Escribe: Milcíades Ruiz
Si alguien dijera
que la izquierda peruana adolece actualmente de una psicopatía colectiva al
obsesionarse con la idea de la unidad, seguramente pensaríamos que
se trata de una de las tantas barbaridades que nos atribuye la derecha. Pero
pudiera ser que haya algo de cierto en esta afirmación ya que las epidemias
neurológicas se producen en muchos grupos sociales que comparten los mismos
problemas y ansiedades. También suelen suceder psicopatías colectivas en la
derecha, secta religiosa, grupo étnico, etc. Hemos vivido la ponerología
política gestada por el psicópata Montesinos que infectó patológicamente todo
el gobierno fujimorista constituyendo una patocracia malvada.
Nadie se da cuenta de esta
enfermedad silenciosa que altera nuestra consciencia, y por eso no reaccionamos
para recuperar la lucidez. Pero cuando la
enfermedad rebasa los linderos de la razón, ocurre lo que los medios han
difundido estos días sobre un hombre obsesionado por el amor de una jovencita a
la que prendió fuego con gasolina, queriendo resolver a la mala lo que le
estaba negado a la buena. A nivel colectivo hemos vivido una experiencia
similar cuando el extremismo de izquierda derivó en terrorismo con una obsesión
política que rebasó la razón, queriendo imponer su opción a la mala. Para
ellos, los campesinos estaban alienados por el sistema del cual eran cómplices
y la única manera de hacerlos entrar en razón era a la mala.
Guardando las distancias,
en la izquierda peruana se viene hablando desde hace cuarenta años sobre la
unidad. Si ahora se nos pregunta sobre cuál es el principal problema de la
izquierda y cuál es la solución seguramente muchos contestarán que, es la
unidad. En cada proceso electoral, no hay reunión en la que no se hable de la
unidad de la izquierda como una necesidad perentoria. Muchos jóvenes ingresaron
a nuestras filas escuchando esto, como en el rosario de un rezo. Ya están
maduros y siguen escuchando lo mismo, por tiempo indefinido. Esta obsesión ha
calado tanto en nuestra consciencia que ha sepultado el enfoque ideológico.
Pero veamos: lo
normal es que, si alguien quiere conseguir un logro pero su ensayo no da
resultado, quizá lo intente varias veces haciendo modificaciones hasta
convencerse de que no se puede, optando por desistir o buscar otra alternativa.
Pero no esperará cuarenta años para ello. Podríamos decir ¿entonces por qué, la
izquierda persiste en lo mismo, pese a los fracasos? Pues, porque la obsesión
no nos deja ver otra alternativa. Hemos ensayado de todo y muchos compañeros de
buena fe, han hecho esfuerzos denodados por conseguir la ansiada unidad,
incluso mediante comisiones especiales. Bueno pero, ¿Hasta cuándo vamos a
seguir con esta obsesión? ¿No será que estamos equivocados al querer encontrar
una cosa donde no existe?
Si en el escenario
político nacional existe de un lado la izquierda y del otro, la derecha, cada
cual con sus variantes, ¿Por qué solo la izquierda se desvela por la unidad y
no ocurre lo mismo con la derecha dividida? ¿No será que los traficantes de la
fe popular enarbolan esta consigna para sacar provecho propio utilizándonos
como incautos? ¿Quiénes son los beneficiarios finales de los frentes unitarios?
No es casualidad que los divisionistas de ayer, ahora clamen por la unidad,
pero sin renunciar a sus apetitos políticos. Es cierto que los frentes de
izquierda pese a sus limitaciones nos han dado presencia y aliento, aunque no
hayan tenido gravitación para el cambio aspirado, pero esta opción no es
excluyente.
En estos cuarenta
años, las divisiones y subdivisiones, uniones y desuniones, impostación de
nombres, nuevas izquierdas, frentes unitarios, han sido tan numerosas que la
izquierda se convirtió en un laberinto difícil de entender si no se acudía a un
minucioso diagrama. Se han escrito libros completos al respecto haciendo ver
las derivaciones del Partido Comunista Peruano. Pero también, los movimientos
procedentes de otras vertientes como el MIR y Vanguardia Revolucionaria han seguido
la misma senda de la fragmentación. Entonces el problema es común y si miramos
más allá de nuestras fronteras vamos a encontrar que se trata de un fenómeno
social internacional.
