jueves, 21 de febrero de 2019

MIGUEL GUTIÉRREZ, LITERATO MARIATEGUISTA, Parte IV, NOVELA: "HOMBRE DE CAMINOS"


PARTE IV




MIGUEL GUTIERREZ Correa

CONVERSA CON

ANTONIO RENGIFO Balarezo


EN TORNO A SU NOVELA: “HOMBRES DE CAMINOS”





         Después de “El Viejo saurio se retira”, novela publicada en 1969, Miguel Gutiérrez Correa (n. Piura, 1940) no volvió a publicar ninguna otra novela -aunque sí lo hizo con un cuento memorable, "Una vida completamente ordinaria", en la revista “Narración” N° 3, 1974, y ensayos literarios o ideológicos, ahí mismo o en otras publicaciones– hasta 1988 en que aparece “Hombres de caminos”, novela que motivó esta entrevista que le hiciera el sociólogo Antonio Rengifo.

         En esta entrevista se alude a otra novela aparecida en 1991, “La violencia del tiempo”, aunque ahí se la menciona con el título primigenio -después desechado- "El viento y la memoria". Pese al tiempo transcurrido, la entrevista de Antonio Rengifo -que, por diversos avatares, no pudo publicarse oportunamente- tiene un insoslayable valor testimonial como asimismo una riqueza conceptual que la hacen conservar frescura, importancia y actualidad. (SIETEVIENTOS, revista)


A.R.- Si “Hombres de caminos” conforma un ciclo de cinco novelas, y ya tienes terminadas tres, ¿cómo es que decides publicar esa y no cualquiera de las otras?

M.G.- En realidad, yo pensaba publicar “El Viento y la Memoria” que es, dentro del ciclo, la novela más amplia y compleja; pero en la conversación que sostuve con el editor me hizo reparar en su amplitud y en el alto costo que significaría la publicación; en seguida me preguntó si tenía otra u otras novelas que servirían para lanzar, si se quiere, "El Viento y la Memoria". O también, si esta novela tan amplia, (unas ochocientas o novecientas páginas ya en libro editado), se pudiera desglosar en dos o tres partes. Le respondí que por su estructura no podía comprimirse ni desglosarse.

         Bueno, esto me hizo pensar en las otras novelas del ciclo ya concluidas y determiné la publicación en primer lugar de “Hombres de Caminos”; pudo haber sido "El nacimiento de Martín Villar", la primera novela de esta serie que empecé el 79 y terminé el 80, y que no he vuelto a leer desde entonces, cosa que haré apenas termine de mecanografiar "El Viento y la Memoria"; en cambio, ya había pasado en limpio “Hombres de caminos”.  Esa fue la razón.

A.R.- ¿C6mo se produjo y de dónde vino el envión o el despegue para que agarraras vuelo y escribieras “Hombres de caminos”?

M.G.- Creo que no hubiera producido Hombres de caminos, si no hubiera estado con todo el fuego prendido debido al trabajo constante de mi novela grande. Yo sabía, dentro de mi proyecto novelístico, cuyo eje es la familia Villar, que una de las novelas iba a versar sobre Isidoro Villar, uno de los descendientes de Miguel Francisco Villar con la india Sacramento Chira, un Villar de la tercera generación que había escogido el camino del bandolerismo; pero no sabía cuándo iba a escribirla.  Y, un poco como se narra en la obertura, ocurrió que una noche mientras escribía un capítulo de "El viento y la memoria" sentí que había llegado el momento de contar la historia de Isidoro Villar el bandolero.  De modo que hice un paréntesis en la novela que, en medio de enormes dificultades y tensiones, venía trabajando desde hace varios años, y en cincuenta días escribí, como tú dices, de un solo envión, lo que después titulé “Hombres de caminos”. En total esta novela me ha llevado unos tres meses, entre su escritura y el pasado en limpio.

         Repito, esto fue posible porque estaba en un trabajo continuo de doce horas diarias. De tal manera que la historia de Isidoro Villar surgió espontánea y muy fluidamente. No pensé su estructura. En ese sentido, yo no soy -digamos- el escritor que hace esquemas, planos y otros recursos para escribir su novela. Un poco que yo la estructura la tengo en la cabeza y la voy desarrollando. “Hombres de caminos” surge de esta manera, espontáneamente y de un solo tirón. Creo que ya me era conocido, me era familiar el mundo de los Villar, y, además, todos estos años de trabajo me habían aligerado la mente y los dedos para escribir.

A.R.- Después de saber cómo se ha gestado “Hombres de caminos”, quisiera que me digas cuáles han sido las fuentes.

