PARTE IV
MIGUEL GUTIERREZ Correa
CONVERSA
CON
ANTONIO RENGIFO Balarezo
EN
TORNO A SU NOVELA: “HOMBRES DE CAMINOS”
Después de “El Viejo saurio se retira”,
novela publicada en 1969, Miguel Gutiérrez Correa (n. Piura, 1940) no volvió a
publicar ninguna otra novela -aunque sí lo hizo con un cuento memorable,
"Una vida completamente ordinaria", en la revista “Narración” N° 3,
1974, y ensayos literarios o ideológicos, ahí mismo o en otras publicaciones–
hasta 1988 en que aparece “Hombres de caminos”, novela que motivó esta
entrevista que le hiciera el sociólogo Antonio Rengifo.
En esta entrevista se alude a otra
novela aparecida en 1991, “La violencia del tiempo”, aunque ahí se la menciona con el
título primigenio -después desechado- "El viento y la memoria". Pese
al tiempo transcurrido, la entrevista de Antonio Rengifo -que, por diversos
avatares, no pudo publicarse oportunamente- tiene un insoslayable valor
testimonial como asimismo una riqueza conceptual que la hacen conservar frescura, importancia y actualidad.
(SIETEVIENTOS, revista)
A.R.-
Si “Hombres de caminos” conforma un ciclo de cinco novelas, y ya tienes
terminadas tres, ¿cómo es que decides publicar esa y no
cualquiera de las otras?
M.G.-
En realidad, yo pensaba publicar “El Viento y la Memoria” que es, dentro del
ciclo, la novela más amplia y compleja;
pero en la conversación que sostuve con el editor me hizo reparar en su
amplitud y
en
el alto costo que significaría la publicación; en seguida me preguntó si tenía
otra u otras novelas que servirían para lanzar, si se quiere, "El Viento y
la Memoria". O también, si esta novela tan amplia, (unas ochocientas o
novecientas páginas ya en libro editado), se pudiera desglosar en dos o tres
partes. Le respondí que por su estructura no podía comprimirse ni desglosarse.
Bueno, esto me hizo pensar en las otras
novelas del ciclo ya concluidas y determiné la publicación en primer lugar de
“Hombres de Caminos”; pudo haber sido "El nacimiento de Martín
Villar", la primera novela de esta serie que empecé el 79 y terminé el
80, y que no he vuelto a leer desde entonces, cosa que haré apenas termine de
mecanografiar "El Viento y la Memoria"; en cambio, ya había pasado en
limpio “Hombres de caminos”. Esa fue la
razón.
A.R.-
¿C6mo se produjo y de dónde vino el envión o el despegue para que agarraras
vuelo y escribieras “Hombres de caminos”?
M.G.-
Creo que no hubiera producido Hombres de caminos, si no hubiera estado con todo
el fuego prendido debido al trabajo constante de mi novela grande. Yo sabía,
dentro de mi proyecto novelístico, cuyo eje es la familia Villar, que una de
las novelas iba a versar sobre Isidoro Villar, uno de los descendientes de
Miguel Francisco Villar con la india Sacramento Chira, un Villar de la tercera
generación que había escogido el camino del bandolerismo; pero no sabía cuándo
iba a escribirla. Y, un poco como se
narra en la obertura, ocurrió que una noche mientras escribía un capítulo de
"El viento y la memoria" sentí que había llegado el momento de contar
la historia de Isidoro Villar el bandolero.
De modo que hice un paréntesis en la novela que, en medio de enormes
dificultades y tensiones, venía trabajando desde hace varios años, y en
cincuenta días escribí, como tú dices, de un solo envión, lo que después titulé
“Hombres de caminos”. En total esta novela me ha llevado unos tres meses, entre
su escritura y el pasado en limpio.
Repito, esto fue posible porque estaba
en un trabajo continuo de doce horas diarias. De tal manera que la historia de
Isidoro Villar surgió espontánea y muy fluidamente. No pensé su estructura. En
ese sentido, yo no soy -digamos- el escritor que hace esquemas, planos y otros
recursos para escribir su novela. Un poco que yo la estructura la tengo en la
cabeza y la voy desarrollando. “Hombres de caminos” surge de esta manera,
espontáneamente y de un solo tirón. Creo que ya me era conocido, me era
familiar el mundo de los Villar, y, además, todos estos años de trabajo me
habían aligerado la mente y los dedos para escribir.
A.R.-
Después de saber cómo se ha
gestado “Hombres de caminos”, quisiera que me digas cuáles han sido las
fuentes.
