26/06/2018
—Michael,
en tu libro El marxismo en América Latina señalás tres periodos en la
historia del marxismo en la región: un “periodo revolucionario”, desde los años
20 hasta mediados de los años 30, en el que sobresalen el aporte teórico de
Mariátegui y la experiencia de insurrección en El Salvador, en 1932; un
“periodo estalinista”, iniciado a mediados de los años 30 hasta 1959, marcado
por la hegemonía soviética; y un tercero que denominas «nuevo periodo
revolucionario», iniciado con el triunfo de la revolución cubana. Continuando
con esa clasificación, ¿cómo denominarías la etapa del marxismo en América
Latina de los últimos 25 años y cuáles serían sus principales características?
—Buena
pregunta… Es difícil saber si el periodo revolucionario abierto por la
Revolución Cubana sigue hasta hoy, de alguna forma, o si se acabó, luego de
1990 (derrota de los Sandinistas, Acuerdos de Paz en El Salvador). Quizás el
futuro nos dará la respuesta. Otra hipótesis es considerar cerrado el capítulo
iniciado en 1959 y definir los últimos 25 años como «la batalla anti-neoliberal»:
es un periodo en el cual se ensaya, en varios países del continente, salidas
del infierno neoliberal. Una hipótesis más optimista sería hablar de un periodo
de «socialismo
del siglo 21», pero este es, hasta ahora, más bien un horizonte de esperanzas que
una realidad social. Lo que caracteriza este periodo es: 1) la
gran dispersión de la referencia marxista, que ya no es limitada a las
corrientes «clásicas» de la izquierda; 2) la victoria electoral de la izquierda
en la mayoría de los países, pero con una diferenciación muy clara entre los
gobiernos social-liberales (Brasil, Uruguay, Chile) y los anti-imperialistas
(Venezuela, Bolivia, Ecuador), con varias situaciones intermedias.
—En el prefacio a la
reedición del libro La teoría de la revolución en el joven Marx, te refieres a
las «numerosas lagunas, limitaciones e insuficiencias de Marx y la tradición
marxista» y sugieres corregirlas «por medio de un comportamiento abierto, una
disposición a aprender y a enriquecerse con las crítica y aportes de otros sectores».
En ese contexto, ¿cómo se expresaría este comportamiento abierto y cuáles son
esos «otros sectores» claves para corregir la teoría marxista y sus aportes?
—En
primer lugar, creo que nosotros, los marxistas, tenemos que estar dispuestos a
aprender con los movimientos sociales: sean los más «clásicos», como el
movimiento obrero y el campesino, o los más «heterodoxos» como el feminismo, el
indigenismo, las redes de lucha en contra del racismo. Se
trata, en estos últimos casos, de problemáticas -las formas no clasistas de
opresión- poco desarrolladas en la tradición marxista.
Vale
la pena también «revisitar» las otras corrientes revolucionarias del socialismo
-incluyendo las que Marx y Engels ya habían «refutado»- como los socialistas
utópicos, los anarquistas y lo que yo llamaría «socialistas románticos»:
William Morris, Georges Sorel, Charles Péguy. Tenemos también que estar
abiertos a los aportes del pensamiento social no marxista, de Max Weber a
Sigmund Freud, o de Karl Mannheim a Hannah Arendt, lo que no significa, por
supuesto, aceptar todos sus planteamientos.
Pero pienso que la principal insuficiencia de la tradición marxista
-aun si se encuentran algunos elementos importantes sobre esta temática en la
obra de Marx y Engels- es la cuestión ecológica. Una reflexión marxista en el
siglo XXI tiene que darle una importancia central a la amenaza que representa,
para la humanidad, el proceso de destrucción capitalista acelerada del
medioambiente y de los equilibrios ecológicos (cambio
climático); esto implica una revisión de la visión tradicional del «desarrollo
de las fuerzas productivas» y del mismo socialismo. El concepto de «ecosocialismo» busca
traducir esta nueva visión ecológica y anti-productivista de la revolución
socialista.