M.G.-Yo creo que en “Hombres de caminos” hay tres fuentes principales.  La primera es la tradición oral, la memoria colectiva en la que se incluye también la memoria familiar.  Una segunda fuente es la novela regionalista, la narrativa anterior a Ciro Alegría y José María Arguedas; y también la propia narrativa de Alegría y Arguedas. Creo que en mi lectura de Ciro Alegría, que la hice cuando estaba en segundo o tercero de media, me impactó mucho; por ejemplo-en el caso de Los perros hambrientos- de la historia de los hermanos Celedonios; recuerdo mucho el capítulo "Las papayas".  Luego en “El Mundo es Ancho y Ajeno”, la figura del "fiero" Vásquez. Además, esto me ha de recordar toda esa tradición de rebeldía y las historias de bandoleros que yo había escuchado en mi infancia. Estas son las fuentes primarias.

         Ahora bien, sobre esas bases actúa la invención; porque la novela es fundamentalmente invención, una ficción.  Por ejemplo, tomemos el nombre de Carmen Domador. Ese nombre no me pertenece a mí. Ese nombre existió y yo lo tomé del hermoso libro de López Albújar “Los Caballeros del delito”.  Pero tan sólo he tomado el nombre de Carmen Domador, toda la historia que cuento es invención, fabulación.

         Naturalmente, yo no puedo escribir ya como los regionalistas; entonces aprovecho todo el aporte de la modernidad literaria. Admiro mucho a Alegría y a Arguedas, pero ya no se puede escribir como ellos.  De tal manera que en “Hombres de caminos” rindo homenaje a este tipo de escritores; es el caso de "Sansón Carrasco", uno de los seudónimos de López Albújar. Como te habrás dado cuenta en “Hombres de caminos” hay una cierta parodia del lenguaje ampuloso tan propio del naturalismo y modernismo, porque soy, finalmente, un escritor de mi época. Y así, de una parte, rindo homenaje a la tradición narrativa, y de otra, señalo mi distanciamiento. Esto se lo debo a lo que se llama la modernidad literaria.  Después de leer a Proust, Joyce, Kafka, Faulkner, Beckett, ya no se puede escribir como lo hicieron esos grandes novelistas.

A.R.- Hombres de caminos” -título de la novela- es la denominación que das a los bandoleros en sentido figurado. Pero, además de la metáfora, el surgimiento del bandolerismo obedece a determinadas condiciones sociales y. existe una tipología de bandoleros. ¿Qué opinión te merece el tratamiento del bandolerismo en tu novela y cómo aprecias a los protagonistas de tu ficción?

M.G.- No puedo tener yo una apreciación demasiado objetiva sobre si he tratado bien o no este fenómeno del bandolerismo. Aunque las historias de bandoleros me subyugan desde la infancia, en la actualidad no tiene un interés vital para mí escribir sobre bandoleros. Los bandoleros me interesaban como una de las formas de rebeldía popular.  Hasta qué punto he logrado reflejar esta forma de rebeldía popular, No te lo puedo decir.

         Ahora, conversando con diferentes gentes, algunos tienen preferencias por uno u otro bandolero de “Hombres de caminos”. Por ejemplo, algunas amigas se han quejado y me han dicho que he matado muy temprano a Carmen Domador.  Incluso, una de esas amigas me dijo que Carmen Domador era su tipo de hombre. A otros les Impresiona Isidoro Villar, en fin...

         Tal vez la figura de Carmen Domador resulte más cautivante por la forma  romancesca como cuenta su historia; lo que cuenta a Sansón Carrasco viene a ser una paráfrasis de una "cumanana" que acompañada por la guitarra le contara el propio Carmen Domador sin que él supiera que era el famoso bandolero.

A.R.-... y hasta "El Negro Chokeko" resulta atractivo.

M.G.- No eres tú la primera persona que me lo dice; otro amigo también se refirió a "Chokeko" con mucha simpatía. En cuanto a mí me interesaba este personaje por el proceso de transformación que se opera en él; pues, finalmente, los hombres por más degradados que estén pueden asumir otro camino, superar su propia vileza y abyección,  Siempre hay la posibilidad de transformar o enrumbar la existencia que por ciertos factores ha caído muy bajo.  "Chokeko" se transforma porque durante la expedición de exterminio descubre que si bien tiene rivalidad con Isidoro Villar, Carmen Domador y Pasión López, hay algo en común con sus adversarios, y es el odio contra el blanco, contra el terrateniente. Y el propio "Lindura", que es el personaje de mayor defectividad humana, al final encuentra -sí se quiere- una reivindicación. Perdida toda esperanza y a la hora de la verdad, termina maldiciendo al terrateniente y Prefecto Lama; de modo que en su monólogo final, revela que ha entregado su alma al Diablo e Invoca a sus poderes para que destruya y castigue al blanco Lama Farfán de los Godos, hombre místico y lujurioso y que está sembrando la desolación y la muerte en la tierra piurana.