M.G.-Yo
creo que en “Hombres de caminos” hay tres fuentes principales. La primera es la tradición oral, la memoria
colectiva en la que se incluye también la memoria familiar. Una segunda fuente es la novela regionalista,
la narrativa anterior a Ciro Alegría y José María Arguedas; y también la propia
narrativa de Alegría y Arguedas. Creo que en mi lectura de Ciro Alegría, que la
hice cuando estaba en segundo o tercero de media, me impactó mucho; por
ejemplo-en el caso de Los perros hambrientos- de la historia de los hermanos
Celedonios; recuerdo mucho el capítulo "Las papayas". Luego en “El Mundo es Ancho y Ajeno”, la figura del "fiero"
Vásquez. Además, esto me ha de recordar toda esa tradición de rebeldía y las
historias de bandoleros que yo había escuchado en mi infancia. Estas son las
fuentes primarias.
Ahora bien, sobre esas bases actúa la
invención; porque la novela es fundamentalmente invención, una ficción. Por ejemplo, tomemos el nombre de Carmen
Domador. Ese nombre no me pertenece a mí. Ese nombre existió y yo lo tomé del
hermoso libro de López Albújar “Los Caballeros del delito”. Pero tan sólo he tomado el nombre de Carmen
Domador, toda la historia que cuento es invención, fabulación.
Naturalmente, yo no puedo escribir ya
como los regionalistas; entonces aprovecho todo el aporte de la modernidad
literaria. Admiro mucho a Alegría y a Arguedas, pero ya no se puede escribir
como ellos. De tal manera que en “Hombres
de caminos” rindo homenaje a este tipo de escritores; es el caso de
"Sansón Carrasco", uno de los seudónimos de López Albújar. Como tú te habrás
dado cuenta en “Hombres de caminos” hay una cierta parodia del lenguaje
ampuloso tan propio del naturalismo y modernismo, porque soy, finalmente, un escritor de mi época.
Y así, de una parte, rindo homenaje a la tradición narrativa, y de otra, señalo
mi distanciamiento. Esto se lo debo a lo que se llama la modernidad
literaria. Después de leer a Proust,
Joyce, Kafka, Faulkner, Beckett, ya no se puede escribir como lo hicieron esos
grandes novelistas.
A.R.-
“Hombres
de caminos” -título de la novela- es la denominación que das a los bandoleros
en sentido figurado. Pero, además de la metáfora, el surgimiento del bandolerismo
obedece a determinadas condiciones sociales y. existe una
tipología de bandoleros. ¿Qué opinión te merece el tratamiento del bandolerismo
en tu novela y cómo aprecias a los protagonistas de tu ficción?
M.G.-
No puedo tener yo una apreciación demasiado objetiva sobre si he tratado bien o
no este fenómeno del bandolerismo. Aunque las historias de bandoleros me
subyugan desde la infancia, en la actualidad no tiene un interés vital para mí
escribir sobre bandoleros. Los bandoleros me interesaban como una de las formas
de rebeldía popular. Hasta qué punto he
logrado reflejar esta forma de rebeldía popular, No te lo puedo decir.
Ahora, conversando con diferentes
gentes, algunos tienen preferencias por uno u otro bandolero de “Hombres de
caminos”. Por ejemplo, algunas amigas se han quejado y me han dicho que he
matado muy temprano a Carmen Domador.
Incluso, una de esas amigas me dijo que Carmen Domador era su tipo de
hombre. A otros les Impresiona Isidoro Villar, en fin...
Tal vez la figura de Carmen Domador
resulte más cautivante por la forma
romancesca como cuenta su historia; lo que cuenta a Sansón Carrasco
viene a ser una paráfrasis de una "cumanana" que acompañada por la
guitarra le contara el propio Carmen Domador sin que él supiera que era el
famoso bandolero.
A.R.-...
y
hasta
"El Negro Chokeko" resulta atractivo.
M.G.-
No eres tú
la
primera persona que me lo dice; otro amigo también se refirió a
"Chokeko" con mucha simpatía. En cuanto a mí me interesaba este
personaje por el proceso de transformación que se opera en él; pues, finalmente,
los hombres por más degradados que estén pueden asumir otro camino, superar su
propia vileza y abyección, Siempre hay
la posibilidad de transformar o enrumbar la existencia que por ciertos factores
ha caído muy bajo. "Chokeko"
se transforma porque durante la expedición de exterminio descubre que si bien
tiene rivalidad con Isidoro Villar, Carmen Domador y Pasión López, hay algo en común con
sus adversarios, y es el odio contra el blanco, contra el terrateniente. Y el
propio "Lindura", que es el personaje de mayor defectividad humana,
al final encuentra -sí se quiere- una reivindicación. Perdida toda esperanza y
a la hora de la verdad, termina maldiciendo al terrateniente y Prefecto Lama;
de modo que en su monólogo final, revela que ha entregado su alma al Diablo e
Invoca a sus poderes para que destruya y castigue al blanco Lama Farfán de los
Godos, hombre místico y lujurioso y que está sembrando la desolación y la
muerte en la tierra piurana.