—En Chile, desde 2011,
nos encontramos con un fuerte protagonismo de los movimientos sociales, como el
estudiantil, los regionalistas, etc. ¿Qué valoración haces de estos movimientos
sociales y cuál debe ser, a tu juicio, la relación entre estos y las
organizaciones anticapitalistas?
—El
movimiento de la juventud estudiantil en Chile, y la lucha de los Mapuche, son
algunos de los movimientos sociales más importantes de América Latina en los
últimos años. Creo que los anticapitalistas deben apoyar sin reservas estas
movilizaciones, tratando de impulsar
su dimensión antisistémica y haciendo propuestas concretas que se enfrenten con
la lógica del capitalismo neoliberal.
—Dos de los referentes
históricos del marxismo que tú has estudiado a cabalidad son Walter Benjamín y
Rosa Luxemburgo. ¿Cuáles serían, en la actualidad, los principales aportes al
marxismo de estos dos referentes?
—Lo
que tienen en común los dos es el énfasis en la lucha de clases como eje
central del pensamiento y de la acción marxistas. Rosa Luxemburgo representa una de
las formas más radicales de la filosofía de la praxis: es en la acción
colectiva, en la lucha, que se desarrolla la consciencia de clase, y la
autoorganización de los oprimidos. Por esto, la democracia, es decir, la
participación efectiva de la clase explotada en las decisiones, es una
condición fundamental del proceso de transformación revolucionaria de la
sociedad.
Walter Benjamin se propuso
entender la historia «a contrapelo» del punto de vista de los oprimidos. Desde
esta perspectiva, rechaza la visión burguesa –compartida por buena parte de la
izquierda- de la historia como «Progreso». Para él, la revolución no es la conclusión de
una larga evolución «progresista», sino la interrupción de la cadena milenar de
la dominación.
—Tú militaste junto a
Daniel Bensaïd durante muchos años. ¿Cuál es, a su parecer, su principal legado
teórico?
—Son
muchos los aportes de Daniel
Bensaïd, pero el más importante me parce es su planteo
–inspirado por Pascal y por los trabajos del marxista heterodoxo de Lucien
Goldmann- de la revolución como «apuesta
melancólica». Apuesta, porque no hay ninguna certeza del
triunfo del socialismo, de la emancipación de los oprimidos; el revolucionario
solo puede apostar en un futuro posible, jugándose su vida y su acción en esta
esperanza, corriendo el riesgo de la derrota. Y «melancólica» porque hasta
ahora los grandes revolucionarios –Rosa Luxemburgo, León Trotsky, Che Guevara,
Miguel Enríquez– fueron derrotados y asesinados.
—También has escrito
bastante sobre el Che Guevara.
¿Dónde crees tú que se encuentra la vigencia de su pensamiento?
—Por
una parte, en su planteo estratégico: «no hay otra revolución que hacer, o
revolución socialista o caricatura de revolución». Por otra parte, en su
tentativa, durante su estadía en Cuba, de proponer un camino hacia el
socialismo alternativo al modelo soviético, con mayor democracia y un contenido ético comunista.
Es un error reducir Guevara al «guerrillero heroico»: fue uno de los pensadores
marxistas más importantes de América Latina. Su humanismo marxista tiene su
máxima expresión en su internacionalismo, en la convicción de que un comunista
tiene que sentir como una agresión personal un golpe que atinge a un luchador
en cualquier país del mundo.
—Siempre has sido
internacionalista. ¿Existe un nuevo internacionalismo? ¿De qué formas se
expresa hoy este nuevo internacionalismo?
—Me
parece que el nuevo internacionalismo, tal como se presenta en movimientos como
Vía Campesina, o en iniciativas como el altermundialismo, o en los levantes de los
«indignados», tiene un contenido anticapitalista y/o antisistémica. Ya no plantea, como en los años 60,
la «solidaridad» con las luchas del Sur, sino una alianza entre movimientos del
Norte y del Sur en contra de sus enemigos comunes: el neo-liberalismo, el FMI,
la Banca Mundial, las multinacionales, el imperialismo. Los
herederos de las mejores tradiciones del internacionalismo del pasado –los
anarquistas, los marxistas de la IV Internacional, los guevaristas– participan
en las movilizaciones del nuevo internacionalismo.