A.R.- Entre los personajes que ocupan mayor espacio en Hombres de caminos figuran Isidoro Villar, el bandolero, y Rodolfo Lama Farfán de los Godos, el terrateniente. ¿A cuál de ellos lo consideras como el personaje mejor logrado?

M.G.- Mira, tampoco en esto puedo ser objetivo. Creo que ésta es tarea de los críticos y de los lectores. Hace poco, en la presentación de mi libro, Vargas Vicuña destacó una cosa de Isidoro Villar de la cual yo era consciente, en parte; digamos que Isidoro Villar, a pesar de que es un hombre hermético, que no tiene ese encanto de Carmen Domador, sin embargo, posee toda una doctrina, una filosofía de vida. Es un hombre, digamos, que ha nacido para la paz; pero la realidad misma lo conduce al camino de la violencia.

         Hay una parte en que él lleva toda una educación, se impone una dolorosa educación para erradicar de sí mismo todo residuo de piedad.  Sí, hay un aprendizaje de la violencia, no porque ame la violencia, sino porque comprende que la violencia es necesaria; pero en el fondo es un hombre bueno, pacífico, cargado de sabiduría. De los Villar es, entre esos dos mundos en que está dividido el linaje de los Villar –el mundo de los indios y el mundo encarnado por el godo fundador del linaje Miguel Francisco Villar- el que opta por el mundo de Sacramento Chira, el mundo de los gentiles, de los antepasados; y tiene toda una concepción de la vida. De ahí que él pida ser enterrado con sus antepasados en el fondo del desierto, donde subyacen sus  mayores y en donde lo están esperando. El piensa en la reivindicación final de su raza.

         Sin embargo, algunos han hecho notar que Rodolfo Lama Farfán de los Godos está concebido con el mismo decoro literario que el de los bandoleros u otros personajes.  Esto me alegra. Porque -de acuerdo a mi concepción de la novela y del novelista- la novela debe reflejar el mayor número posible de personajes, de seres humanos, hombres, mujeres, niños, ancianos, hombres cultos, hombres primitivos, hombres heroicos, hombres degradados, etc.

         Entonces, junto con su caracterización de clase, yo necesitaba comprender a Rodolfo Lama en su individualidad como ser humano, aunque sea una humanidad degradada.

         El novelista debe reflejar el mayor número de personajes como símbolo de la complejidad de la vida. ¿Lo he logrado o no lo he logrado? Bueno, me han dicho que Rodolfo Lama Farfán de los Godos es uno de los personajes mejor caracterizados.

A.R.- Isidoro Villar es un bandolero que puede reflexionar sobre su propia condición a diferencia del resto...

M.G.- Sin embargo, yo creo que el propio Isidoro Villar dice en algún momento que el de la doctrina es Pasión López. Pasión López es el que les da la dimensión social; porque tanto Carmen Domador como Isidoro Villar se han rebelado por situaciones de tipo familiar o individual.  El caso de Carmen Domador, porque se siente defraudado moralmente por su padre adoptivo que ha descreído de él; Isidoro Villar ha sufrido, a nivel de familia, una humillación y él quiere vengar ese agravio.

         En el caso de Pasión López, ha sido Rodolfo Lama quien mató a Vardelú López, su padre, en el levantamiento comunero de los chalacos en 1883 cuando tomaron Piura. En esa circunstancia, Rodolfo Lama, quien era un joven que no sabía qué camino seguir, descubre la raíz de su ser y fusila a numerosos comuneros y da muerte al padre de Pasión López. De modo que Pasión López es impulsado al bandolerismo no por razones de tipo económico ni de resentimiento individual, sino porque en él se conjugan la venganza familiar y el mandato de toda la comunidad.  Pasión López es el que forja el frente de los bandoleros.  De ahí que Isidoro Villar afirme que Pasión López es el de la doctrina.