A.R.- Entre los
personajes que ocupan mayor espacio en Hombres de caminos figuran Isidoro
Villar, el bandolero, y Rodolfo Lama Farfán de los Godos, el terrateniente. ¿A cuál
de ellos lo consideras
como el personaje mejor logrado?
M.G.-
Mira, tampoco en esto puedo ser objetivo. Creo que ésta es tarea de los
críticos y de los lectores. Hace poco, en la presentación de mi libro, Vargas
Vicuña destacó una cosa de Isidoro Villar de la cual yo era consciente, en parte;
digamos que Isidoro Villar, a pesar de que es un hombre hermético, que no tiene
ese encanto de Carmen Domador, sin embargo, posee toda una doctrina, una
filosofía de vida. Es un hombre, digamos, que ha nacido para la paz; pero la
realidad misma lo conduce al camino de la violencia.
Hay una parte en que él lleva toda una
educación, se impone una dolorosa educación para erradicar de sí mismo todo
residuo de piedad. Sí, hay un
aprendizaje de la violencia, no porque ame la violencia, sino porque comprende
que la violencia es necesaria; pero en el fondo es un hombre bueno, pacífico,
cargado de sabiduría. De los Villar es, entre esos dos mundos en que está
dividido el linaje de los Villar –el mundo de los indios y el mundo encarnado
por el godo fundador del linaje Miguel Francisco Villar- el que opta por el
mundo de Sacramento Chira, el mundo de los gentiles, de los antepasados; y
tiene toda una concepción de la vida. De ahí que él pida ser enterrado con sus
antepasados en el fondo del desierto, donde subyacen sus mayores y en donde lo están esperando. El
piensa en la reivindicación final de su raza.
Sin embargo, algunos han hecho notar
que Rodolfo Lama Farfán de los Godos está concebido con el mismo decoro
literario que el de los bandoleros u otros personajes. Esto me alegra. Porque -de acuerdo a mi
concepción de la novela y del novelista- la novela debe reflejar el mayor
número posible de personajes, de seres humanos, hombres, mujeres, niños,
ancianos, hombres cultos, hombres primitivos, hombres heroicos, hombres
degradados, etc.
Entonces, junto con su caracterización
de clase, yo necesitaba comprender a Rodolfo Lama en su individualidad como
ser humano, aunque sea una humanidad degradada.
El novelista debe reflejar el mayor
número de personajes como símbolo de la complejidad de la vida. ¿Lo he logrado
o no lo he logrado? Bueno, me han dicho que Rodolfo Lama Farfán de los Godos es
uno de los personajes mejor caracterizados.
A.R.- Isidoro
Villar es un bandolero que puede reflexionar sobre su propia condición a diferencia
del resto...
M.G.-
Sin embargo, yo creo que el propio Isidoro Villar dice en algún momento que el
de la doctrina es Pasión López. Pasión López es el que les da la dimensión
social; porque tanto Carmen Domador como Isidoro Villar se han rebelado por situaciones
de tipo familiar o individual. El caso
de Carmen Domador, porque se siente defraudado moralmente por su padre adoptivo
que ha descreído de él; Isidoro Villar ha sufrido, a nivel de familia, una
humillación y él quiere vengar ese agravio.
En el caso de Pasión López, ha sido
Rodolfo Lama quien mató a Vardelú López, su padre, en el levantamiento comunero
de los chalacos en 1883 cuando tomaron Piura. En esa circunstancia, Rodolfo
Lama, quien era un joven que no sabía qué camino seguir, descubre la raíz de su
ser y fusila a numerosos comuneros y da muerte al padre de Pasión López. De modo que Pasión López es impulsado
al bandolerismo no por razones de tipo económico ni de resentimiento
individual, sino porque en él se conjugan la venganza familiar y el mandato de
toda la comunidad. Pasión López es el
que forja el frente de los bandoleros.
De ahí que Isidoro Villar afirme que Pasión López es el de la doctrina.
Esto de la doctrina tiene que ver más
adelante con un personaje de "El Viento y la memoria". Es el
personaje Bauman de Metz, alsaciano lorenés que llegó a Piura durante la
ocupación chilena y a
quien los historiadores adictos a los terratenientes señalan como el incitador
de los comuneros contra los terratenientes de Piura. Los comuneros de Chalaco
entraron gritando ¡Viva La Comuna! Vemos ahí cómo este extranjero le da un
contenido y
una
perspectiva a una lucha secular que tenían los comuneros de Chalaco contra los
terratenientes piuranos. Pasión López
acoge esa "doctrina", como la llama Isidoro Villar. Carmen Domador e Isidoro Villar al comprender
el pensamiento de Pasión López elevan el sentido de sus luchas, trascendiendo la motivación
de reivindicación meramente individual o familiar.
