Escribe: Milcíades Ruiz
Estamos en el año 19 del siglo en curso
y en un momento crucial de la historia de la humanidad. Lejanos han quedado los
años revolucionarios del capitalismo insurgiendo contra el despotismo
monárquico enarbolando las banderas de libertad, igualdad, autodeterminación de
los pueblos y otros principios doctrinarios contra los cuales hoy se opone
despóticamente, para poder sobrevivir. Pero la dialéctica es inexorable.
EE UU erigió su hegemonía favorecido
por las circunstancias históricas que le dieron prevalencia en el dominio del
planeta. Mientras su fortaleza crecía sin mayor resistencia tenía el campo
libre. Pero la resistencia fue creciendo y entonces tuvo que tomar medidas
militares y políticas para mantener la predominancia. Por la propia dinámica
del capitalismo, su fortaleza se ha venido erosionando perdiendo capacidades,
sin posibilidades de recuperación. La libertad de comercio que antes fue su
estandarte hoy se vuelve contra sí, causándole serias heridas.
Antes era enemigo del proteccionismo
pero ahora recurre a este. A esta altura de la historia, todavía sigue siendo
fuerte, pero cada vez menos. La clave está en su economía que ha sido la base
de su poderío militar. Su solvencia está declinando. Todavía puede aplicar
represalias económicas abusivas contra los pueblos rebeldes pero el tiro le
sale por la culata generando una tendencia cada vez mayor de abandonar el dólar
como divisa, lo cual podría ser nefasto para la economía estadounidense.
Hoy tiene muchas dificultades de
liquidez para mantener el armazón internacional de protección, montado para
preservar su hegemonía mundial. Su fracaso en Siria esconde muchas de sus
debilidades y su retiro disimulado de la región árabe, así como la
desactivación silenciosa de lejanas bases militares dicen mucho de la pérdida
de su capacidad económica militar.
El 12 de febrero el
Departamento del Tesoro de EE.UU. anunció que la deuda nacional ha alcanzado la
cifra récord de 22,01 billones de
dólares. La Oficina de
Presupuesto del Congreso estima que la deuda nacional representa ya, el 78 por
ciento del PIB, (la cifra más alta
desde 1950). A todo esto se suma, el desborde migratorio como
nunca había sucedido antes y que amenaza invadir su territorio. Esta presión
podría crecer alarmantemente.
En América latina, EE UU ya ha perdido
mucho terreno y lo seguirá perdiendo a medida que China, Rusia y otros países
adversos se vayan posesionando. En Perú el principal inversor estratégico es
China, que se apodera de nuestros recursos naturales, pero también tiene
intereses en todo el continente y este proceso podría ser irreversible, lo
cual, condiciona los planes estadounidenses.
Por lo pronto, el jefe
del Comando Sur de los EE.UU., almirante Craig S. Faller, expresó esta semana
ante el Senado norteamericano su "preocupación" por el posible uso
"no civil" de una base de observación espacial china instalada en la
Patagonia, cuyo concesión legal es de 200 has., por 50 años, con beneficios
para Argentina pero con autonomía estratégica china.
China ya está
construyendo en Nicaragua un canal alternativo al canal de Panamá, en una
concesión por 50 años, como ofreció al Perú el ferrocarril estratégico
interoceánico que está pendiente desde el gobierno pasado y que Bolivia lo
tiene en sus planes. La particularidad es que se trata de inversiones
estratégicas planificadas por el gobierno chino y no por empresas privadas.
Este acceso, se ha dado con el establecimiento de gobiernos populares en
América latina. Ello explica el acoso al gobierno de Nicaragua y los
desmontajes en Argentina, Ecuador y, Brasil.
Con el gobierno de Velasco Alvarado, EE
UU perdió la exclusividad monopólica de dominio pues el Perú, optó por un
modelo diferente diversificando el desarrollo. Dejó de ser dependiente de la
tecnología militar, suministros y maquinaria de guerra norteamericana. Los aviones,
barcos de guerra, tanque, cohetes nucleares, armamento, equipos provenían en
gran parte de la Unión Soviética, Francia y hasta la formación militar tomó un
giro europeo. Esto, no se lo perdonaron a Velasco.
