Cuando los derechos humanos son un pretexto para las intervenciones militares imperialistas
19/10/2008
El físico de la Universidad de Lovaina y activista
belga Jean Bricmont, miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso (1), ha
escrito un libro que hace pocas semanas se ha editado en castellano: Imperialismo
humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra (2). Se
trata de un libro que, por lo pronto, tiene dos virtudes: aporta una
información muy pormenorizada y polemiza de forma convincente con algunas
posiciones mantenidas por algunos sectores de los movimientos pacifistas.
Con este libro, Bricmont pretende aportar una
modesta contribución a la reconstrucción de la izquierda. Por izquierda,
dice el autor, debe entenderse un triple combate que se ha dado históricamente:
a) por el control social de la producción, b) por la paz y contra
el imperialismo, y finalmente c) por la defensa de la democracia, de los
derechos del individuo, de la igualdad de género, de las minorías y del medio
ambiente. Añade una precisión importante. La vieja izquierda (que llega, según
el autor, hasta mediados de los 60 del siglo XX) estaba muy centrada en los dos
primeros aspectos, despreciando al tercero, mientras que la nueva izquierda
se centra en el tercero olvidando buena parte de los dos primeros.
Ante el gran intervencionismo militar de EEUU y sus
aliados, lo que Bricmont llama nueva izquierda ha oscilado entre el imperialismo
humanitario y el relativismo cultural. La primera posición defendería que
nuestros valores universales nos dan el derecho y hasta nos obligan a
intervenir en cualquier lugar y que cuestiona poco o nada las guerras
imperialistas. Gran parte del libro está dedicada a combatir esta primera
posición. De ahí el título. La segunda posición, en cambio, si bien en general
es contraria a la guerra, considera que no hay tal cosa como una postura moral
con valor universal, en cuyo nombre se pueda juzgar objetivamente a otras
sociedades y culturas (o la nuestra). Pues bien, lo que pretende con este
libro Bricmont es la defensa de una tercera posición: el rechazo al
intervencionismo al mismo tiempo que acepta como deseables los objetivos que éste
procura alcanzar. De forma explícita el autor afirma: [L]as críticas aquí
contenidas a la utilización ideológica de los derechos humanos de ningún modo
cuestionan la legitimidad de las aspiraciones contenidas en la Declaración de
los Derechos Humanos de 1948. Dicho con otras palabras, el rechazo de determinadas
prácticas en algunos países, no debe conllevar la defensa de las intervenciones
militares porque la suma de daños es mucho mayor que los beneficios que se
consiguen.
La edición castellana de este libro incluye un
largo, más de 40 páginas, y jugoso prólogo de Noam Chomsky, por quien Jean
Bricmont siente una confesada consideración. En un artículo muy reciente (3) en
el Irish Times del lingüista del MIT podemos leer: Por espectacular
contraste, en la fase neoliberal que siguió al desplome del sistema de Bretton
Woods en los años 70, el Tesoro estadounidense contempla ahora la libre
movilidad de los capitales como un derecho fundamental, a diferencia, ni que
decir tiene, de los pretendidos derechos garantizados por la Declaración
Universal de Derechos Humanos: derecho a la salud, a la educación, al empleo
decente, a la seguridad, y otros derechos que las administraciones de Reagan y
Bush han displicentemente considerado como cartas a Santa Claus, ridículos
o meros mitos. Esta alusión que hace Chomsky a la carta a Santa Claus se
refiere exactamente a las palabras empleadas por Jeane Kirkpatrick, cuando era
embajadora de la administración Reagan en la ONU, en una conferencia
sobre derechos humanos realizada en el Kenyon College, la más vieja
institución universitaria privada de Ohio, el 4 de abril de 1981. Bricmont
dedica un buen número de páginas a esta cuestión, es decir, a las distintas
prioridades que EEUU y sus aliados conceden según qué tipo de derechos se
trate. Los derechos individuales y políticos están en la Declaración de 1948.
Pero también están los derechos económicos y sociales. A Kirkpatrick estos
últimos le merecieron aquel despreciativo comentario. Bricmont plantea al
respecto la siguiente pregunta: qué dirían nuestra prensa y nuestros
intelectuales si algún dirigente del Tercer Mundo describiese los derechos
individuales y políticos como una carta a Santa Claus.