A.R.- En buena
parte de Hombres de Caminos se desencadena la violencia. Considero que no hay ninguna
exageración. Sabemos que la vida es violenta y que la rebeldía popular ha sido
sistemáticamente reprimida, ocultada o distorsionada por los detentadores
del poder y por su ideología dominante. De ahí surge uno de los méritos
de “Hombres de caminos”: rescatar la
tradición de lucha campesina y contribuir a mover conciencias en el momento
actual. Esta apreciación que se ha suscitado en mí,
como
lector, ¿también
se ha producido en ti como novelista? O,
dicho en otras palabras, ¿hubo premeditación de tu parte?
M.G.-
Nosotros vivimos en un mundo de violencia, nacemos dentro de la violencia;
existen, por supuesto, diferentes formas de violencia. Pienso que desde niño he
tenido un sentimiento -por no decir conciencia- del mundo en que nos
desarrollamos. En Piura, como en todos los pueblos, el espacio urbano está
distribuido por clases sociales.
En mi infancia viví en los extramuros
de Piura, en los barrios de gente pobre.
Los pobres de Piura llamaban "blancos" a los terratenientes o poderosos,
fueran o no étnicamente blancos; en cambio a los blancos pobres se les decía
"colorados" o "serranos" contra quienes ejercían violencia
y marginación cuando iban a vivir en sus barrios; ésta era una. de las cosas
que me causaba mayor desazón porque yo sentía que era una actitud injusta; después fui
comprendiendo que aquello se debía a la impotencia e imposibilidad de descargar
su legítima cólera y arremeter sobre las clases sociales privilegiadas; los
blancos pobres representaban
vicariamente a los blancos terratenientes y demás poderosos.
Bueno, yo me he criado en ese mundo de
violencia espesa y soterrada. Más adelante pude descubrir las raíces de la
violencia que existe en los poderosos como sistema de explotación para ejercer
la violencia, violencia policial, política, clerical, social, cotidiana;
asimismo, pude descubrir la razón de ser de la otra violencia, la popular, que
en zonas atrasadas se manifestaba; más allá de lo individual, en forma de bandolerismo. Por eso, yo he querido rescatar la tradición de lucha. de rebeldía, la
respuesta a la violencia de los ricos, de los terratenientes, de los poderosos,
por parte de las capas oprimidas del pueblo ... Esto que las capas ilustradas
de Piura nos hacían pasar como conductas aberrantes.
En tomo a los comuneros de Chalaco,
había toda una mitología. Decían que eran gentes traidoras, sanguinarias,
despreciables. Estudiando el porqué de esa aversión a los chalacos, descubrí
que eso tenía un origen en la gran rebelión de los chalacos, contra los
terratenientes piuranos; yo he querido rescatar esa tradición de lucha. Es
decir, yo he sido consciente en la propuesta, y, en esto tiene que ver mi
propia posición ideológica, mi propia posición de clase; en última instancia yo
he adoptado un camino que no es, por supuesto, el de los poderosos ni de los
terratenientes del Perú.
A.R-
Una obra literaria también se valora por el momento de su aparición. y “Hombres
de caminos” ya se encuentra en las librerías. Desde esta perspectiva, ¿tu
novela guarda correspondencia con la situación actual que vive nuestro país?
M.G.-
Las acciones de la novela se sitúan en 1910; sin embargo, mientras yo escribía
Hombres de caminos no olvidé en ningún momento lo que viene ocurriendo en el
Perú. Creo yo que el lector al leer la novela en alguna forma también está
leyendo el presente, lo que está ocurriendo en este momento. Yo he procurado,
eso sí, que esté expresado literariamente, y no de manera explícita como
discurso aparte' he procurado que surja de las acciones mismas, de la misma
trama de la novela. En eso sí he tenido especial cuidado. Es el trabajo propio
de un artista, de todo escritor.
A.R.-
Efectivamente, al leer Hombres de caminos me asaltan incontenibles
asociaciones con los sucesos que más conmocionan a nuestro país. Numerosos son
los pasajes que suscitan tales asociaciones. Sólo mencionaré los siguientes: la
coligación de todos los Poderes del Estado bajo la dirección del
Prefecto Rodolfo Lama Farfán de los Godos en los preparativos, elaboración y
aplicación del plan de exterminio de los bandoleros; el otro pasaje se refiere
a los funerales de Isidoro
Villar que, por lo demás, considero un gran logro literario. Si lo que te acabo
de exponer sucediera con otros lectores, ¿cómo lo tomarías?
