29/01/2019
“Contrariamente a lo que creen los venezolanos,
el objetivo de Estados Unidos no es derrocar al presidente Maduro sino aplicar
en la Cuenca del Caribe la doctrina Rumsfeld-Cebrowski y destruir las
estructuras estatales en los países de la región. Ello exige eliminar a Nicolás
Maduro, pero también a Juan Guaidó”.
Así lo ve el francés Thierry Meyssan, presidente
fundador de la Red Voltaire radicada en Damasco y brillante especialista en
temas del Medio Oriente.
Este esquema ya fue usado en 2011 para hacer
aparecer los incidentes internos que tenían lugar en Siria como una agresión
externa perpetrada por un ejército de mercenarios. En el caso de Venezuela, la
Organización de Estados Americanos (OEA) – conocida en el mundo como ministerio
de colonias yanqui, cuyo secretario general reconoció inmediatamente a Guaidó
como presidente– asumió el papel que tuvo la Liga Árabe en el caso de Siria.
El papel de los supuestos Amigos de Siria (que en realidad lo eran de
Washington) fue desempeñado por el Grupo de Lima, igualmente bajo control de
Estados Unidos.
Burhan Ghalioun, un viejo colaborador de la
estadounidense NED, hizo el papel de jefe de la oposición en Siria. Pronto fue
reemplazado por otro personajillo, a su vez fue sustituido por otro, luego por
otro y por otro más, tantas veces que ya nadie recuerda su nombre. Puede
pronosticarse que Juan Guaidó será desechado rápidamente de la misma manera.
Pero el esquema sirio de Estados Unidos funcionó
sólo en parte en Venezuela. En primer lugar porque Rusia y China se le opusieron
en el Consejo de Seguridad de la ONU reiteradamente. En segundo lugar, porque
el pueblo sirio apoyó a su gobierno y dio pruebas de excepcional resistencia.
Y, finalmente, porque Rusia logró respaldar y equipar a tiempo al Ejército
Árabe Sirio en su enfrentamiento a la OTAN y los mercenarios extranjeros.
Se conoce que Washington, a sabiendas de que el
Pentágono no podrá seguir utilizando a los yihadistas para debilitar al Estado
sirio, se propone poner ahora el caso sirio en manos de su Departamento del
Tesoro, que a su vez hará todo lo posible por impedir la reconstrucción del
país y del Estado sirios.
Se pretende que el autoproclamado presidente
interino Guaidó pueda encabezar una administración paralela que centre su
objetivo en obtener el dinero del petróleo en varios litigios; “resuelva” el
diferendo territorial con Guyana; negocie “satisfactoriamente” la cuestión de
los refugiados; “coincida” con Washington en todos los asuntos de política
exterior y haga encarcelar en Estados Unidos a los dirigentes chavistas
venezolanos con diversos pretextos.
A partir de la experiencia de los últimos ocho años
en el Medio Oriente, no se puede comparar lo que sucede en Venezuela con lo
ocurrido en Chile en 1973. Estados Unidos trataba entonces de controlar las
Américas y cerrar el paso a toda forma de influencia soviética. Quería
explotar las riquezas naturales de aquella parte del mundo dejando el menor
control posible en manos de gobiernos nacionales… al menor costo dable.
Hoy, contrariamente, Estados Unidos se obstina en
considerar unipolar al mundo. No tiene amigos ni enemigos. Según su visión,
toda población integrada a la economía globalizada o que viva en un territorio
que contenga recursos naturales que Estados Unidos quiera controlar (no
necesariamente explotar de inmediato), tales recursos deben estar bajo control
compartido del Pentágono de las naciones donde se encuentran. De ahí que,
Washington trate de impedir el funcionamiento adecuado de las estructuras
estatales de esos países.
“Es posible que Juan Guaidó se crea realmente
capaz de resolver la crisis y servir a su país autoproclamándose presidente
interino. Pero en realidad sería todo lo contrario porque se crearía una
situación semejante a una guerra civil. Él, o sus sucesores, pedirán ayuda a
Brasil, Guyana y Colombia, que desplegarán fuerzas “de paz” con apoyo de
Israel, Reino Unido y EEUU. Y la violencia continuaría hasta que ciudades
enteras estén en ruinas.
“No importa que el gobierno de Venezuela sea bolivariano
o liberal, que sus relaciones con Washington sean buenas o no. El objetivo no
es lograr un “cambio de régimen” como en Siria, sino debilitar el Estado lo
más posible. Ese proceso comenzaría en Venezuela para extenderse de inmediato
a otros países de la región -como Nicaragua- hasta que no quede verdadero
poder político alguno en el conjunto de esa región”, predice Thierry Meyssen.
Esta situación es muy clara para numerosos árabes
cuyos países ya cayeron en esa trampa. Pero, por el momento, no parece verse
con suficiente claridad en Latinoamérica, advierte el experto. “Por supuesto,
también es posible que los venezolanos tomen conciencia de la manipulación,
dejen de lado sus divisiones y salven a su país”, concluye Meyssen.
28 de enero de 2019.
Publicado originalmente en el diario ¡POR ESTO! de
Mérida, México.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.com/
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