Autor: Rosario Mendía
VIE 8 FEB 2019 | 03:05 PM
Hija de la escritora Matilde Ladrón de Guevara, ex esposa del poeta Jorge Teillier y viuda del escritor peruano José María Arguedas. Estuvo 14 años presa en Perú, acusada de estar vinculada al grupo terrorista Sendero Luminoso. Hoy, a sus 83, Sybila Arredondo vive en medio de la calma de su parcela en Rangue. Desde allí repasa su historia y las certezas que no ha cambiado con el paso del tiempo.
A 70
kilómetros al sur de Santiago, entre una bandera del pueblo mapuche y una de
whipala -los pueblos originarios de América-, está la casa de adobe donde vive
Sybila Arredondo (83). A ella le gusta caminar entre los árboles. Hay espinos,
hay quillayes. Sabe perfecto cuál es cuál y dónde se encuentra cada especie. Al
verla así, una anciana tranquila, de aspecto dulce, parece difícil adivinar su
pasado, que incluye 14 años presa en las hacinadas cárceles peruanas. Tal vez
buscando el oxígeno que le faltó durante ese tiempo, llegó hace cuatro años a
esta parcela en Rangue para crear un refugio.
“Soy
un árbol con patas”, dice, mientras ríe. “Un árbol, porque mi tendencia es a
ser sedentaria, pero en mi vida nunca me ha resultado”. Según Sybila, busca la
calma, pero no logra quedarse quieta. Ni siquiera en un ambiente campestre. Se
reconoce una mujer dispersa.
“Cuando
me levanto, digo por ejemplo: ‘voy a limpiar la computadora’. Entonces voy por
el camino y me encuentro con un escobillón, y digo: ‘pero qué barbaridad como
está la terraza, voy a pegar una barridita’. Pero barriendo la terraza, digo
‘uy y las plantitas, mejor que las riegue’. Es una cosa un poco anárquica. Yo
no soy anarquista para nada, pero tengo tendencia a la anarquía”.
-¿Por
qué?
-Porque
siento que me hago planes, pero comienzo con un plancillo y tiendo a
distraerme.
Sybila
Arredondo es hija de la escritora Matilde Ladrón de Guevara, ahijada de
Gabriela Mistral y fue la primera esposa del poeta Jorge Teillier, con quien
tuvo dos hijos: Sebastián y Carolina. En 1962, en la casa de Pablo Neruda,
conoció al poeta peruano José María Arguedas. Mientras él recitaba una canción
en quechua, ella comenzó a enamorarse. Tres años más tarde partió con sus hijos
a Perú, siguiendo al escritor. En 1967 se casaron. En 1969, en Lima, Arguedas
decidió quitarse la vida. Sybila se quedó en ese país, como le había pedido
Arguedas en su testamento. Pero a mediados de los 80 empezarían los problemas.
Fue detenida
por primera vez en 1985, acusada de transportar 200 kilos de explosivos en un
Volkswagen escarabajo. Se dijo que estaba vinculada con el grupo terrorista
Sendero Luminoso. Un año y medio después la liberaron por falta de pruebas. A
los seis meses la arrestaron nuevamente, y fue otra vez absuelta. En 1990 fue
detenida por última vez y luego fue condenada a 12 años de prisión, que pasó
entre el penal de Callao, el de Chorrillos y la cárcel de Canto Grande. Sybila
ha dicho que en su encierro presenció motines y sufrió malos tratos. Su caso
llegó incluso a la ONU, donde la Comisión de Derechos Humanos trató de
intervenir. Cumplida la condena, salió libre a fines de 2002.
Sybila
nunca ha aceptado su participación en una organización terrorista. Ha recalcado
que no existen pruebas que demuestren que fue militante y mucho menos dirigenta
de Sendero Luminoso. Sí admite haber asistido a presos políticos del grupo, y
que comparten ideas de izquierda. Incluso hoy, tranquila en su parcela de
Rangue, menciona a Abimael Guzmán, líder del grupo, a quien llamaban el
Comandante Gonzalo: “¿Mi ideología? Marxismo, leninismo, maoísmo y podría decir
‘pensamiento Gonzalo’, para que no quede tristeza de que uno no ha conocido al
doctor Guzmán”.
Desde el tronco
Al
igual que en su vida, Perú tiene una presencia importante en su casa de Rangue.
