Amigos:
Estamos
en conocimiento de lo significativo que sería para el Perú llevar acabo las
reformas políticas propuestas por el poder ejecutivo que preside el ingeniero
Martín Vizcarra; sin embargo, una buena parte de la población no está enterada
de que estas reformas se hacen impostergables, las mismas que deben ser
aprobadas, previa discusión en el congreso de la república y cuando se trata de
cambios en la constitución su aprobación pasa por dos legislaturas.
Lo
manifestado en el párrafo anterior ya resulta complicado, por tratarse de un
proceso legal inevitable, dado que el mismo será debatido en el ámbito
congresal, terminando de aprobar la propuesta del ejecutivo o
desaprobándola.
Estas dos
posiciones conllevan a un dilema, más aun cuando el ejecutivo hace cuestión de
confianza sobre las reformas, sabiendo que una buena parte de los
parlamentarios de la mayoría pondrán obstáculos, no solo para establecer
un debate que termine en un consenso; sino lo más grave, es negarle al
ejecutivo la aprobación de cada una de las propuestas respetando lo esencial
que dichas reformas contienen, y emitan un voto que sea contrario a la cuestión
de confianza. Esta actitud por parte de la mayoría congresal se produciría si
es que se le suman en calidad de aliados un importante sector de congresistas, ¿ello
traería la reacción del ejecutivo cerrando el congreso y revocando el mandato
de sus actuales parlamentarios?
Esta
probabilidad que no se descarta y se corre la suerte de que una buena parte de
la ciudadanía ya ha asumido el conocimiento de lo que representa la reforma
política, y apoyara; este apoyo a la vez pone en alerta al resto de la población
que ante los hechos también se sumaría a favor de las reformas propuestas por
el presidente de la república. El apoyo de la ciudadanía en este caso fortifica
las reformas y el cierre del actual congreso.
¿La
mayoría parlamentaria y sus aliados serán capaces de enfrentarse al ejecutivo y
oponerse a la reforma política que se propone? Es posible que lo haga aduciendo
que estas reformas no tienen valor y que es mentira que éstas tengan un
objetivo histórico, dado que los conservadores en casi 200 años siempre han
gobernado, nunca han hecho caso a las demandas de quienes reclaman cambios y
reformas. La mayoría fujimorista al ser el brazo político de los conservadores
hace previsible su oposición a las reformas.
El
apostar contra la reforma política ha sido tomada por quienes se distinguen en
el Perú por el anticambio, su convencimiento es total por el tiempo tan largo
en razón a que los conservadores no han dejado de gobernar a la república bajo
dos características que se han mantenido hasta hoy vigentes: la primera,
no habido ni hay democracia política y menos imaginar la democracia económica;
y la segunda, el no haber existido democracia política ha sido
factible priorizar y mantener una economía de explotación de los recursos
primarios de exportación con todas las consecuencias que ello implica.
Esta
política económica no ha favorecido ni favorece el desarrollo del país, porque
hoy más que nunca se requiere de una economía que promueva la diversidad
productiva, la cual tendría una primera base de sustentación en la producción
agraria, con el objetivo de retomar el autabastecimiento alimentario en razón a
mejorar los índices de nutrición y salud, porque esta política es estratégica,
a fin de garantizar la calidad de vida de los peruanos.
Asimismo,
con la reforma política se fortalece y si está en mejores condiciones para
recrear su economía, para no quedarse en la etapa primaria exportadora,
sino habrá de construir la diversidad productiva con valor agregado,
teniendo como soporte el uso interno de los hidrocarburos y del gas.
El Perú,
a pesar del tiempo en que es república no supo lo que representaba tanto la
democratización, como de ser posible el crecimiento con desarrollo humano, esta
situación no se presentó porque siempre imperó la arbitrariedad cada vez más
autoritaria, evitando que la democracia sea su razón de vida, no hubo la
práctica liberal democratizadora, y si bien hubo momentos en que se dieron
batallas por ejemplo por la reforma agraria, a través de partidos políticos y
los líderes de opinión, no lograron en su tiempo realizarse.
Estas
luchas solo consiguieron que aparezcan en las constituciones políticas
artículos que manifiestan de que el Perú es una republica en democracia y sin
exclusiones, aun cuando no se pusieron en practica; recién se está caminando
dentro de los márgenes de una democracia precaria, faltando muchos tramos por
vencer, para ser realmente una república en que se ejercite la igualdad, la
inclusión y la solidaridad.
Estos
avances parciales de intentos de vivir en democracia y de los esfuerzos por la
democratización, aún es vista mezquinamente tanto por la presencia de los
grupos gobernantes que practican la exclusión, como por los residuos coloniales
heredados del virreinato, en que las separaciones sociales todavía contienen
rezagos del sistema semifeudal que sirvió principalmente, para someter a la
población indígena a la más despiadada explotación laboral y humana, la misma
que continuó en la república.
