Dr.
Hugo SALINAS
Andrés Manuel López Obrador (AMLO), representante de casi todas
las izquierdas de México, viene de ganar ampliamente las elecciones generales.
Es el nuevo presidente de México y la esperanza de los pueblos de una América
Latina en búsqueda de un gran líder.
Correa se convenció él mismo de ser el gran conductor de América
Latina cuando, en verdad, tenía pies de barro. Lula, el gran sindicalista del
otro coloso de la América Latina, Brasil, está pasando a la historia como el
izquierdista más corrupto en el manejo de las arcas del país. Evo se desinfla
de más en más, y sus programas sociales así como su Estado Plurinacional no
resuelven los problemas centrales de Bolivia. Y la revolución socialista del
siglo XXI en Venezuela ha mostrado ser un populismo ramplón.
Por su parte, AMLO ha prometido un “cambio radical”, tal como lo
exigen las grandes mayorías de un país robusto en población y en recursos
naturales. México siempre ha sido el líder natural de los países de América del
Sur. Obrador y sus aliados, ¿están en la posibilidad de atender las exigencias
nacionales, y no caer en los errores de Chávez-Maduro, Correa, Lula y Evo?
Vayamos directo al grano. Casi todos los izquierdistas de México
han federado a una consigna propuesta por Obrador: la causa de todos los males
de México es la corrupción. Mutatis mutandis, es una propuesta
política que se asemeja a la de Tsipras en Grecia. Éste, terminó con las
esperanzas del pueblo griego en menos de dos meses. Espero equivocarme, pero
Obrador se desinflará, con bastante probabilidad, en un tiempo parecido. ¿Por
qué? Por dos razones simples.
La primera razón se funda en el hecho de que los izquierdistas
coaligados no se han puesto de acuerdo previamente en las medidas concretas a
poner en juego para eliminar la corrupción. Cuando se inicie esta discusión
vendrán las disensiones y el proyecto político terminará en uno más del montón:
sin eficacidad alguna. Será el continuismo asegurado de un sector político
corrupto y asesino.
La segunda razón toca al marco teórico del proyecto político
propuesto por los izquierdistas, con Obrador a la cabeza. Ellos aseguran que la
corrupción es la causa de los grandes problemas de México. Craso error, salvo
que el objetivo no sea precisamente lo prometido: el “cambio radical”.
Supongamos por un instante que Obrador resuelva el problema de
corrupción, ¿cuál será el nuevo rostro de México?
Sin lugar a dudas que observaremos con mayor claridad las grandes
desigualdades socio-económicas que no habrán sido tocadas en lo más mínimo, una
gran mayoría de la población marginada, empobrecida, embrutecida por los ricos
y, un pequeñísimo sector de la población que maneja la casi totalidad de la
actividad económica como sirviente del Tío Sam. Y en este juego veremos a la
“clase media” jugar su mejor partido en provecho personal y apátrida.
López Obrador tomará las riendas de México con la anuencia previa
de los Estados Unidos. Una complicidad que ya nos indica con toda claridad que
su gobierno será tal como lo es el de Evo, y lo fueron de Lula y Correa. AMLO seguirá
realizando las reformas que el Capitalismo requiere para continuar extrayendo
los recursos naturales a precio de regalo, apropiarse del valor agregado por
los pueblos a precio de cholo barato y, con la muerte asegurada de todos
aquellos que realmente quieren un cambio profundo en el destino de los pueblos
de América Latina.
La coalición de los grupos políticos de izquierda, así como el de
los sectores sociales en búsqueda de cambio, no debe por ningún motivo apoyarse
en banderas de fenómenos secundarios como la corrupción, el medio ambiente, las
luchas indígenas, indigenistas, o reivindicativas de salarios. Si bien estos
problemas los confrontamos cotidianamente y hacen mal a la sociedad, ellos o
alguno de ellos no son la causa profunda, esencial; no es ni son la raíz de
nuestros problemas de sociedad y economía.
Tenemos que llegar a comprender que mientras nuestras alianzas no
se realicen sobre la verdadera raíz del mal, todos nuestros esfuerzos serán
insulsos, ilusorios, y seguiremos sembrando confusión y desaliento.
Nuestra tarea es encontrar la raíz de los grandes males de
sociedad y economía a fin de proponer una solución válida históricamente. Y es
en torno a este punto crucial que se deberán realizar todas las alianzas y
frentes.
Saint Nazaire, 3 de julio del 2018
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