M.G.-
Lo tomaría como un éxito. Lo tomaría, en alguna medida, como un logro parcial
de mis objetivos. A propósito de los funerales de Isidoro Villar -esto se
relata en el epílogo que se llama "Ninguna lágrima por Isidoro
Villar"-, te diré que mientras escribía este episodio, en realidad, yo
estaba pensando en el genocidio del 18
y 19 de Junio de 1986 en los presidios de "El Frontón",
“Lurigancho" y “Santa Bárbara".
Estaba pensando en esa resistencia heroica de los combatientes sociales,
entre los que se encontraba mi hijo Carlos Eduardo.
A.R.-
Es fácil hallar sociólogos, historiadores, literatos, antropólogos,
psiquiatras, etc., que estudian el pasado como una evasión para no
comprometerse con la situación presente. En cambio, hay otros que a pesar de su
temática ubicada en el pasado no se quedan allí, sino que la relacionan
con el presente aportando elementos a la ideología dominante y disuadiendo
a los sectores populares en sus propósitos reivindicativos. Tú encarnas una
opción diferente, como lo has demostrado con “Hombres de caminos”; en tal
sentido, quisiera que la hagas explícita.
M.G.-
A mí el pasado mismo no me interesa. El
pasado me interesa en la medida que explica un presente y prepara un
porvenir. Cuando un escritor o un novelista
-para situamos en mi propio campo- toma una lucha popular ocurrida hace
cincuenta o cien años, pero hablando al presente plantea que esta lucha, tan
cargada de heroísmo y abnegación, fue, sin embargo inútil, está dando un
mensaje, revestido con la caduca filosofía del humanismo burgués, según el cual
los pueblos no deben seguir el camino de la rebelión armada, pues ésta no trae
sino muerte y destrucción. Por cierto,
un mensaje de esta naturaleza va contra la corriente de la historia; porque si
las rebeliones fracasan o han fracasado -lo cual es verdad-, no por eso el
pueblo deja de seguir levantándose en armas, ya que el pueblo tiene otro
sentido de la muerte y, además, mediante el desacato la rebelión de los pueblos
adquiere su mayor dignidad humana.
Entonces, yo no utilizo el pasado,
digamos, en el caso de la rebelión popular para condenarla, por el contrario,
lo exalto y comprendo. Porque aún en el
caso de que yo tratara de denigrarla y por encima de lo que yo pudiera decir,
los pueblos y en particular el pueblo peruano seguirá combatiendo. Pero,
justamente, por mi posición de clase,
por el camino que yo he adoptado, por el realismo que profeso planteo que aun
cuando Isidoro Víllar es ajusticiado, es colgado, sin embargo, la rebelión
continuará y eso no lo detiene nadie; no lo detendrán los que ejercen el poder
en el Perú, los que gobiernan el Estado con sus instituciones mucho menos lo
detendrán la imaginación de cualquier novelista por más capaz que formalmente
sea para construir la ficción novelística.
A.R.-
A ti te pareció, según
recuerdo, que “El Viejo saurio se retira” –título de tu anterior novela-
no debió llamarse así, sino “Ejercicios espirituales" por ser breve y por representar
directamente su contenido. En efecto,
los ejercicios espirituales son una práctica para consolidar la fe católica
y se suele llevar a cabo en el
Colegio Salesiano de Piura, en donde estudiaste y en donde se desarrolla
buena parte de esa novela. En vista de
ello, resulta sorprendente que seas el más
agudo y descarnado crítico de la Iglesia y de los Ministros
del Señor, así como también de las llamadas instituciones tutelares; lo
que ahora en “Hombres de caminos” se corrobora. ¿Cómo explicarías lo que
ha sucedido en tu persona para llegar a poseer ese ojo develador?
M.G.-
Como todo peruano yo me crié en un hogar profundamente católico, pero ya en la
niñez entré en contradicción con la fe católica, con la fe cristiana, y eso se
hizo más patente durante la adolescencia. No estaba de acuerdo con una religión
que se basaba en la noción del pecado de la caída original, que ponía en
término central la muerte y el castigo eterno. Esta concepción de la vida, del
mundo, que genera sentimientos de culpabilidad, que enturbian la existencia de
los hombres me pareció humillante.
Entonces, una primera rebelión es contra esa concepción del mundo basada
en el pecado, contra esa concepción que niega la alegría de vivir, que niega la
legitimización de los placeres de la vida.
