Amigos:
Somos
testigos de lo que significa un quiebre relacionado con lo que viene sucediendo
en el Perú republicano, donde como decíamos en al anterior escrito son de
significación los temas de cultura, identidad y acerca o no de la presencia del
país en el mundo, que poco les importa a los conservadores, “quienes han decido
los destinos del Perú”, razón que explica sus comportamientos que
muestran “signos evidentes de una discriminación nacida en la época colonial
donde imperaban las castas de pura sangre”.
Es decir,
en el fondo todavía seguimos la constante de la colonialidad interna donde
sobresalen los grupos de poder tanto en el orden político, como en lo
económico, a parte de no haberse ejercido la democracia representativa y menos
la democracia participativa en el marco de un Estado de derecho débil y todavía
vulnerable, aspectos que no se han cumplido desde la independencia, siguiendo
al pensamiento y la acción de la democracia política liberal.
Tampoco
hemos tenido una economía progresista en la república, porque al igual que en
la era colonial, ésta ha descansado en el predominio de la producción primaria
para la exportación de cultivos agrarios, de minerales y del petróleo; es
decir, lo que se llama hoy el orden neo extractivista, sin ningún intento por
cambiar el proceso económico por otro diferente, que promueva una economía que
tenga una base de sustentación a una producción agraria que retome el
autoabastecimiento alimentario y que respondan a objetivos de salud pública con
dietas que harán elevar la calidad de vida de los peruanos.
Esta
nueva política tiene que tener como soporte la producción en el uso interno de
los hidrocarburos, gas y electricidad, instrumentos que permitirán que la
economía no solo sea de primarios exportadores (minerales); sino dirigida a la
diversidad productiva con valor agregado.
De otro
lado, se reitera efectivizar la democracia política en cuanto a lo que
representa el nuevo comportamiento de los partidos, ellos deben contar con
elites –cuadros de gobierno- que potencia el surgimiento de líderes, sin caudillos,
producto de la democracia interna que aviva la presencia en cantidad y calidad
de las militancias partidarias; hoy los partidos son cenáculos, con un grupo de
poder y de beneficiarios económicos, en algunos casos han tenido copiosos votos
en las elecciones e inclusive aparentemente aparecían organizados
territorialmente, sin embargo, el jefe era eterno y acompañado de dotes
autoritarias y de dirigentes ayayeros, incapaces de mostrar ser demócratas, ni
menos discrepar con el jefe del partido.
Esto determinó
practicar tanto el doble discurso, como también ser proclives cuando al
alcanzar el poder, fueron fáciles de ser sobornados, convirtiéndose en
despreciables arrebatadores de los fondos del erario y traidores a sus bases
populares y sus programas de gobierno. El acabar con todo esto presenta una
disyuntiva: empezar a ser diferentes y ser igualmente progresistas.
Los
ciudadanos del Perú sufren los boicots que por cierto, no son una mera reacción
de normal oposición, lamentablemente los miembros de la mayoría parlamentaria
obedecen a doctrinas contrarias a la democracia política, de partidos sin
democracia interna, ellos no creen en la democracia y son herederos de la
autocracia corrupta de gobiernos de la década del 90, dirigida por los
mandobles Fujimori/Montesinos/Hermoza Ríos de ingrata recordación.
En el
caso de la reducida representación aprista, ellos también son herederos del
doble discurso, han tenido dos jefes únicos y dirigencias amantes de la
verticalidad partidaria, el último jefe fue Alan García con dos gobiernos en su
haber, el cual ha lucido un vergonzante uso y abuso de los bienes públicos.
El asunto
merece una reflexión, ¿qué podemos esperar del congreso vigente que no es
coherente ni busca dialogo?, ¿será un imposible recomponer en buenos términos
los proyectos que han merecido la confianza?, resulta riesgoso que ni siquiera
lo medular podría ser aprobado; y no se está lejos de las trampas asolapadas o
abiertas porque se ha visto que este congreso tiene una mayoría congresal
autoritaria de sabor filo fascista y antidemocrático.
Este
sería el marco en que se desarrollaría la discusión y el debate por la reforma
política. Sin embargo, no es nada halagadora la situación, al desconfiar de los
fujiapristas imbuidos del conservadorismo del anticambio y de actos
discriminatorios, a los que se suman parlamentarios que han sido ministros de
este gobierno, caso del congresista Carlos Bruce que abiertamente se ha vuelto
enemigo: tanto de las igualdades, como también de su propio gobierno.