         Esto de la doctrina tiene que ver más adelante con un personaje de "El Viento y la memoria". Es el personaje Bauman de Metz, alsaciano lorenés que llegó a Piura durante la ocupación chilena y a quien los historiadores adictos a los terratenientes señalan como el incitador de los comuneros contra los terratenientes de Piura. Los comuneros de Chalaco entraron gritando ¡Viva La Comuna! Vemos ahí cómo este extranjero le da un contenido y una perspectiva a una lucha secular que tenían los comuneros de Chalaco contra los terratenientes piuranos.  Pasión López acoge esa "doctrina", como la llama Isidoro Villar.  Carmen Domador e Isidoro Villar al comprender el pensamiento de Pasión López elevan el sentido de sus luchas, trascendiendo la motivación de reivindicación meramente individual o familiar.

A.R.- En buena parte de Hombres de Caminos se desencadena la violencia.  Considero que no hay ninguna exageración. Sabemos que la vida es violenta y que la rebeldía popular ha sido sistemáticamente reprimida, ocultada o distorsionada por los detentadores del poder y por su ideología dominante. De ahí surge uno de los méritos de “Hombres de caminos”:  rescatar la tradición de lucha campesina y contribuir a mover conciencias en el momento actual. Esta apreciación que se ha suscitado en , como lector, ¿también se ha producido en ti como novelista?  O, dicho en otras palabras, ¿hubo premeditación de tu parte?

M.G.- Nosotros vivimos en un mundo de violencia, nacemos dentro de la violencia; existen, por supuesto, diferentes formas de violencia. Pienso que desde niño he tenido un sentimiento -por no decir conciencia- del mundo en que nos desarrollamos. En Piura, como en todos los pueblos, el espacio urbano está distribuido por clases sociales.

         En mi infancia viví en los extramuros de Piura, en los barrios de gente pobre.  Los pobres de Piura llamaban "blancos" a los terratenientes o poderosos, fueran o no étnicamente blancos; en cambio a los blancos pobres se les decía "colorados" o "serranos" contra quienes ejercían violencia y marginación cuando iban a vivir en sus barrios; ésta era una. de las cosas que me causaba mayor desazón porque yo sentía que  era una actitud injusta; después fui comprendiendo que aquello se debía a la impotencia e imposibilidad de descargar su legítima cólera y arremeter sobre las clases sociales privilegiadas; los blancos pobres  representaban vicariamente a los blancos terratenientes y demás poderosos.

         Bueno, yo me he criado en ese mundo de violencia espesa y soterrada. Más adelante pude descubrir las raíces de la violencia que existe en los poderosos como sistema de explotación para ejercer la violencia, violencia policial, política, clerical, social, cotidiana; asimismo, pude descubrir la razón de ser de la otra violencia, la popular, que en zonas atrasadas se manifestaba; más allá de lo individual, en forma de bandolerismo.  Por eso, yo he querido rescatar  la tradición de lucha. de rebeldía, la respuesta a la violencia de los ricos, de los terratenientes, de los poderosos, por parte de las capas oprimidas del pueblo ... Esto que las capas ilustradas de Piura nos hacían pasar como conductas aberrantes.

         En tomo a los comuneros de Chalaco, había toda una mitología. Decían que eran gentes traidoras, sanguinarias, despreciables. Estudiando el porqué de esa aversión a los chalacos, descubrí que eso tenía un origen en la gran rebelión de los chalacos, contra los terratenientes piuranos; yo he querido rescatar esa tradición de lucha. Es decir, yo he sido consciente en la propuesta, y, en esto tiene que ver mi propia posición ideológica, mi propia posición de clase; en última instancia yo he adoptado un camino que no es, por supuesto, el de los poderosos ni de los terratenientes del Perú.

A.R- Una obra literaria también se valora por el momento de su aparición. y Hombres de caminos” ya se encuentra en las librerías. Desde esta perspectiva, ¿tu novela guarda correspondencia con la situación actual que vive nuestro país?

M.G.- Las acciones de la novela se sitúan en 1910; sin embargo, mientras yo escribía Hombres de caminos no olvidé en ningún momento lo que viene ocurriendo en el Perú. Creo yo que el lector al leer la novela en alguna forma también está leyendo el presente, lo que está ocurriendo en este momento. Yo he procurado, eso sí, que esté expresado literariamente, y no de manera explícita como discurso aparte' he procurado que surja de las acciones mismas, de la misma trama de la novela. En eso sí he tenido especial cuidado. Es el trabajo propio de un artista, de todo escritor.

A.R.- Efectivamente, al leer Hombres de caminos me asaltan incontenibles asociaciones con los sucesos que más conmocionan a nuestro país. Numerosos son los pasajes que suscitan tales asociaciones. Sólo mencionaré los siguientes: la coligación de todos los Poderes del Estado bajo la dirección del Prefecto Rodolfo Lama Farfán de los Godos en los preparativos, elaboración y aplicación del plan de exterminio de los bandoleros; el otro pasaje se refiere a los funerales de Isidoro Villar que, por lo demás, considero un gran logro literario. Si lo que te acabo de exponer sucediera con otros lectores, ¿cómo lo tomarías?