Contra
eso me rebelé y también contra los que manipulaban las conciencias de las
gentes a través de la Iglesia.
Más allá de que existan buenos o malos curas,
yo sentía una oposición contra la iglesia como entidad que constreñía y
manipulaba, gobernaba las conciencias y esto al servicio de las clases dominantes;
cosa que en la época de adolescente no era totalmente consciente, pero si lo
intuía. Con los años, con la
experiencia, con la práctica, con los estudios
he ido entendiendo el papel de la Iglesia. De ahí lo que en “El Viejo saurio se retira”
se expresa a nivel juvenil, a nivel instintivo, en “Hombres de caminos” y en
todo el ciclo hay ya una condena a la Iglesia en forma más profunda, más total.
Sin embargo, no dejo de tomar en consideración que dentro de la Iglesia existen
diferentes tipos de sacerdotes; pero yo los tomo como individualidades, porque
Incluso cuando tienen buena fe y quieren llevar adelante los supuestos
evangelios de Cristo, entran en contradicción con la propia Iglesia, con los
propios jerarcas y terminan, además, destruyendo sus propias vidas, como en el
caso del Padre Azcárate que aparece tangencialmente en “Hombre de caminos”;
pero que ocupa un rango más Importante en "El Viento y la memoria”.
A.R.-
En cuanto al aspecto formal de “Hombres de caminos” considero un acierto tu
peculiar manera de mostrar la realidad a través de las versiones de los
diferentes protagonistas sobre un mismo
suceso, tal como se presenta en nuestra vida cotidiana. Igualmente,
es un logro el manejo del suspenso; a medida que se avanza en la lectura, se
siente la incitaci6n de volver sobre las paginas ya pasadas para desentrañar de
una vez lo que uno está presumiendo; este efecto se produce con la narración de
diversas escenas relacionadas, pero que se interrumpen para luego ser interpoladas. Te advierto que lo vertido aquí es pura
sensación, puesto que carezco de conocimientos sobre estructura y técnica
de la novela; y como podrían estar en la misma situaci6n muchos
lectores, te pido una explicación al respecto.
M.G.-
Voy a relacionar mi respuesta a una de tus preguntas anteriores, a la de mis
fuentes. Yo te decía que una de mis fuentes era también el aporte de la
modernidad literaria; en el sentido de que ya no se puede contar una historia
de la manera como lo hacían nuestros grandes escritores como Arguedas o
Alegría. Bien, en “Hombres de caminos”
he incorporado todo lo que me parece que es un aporte de la novelística
Contemporánea. Justamente uno de los
aportes de esa novelística es dejar al lector, o mejor dicho, que el lector
también fuese un personaje más de la novela, porque el lector recompone
finalmente todo el proceso en su propia mente, en su propia conciencia.
Por otra parte, eso está ligado a mi
concepción de la novela en el sentido de que ésta es un espacio para la
experimentación formal. Aquí puede haber un peligro: el de caer en el formalismo. Se cae en el
formalismo cuando se experimenta en el aire, cuando ese experimentalismo no
está al servicio de los contenidos humanos. Yo he dicho en otra oportunidad:
que la novela es un hecho humano, y social.
Toda la experimentación técnica que hace un novelista debe servir para
que el lector perciba de manera más viva, más sugestiva e inquietante, la
historia que se está contando; en ese sentido, la novela contemporánea ha hecho
aportes fundamentales.
Yo utilizo estos recursos que se dan a
nivel estructural, a nivel técnico y a nivel lingüístico. Por ejemplo, algunos han reparado en la
diversidad estilística que hay en “Hombres de caminos”. La primera parte, dejando de lado la
obertura, el primer capítulo adopta un lenguaje que recuerda, pero a la vez
parodia, el de un escritor regionalista, Gonzálezpradista de comienzos de
siglo. En el segundo capítulo hay un contrapunto, se cuentan dos
historias: la epopeya de Rodolfo Lama
Farfán de los Godos y el diálogo entre Sansón Carrasco e Isodoro Villar. En el último capítulo, "Debajo de la
línea equinoccial", se nos cuenta el final de este movimiento de
debelación del frente de bandoleros a través de tres testigos; de dos testigos
fijos el caso de Antonio "El Moro" y el caso del Dr. González; y
además, con los puntos de vista de los policías y también de
"Lindura" que completan desde diferentes perspectivas este mismo
hecho.