Entonces, el
concepto de nuestra realidad política merece repensarse. Estamos estresados por
la ansiedad de tener un movimiento de izquierda de gran peso político en el
escenario nacional pero este no aparece y entonces apelamos a la unidad como
tabla de salvación a nuestro complejo de inferioridad. Sabemos que la unión
hace la fuerza pero tras cuarenta años de abogar por ella, los resultados no
son satisfactorios. Esto no puede ser casualidad. De tanto repetir la palabra
unidad nos hemos obnubilado, descartando otras salidas y este padecimiento
emocional es como una psicosis contagiosa que nos mina, sin que nos percatemos
de los síntomas de la sugestión que nos afecta.
Por ello considero
que es necesario liberarnos de esta prisión obsesiva. Es lo ideal pero no es lo
real. En todo caso, aun cuando esta apreciación fuese exagerada quizá la
catarsis nos haga reaccionar examinando nuestra situación con la lucidez
requerida. Repetir errores no es de personas cuerdas. Los socialistas tenemos
los instrumentos que nos da la ideología para una interpretación apropiada
sobre lo que nos pasa y que se cataloga como “crisis de la izquierda”. Los
hechos no ocurren de por sí, aisladamente. Los médicos saben bien que la
historia clínica les da las luces para un diagnóstico acertado y para un
tratamiento adecuado de rehabilitación.
En las ciencias sociales
también se recurre al proceso histórico para encontrar las causas de los
problemas, hacer el diagnóstico acertado con los análisis correspondientes y
formular las alternativas de acción. Por eso sabemos que a cada momento
histórico corresponde una realidad particular de acuerdo a las circunstancias
preponderantes. Eso es lo que estamos viviendo ahora. No podemos forzar
situaciones que no calzan con el momento histórico. Refugiarse en los dichos de
Mariátegui de 1920, denota nuestra incapacidad para afrontar los retos de
nuestra época. Tergiversar los momentos históricos con interpretaciones fuera
de lugar solo conduce al fracaso.
Es verdad que la izquierda ha perdido
preponderancia política pero esto sucede no solo en Perú, sino en todo el
mundo. Entonces se trata de un fenómeno global, que repercute en nuestro país
como consecuencia del derrumbe del bloque socialista encabezado por la URSS.
Pero este suceso histórico premonizado por los ideólogos marxistas, alertando
que la revolución tenía que ser mundial necesariamente y no, en un solo país,
no ha invalidado nuestros principios doctrinarios. No podemos ir contra la ley
de la predominancia en los procesos dialécticos.
Volvemos a empezar bajo condiciones orgánicas muy
disminuidas pero en mejores condiciones que en 1917. Nos corresponde afrontar
sin temores pero con eficacia las condiciones de nuestra época. Ese es nuestro
reto. Tenemos que construir poder popular sostenible, una izquierda sostenible,
organizaciones sostenibles, que vayan de menos a más de manera constante y no
solo coyuntural. Por eso, sin descartar los procesos unitarios tenemos que
trabajar decididamente en un proyecto de integración, acorde con las
condiciones de nuestro tiempo.
Unidad de las cúpulas no es lo mismo que unidad
popular. Pasadas las elecciones volveremos a lo mismo sin poder salir de
nuestra precariedad. Todos los templarios que no quieran renunciar a la
fragmentación manteniendo su capilla cautiva se quedarán con su Santo Grial de
la unidad pasajera. Para los revolucionarios socialistas primero es el pueblo,
antes que la izquierda, antes que el partido, antes que nosotros mismos. Solo
podremos crecer si vamos de la mano con el pueblo en sus luchas cotidianas. En
las minas, en la agricultura, en la pesca, en la construcción civil, en los
asentamientos humanos, en las fábricas y en cualquier lugar donde sea necesario
nuestro apoyo a la lucha popular. Ustedes que dicen.
Mayo, 2018
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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