Abundan las figuras andinas, los aguayos de colores y las máscaras típicas. En
una pared cuelga un cuadro de la provincia peruana Huancayo, que muestra la
fiesta tradicional de la marcación del ganado. Dice que es de las pocas cosas
que ha comprado en su vida.
Cuando
Sybila cuenta historias, siempre las complementa con referencias a grandes
intelectuales; y si es necesario, actúa para darse a entender. Hoy dice que la
fascinan las cosas más simples de la vida, como la personalidad de su perra
Doña y los árboles. Admira cómo en su jardín un quillay y un boldo se unieron
para crecer juntos. “Una alianza”, explica ella, una lucha para sobrevivir. En
su vida ella ha sabido adaptarse de la misma manera: cómo se considera “un
árbol”, cree que donde la plantan logra subsistir.
Tiene
el pelo canoso. Viste de manera sencilla: polera roja, pantalones de lino beige
y unas chalas de cuero con velcro. En sus manos hay tres anillos, uno de oro,
uno de plata y uno de cobre. Sybila tiene una risa fácil, que según ella ni en
los momentos más serios logra contener. En Perú le decían la “chola chilena”,
sobrenombre que le hace justicia a su manera de hablar, que con acento mestizo
combina el “po” con el “pues”.
–
¿Por qué decidiste vivir en Chile y no en Perú?
-Porque
me botaron del Perú. A mí me daba lo mismo donde vivir, me hubiera gustado
quedarme en Perú, pero bueno…
Desde
que salió de la cárcel, el 6 de diciembre de 2002, Sybila no ha vuelto a pisar
suelo peruano. Llegó a Chile el mismo día que la liberaron, luego vivió con su
actual pareja, Teodoro Vogel, en Francia, y en 2011 volvieron juntos a Chile.
Tres años después, se instalaron en Rangue. Allí, ella se mueve con actitudes
de abuela. Insiste en que sus invitados se repitan la comida y se sienten en el
lado de la mesa que mira hacia el jardín y a sus queridos árboles. Le gusta
escribir, pero le cuesta; dice que no tiene paciencia. Prefiere tejer y bordar.
-¿Qué
es lo que más recuerdas del pasado?
-No
sé, son demasiadas cosas. Siento que tengo que pasear mi reflector por todo el
contexto o todo el camino, que es como un globo. Un globo terráqueo.
-¿Y
qué extrañas de la juventud?
-No
añoro nada; o sea, lo tengo como recuerdo y los recuerdos surgen cuando se
necesitan.
No tiene una rutina, dice que nunca la ha tenido. Sus horarios dependen de las estaciones y de lo que decida hacer en el día: mails por responder, libros por leer, soñar proyectos. La única práctica sagrada en sus días son los ejercicios que le indicó el kinesiólogo. Hace un tiempo se puso a cojear, pero estos ejercicios le han permitido volver a caminar con las dos piernas. “Lo que para un árbol como yo es muy importante”, agrega. Insiste en que hace lo que quiere y que no tiene mañanas libres.
No tiene una rutina, dice que nunca la ha tenido. Sus horarios dependen de las estaciones y de lo que decida hacer en el día: mails por responder, libros por leer, soñar proyectos. La única práctica sagrada en sus días son los ejercicios que le indicó el kinesiólogo. Hace un tiempo se puso a cojear, pero estos ejercicios le han permitido volver a caminar con las dos piernas. “Lo que para un árbol como yo es muy importante”, agrega. Insiste en que hace lo que quiere y que no tiene mañanas libres.
-¿Qué
hiciste ayer, por ejemplo?
-Hay
otro problema que tengo ahora: la mala memoria.
-Muchos
recuerdos quizás…
-Es
posible que haya algo de eso. Muchos idiomas, contacto con gente de distintas
lenguas, distintos países, distintas circunstancias. Pero en ciertas cosas
tengo más o menos buena memoria. Creo que cada quien tiene una memoria con
personalidad o sin personalidad. A lo mejor, los que tienen mejor memoria es
porque no tienen mucha personalidad (risas). No, no es cierto. Hasta las
mejores memorias tienen tendencia a seleccionar. En cambio, yo soy muy
desordenada para seleccionar.