Bien, me quiero referir al segundo
capítulo. En el segundo capítulo hay un contrapunto: se cuenta la historia de
Rodolfo Lama Farfán de los Godos y se alterna con la historia de Isidoro
Villar. La historia de Rodolfo Lama Farfán de los Godos está contada en un tono
de epopeya burlesca, es decir, como parodia de un "Homero" aldeano que
cuenta !a historia desde el punto de vista de los terratenientes. El punto de
vista de clase del narrador se nota precisamente en esto, que es una epopeya
burlesca; porque las clases dominantes que llevan a cabo una campaña de cerco y
exterminio contra los sectores populares no son verdaderamente héroes, o en
todo caso lo son de manera degradada si vale la contradicción. Esta concepción
me llevó a elegir el tono de epopeya, pero de epopeya en joda, de kitsh homérico. De ahí que el lenguaje
tiene un tono vanguardista, irreverente, de tomadura de pelo; sin embargo,
dentro de la burla me sirve también para comprender el pensamiento y la
conciencia de Lama Farfán de Godos.
Permíteme ser reiterativo: pienso que
un escritor, por lo menos éste es mi caso, debe echar mano de todos los
recursos que le proporciona la novela contemporánea; además, debe desarrollarlos
-está la gran enseñanza de Joyce- con el fin de presentar en forma más
sugestiva y desde perspectivas inéditas las realidades humanas y
sociales materia de la novela. Entre estos recursos se halla la diversidad
estilística que debe responder a necesidades internas del relato y tener un
carácter funcional.
Ahora debo reconocer que todo esto no
es un proceso enteramente racional. Como
ya he dicho, yo no soy un escritor que, previamente al ponerse a escribir, hace
un esquema minucioso sobre la novela como, de manera legítima, lo hacen otros
novelistas; pero no es ésta mi manera. Al empezar cada capítulo yo no sé cómo
voy a escribirlo, medito algo y luego voy experimentando hasta que surge el
tono y me doy cuenta. Al narrador, cuando empieza un capítulo, se le abren mil posibilidades, de acuerdo a su
capacidad inventiva y a la dimensión de su cultura literaria. Pero uno descubre
que una sola forma -estructura, punto de vista, lenguaje- es la adecuada, la
necesaria. A veces se escribe mucho y al
fin se da cuenta que ha errado el camino, y no hay más remedio que desandar lo
recorrido y empezar de nuevo.
Pero volvamos a la diversidad
estilística. En “Hombres de caminos” existe una cierta variedad de estilos,
pero es en mi novela grande, “El viento y la memoria” donde la diversidad
estilística alcanza su máximo desarrollo, pues tiene trece capítulos y cada
capítulo contiene dos subcapítulos ;-que cuentan dos historias relacionadas de
manera posee su propia estructura, lenguaje y técnicas. ¿Responde esto a una
demostración de fatuo virtuosismo? No lo creo, pues responde a necesidades
internas y, a la vez que está reconstruyendo la probable historia de los VilIar,
está dejando testimonio de su propio proceso espiritual, que incluye su propio
aprendizaje del arte de la novela.
Por cierto, esto lo lleva a
utilizar formas que recuerdan a sus grandes maestros. En el caso de la literatura occidental
recuerdan a Joyce, Proust, Kafka, FauIkner, Beckett y tantos otros más. De los
escritores latinoamericanos se notan ecos de Borges, Guimaraes Rosa, Asturias,
Carpentier, Onetti, Rulfo; pero siempre con un toque personal que señala un
cierto distanciamiento.
Te diré lo siguiente: si la historia
que estoy narrando me impusiera
una prosa barroca a lo Lezama Lima, lo haría, lo mismo si requiriese de una
prosa cartesiana y decimonónica como la de Ribeyro; desde luego, en ambos casos
lo haría con su pátina de parodia e ironía.
A.R.-
¿Cuál es tu concepción del oficio del escritor?
M.G.-Pienso
que el escritor se debate entre dos solicitaciones. Por una parte, la pasión
literaria y, por otra parte, el requerimiento social. Tú sabes que las pasiones
son exclusivas o tienden a lo exclusivo. Es una contradicción que el escritor
debe darle solución de alguna manera.
En el caso mío, esto me produjo
situaciones conflictivas de cómo ser escritor y a la vez responder a las
solicitaciones de la realidad social; pues, como hombre público, todo escritor
es llevado a adoptar una posición. No se puede ser indiferente. Tendría yo que
hablarte dentro de mi oficio de escritor de la experiencia de “Narración”.
Curiosamente, desde el punto de vista
individual, yo soy un tipo que tiende más bien al aislamiento; pero por la
situación de mi país, por la propia práctica me di cuenta que era necesario
intervenir en la contienda si es que se quiere vivir con algún decoro. No sé si
lo he logrado. No sé si estoy a la altura de las circunstancias. En fin, uno de
los caminos fue sacar una revista como “Narración”,
que no fuera una revista puramente literaria.
