Por: Juan Carlos
Bocanegra
Lunes, 25
Febrero 2019 - 1:00am
Servirnos de puente para una zona de guerra
fronteriza empeoraría los índices que tenemos de inseguridad y pobreza.
“Jamás
penséis que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un
crimen”. Ernest Hemingway
El Gobierno de Venezuela, liderado por la nefasta
“revolución bolivariana”, ha dirigido su población a tener la peor crisis
humanitaria de su historia.
A pesar de tener las mayores reservas de petróleo
en el mundo y una significativa cantidad de recursos no renovables como el oro,
el coltán y el mineral de hierro, las políticas
de control económico y el exagerado
direccionamiento de subsidios, crearon un modelo público insostenible que
ha generado pobreza, violencia y muerte.
Opresión militar, corrupción, abuso de poder,
persecución a contradictores políticos y censura a libertad de expresión, han
sido las armas que Nicolás Maduro ha esgrimido para mantenerse en la
presidencia.
No obstante, el mundo entero ha sido testigo de los
atropellos que ha sufrido el pueblo venezolano y, con el fin de rescatar la
democracia en este país, varios países en una acción diplomática han reconocido
a Juan Guaidó como presidente interino mientras se convocan unas elecciones
transparentes, supervisadas por organismos internacionales.
Hasta aquí todo iba bien, pues estoy convencido que
un “cerco diplomático” es la vía principal para ejercer la presión
internacional sobre la cual Maduro no pueda ver otra salida diferente a la de aceptar unas votaciones presidenciales justas
y que la ciudadanía pueda definir su futuro.
Sin embargo, en lo que creo fue una salida en falso, Guaidó
pretendió pasar la ayuda humanitaria por diferentes puntos de la
frontera con Venezuela, y haciendo caso omiso
de que estos pasos fronterizos estarían restringidos, el saldo trágico de
la jornada resultó en más de 340 personas heridas y 4 muertos hasta el
momento.
A razón de estos acontecimientos, el secretario
general de la OEA, Luis Almagro, y otros personajes, incluido el presidente
interino Juan Guaidó, expresaron que una
intervención militar debería ser una opción para considerar.
Esta afirmación no solo es irresponsable, sino que también puede desembocar en una guerra que no
necesitamos los que vivimos en la frontera y que traería más problemas de los que actualmente tenemos.
Servirnos
de puente para una zona de guerra fronteriza no solo empeoraría los índices que tenemos de
inseguridad y pobreza, sino que las vidas que se perderían
producto de este conflicto ocasionarían una tragedia social imposible de
revesar. Intervención militar en Chile,
1974: 40 mil víctimas fatales.
Intervención militar en Panamá, 1989: más de 3 mil muertos.
Intervención militar en Nicaragua, 1990: más de 250 mil desplazados y
alrededor de 60 mil muertos. Estos casos anteriores son algunos ejemplos en nuestro
continente que demostraron que este tipo de estrategias militares solo empeoran cada situación en particular y crea un
escenario donde las desapariciones, torturas, secuestros y homicidios son el
pan de cada día por muchos años.
Nuestra
región cucuteña ha sido víctima de problemas
estructurales ocasionados por la dependencia económica con el país vecino,
la migración interna producto del conflicto en el Catatumbo y las malas
administraciones políticas que, por la
desbordada corrupción manejada, los recursos económicos de la ciudad han
sido derrochados sin ningún propósito de desarrollo y bienestar. Ahora, a todo
lo anterior no podemos sumarnos al riesgo de
participar en un conflicto bélico con un país que esta armado hasta los dientes
sin primero analizar cuales serían las consecuencias.
Si
lo que queremos es recuperar la democracia en Venezuela, debemos seguir fortaleciendo las vías diplomáticas que presionan
el régimen de Maduro. Si la verdadera prioridad es enviar ayuda humanitaria
a nuestros hermanos venezolanos, los líderes internacionales deben gestionar por medio de la Cruz Roja y Naciones
Unidas la entrega de estos productos vitales para nuestro vecino país. Lo
que no podemos permitirnos es ser un canal de improvisación política para
escalar el conflicto que tenemos, Cúcuta
no necesita una guerra.
Fuente:
Juan Carlos Bocanegra:
Administrador de
Empresas de la Universidad de los Andes, especialista en Gestión Regional del
Desarrollo de la misma universidad. Orgullosamente cucuteño, convencido en el
potencial de nuestra región e interesado en temas de emprendimiento y políticas
públicas sobre desarrollo territorial.
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