Rodrigo
Montoya Rojas
Lima, 24
de mayo 2018
Se
renueva y crece una ofensiva desde el poder político que controla el país para
que peruanas y peruanos olvidemos los crímenes cometidos por las fuerzas
armadas y policiales por órdenes expresas de los jefes de gobiernos
democráticos y dictatoriales como los de Belaunde, García y Fujimori, y solo
recordemos los crímenes de los senderistas y emerretistas, ocurridos todos en
los años 1980- 2000. Es una batalla más entre la memoria y el olvido. Se trata
en el fondo de dos memorias en conflicto desde que la especie humana, apareció
en el mundo hace 100 mil años. Los que matan quieren que nadie sepa que
mataron. Dejemos que, de un lado, los fujimoristas, belaundistas, apristas y
los jefes de las Fuerzas armadas y policiales, y, de otro los senderistas y
emerretistas que ordenaron matar y mataron, discutan entre ellos quiénes
mataron más y quiénes menos. Lo trágico es que nadie devolverá las vidas de sus
víctimas.
El museo
Lugar de la Memoria, LUM, es el espacio escogido para esta nueva batalla, a
través de un operativo fujimontesinista puro y duro, puesto en escena por el
general Edwin Donayre, que debe sentirse feliz por haber desplegado todo su
saber de inteligencia para lucir una estrella más de comportamiento ridículo en
la pechera. (Parte de la prensa ha presentado mucha información sobre el
curriculum, ¿prontuario?) de ese congresista). El objetivo buscado es muy
sencillo: que ese Lugar de la memoria se cierre si es que sus responsables no
retiran de sus exposiciones las fotos, videos, audios y textos que presentan
los crímenes cometidos por las fuerzas armadas y policiales. Algunos meses
atrás, en el mismo LUM el ministro de cultura Salvador Del Solar ordenó la
salida del entonces director Guillermo Nuguent con un argumento surgido de la
ignorancia: la memoria en el LUM “está partidarizada” con los terroristas y debería
ser neutra. En materia de defensa de la vida y todos los derechos no existen
memorias neutras; las memorias pertenecen siempre a las partes en conflicto. El
problema de fondo es que ninguna de las dos memorias borre a la otra. Presentar
la coexistencia de las dos memorias es la única posibilidad que tenemos si
queremos defender la democracia y la libertad.
La lógica
del razonamiento de Donayre (llamado en las redes “Mamani Donayre”), de los
militares retirados que hablan, de los militares en actividad que no hablan
pero piensan lo mismo, de los congresistas fujimoristas, apristas y
belaundistas, de los periodistas que sirven fielmente a la causa del poder, del
arzobispo Cipriani y de las cúpulas evangélicas, se expresa en las siguientes tesis:
1.
Los únicos terroristas en el Perú son los de izquierda;
2. los militares y
policías que hicieron lo que les ordenaron, no son terroristas; mataron en
nombre de la democracia;
3. Como miembros de la “institución tutelar de la
patria” deben ser premiados, tratados como “héroes de la democracia”, y el
congreso debe dar una ley para anular todos los juicios contra ellos;
4, no
deben salir de la cárcel los terroristas condenados por el poder judicial,
deberían morir allí aunque hayan cumplido con todas sus condenas;
5, la única
memoria que debe ser presentada en el LUM es la que cuenta los crímenes de los
terroristas;
6. La verdad es relativa, cada uno tiene su verdad, la verdad es
solo una opinión;
7, en este nuevo mundo de la post verdad, los hechos serían
también relativos; ignoramos los hechos que no nos gustan y presentamos los
hechos que sí nos gustan, como los verdaderos;
8, la reconciliación nada tiene
que ver con los terroristas;
9, ya es hora de no mirar atrás.
¿Recuerdan,
lectoras y lectores, el grito del terrorista Alberto Fujimori: “!soy
inocente!”? Se condensa en esa frase el espíritu de los que quieren revisar la
historia para para tratar de borrar sus delitos.
Llegados
a este punto una pregunta es indispensable: ¿Tienen Donayre y sus compañeros de
ruta una inteligencia tan desarrollada como para elaborar esas tesis? Responder
afirmativamente sería cometer una grave injusticia y ofrecerles indulgencias
con avemarías ajenas. Me sirvo de este adagio con el único propósito de ser
entendido por ellos y ellas, que son tan católicos, tan romanos, tan limeñas.
Como los toreros, los militares son muy creyentes porque necesitan la
protección de su dios para hacer su trabajo y salir bien librados de los
peligros que corren. ¿Aparentarían ser tan valientes si fueran agnósticos o
ateos? Las nuevas tesis sobre el terrorismo, la post verdad y la memoria que
conviene solo a una parte, van por el mundo como las zapatillas nike, la
cocacola, los iphone, las ametralladoras de último modelo y las técnicas
psicológicas para destruir la personalidad de los vencidos y prisioneros en
Guantánamo.
Para
terminar, son pertinentes algunas cifras. Según los registros previos a la
Comisión de la Verdad y Reconciliación, CVR, 24,692 fue el número de víctimas
del conflicto interno. Multiplicando esta cifra por 2.8 %, la CVR ofreció la
cifra final de 69,280. El 54 % habría sido víctima de SL; el resto, con
excepción de un menor porcentaje atribuido al MRTA, correspondería a las
víctimas de las Fuerzas Armadas y policiales. Por otro lado, el número de
denuncias registradas sobre desaparecidos antes de la CVR fue de 7,713 y de
acuerdo a la CVR, se verificaron 2, 144 desapariciones y no tuvieron tiempo de
analizar las 5,569 restantes. Del total verificado, al Estado (Fuerzas armadas,
policiales, ronderos para militares y comités de autodefensa) le
corresponderían 936 desapariciones, (43.65 %), a los grupos subversivos 730,
(33.97%), y 478 habrían quedado indeterminadas, (22.38 %). Si multiplicamos el
número de 7,713 denuncias sobre desaparecidos por el mismo 2.8
% anterior tendríamos un total de 21,596 desapariciones. Si mantenemos la tasa
de responsabilidad de las desapariciones propuesta por la CVR en sus 2,144
desapariciones verificadas, al Estado le corresponderían 9,427 que
representarían el 43.65 %; a los grupos subversivos 7,336 (33.97%) y las
desapariciones sin autor conocido serían de 4,833, (22.38%). Hablar de 21,596
más de veinte mil desaparecidos en 2004 parecía exagerado; 14 años después, el
registro de desaparecidos del Ministerio de Justicia es 20,329 y aún no está
completo. (Ver, Rodrigo Montoya, Informe de la Comisión de la verdad y
Reconciliación: un doloroso espejo del Perú, en el libro Elogio de la
Antropología, San Marcos, INC Cusco, 2004).
No olvidemos
que estamos hablando de 69,280 víctimas; de seres humanos, no de hormigas; de
peruanos y peruanas, cuyas tres cuartas partes fueron indígenas quechuas y
asháninkas. ¿Se trata de “errores” o “excesos” cometidos por el Perú oficial y
de delitos y crímenes solo por los senderistas y emerretistas? Volveré sobre el
tema.
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