01-02-2019
La posición frente a la proclamación unilateral de
Juan Guaidó como presidente de Venezuela divide a las izquierdas y ha generado
confusión y polémica. Intentaremos aclarar un poco las cosas.
En efecto, en Venezuela el desastre económico es
terrible y no se debe solamente al sabotaje estadounidense. Cuba, a diferencia
de Venezuela, es un país pobre en recursos y sufre desde hace decenios un
infame bloqueo pero no vive la dramática situación de Venezuela que es mucha
más rica pero donde hay hambre debido a la gigantesca inflación y al mercado
negro, que son terribles para los más pobres. En la isla existe también un
capitalismo de Estado burocrático dirigido por un partido único que carece de
democracia interna pero hay intentos burocráticos de democratización. El
gobierno de Maduro, en cambio, llevó a los extremos las tendencias ya visibles
durante el de Chávez y que éste intentó combatir con las Misiones y las
Comunas. El gobierno de Maduro desarrolló inmensamente la corrupción de la
boliburguesía (la nueva burguesía en la que participan altos mandos militares
creada desde el Estado con privilegios y por el contrabando), acabó con los
gérmenes de poder popular, reprimió a los trabajadores y hambreó a las grandes
mayorías destruyendo las bases de la economía venezolana con su ciega política
extractivista basada en la exportación de petróleo, oro y minerales.
La oposición está compuesta por partidos que cuando
gobernaron, como Acción Democrática, realizaron matanzas masivas de
trabajadores (Caracazo). Fueron golpistas contra Chávez, masivamente electo en
cada elección en la que participó y siguieron siendo golpistas con Maduro.
Boicotearon las elecciones para la Asamblea Nacional y ésta fue totalmente
chavista; después siguieron intentando derribar al gobierno legítimo mediante
manifestaciones violentas y hasta trataron de matar a Maduro. Volvieron a
boicotear las elecciones presidenciales en las que Maduro fue reelegido frente
al candidato de un solo partido opositor. Pese al desastre económico y a la
podredumbre del gobierno de Maduro que se sostiene con el apoyo militar y el de
la boliburguesía, esos partidos son minoritarios. El “presidente” golpista Juan
Guaidó representa sólo un partido de extremaderecha y cuenta fundamentalmente
con el respaldo de Estados Unidos. Su pronunciamiento unilateral fue
inmediatamente reconocido por “demócratas” de la calaña de Trump, Bolsonaro,
Netanyahu, Macri, Duque. Con su ayuda se apoderó ilegalmente de los bienes
venezolanos en el exterior y su “gobierno” es el pretexto para un golpe de
Estado que le dé el poder a la burguesía compradora y al imperialismo si logra
asociarse con un sector militar o a “justificación” de una invasión para
instaurar un gobierno títere y eliminar la influencia en Venezuela de las
potencias imperialistas rivales de EE.UU. (U.E. y, sobre todo, China y Rusia).
Si ese plan triunfase, América Latina sería “normalizada” y estaría totalmente
sometida a Estados Unidos pues los días de Cuba y de Bolivia estarían contados.
Ante esta situación los nacionalistas burgueses y
los formados en el pensamiento stalinista, con su teoría de los campos en
lucha, estrechan filas acríticamente en torno a Nicolás Maduro en nombre de la
defensa de la soberanía. Pero ésta no reside en el Estado ni en el gobierno de
turno sino en el pueblo. Maduro no defiende la soberanía tal como la dictadura
argentina no defendió la soberanía en el caso de las Malvinas, donde sólo quiso
hacer una maniobra diversionista para seguir manteniendo el poder y los
privilegios de la oligarquía antinacional.
Otros, en cambio, subestiman los efectos que podría
tener la victoria del imperialismo y sus agentes (que ya elaboran planes para
legitimar inversiones estadounidenses en el petróleo y desguazar a Pdvsa).
Algunos de ellos, con un impresionismo oscilante y a dos bandas, idealizaron en
los 60-70 al gobierno revolucionario del capitalismo de Estado cubano y pocos
años más tarde, se fueron a la otra banda apoyando a la dictadura argentina,
que había anulado la soberanía popular y ponía en riesgo la independencia del
país con su aventura en las Malvinas. Ahora centran, en cambio, sus críticas en
Maduro en el mismo momento en que éste defiende los intereses del sector
burgués nacional en cual se apoya pero, al rechazar las medidas agresivas del
imperialismo, defiende también la independencia nacional y coincide así en un
frente de facto con la mayoría de los trabajadores.
Ni el desastre económico provocado por la
incapacidad de Maduro y la avidez de la boliburguesía, ni la represión a las
huelgas por el Estado burgués venezolano pueden justificar poner en un mismo
plano al imperialismo y sus agentes locales, por un lado, y al bonapartista
Maduro y los trabajadores venezolanos del otro. Guaidó no quiere realmente
elecciones, que perdería entre otras cosas porque emigró una buena parte de su
electorado, que se recluta entre los menos pobres o los más ricos, que son los
únicos que pueden costear la emigración. En estos momentos, además, no se
pueden realizar elecciones de ningún tipo ni referendos (¿quién los convocaría,
por empezar?) y las negociaciones deben partir del rechazo total de las medidas
imperialistas estadounidenses y británicas con los fondos venezolanos y al
golpismo declarado y, además, deben ser públicas y deben apoyarse en
movilizaciones de masa.
Como planteaba Trotsky en el caso hipotético de una
guerra entre el Brasil fascista del Estado Novo de Getúlio Vargas y una
potencia imperialista “democrática”, hay que derrotar primero al imperialismo
para no regalarle la bandera de la independencia nacional a la reacción local
y, después de derrotado aquél, hay que organizar la eliminación del gobierno
nacional opresor. Maduro está a años luz de ser un Allende y tampoco es un
Vargas pero es el gobierno legítimo de un país dependiente y Estados Unidos lo
quiere derribar por la derecha –no por la izquierda- para convertir a Venezuela
en una colonia virtual, dependiente de las transnacionales para su
reconstrucción e incorporada en calidad de proveedora de recursos a los planes
yanquis de guerra mundial. El peligro reside en que EE.UU y los golpistas
logren un acuerdo con una parte de los militares contra el pueblo venezolano y
contra Maduro, para que Venezuela vuelva al prechavismo. Contra ese peligro
Maduro no es una garantía porque sólo el pueblo movilizado podrá impedir las
negociaciones a oscuras de todos y las traiciones.
Por eso es necesario golpear juntos incluso con
Maduro y los militares nacionalistas para, una vez derrotado el golpe, imponer
un gobierno popular por sobre la boliburguesía.
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