M.G.- Lo tomaría como un éxito. Lo tomaría, en alguna medida, como un logro parcial de mis objetivos. A propósito de los funerales de Isidoro Villar -esto se relata en el epílogo que se llama "Ninguna lágrima por Isidoro Villar"-, te diré que mientras escribía este episodio, en realidad, yo estaba pensando en el genocidio del 18 y 19 de Junio de 1986 en los presidios de "El Frontón", “Lurigancho" y “Santa Bárbara".  Estaba pensando en esa resistencia heroica de los combatientes sociales, entre los que se encontraba mi hijo Carlos Eduardo.

A.R.- Es fácil hallar sociólogos, historiadores, literatos, antropólogos, psiquiatras, etc., que estudian el pasado como una evasión para no comprometerse con la situación presente. En cambio, hay otros que a pesar de su temática ubicada en el pasado no se quedan allí, sino que la relacionan con el presente aportando elementos a la ideología dominante y disuadiendo a los sectores populares en sus propósitos reivindicativos. Tú encarnas una opción diferente, como lo has demostrado con “Hombres de caminos”; en tal sentido, quisiera que la hagas explícita.

M.G.- A mí el pasado mismo no me interesa.  El pasado me interesa en la medida que explica un presente y prepara un porvenir.  Cuando un escritor o un novelista -para situamos en mi propio campo- toma una lucha popular ocurrida hace cincuenta o cien años, pero hablando al presente plantea que esta lucha, tan cargada de heroísmo y abnegación, fue, sin embargo inútil, está dando un mensaje, revestido con la caduca filosofía del humanismo burgués, según el cual los pueblos no deben seguir el camino de la rebelión armada, pues ésta no trae sino muerte y destrucción.  Por cierto, un mensaje de esta naturaleza va contra la corriente de la historia; porque si las rebeliones fracasan o han fracasado -lo cual es verdad-, no por eso el pueblo deja de seguir levantándose en armas, ya que el pueblo tiene otro sentido de la muerte y, además, mediante el desacato la rebelión de los pueblos adquiere su mayor dignidad humana.

         Entonces, yo no utilizo el pasado, digamos, en el caso de la rebelión popular para condenarla, por el contrario, lo exalto y comprendo.  Porque aún en el caso de que yo tratara de denigrarla y por encima de lo que yo pudiera decir, los pueblos y en particular el pueblo peruano seguirá combatiendo. Pero, justamente, por mi  posición de clase, por el camino que yo he adoptado, por el realismo que profeso planteo que aun cuando Isidoro Víllar es ajusticiado, es colgado, sin embargo, la rebelión continuará y eso no lo detiene nadie; no lo detendrán los que ejercen el poder en el Perú, los que gobiernan el Estado con sus instituciones mucho menos lo detendrán la imaginación de cualquier novelista por más capaz que formalmente sea para construir la ficción novelística.

A.R.- A ti te pareció, según recuerdo, que “El Viejo saurio se retira” tulo de tu anterior novela- no debió llamarse así, sino “Ejercicios espirituales" por ser breve y por representar directamente su contenido.  En efecto, los ejercicios espirituales son una práctica para consolidar la fe católica y se suele llevar a cabo en el Colegio Salesiano de Piura, en donde estudiaste y en donde se desarrolla buena parte de esa novela.  En vista de ello, resulta sorprendente que seas el más agudo y descarnado crítico de la Iglesia y de los Ministros del Señor, así como también de las llamadas instituciones tutelares; lo que ahora en “Hombres de caminos” se corrobora. ¿Cómo explicarías lo que ha sucedido en tu persona para llegar a poseer ese ojo develador?

M.G.- Como todo peruano yo me crié en un hogar profundamente católico, pero ya en la niñez entré en contradicción con la fe católica, con la fe cristiana, y eso se hizo más patente durante la adolescencia. No estaba de acuerdo con una religión que se basaba en la noción del pecado de la caída original, que ponía en término central la muerte y el castigo eterno. Esta concepción de la vida, del mundo, que genera sentimientos de culpabilidad, que enturbian la existencia de los hombres me pareció humillante.  Entonces, una primera rebelión es contra esa concepción del mundo basada en el pecado, contra esa concepción que niega la alegría de vivir, que niega la legitimización de los placeres de la vida. 

