InfoLibre
09-08-2018
El
conflicto desatado estos días entre taxistas y las empresas de Vehículos de
Transporte con Conductor –VTC– como Uber o Cabify es una manifestación más de
una de las nuevas tensiones que recorren el mundo desarrollado:
proteccionismo versus cosmopolitismo. La misma que podemos
encontrar en el comportamiento electoral de muchos norteamericanos que apoyaron
a Trump al sentirse amenazados por una globalización despiadada. Intentaré
explicarme.
La
revolución tecnológica, cada vez más disruptiva en nuestras vidas, ha hecho
posible que surjan nuevos modelos de negocio que cambian radicalmente el
mercado en múltiples sectores. La empresa con más apartamentos de alquiler,
Airbnb, no tiene una sola habitación; el mayor centro comercial del mundo,
Amazon, no dispone de tiendas físicas; las principales centrales de reservas
hoteleras no son dueñas de ningún hotel; y las cada vez más boyantes empresas
VTC no han adquirido un solo coche para hacer sus trayectos. La red y sus
derivadas tecnológicas han hecho que surja un considerable nicho de negocio en
poner en relación a los demandantes de un bien o servicio con sus proveedores ,
siendo el valor que agregan estas empresas, exactamente ese, la gestión de las
relaciones.
Todo
esto hace que el discurso, el tono y el enfoque de estas nuevas empresas esté
haciendo todos los esfuerzos por distinguirse de los sectores tradicionales. En
la web de estas plataformas VTC puede leerse un relato construido para el
cliente joven o de edad mediana, que vive en ciudades grandes o medianas,
permanentemente conectado vía móvil, que maneja las app como
si fueran parte de su cuerpo, que no acostumbra a llevar efectivo y pagará a
fin de mes en un cargo directo en la cuenta corriente, y que quiere elegir qué
música o qué emisora de radio escuchar durante el trayecto. Además, al terminar
el recorrido, podrá entrar en la aplicación y valorar la calidad del servicio.
Es el mismo tipo de discurso que llevó a Cabify , hace seis meses, a poner en
marcha una campaña de
comunicación que llamaba al diálogo al sector del taxi y a las administraciones,
y cuyo estilo utilizó también en la carta abierta
que dirigió a los dirigentes de Podemos cuando éstos criticaron
su modelo de negocio.
Frente
a este posicionamiento de imagen y discurso que hace las delicias de cualquier
experto en comunicación y marketing , el sector del taxi es
percibido como algo tradicional, que lucha por mantener viejos privilegios,
ligado a antiguas licencias con las que unos y otros han especulado , en el que
la calidad del servicio y la satisfacción del cliente siguen siendo algo
secundario, y que no acaba de asumir los cambios sociales, como muestra el
hecho de que sólo recientemente y en una proporción bajísima encontramos
mujeres al volante. Es obvio que esta percepción no puede extenderse a la
totalidad de los taxistas, pero eso no quiere decir que no exista. De hecho, se
aterraron al ver cómo las aplicaciones de Uber y Cabify fueron las más
descargadas durante la semana en que la huelga dejó a ciudades enteras sin
servicios –a veces, sin servicios mínimos siquiera– y bloqueadas, algo que, por
cierto, difícilmente se le permitiría a otros colectivos.
Si
profundizamos un poco más, veremos cómo ambos modelos son víctimas de las
mismas lacras, algunos de cuyos ejemplos cuenta Ángel Munárriz en este
artículo : especulación con las licencias, gente que vive de comprarlas y
venderlas, o de contar después con varios falsos autónomos que conducen los
vehículos, horarios eternos, y un largo etcétera de miseria que parecen que
olvidaron quienes se pusieron en huelga la semana pasada. No así los que
secundaron el cierre patronal, que de todo hubo. Una vez más, la lucha por las
migajas enfrenta a víctimas de uno y otro lado.
En el corto plazo las administraciones tendrán que regular la situación sin olvidar que en un caso tan peculiar como este hay que conciliar la calidad del empleo con la del servicio público, con lo que eso supone. Pero el debate de fondo es otro: es el de un modelo de negocio, el del taxi, que ya ha saltado por los aires con la aparición de nuevas iniciativas basadas en la tecnología, lo que le llevará a refundarse como han hecho ya otros sectores . Si no, que se lo pregunten a los directivos de este medio digital.
Estas tensiones están apareciendo en un contexto de globalización y tras una crisis económica que ha dinamitado la idea de equidad. No es de extrañar que quienes se sienten amenazados por la irrupción de nuevas tecnologías que no dominan o nuevos negocios que no acaban de entender reaccionen con el arma del proteccionismo frente a lo que consideran un cosmopolitismo pijo y esnob . No, la cosa no va de proteger vía decreto, sino de defender vía innovación y calidad. Aunque lo más curioso de todo es que esta defensa de la protección regulatoria en régimen de oligopolio la estén haciendo muchos de los que, cuando entras en su coche, tienen a bien amargarte el desayuno con las proclamas ultraneoliberales de sus locutores de radio favoritos.
En el corto plazo las administraciones tendrán que regular la situación sin olvidar que en un caso tan peculiar como este hay que conciliar la calidad del empleo con la del servicio público, con lo que eso supone. Pero el debate de fondo es otro: es el de un modelo de negocio, el del taxi, que ya ha saltado por los aires con la aparición de nuevas iniciativas basadas en la tecnología, lo que le llevará a refundarse como han hecho ya otros sectores . Si no, que se lo pregunten a los directivos de este medio digital.
Estas tensiones están apareciendo en un contexto de globalización y tras una crisis económica que ha dinamitado la idea de equidad. No es de extrañar que quienes se sienten amenazados por la irrupción de nuevas tecnologías que no dominan o nuevos negocios que no acaban de entender reaccionen con el arma del proteccionismo frente a lo que consideran un cosmopolitismo pijo y esnob . No, la cosa no va de proteger vía decreto, sino de defender vía innovación y calidad. Aunque lo más curioso de todo es que esta defensa de la protección regulatoria en régimen de oligopolio la estén haciendo muchos de los que, cuando entras en su coche, tienen a bien amargarte el desayuno con las proclamas ultraneoliberales de sus locutores de radio favoritos.
@tinamonge
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