Lo ocurrido
con Bruce no es único, hay otros parlamentarios ex ministros que han venido
renunciando a pertenecer a la bancada de “peruanos por el cambio”. Pedro
Olaechea y Salvador Heresi abandonaron a su grupo de elección para formar otro,
e inclusive han dejado a Violeta, Scheput, y el mismo Heresi, que sin darles
explicaciones no los han considerado en el nuevo grupo parlamentario Acción
Republicana, el cual tiene evidencias conservadoras y contrarias al poder
ejecutivo y no simpatizan con la reforma política. Solo el grupo liberal es
aliado del gobierno que preside Martín Vizcarra.
Este
desbande se debe a desconfianzas mutuas entre los parlamentarios y el
Presidente. Ellas se explican, en el caso de Olaechea por ser uno de los
“blancos” que señaló Bruce, y los otros cuyas diferencias no son necesariamente
por discriminación étnica, y puede entenderse que, la razón del desencuentro
sería por la dirección y el mando del gobierno.
Las
divergencias de los parlamentarios en cada caso tienen matices personales; empero
al estar en cuestionamientos las reformas, se aprecia que los gana el espíritu
conservador, lo que se presta a dudas sobre la aprobación de las reformas
propuesta por el presidente Vizcarra.
Al
comportamiento de la mayoría fujiaprista se aúnan las reacciones de los
parlamentarios que fueron en la lista de “peruanos por el cambio”, y que, ahora
aparecen como rivales de Vizcarra y de sus propuestas; bajo estas condiciones
no se augura cumplir con el voto de confianza y por ende se aprueba los
proyectos de la reforma política, tremendo cuestionamiento que tendrá que
encarar el Presidente y el poder ejecutivo.
¿Hay
salidas para lo que no aprobaría el congreso y motivaría un nuevo pedido de
confianza? Ello llevaría a la decisión del presidente de disolver al legislativo,
si no puede encontrar que no le asiste la confianza ante los proyectos
desnaturalizados por el congreso. Esto último traería la respuesta ciudadana
como protesta ahondándose más la crisis, sin visos posibles de evitarla.
Se
estaría dando la razón a quienes quieren que todos se vayan, para adelantar las
elecciones generales. Estaríamos ante un escenario muy distinto que la
constitución ha establecido, sería algo nuevo y fuera de la constitución; es
decir esto no camina por ser anticonstitucional, aunque sea la voluntad
ciudadana que interviene con todo derecho.
Sin caer
en el populismo se tiene que aceptar el mandato ciudadano, ello lleva: primero,
a crear un gobierno transitorio presidido y constituido por personas que no
formaron tanto el poder legislativo, como el poder ejecutivo; y segundo, convocar
a elecciones generales como dispone la constitución vigente.
Sin
embargo, un sector mayor a la izquierda es muy probable que pida la elección
del congreso regular, pero que también sea constituyente, y que implícitamente
se dedique a redactar una nueva constitución política.
Estas
disquisiciones últimas no deben tomarse como algo difícil de enfrentar y que
pueda llevar a una guerra civil. Reflexionemos sobre el actuar de congresistas
de imperdonables y permanentes comportamientos que poco les ha importado los
designios ciudadanos.
Algo
parecido ha ocurrido con un ejecutivo que aparte de débil, no reacciona en
superar sus deficiencias, está perdido como para resolver aspectos de gestión
pública en favor de las demandas pequeñas y grandes de los ciudadanos ¿cabría
la renuncia de Martín Vizcarra? Eso depende de la ciudadanía.
Finalmente,
sin pesimismos de una realidad, donde existe una mayoría
congresal detestable y prepotente, y un ejecutivo débil, sin partido y que al
gobernar y gestionar muestra incapacidades, ante todo esto la ciudadanía
mayoritariamente no solo protesta; sino reclama nuevos parlamentarios y
mandatarios que expresen ser calificados, ante un Perú en crisis estructural,
que necesita cambios de personas y de metodologías, respetando el orden
democrático en general e igualmente para enrumbar respetando deberes y derechos
de los peruanos, todo ello avivado por un optimismo en la acción.
Fernando
Arce
Meza
Surco, 10 de Junio del 2019
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