A
pesar de que asegura que tiene mala memoria, recuerda perfecto los nombres de
los profesores que tuvo desde los 7 años. Quizás es por la magnitud de los
maestros. No cualquiera presencia clases del creador del teatro experimental,
Pedro De la Barra, ni aprende ballet con lo mejor de la elite alemana. Su
madre, Matilde Ladrón de Guevara, la hizo relacionarse desde pequeña con
nombres como Pablo Neruda, Francisco Coloane y Luis Merino Reyes,
introduciéndola en un mundo artístico. Efectivamente, Sybila tiene una memoria
selectiva.
Matilde
Ladrón de Guevara fue una reconocida escritora chilena. A pesar de su avanzada
edad, luchó por la libertad de Sybila cuando estuvo presa. Hizo huelgas de
hambre, abrió causas solidarias, pidió ayuda a organismos internacionales, pero
nada logró cambiar el veredicto dado en Perú. Mientras su hija estuvo detenida,
le dedicó dos libros -Sybila en Canto Grande (1988) y Sybila viuda de José
María Arguedas (1995)- y luego otro más: Por ella (2003).
“Mi
mamá era una persona muy especial, yo pienso que fuera de serie -recuerda
Sybila-. Si a mi madre se le buscan las partes positivas, es macanuda.
Objetivamente yo soy producto de ella y de mi padre, aunque a mí me han criado
mis nanas”.
Hojas que no caen
Acero
y paloma. Así definía José María Arguedas a Sybila Arredondo, destacando la
dualidad que hay en ella. La tranquilidad de una paloma, la paz y una dulzura
llena de carcajadas, junto a un imponente carácter que aparece cuando defiende
sus ideales. Acero y paloma se titula también la biografía de ella que escribió
el año pasado Mónica Echeverría.
Sybila
suspira cuando mira su pasado. Algunos temas parecieran incomodarla y desvía
las respuestas hacia memorias menos conflictivas. Domésticas, incluso. Pero eso
es ahora, porque hace unos años se despachaba frases políticas sin complicarse.
En el documental Sibila(2012), de su sobrina Teresa Arredondo,
Sybila dice: “Por supuesto que el Sendero Luminoso no es un grupo terrorista.
Primero, no estoy de acuerdo con que se hable de Sendero Luminoso, porque es un
apodo, pero es, o era, un partido que se puede llamar comunista porque tenía
una ideología con principios basados en Marx, Lenin, Mao Tse-Tung”. En esa
entrevista, realizada en Francia, defiende que bajo ningún motivo considera
terrorista el accionar de ese grupo, porque “si hay un partido tras algo, es un
accionar político”.
Sentada
en su casa de campo en Rangue, dice que todo lo que a ella le ha pasado no ha
sido una elección propia: ha sido la vida la que la ha cruzado con distintas
situaciones. Comenta que ha tenido suerte. Suerte de estar bien, de lo que ha
vivido y de lo que le ha tocado. Curiosa esa definición. Para la mayoría de la
gente, 15 años de cárcel y un marido suicida es lo opuesto a la buena suerte.
-¿Te
sigues considerando revolucionaria?
-Decir
eso sería levantarse el tarro, porque eso no se demuestra diciendo “sí, yo me
siento”; tú puedes decir “yo trato”.
-¿Y
tratas?
-A
los 83, entrada a los 84, es delicado, porque uno tiene que saber cómo puede
servir a la revolución. Yo puedo estar pensando en eso, pero no sé si lo logro
o no.
-Pero
¿lo piensas?
-Lo
pienso en el sentido de que estoy total y absolutamente segura de que esta
sociedad tiene que cambiar, y que el proceso histórico está llevando a eso. A
mí me pueden decir que están pasando las cosas más espantosas y qué sé yo, y
estoy segura de que eso es parte de un proceso revolucionario.
-¿Sigues
con ese fuego de revolución?
-Fuego
por el cambio. Yo nací queriendo cambiar las cosas.
-¿No
ha cambiado eso en ti?
-¡No!
Cómo se te ocurre. Ya no sé a qué santo ponerle velas para que apure la
revolución.
-En
cuanto a las revoluciones, ¿tú crees que la violencia es un medio?
-Mientras
más demora la revolución, más violenta es. Explota. Es que hay que partir de la
lucha de clases, no es un camino parejito. Hay contiendas, hay contradicción
constantemente; esas contradicciones son un bulto enorme. A mí me parece que si
lees el poema “Piececitos” de Gabriela Mistral, ahí hay revolución.