Los de edad avanzada recordarán que, lo
que hoy hacen con Venezuela, lo hicieron antes con Velasco. Le hicieron mala
fama de dictador, provocaron desabastecimiento, sacaron a las calles a la
delincuencia política anidada en el partido aprista, encabezado por el joven
Alan García, incendiaron diarios, soliviantaron la policía y el divisionismo en
las fuerzas armadas. Allí, la CIA captó traidores que pretextando la limitación
física del presidente y fingiendo profundizar las reformas, lo depusieron en
términos castrenses y retornó la podredumbre que nos agobia.
En el caso de Venezuela, también se
cortó el suministro de guerra de exclusividad estadounidense y se han firmado
acuerdos militares con Rusia, aparte de acuerdos comerciales. Esto significa
pérdida de mercado y de ingresos para EE UU., en una situación de carencias
presupuestales. No se trata pues de un asunto de democracia como se pretende
hacer creer al mundo, sino de un asunto económico estratégico. El objetivo es
recuperar la posición perdida.
Los gobiernos populares resultan
perjudiciales para EE UU, y si el Perú accede a un gobierno popular tendrá que
afrontar estos problemas con la inteligencia apropiada. La izquierda peruana
debería tener clara una percepción más coherente, pero hay quienes solo ven a
Maduro y a Trump, mientras que otros toman distancia política calculada
alejándose de, gobierno de Venezuela sin percatarse que caen en el juego de EE
UU. La falta de claridad les impide ver el bosque en el horizonte.
En vista del fracaso de la estrategia
anterior contra el gobierno de Venezuela, que duró más de dos meses de
violencia callejera, EE UU busca ahora una mayor contundencia. Todo lo que
estamos viendo ha sido planificado. Autoproclamación de un presidente paralelo,
mover el Grupo de Lima, comprometer mayor boicot internacional, azuzar un golpe
militar, socavar la moral popular, gran cobertura prensa internacional, presión
de organismos internacionales y, suministro de medicinas y víveres como ayuda
humanitaria para ganar adeptos.
La opción militar de abrir un frente de
guerra en América latina en las condiciones en que se encuentra EE UU y ante la
presencia chino rusa en Latinoamérica, es muy riesgosa porque las derivaciones
podrían ser funestas para el futuro norteamericano. “El remedio podría ser peor
que la enfermedad”, razón por la cual, no queda más que agotar la vía política
ya que el golpe militar no ha sido posible.
El operativo internacional está
calculado para una caída rápida y segura del gobierno venezolano porque si se
prolonga, el montaje podría desinflarse después de haber comprometido a varios
países que quedarían en ridículo. ¿Y si esta movida no da resultado, cómo queda
nuestro país? Como miserable adulón, como infraterno, como ingrato histórico.
Pero esta posición es solo del gobierno y no del pueblo peruano que se
avergüenza de esta confabulación. Es el mismo estilo que nos condujo a la
derrota en la guerra con Chile. El pueblo fue ignorado.
Ahora que, hasta en la izquierda se
promueve el festejo del Bicentenario de la Independencia del virreinato del
Perú, sin libertad de esclavos y sin emancipación de los aborígenes, auténticos
dueños del territorio, sin devolver lo ajeno que tomaron por la violencia,
despojando de su patria tahuantinsuyana a la población andina; resulta irónico
conmemorar una independencia que no la tenemos todavía. No somos libres, no
somos independientes, no tenemos soberanía nacional, estamos sometidos a EE UU
y en peligro de quedar enganchados al dominio chino.
El esclarecimiento entre nosotros quizá
no tenga mucho valor que hacerlo expansivamente al conocimiento de nuestro
pueblo. Hay que asumir esta tarea.
Febrero 2019
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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