Ahora bien, esto me llevó a asumir
tareas ante las cuales yo siempre me sentí impotente, como el de ejercer la
crítica, por ejemplo. Pero no sólo la
crítica literaria, la crítica del pensamiento, sobre cuestiones de ideología,
de política, otra manera fue escribiendo crónicas sobre las luchas
populares y en fin otras formas de compromiso.
Sin embargo, entre los géneros, la novela, no diré que es la más difícil
pero sí el que requiere mayor dedicación, mayor trabajo. No se puede ser novelista
los fines de semana. No se puede ser
novelista en las vacaciones anuales que nos da nuestro centro de trabajo. Esto me produjo serios problemas y tal vez
explique -por lo menos en parte- porqué no he publicado con mayor continuidad;
así que tuve que optar por priorizar mi tarea de novelista, de narrador sin
dejar las otras actividades, especialmente el debate de las ideas,
particularmente lo que tiene que ver con la literatura y con las formas de
compromiso social del escritor.
A.R.-
Te he escuchado decir, contrariando la opini6n de un escritor, que el
oficio de novelista no es solitario. Ahora quisiera que precises lo
dicho.
M.G.-
El planteamiento pertenece a un escritor por el que siento la mayor admiración
y dice -poco más o menos- que el novelista practica el oficio más solitario de
la tierra. Es verdad: nadie más que el
propio novelista puede escribir la novela que lo obsesiona, al margen de si el
producto de su trabajo resulte un éxito o fracaso. Pero la aseveración es sólo
parcialmente verdadera. ¿Es exacto decir
que el novelista está solo cuando escribe?
No, pues el novelista está con su memoria y el lenguaje. Y qué es la memoria, sino el mundo metido
dentro de la conciencia; y en cuanto al lenguaje, es una realidad social, comunitaria y en
permanente desarrollo.
Cualquier novelista que respete su
oficio puede aceptar la demanda flaubertiana de buscar la palabra justa, la
palabra insustituible, pues, como dice también Borges no existen los
sinónimos en literatura. Esto es
pertinente, pero hay que agregar que la palabra justa no siempre se encuentra
en los diccionarios. Recuerdo haberle escuchado a Arguedas decir que cuando
tenía problemas de lenguaje iba a los mercados populares a escuchar a las placeras; y Rabelais, no habría sido Rabelais
si no hubiera tenido oído para oír el lenguaje callejero, el lenguaje de las
ferias y de las grandes celebraciones populares. En mi caso, debo confesar que muchos
problemas de lenguaje me fueron resueltos por mis excelentes padres y
cuánto debo a mi memoria donde persisten las viejas voces de los barrios pobres
y de los pueblos perdidos entre los arenales.
Por otro lado, en mi caso tampoco he
estado solo, sino que he sido sostenido por la fe, la solidaridad y el apoyo
práctico y efectivo de tantos amigos y amigas y por los míos más cercanos.
A.R.- ¿Qué aconsejas a los
escritores de filiación popular?
A.M.-
A los escritores que tuvieron la ventura de nacer en el seno del pueblo, yo les
pedirla que no se desclasen, que no se dejen ganar por los supuestos encantos
de la burguesía, que no sucumban a sus mitos, como aquellos que afirman que la
"maginalidad", los "exilios interiores" y la “facultad de
indiferencia" constituye la más alta dignidad de un escritor. Pero esto es pura basura; en cambio, si
permanecen fieles a su extracción de clase y profundizan su vinculaci6n con las
masas más pobres, evitarán, de un lado,
caer en el formalismo esteticista cocinado con materia popular (mercancía muy
bien cotizada por el gusto burgués); de otro, estarán en condiciones de interpretar
de manera profunda y con lenguaje nuevo y vigoroso el Perú actual cuyos rasgos
más saltantes son, por una parte, la descomposición del Estado y la caducidad histórica de las clases
explotadoras, y la otra, la heroica insurgencia de las fuerzas nuevas que sin
duda habrán de prevalecer.
A.R.-
Dime, Miguel ¿no será un hombre poseído de una fuerte agresividad que
la descargas vigorosamente en el escenario literario -donde contienden las
ideas- con la destreza de tu pluma y bajo la orientación de la filosofía marxista? En relación a lo dicho, ¿suscribirías la siguiente proposición?: las armas no son los únicos pertrechos
bélicos. ("1879 cien años después", exposición de Luis Jaime Cisneros -Julio de 1979-
ante los jefes y oficiales de la Guarnici6n de Lima, en el auditórium del Ministerio de Guerra).
M.G.- En efecto, existe también el
arma de la crítica; pero nada se podría alcanzar sin la crítica de las armas.
Si no se comprende esto último, estaremos condenados a vivir para siempre en la
ilusión.
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