Contra eso me rebelé y también contra los que manipulaban las conciencias de las gentes a través de la Iglesia.

         Más allá de que existan buenos o malos curas, yo sentía una oposición contra la iglesia como entidad que constreñía y manipulaba, gobernaba las conciencias y esto al servicio de las clases dominantes; cosa que en la época de adolescente no era totalmente consciente, pero si lo intuía.  Con los años, con la experiencia, con la práctica, con los estudios  he ido entendiendo el papel de la Iglesia.  De ahí lo que en “El Viejo saurio se retira” se expresa a nivel juvenil, a nivel instintivo, en “Hombres de caminos” y en todo el ciclo hay ya una condena a la Iglesia en forma más profunda, más total. Sin embargo, no dejo de tomar en consideración que dentro de la Iglesia existen diferentes tipos de sacerdotes; pero yo los tomo como individualidades, porque Incluso cuando tienen buena fe y quieren llevar adelante los supuestos evangelios de Cristo, entran en contradicción con la propia Iglesia, con los propios jerarcas y terminan, además, destruyendo sus propias vidas, como en el caso del Padre Azcárate que aparece tangencialmente en “Hombre de caminos”; pero que ocupa un rango más Importante en "El Viento y la memoria”.

A.R.- En cuanto al aspecto formal de “Hombres de caminos” considero un acierto tu peculiar manera de mostrar la realidad a través de las versiones de los diferentes protagonistas sobre un mismo suceso, tal como se presenta en nuestra vida cotidiana. Igualmente, es un logro el manejo del suspenso; a medida que se avanza en la lectura, se siente la incitaci6n de volver sobre las paginas ya pasadas para desentrañar de una vez lo que uno está presumiendo; este efecto se produce con la narración de diversas escenas relacionadas, pero que se interrumpen para luego ser interpoladas.  Te advierto que lo vertido aquí es pura sensación, puesto que carezco de conocimientos sobre estructura y técnica de la novela; y como podrían estar en la misma situaci6n muchos lectores, te pido una explicación al respecto.

M.G.- Voy a relacionar mi respuesta a una de tus preguntas anteriores, a la de mis fuentes. Yo te decía que una de mis fuentes era también el aporte de la modernidad literaria; en el sentido de que ya no se puede contar una historia de la manera como lo hacían nuestros grandes escritores como Arguedas o Alegría.  Bien, en “Hombres de caminos” he incorporado todo lo que me parece que es un aporte de la novelística Contemporánea.  Justamente uno de los aportes de esa novelística es dejar al lector, o mejor dicho, que el lector también fuese un personaje más de la novela, porque el lector recompone finalmente todo el proceso en su propia mente, en su propia conciencia.

         Por otra parte, eso está ligado a mi concepción de la novela en el sentido de que ésta es un espacio para la experimentación formal. Aquí puede haber un peligro:  el de caer en el formalismo. Se cae en el formalismo cuando se experimenta en el aire, cuando ese experimentalismo no está al servicio de los contenidos humanos. Yo he dicho en otra oportunidad: que la novela es un hecho humano, y social.  Toda la experimentación técnica que hace un novelista debe servir para que el lector perciba de manera más viva, más sugestiva e inquietante, la historia que se está contando; en ese sentido, la novela contemporánea ha hecho aportes fundamentales.

         Yo utilizo estos recursos que se dan a nivel estructural, a nivel técnico y a nivel lingüístico.  Por ejemplo, algunos han reparado en la diversidad estilística que hay en “Hombres de caminos”.  La primera parte, dejando de lado la obertura, el primer capítulo adopta un lenguaje que recuerda, pero a la vez parodia, el de un escritor regionalista, Gonzálezpradista de comienzos de siglo. En el segundo capítulo hay un contrapunto, se cuentan dos historias:  la epopeya de Rodolfo Lama Farfán de los Godos y el diálogo entre Sansón Carrasco e Isodoro Villar.  En el último capítulo, "Debajo de la línea equinoccial", se nos cuenta el final de este movimiento de debelación del frente de bandoleros a través de tres testigos; de dos testigos fijos el caso de Antonio "El Moro" y el caso del Dr. González; y además, con los puntos de vista de los policías y también de "Lindura" que completan desde diferentes perspectivas este mismo hecho.