Un capítulo entero de Imperialismo humanitario lleva
por título Los argumentos débiles y fuertes en la oposición a la guerra. El
autor pone como argumentos fuertes: la defensa del derecho internacional y la
perspectiva antiimperialista. Este segundo argumento es ejemplificado por un
supuesto: ¿qué sucedería si un país pusiera en práctica las ideas de los
movimientos altermundialistas o por la justicia global? (es decir, el
repudio a la deuda externa, la reapropiación de los recursos naturales,
impuestos fuertes a los beneficios empresariales, construcción de servicios
públicos, o incluso la moderadísima Tasa Tobin
). La reacción de EEUU, según
Bricmont, no sería muy diferente a la que se tuvo contra Allende, Lumumba,
Arbenz y tantos otros. Reacción que incluiría: sabotaje económico, escalada de
la subversión interna (y la represión de este hipotético gobierno sobre los
grupos sociales, políticos y religiosos que a esta tarea se prestaran, sería
inmediatamente denunciada como una violación de los derechos humanos), la
posibilidad de un golpe militar y, si todo eso aún no fuera suficiente, la
intervención armada directa de los EEUU. Es decir, una nueva Bahía de los
Cochinos, un nuevo Vietnam o nuevas Contras. Algún país
latinoamericano, Venezuela destacadamente nos recuerda el autor, está pasando
actualmente por alguna de estas fases. Hace algunos años, en 1984, la CIA
publicó un manual (llamado curiosamente Operaciones Psicológicas) que estaba
destinado a los luchadores por la libertad, pues así era como el presidente
de EEUU Ronald Reagan consideraba a la Contra. Las instrucciones que se
recomendaban en este manual eran del siguiente tenor: secuestrar a todos los
funcionarios o agentes del gobierno sandinista, denunciar a la policía a un
sujeto que se resiste a unirse a la guerrilla
mediante una carta que contenga
falsas acusaciones de ciudadanos no implicados en el movimiento, se contratará
a criminales profesionales para llevar a cabo tareas específicamente
seleccionadas
Concluye Bricmont este apartado del antiimperialismo como
argumento fuerte de oposición a la guerra: [E]l movimiento altermundista no
puede renunciar a adoptar una firme postura antiintervencionista y antiimperialista.
El próximo 10 de diciembre se cumplirá el 60
aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. Centenares y miles de
actos de todo tipo se están haciendo y se harán para conmemorar este
aniversario. Si bien hay (y habrá) honrosísimas excepciones, muchos de los
actos que se han hecho (y que se harán) son poco más que un festival, en la
forma, y un bla bla, en el contenido. Este libro de Jean Bricmont es un buen
ejercicio de reflexión que poco tiene que ver con gran parte de este festival
conmemorativo.
NOTAS:
(1) Coautor con el físico estadounidense Alan Sokal de Imposturas intelectuales (Paidós, 1999), un demoledor alegato contra el postmodernismo y la izquierda académica relativista. Puede leerse una larga entrevista con Bricmont en el número 3 de Sin Permiso.
(2) Ed. El Viejo Topo, 2008.
(3) Traducido al castellano y publicado por Sin Permiso con el título de La cara antidemocrática del capitalismo, al descubierto.
(1) Coautor con el físico estadounidense Alan Sokal de Imposturas intelectuales (Paidós, 1999), un demoledor alegato contra el postmodernismo y la izquierda académica relativista. Puede leerse una larga entrevista con Bricmont en el número 3 de Sin Permiso.
(2) Ed. El Viejo Topo, 2008.
(3) Traducido al castellano y publicado por Sin Permiso con el título de La cara antidemocrática del capitalismo, al descubierto.
Daniel Raventós es miembro del Comité de Redacción de SINPERMISO. Su último
libro es Las
condiciones materiales de la libertad (Ed. El Viejo Topo, 2007).
Fuente:
www.sinpermiso.info,
19 de octubre de 2008
"Imperialismo
humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra", de
Jean Bricmont
Tras el fin de la Guerra Fría, la idea “Derechos Humanos” ha sido utilizada como justificación por parte de los poderes militares y económicos –singularmente por parte de Estados Unidos– para tomar el control de otros países, mediante una “intervención humanitaria”. Los criterios utilizados para llevar a cabo esa intervención son arbitrarios, pero en cualquier caso conducen con frecuencia a un escenario en el que las víctimas, en lugar de disminuir, aumentan. Así ha sucedido en Yugoslavia, y más recientemente en Kosovo, en Afganistán e Iraq, por citar casos que están en la mente de todos.
La “ideología de la intervención” ha sido compartida ampliamente por la izquierda, ciega ante el hecho de que los nuevos modos del imperialismo hoy se enmascaran bajo la defensa de los Derechos Humanos. Poniéndolo de manifiesto, Jean Bricmont establece el verdadero papel que cumple la ideología intervencionista en la expansión del imperialismo, y describe el papel que juega Estados Unidos, secundado por la OTAN y la Unión Europea, en un incremento de las acciones bélicas que pueden calificarse ya de guerra global.
Jean Bricmont (Bélgica, 1952), es profesor de física teórica en la Universidad de Lovaina. Su actividad científica le ha merecido obtener diversos premios. Como ensayista, sus obras han sido traducidas a diversos idiomas, siendo la más conocida Imposturas intelectuales, escrita en colaboración con Alan Sokal. En 2003 publicó A la sombra de la Ilustración, un debate con el filósofo Régis Debray.
Jean Bricmont. "Imperialismo humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra". Editorial El Viejo Topo. Barcelona 2008. www.elviejotopo.com
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