el crimen–, acusó de inmediato a los presidentes de Siria, Bachar
al-Assad, y del Líbano, Emile Lahoud. La ONU envió una misión
investigadora, luego varios ejecutivos de la ONU y del Líbano crearon un
seudo Tribunal Internacional, que nunca fue ratificado por la
Asamblea General de la ONU, ni por el parlamento libanés.
Desde el momento mismo de su creación,
ese tribunal contó con testimonios y pruebas convincentes. Los dos
presidentes se vieron internacionalmente marginados, varios generales
fueron arrestados por la ONU y mantenidos en la cárcel durante años, sin
ser ni siquiera inculpados. Pero, con el tiempo, se descubrió que
los testigos eran falsos, las pruebas perdieron todo valor y la
acusación acabó desmoronándose. Hubo que liberar a los generales encarcelados…
y presentarles excusas. Bachar al-Assad y Emile Lahoud volvieron a ser
personalidades presentables.
Trece años después, el estadounidense Jeffrey
Feltman ocupa el segundo cargo más importante en la ONU y el tema
cotidiano es el supuesto ataque químico de la Ghouta. Como antes, hay
testigos –los “humanitarios” White Helmets (Cascos Blancos)– y
también pruebas supuestamente convincentes –fotos y videos, captados por los
mismos Cascos Blancos. El culpable es, como de costumbre,
el presidente sirio Assad. La acusación de hoy ha sido
cuidadosamente preparada mediante una serie de rumores, desde 2013.
Sin esperar que la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas
(OPAQ) verificara los hechos, las potencias occidentales se erigen en
juez y verdugo, condenan a Siria y la bombardean.
El problema es que hoy en día Rusia se ha
convertido nuevamente en una superpotencia capaz de medirse de igual
a igual con Estados Unidos y está exigiendo que se respeten
las normas y procedimientos internacionalmente reconocidos y el envío
a Damasco de una misión de la OPAQ. Rusia acaba incluso de llevar a
La Haya, sede de la OPAQ, 17 testigos presenciales del
falso ataque químico, testigos que revelaron la manipulación montada por
los Cascos Blancos [2].
¿Cómo reaccionaron los 17 países de la alianza
occidental presentes? Se negaron a escuchar a los testigos oculares y
a confrontarlos a los Cascos Blancos.
Esos países publicaron un breve comunicado,
donde denuncian lo que llaman el «show ruso» [3].
Olvidando que ya habían condenado y castigado a Siria, afirman en ese
documento que la presentación de los testigos oculares afecta la responsabilidad
de la investigación de la OPAQ y argumentan que la Organización Mundial de
la Salud (OMS) ya confirmó el ataque químico y que cuestionarla sería una
indecencia. Y, por supuesto, llaman a Rusia a respetar el Derecho Internacional…
que ellos mismos violan constantemente.
Pero hay además varios problemas:
la declaración de la OMS viola las prerrogativas de esa organización,
está redactada en condicional,
no se basa en informes de sus funcionarios sino únicamente en las afirmaciones de varias ONGs asociadas que a su vez reportan… las acusaciones de los Cascos Blancos [4].
Hace 2 000 años que Occidente brama «Carthago
delenda est!» (¡Hay que destruir Cartago!) [5]
sin que nadie sepa a ciencia cierta lo que se reprochaba a
aquella especie de sucursal comercial siria en Túnez. Ese siniestro
eslogan se ha convertido en un reflejo en Occidente.
La sabiduría popular afirma en todas partes que «El
más fuerte siempre tiene la razón». Esa moraleja se repite
tanto en el Panchatantra indio como en las fábulas del griego
Esopo, del francés Jean de La Fontaine y del ruso Ivan Krylov, aunque
quizás proviene de Ahikar, el conocido sabio sirio de la Antigüedad.
Pero sucede que, desde el ridículo que hicieron el
14 de abril con su fracasado bombardeo contra Siria, las potencias
occidentales ahora son «el más fuerte» sólo cuando de mentir
se trata.
[1]
The Syria
Accountability and Lebanese Sovereignty Restauration Act, H.R. 1828,
S. 982, Voltaire Network, 12 de diciembre de 2003.
[2]
«17 testigos oculares
desmienten ante la OPAQ el “ataque químico” de Duma», Red Voltaire,
27 de abril de 2018.
[3]
“Joint Statement by
Australia, Bulgaria, Canada, Czech Republic, Denmark, Estonia, France, Germany,
Iceland, Italy, Latvia, Lithuania, the Netherlands, Poland, Slovakia, the
United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland and the United States of
America”, Voltaire Network, 26 de abril de 2018.
[4]
«L’OMS s’inquiète de la
suspicion d’attaques chimiques en Syrie» [En español, “La OMS
inquieta ante sospechas de ataques químicos en Siria”], Réseau Voltaire,
11 de abril de 2018.
[5]
Cathargo delenda est! fue un eslogan popularizado por el senador
romano Catón el Viejo a fuerza de repetirlo invariablemente
al final de todos sus discursos. ¿Qué crimen había cometido
Cartago? Ser más próspera que Roma.
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