         Bien, me quiero referir al segundo capítulo. En el segundo capítulo hay un contrapunto: se cuenta la historia de Rodolfo Lama Farfán de los Godos y se alterna con la historia de Isidoro Villar. La historia de Rodolfo Lama Farfán de los Godos está contada en un tono de epopeya burlesca, es decir, como parodia de un "Homero" aldeano que cuenta !a historia desde el punto de vista de los terratenientes. El punto de vista de clase del narrador se nota precisamente en esto, que es una epopeya burlesca; porque las clases dominantes que llevan a cabo una campaña de cerco y exterminio contra los sectores populares no son verdaderamente héroes, o en todo caso lo son de manera degradada si vale la contradicción. Esta concepción me llevó a elegir el tono de epopeya, pero de epopeya en joda, de kitsh homérico. De ahí que el lenguaje tiene un tono vanguardista, irreverente, de tomadura de pelo; sin embargo, dentro de la burla me sirve también para comprender el pensamiento y la conciencia de Lama Farfán de Godos.

         Permíteme ser reiterativo: pienso que un escritor, por lo menos éste es mi caso, debe echar mano de todos los recursos que le proporciona la novela contemporánea; además, debe desarrollarlos -está la gran enseñanza de Joyce- con el fin de presentar en forma más sugestiva y desde perspectivas inéditas las realidades humanas y sociales materia de la novela. Entre estos recursos se halla la diversidad estilística que debe responder a necesidades internas del relato y tener un carácter funcional.

         Ahora debo reconocer que todo esto no es un proceso enteramente racional.  Como ya he dicho, yo no soy un escritor que, previamente al ponerse a escribir, hace un esquema minucioso sobre la novela como, de manera legítima, lo hacen otros novelistas; pero no es ésta mi manera. Al empezar cada capítulo yo no sé cómo voy a escribirlo, medito algo y luego voy experimentando hasta que surge el tono y me doy cuenta. Al narrador, cuando empieza un capítulo, se le  abren mil posibilidades, de acuerdo a su capacidad inventiva y a la dimensión de su cultura literaria. Pero uno descubre que una sola forma -estructura, punto de vista, lenguaje- es la adecuada, la necesaria.  A veces se escribe mucho y al fin se da cuenta que ha errado el camino, y no hay más remedio que desandar lo recorrido y empezar de nuevo.

         Pero volvamos a la diversidad estilística. En “Hombres de caminos” existe una cierta variedad de estilos, pero es en mi novela grande, “El viento y la memoria” donde la diversidad estilística alcanza su máximo desarrollo, pues tiene trece capítulos y cada capítulo contiene dos subcapítulos ;-que cuentan dos historias relacionadas de manera posee su propia estructura, lenguaje y técnicas. ¿Responde esto a una demostración de fatuo virtuosismo? No lo creo, pues responde a necesidades internas y, a la vez que está reconstruyendo la probable historia de los VilIar, está dejando testimonio de su propio proceso espiritual, que incluye su propio aprendizaje del arte de la novela.  Por  cierto, esto lo lleva a utilizar formas que recuerdan a sus grandes maestros.  En el caso de la literatura occidental recuerdan a Joyce, Proust, Kafka, FauIkner, Beckett y tantos otros más. De los escritores latinoamericanos se notan ecos de Borges, Guimaraes Rosa, Asturias, Carpentier, Onetti, Rulfo; pero siempre con un toque personal que señala un cierto distanciamiento.

         Te diré lo siguiente: si la historia que estoy narrando me impusiera una prosa barroca a lo Lezama Lima, lo haría, lo mismo si requiriese de una prosa cartesiana y decimonónica como la de Ribeyro; desde luego, en ambos casos lo haría con su pátina de parodia e ironía.

A.R.- ¿Cuál es tu concepción del oficio del escritor?

M.G.-Pienso que el escritor se debate entre dos solicitaciones. Por una parte, la pasión literaria y, por otra parte, el requerimiento social. Tú sabes que las pasiones son exclusivas o tienden a lo exclusivo. Es una contradicción que el escritor debe darle solución de alguna manera.

         En el caso mío, esto me produjo situaciones conflictivas de cómo ser escritor y a la vez responder a las solicitaciones de la realidad social; pues, como hombre público, todo escritor es llevado a adoptar  una posición.  No se puede ser indiferente. Tendría yo que hablarte dentro de mi oficio de escritor de la experiencia de “Narración”.

         Curiosamente, desde el punto de vista individual, yo soy un tipo que tiende más bien al aislamiento; pero por la situación de mi país, por la propia práctica me di cuenta que era necesario intervenir en la contienda si es que se quiere vivir con algún decoro. No sé si lo he logrado. No sé si estoy a la altura de las circunstancias. En fin, uno de los caminos fue sacar una revista como “Narración”, que no fuera una revista puramente literaria.