—Tú eres uno de los
grandes impulsores de la alternativa Ecosocialista, el libro ¿Qué es el
Ecosocialismo?, recopila varios artículos tuyos sobre la materia. Al respecto,
¿podrías explicar brevemente qué es el Ecosocialismo y cuáles son sus
principales fundamentos teóricos?
—El
ecosocialismo se reclama de la herencia marxista, de la crítica de la economía
política capitalista por Marx y del programa socialista. Al mismo tiempo, se
disocia de las vertientes productivistas del marxismo –que han predominado en
el curso del siglo XX– y rompe con el modelo soviético (antidemocrático y
antiecológico) de pretensa «construcción del socialismo».
Muchos ecologistas critican a
Marx por considerarlo un productivista. Tal crítica nos parece equivocada: al hacer la crítica del fetichismo
de la mercancía, es justamente Marx quien coloca la crítica más radical a la
lógica productivista del capitalismo, la idea de que la producción de más y más
mercancías es el objeto fundamental de la economía y de la sociedad.
El
objetivo del socialismo, explica Marx, no es producir una cantidad infinita de
bienes, pero sí reducir la jornada de trabajo, dar al trabajador tiempo libre
para participar de la vida política, estudiar, jugar, amar. Por
lo tanto, Marx proporciona las armas para una crítica radical del productivismo
y, notablemente, del productivismo capitalista. En el primer volumen del El
Capital, Marx explica cómo el capitalismo agota no sólo las fuerzas del
trabajador, sino también las propias fuerzas de la tierra, extinguiendo las
riquezas naturales. Así, esa perspectiva, esa sensibilidad, está presente en
los escritos de Marx, sin embargo, no ha sido suficientemente desarrollada.
Una
reorganización del conjunto de modos de producción y de consumo es necesaria,
basada en criterios exteriores al mercado capitalista: las
necesidades reales de la población y la defensa del equilibrio ecológico. Esto
significa una economía de transición al
socialismo ecológico, en la cual la propia población –y no las «leyes de mercado»
o un Buró Político autoritario– decidan, en un proceso de planificación
democrática, las prioridades y las inversiones. Esta
transición conduciría no sólo a un nuevo modo de producción y a una sociedad
más igualitaria, más solidaria y más democrática, sino también a un modo de
vida alternativo, una nueva civilización ecosocialista más allá del reino del
dinero y de la producción al infinito de mercancías inútiles.
—¿Cuáles serían, en tu
opinión, las principales tareas de las y los militantes ecosocialistas en los
países de América Latina?
—Participar
en todas las luchas y movilizaciones socioecológicas, de los indígenas y
campesinos en contra de la furia destructora del agronegocio y de las
multinacionales, de la juventud y la población de la periferia por el
transporte público gratuito, etc. En el
seno de estas luchas contribuirá la toma de consciencia anticapitalista y
presentar, a la vez, propuestas concretas y una perspectiva alternativa
radical, el ecosocialismo .
—Para finalizar,
podrías referirte a la importancia que en la actualidad adquiere la unidad de
las y los anticapitalistas.
—Me
permito citar un hermoso artículo de José Carlos Mariátegui para el
Primero de Mayo del 1924: «Una variedad de tendencias y grupos bien definidos y
distintos no es un mal; al contrario, es una señal de un periodo avanzado en el
proceso revolucionario. Lo que importa es que esos grupos y esas tendencias
sepan cómo actuar en conciliación frente a la realidad concreta del día a día.
(…) Que no empleen sus armas (…) para herirse el uno al otro, pero sí para
combatir el orden social, sus instituciones y sus crímenes».
Es importante constituir, en
un primer momento, un Frente
Único de las y los anticapitalistas, en base a tareas
concretas de la lucha social y ecológica; y, en un segundo momento, tratar de
crear, por la convergencia de múltiples corrientes, una Federación Anticapitalista capaz
de actuar con una perspectiva de transformación revolucionaria de la sociedad.
*Por Marco
Álvarez para La Haine.
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