Marco A. Gandásegui h.
ALAI
AMLATINA, 27/09/2018.- La
reacción agresiva de EEUU contra Panamá, El Salvador y República Dominicana
tiene que ver con la guerra comercial declarada por Washington contra China.
Además, tiene que ver con el interés de la potencia norteamericana de
desestabilizar los gobiernos latinoamericanos. El presidente Donald Trump
aumentó unilateralmente los aranceles a productos chinos que entran al mercado
norteamericano. Esta medida fue rechazada por China, los grandes industriales
norteamericanos y el resto del mundo. El próximo año los consumidores
norteamericanos sentirán la medida en sus bolsillos.
EEUU también alimenta un
conflicto territorial con Pekín sobre el Mar del Sur de China. Desde la
incursión inglesa en esa área de intenso comercio regional en el siglo XIX y el
triunfo norteamericano en la II Guerra Mundial (1945) esas aguas le eran
vedadas a los chinos. En el siglo XXI, Pekín quiere recuperar su soberanía
sobre ese mar propio. Para sumar ofensivas, EEUU acaba de imponer
sanciones a la empresa Equipment
Development Department (EDD) -responsable de las armas y el equipo del
Ejército chino - y a su director, Li Shangfu - por haber comprado armamento a
la firma estatal (rusa) Rosoboronexport, la mayor exportadora de armamento, que
anteriormente había sido sancionada por Washington.
Estos puntos constituyen el
contexto en el cual EEUU da a conocer su amenazante comunicado que genera
preocupación en la región latinoamericana.
EEUU acusa a “los países en la
región” de buscar “relaciones con socios desconocidos”, que usan “métodos (que)
carecen de un record positivo” y tienen una “tendencia perturbadora”. El
comunicado de Washington agrega que “muchas de estas transacciones carecen de
transparencia”. A pesar de la ambigüedad y falta de transparencia del
comunicado, queda claro que EEUU pretende crear zozobra en la región por sus
relaciones con China.
EEUU se arroga el derecho de
“prevenir y combatir la corrupción” en América Latina. Las acciones que pueda
tomar Washington “es esencial para tener democracias fuertes y funcionales en todo
el continente americano”. El comunicado fue emitido por la embajada de EEUU en
El Salvador. Por alguna razón que desconozco no se emitió por el Departamento
de Estado en Washington. Sin embargo, es una clara adenda a la Doctrina Monroe
promulgada hace 200 años.
En su estrategia
intervencionista, EEUU hace énfasis en el ‘combate a la corrupción’. No es
casualidad que logró enjuiciar a Lula en Brasil por acusaciones infundadas de
corrupción. Igual está haciendo con gobernantes antiguos en Argentina y Ecuador.
Pretende hacer lo mismo con los presidentes en funciones de Bolivia, Nicaragua
y Venezuela. Todos en su momento han cuestionado las políticas arbitrarias de
EEUU. La respuesta ha sido rápida y contundente por parte de Washington.
Es un mensaje claro a los
partidos políticos gobernantes de los tres países del área centroamericana y
del Caribe. Especialmente el FMLN que ha mantenido un equilibrio muy difícil
entre sus políticas sociales y sus relaciones con EEUU durante dos períodos.
Con una clara mayoría electoral en El Salvador, el exejército guerrillero tiene
las manos atadas por Washington. La conexión china puede darle a los intereses
más retrógrados en EEUU la oportunidad para iniciar una campaña
desestabilizadora similar a la promovida en Nicaragua.
En el caso de Panamá, el
presidente Varela respondió que la decisión de Trump de llamar a consultas
a los diplomáticos "son temas internos del Gobierno de EEUU" y que
Panamá respeta y aseguró que la relación con China va a traer muchos beneficios
al istmo y en nada va a afectar la relación con un socio estratégico. Varela le
recuerda al gobierno norteamericano que las relaciones con China no pretenden
desconocer la relación especial que Panamá tiene con EEUU.
El problema de fondo que
explica la ‘guerra comercial’ y la diplomacia agresiva de Washington hay que
buscarlo dentro de EEUU. El estancamiento económico ha generado
problemas políticos internos que se traducen en fenómenos –incomprensibles para
muchos- como Trump. Las protestas sociales con ribetes clasistas y racistas
aparecen cada vez con más fuerza. Estos fenómenos se traducen en una crisis de
hegemonía del establishment que perdió la Casa Blanca y quiere evitar el
colapso de su proyecto de “globalización”.
China forma parte del proyecto
de “globalización” del establishment. Es el motor de la economía capitalista
mundial que es aceitada por quienes controlan las finanzas a escala global.
Trump representa, en cambio, al sector del capital norteamericano que quiere
concentrar la industria en EEUU y habla de “hacer América grande otra vez”.
Para el inquilino de la Casa Blanca el enemigo es China. En cambio, el amigo es
Rusia.
En este juego geopolítico
fueron atrapados los eslabones más débiles de América Latina: Panamá, República
Dominicana y El Salvador.
27 de septiembre de 2018.
-
Marco A. Gandásegui, hijo, profesor
de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de
Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA)
URL de este artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/195566
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