         Ahora bien, esto me llevó a asumir tareas ante las cuales yo siempre me sentí impotente, como el de ejercer la crítica, por ejemplo.  Pero no sólo la crítica literaria, la crítica del pensamiento, sobre cuestiones de ideología, de política, otra manera fue escribiendo crónicas sobre las luchas populares y en fin otras formas de compromiso.  Sin embargo, entre los géneros, la novela, no diré que es la más difícil pero sí el que requiere mayor dedicación, mayor trabajo. No se puede ser novelista los fines de semana.  No se puede ser novelista en las vacaciones anuales que nos da nuestro centro de trabajo.  Esto me produjo serios problemas y tal vez explique -por lo menos en parte- porqué no he publicado con mayor continuidad; así que tuve que optar por priorizar mi tarea de novelista, de narrador sin dejar las otras actividades, especialmente el debate de las ideas, particularmente lo que tiene que ver con la literatura y con las formas de compromiso social del escritor.

A.R.- Te he escuchado decir, contrariando la opini6n de un escritor, que el oficio de novelista no es solitario. Ahora quisiera que precises lo dicho.

M.G.- El planteamiento pertenece a un escritor por el que siento la mayor admiración y dice -poco más o menos- que el novelista practica el oficio más solitario de la tierra.  Es verdad: nadie más que el propio novelista puede escribir la novela que lo obsesiona, al margen de si el producto de su trabajo resulte un éxito o fracaso. Pero la aseveración es sólo parcialmente verdadera.  ¿Es exacto decir que el novelista está solo cuando escribe?  No, pues el novelista está con su memoria y el lenguaje.  Y qué es la memoria, sino el mundo metido dentro de la conciencia; y en cuanto al lenguaje,  es una realidad social, comunitaria y en permanente desarrollo.

         Cualquier novelista que respete su oficio puede aceptar la demanda flaubertiana de buscar la palabra justa, la palabra insustituible, pues, como dice también Borges no existen los sinónimos en literatura.  Esto es pertinente, pero hay que agregar que la palabra justa no siempre se encuentra en los diccionarios. Recuerdo haberle escuchado a Arguedas decir que cuando tenía problemas de lenguaje iba a los mercados populares a escuchar a las  placeras; y Rabelais, no habría sido Rabelais si no hubiera tenido oído para oír el lenguaje callejero, el lenguaje de las ferias y de las grandes celebraciones populares.  En mi caso, debo confesar que muchos problemas de lenguaje me fueron resueltos por mis excelentes padres y cuánto debo a mi memoria donde persisten las viejas voces de los barrios pobres y de los pueblos perdidos entre los arenales.

         Por otro lado, en mi caso tampoco he estado solo, sino que he sido sostenido por la fe, la solidaridad y el apoyo práctico y efectivo de tantos amigos y amigas y por los míos más cercanos.

A.R.- ¿Qué aconsejas a los escritores de filiación popular?

A.M.- A los escritores que tuvieron la ventura de nacer en el seno del pueblo, yo les pedirla que no se desclasen, que no se dejen ganar por los supuestos encantos de la burguesía, que no sucumban a sus mitos, como aquellos que afirman que la "maginalidad", los "exilios interiores" y la “facultad de indiferencia" constituye la más alta dignidad de un escritor.  Pero esto es pura basura; en cambio, si permanecen fieles a su extracción de clase y profundizan su vinculaci6n con las masas más  pobres, evitarán, de un lado, caer en el formalismo esteticista cocinado con materia popular (mercancía muy bien cotizada por el gusto burgués); de otro, estarán en condiciones de interpretar de manera profunda y con lenguaje nuevo y vigoroso el Perú actual cuyos rasgos más saltantes son, por una parte, la descomposición del  Estado y la caducidad histórica de las clases explotadoras, y la otra, la heroica insurgencia de las fuerzas nuevas que sin duda habrán de prevalecer.

A.R.- Dime, Miguel ¿no será un hombre poseído de una fuerte agresividad que la descargas vigorosamente en el escenario literario -donde contienden las ideas- con la destreza de tu pluma y bajo la orientación de la filosofía marxista?  En relación a lo dicho, ¿suscribirías la siguiente proposición?:  las armas no son los únicos pertrechos bélicos. ("1879 cien años después", exposición de Luis Jaime Cisneros -Julio de 1979- ante los jefes y oficiales de la Guarnici6n de Lima, en el auditórium del Ministerio de Guerra).

M.G.- En efecto, existe también el arma de la crítica; pero nada se podría alcanzar sin la crítica de las armas. Si no se comprende esto último, estaremos condenados a vivir para siempre en la ilusión.
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