-¿Por
qué?
-Porque
es un poema que ha llevado también a la revolución. Es como un alfiler, una
flechita que te hiere y te despierta. Te mueve sentimientos.
Bajo la corteza
Sybila
Arredondo se considera lejana de las religiones. No cree en el destino; para
ella las cosas pasan por azar, aunque hay que fijarse en la ruta. Sí cree en la
ciencia, en las leyes de la física y de la química. Y está convencida de que
todos tenemos espíritus, que hay que respetar.
-¿Crees
en la vida después de la muerte?
-No.
Pero por ejemplo, José María (Arguedas) esta remuerto, aunque yo puedo decir
que está viviente porque me llaman de todo el mundo y me dicen que quieren
publicar tal obra de él. A mí me sigue dando trabajo.
-¿Qué
pasa con el alma? ¿A dónde nos vamos?
-No
nos vamos a ninguna parte. Se apaga la luz. Orgánicamente no existimos, pero sí
existimos en el recuerdo de la gente, que se va muriendo también.
-¿Crees
en el arrepentimiento?
-Yo
creo que es muy importante, porque si uno se ha equivocado tiene que
recapacitar. Es normal y es bueno; no lo tomo como un pecado. A veces se oye
como un horror, pero no.
¿Y
tú te arrepientes de algo?
-(Guarda
silencio) No me acuerdo.
Con tierra mojada
Aunque
la lucha con la tecnología es constante, logra utilizarla a su favor. Escucha
la radio, visita sitios web y lee el diario. Está al tanto de todo lo que está
pasando. Apoya la lucha por la igualdad de la mujer, el aborto libre y la ley
de identidad de género.
En
cuanto al movimiento feminista, Sybila tiene expediente propio. Su madre fue
una de las dirigentas del Partido Femenino de Chile que en los años 40 luchó
por el sufragio de la mujer. Mientras vivía en Perú, ella misma apoyó al
Movimiento Femenino Popular, grupo del Partido Comunista peruano que se
focalizaba en el trabajo político de las mujeres. Para Sybila, ésa es la manera
de luchar por la igualdad de género: “La única vía de cambiar las mujeres es
con trabajo político”.
-Hay
un movimiento feminista importante hoy en Chile. ¿Qué opinas?
-A mí
me parece que faltan dirigentes. En vez de haber movimiento feminista, cada
partido debe desarrollar su camino y apoyar todo lo que sea el avance de la
mujer dentro de la nación, del Estado, del gobierno, del aparato político, y de
su propia vida.
-¿Pero
estás a favor del movimiento?
-Pero
es que no puedes estar en contra.
Con
la misma claridad que habla de la agenda de género, opina de la actualidad
internacional. Le causa gracia que le pregunten su opinión sobre conflictos
políticos; dice que la han tildado de socióloga, historiadora y antropóloga,
pero que en realidad ella llegó a ser bachiller y bailarina. En su pasaporte se
define como dueña de casa.
-¿Te
parece legítimo el gobierno de Maduro?
-No
soy especialista, pero creo que sí. Porque si han votado tantas veces…
-¿No
lo consideras una dictadura?
-No.
A mí me han dicho, elementalmente, que si la gente vota es democracia.
Desde la copa del árbol
La
homeostasis es una propiedad de los organismos que consiste en la capacidad de
mantener una estabilidad interna adaptándose a los cambios de su entorno. Tanto
las plantas como las personas lo poseen. También Sybila.
Su
casa está llena de archivadores. “Correspondencia familiar”, “Varios Sybila”,
“Syb 2006”, “Libros”, y entre medio se esconde su próximo proyecto. Un libro
que recopile las cartas que le enviaba su madre desde Chile, mientras luchaba
por su libertad. Ya lo empezó, pero no lo ha terminado. No sabe si lo va a
alcanzar a terminar mientras viva.
Casi
17 años después de salir en libertad, se pasea cómoda por el lugar que eligió
para vivir. Le gusta recibir visitas de amigos y de su familia. Sus hijos
Carolina, Sebastián e Inti -que nació en Perú- están muy presentes en su vida.
Alejada pero nunca desprendida de la ciudad, se gasta los días mirando cómo se
pasea su perra, leyendo a Humberto Eco o hablando de Karl Marx.
-Hoy,
¿cuál es tu revolución?
-Dormir
8 horas
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