Esto
viene a demostrar la marcada exclusión que sufría la mayoría de hombres y
mujeres de la república peruana en el siglo XX. Situación que no podía
continuar en las condiciones de sumisión y desesperanzas. Ante lo cual
surgieron mensajes de redención que tuvieron resonancia en las primeras décadas
del siglo XX por parte de los egregios que fueron académicos, líderes de
opinión y de prometedores liderazgos políticos, representados por
personalidades como fueron los casos de Luís E. Valcárcel, José Carlos
Mariátegui, Haya de la Torre, Hildebrando Castro Pozo y otros que entre
discípulos, partidarios y seguidores diagnosticaron con sentido cientista la
cruda realidad en que se estaba viviendo.
Estos
hombres que tuvieron eco en la acción social y política se enfrentaron a
poderosos intereses de los grupos de poder que, a través de los resortes de
dicho poder en sus gobiernos ejercieron represión y persecución, combatiendo
sus ideas de cambios, consideradas reñidas con la historia y las tradiciones de
la sociedad conservadora, el mensaje de los egregios se tomaban como proclamas
de raíces bolcheviques, dirigidas a desintegrar la sociedad peruana.
El
conservadorismo no identificó, ni identifica que el Perú está pasando por la
desigualdad económica y social, sin diálogo y sin participación política. Estos
factores eran suficientes, para reconocer que la integración nunca ha existido,
y que al combatir a los movimientos políticos, proletarios y estudiantiles que
proclamaban igualdad no sólo con sus protestas por la falta de integración y de
participación, sino que al cuestionar a los actos de los conservadores dueños
del poder, éstos respondían con represión provocando el mayor rechazo al
mantener la desigualdad, significando lo grave que resulta continuar una
política de Estado contraria a la integración, a la solidaridad y al dialogo
social –lo que poco importaba- sin comprender la existencia de la diversidad
cultural.
Ante
exclusiones y olvidos de atención, principalmente en la sierra, se iría
presentando un proceso migratorio a la costa, el cual sería imparable,
iniciándose las temporales, pero sucesivas migraciones anuales de la cordillera
hacia la costa norte, para laborar en los pagos agroindustriales. Este
movimiento podrá llamarse las primeras migraciones de los
campesinos serranos por encontrar trabajo en los latifundios de la costa, y
respondía a que en éstos conseguirían trabajo porque en ellos se evidenciaba el
proceso de industrialización de la caña de azúcar, lo cual era una ventaja
frente a la situación de las haciendas de la sierra que entraban a un proceso
inverso, esto debido al estancamiento que venían pasando, cuyos efectos
incidirían en la disminución de la producción agraria, lo que conllevó al
abandono de las tierras ante la decreciente productividad de los predios
serranos y después vendrá una segunda migración cuyo destino terminaría
en Lima capital.
Nicolás
Lynch toma los análisis que otros académicos de las ciencias sociales enfocan
sobre esta importante etapa de la era republicana. Julio Cotler señala “el
proceso de integración segmentada de los migrantes del mundo tradicional,
principalmente serrano, a las ciudades de la costa” y que “solo una pequeña
minoría podía integrarse a la sociedad costeña” debido a lo limitado de nuestro
desarrollo capitalista” ([1]).
El otro
punto de vista es de Sinesio López, que está referido a las incursiones de
clases populares “arrancando reivindicaciones, principalmente de derechos
sociales, al poder de turno”, sin embargo, a “veces tuvo que retirarse por no
poder resistir el contraataque, por la violencia ejercida por el Estado criollo
como represión de diverso tipo incluyendo golpes de Estado, persecuciones y
proscripciones”. Esto último conlleva a los avances y también a retrocesos “que
impiden la consolidación de una sociedad integrada y plural y de una ciudadanía
que se desarrolle sujetos políticos plenamente representables” ([2]).
Cabe
señalar a una primera democratización, o más bien un proceso de igualación en
la primera parte del siglo XX de los mestizos con el grupo criollo asimilando
su predominio cultural; después vendría el intento de un proceso de
democratización no solo mayor, sino intenso, con el que se presentaría avances
y fracasos debido a los obstáculos que, impedían lo que dicha democratización
significaba por los cambios que conllevaría en las estructuras organizativas,
en particular en la Lima centralista.
Este
mayor y gran proceso migratorio nos dice Nicolás Lynch que: “no es óbice -a
pesar de la falta de oportunidades y los problemas resultantes- para que la
abandono de la sociedad tradicional campesina y las ya debilitadas
relaciones de servidumbre con algún patrón, hasta la epopeya de llegar a la
ciudad e invadir algún terreno para construir su casa y luego reclamar
servicios” ([3]).
La
inmigración hacia Lima capital es vista como la llegada de una nueva conciencia
que para Basadre supone una disyuntiva: “O Lima concede y otorga, o males que
no serán ya los que pasivamente soportaron las provincias, sino los que de la
rebeldía de ella emanaren”.
Es
decir, el comportamiento de Lima monitoreado por gobernantes contrarios a
las provincias, hace que la presencia definitiva de peruanos serranos pobres y
muy pobres en la capital, ante las carencias de políticas descentralistas y de
equidad en el trato, traería la rebeldía serrana tanto para afincarse ocupando
espacios para auto construir sus viviendas, como para reclamar otros servicios
elementales de vida sanitaria, luz barrial y que el Estado no podía asistir por
falta no solo de políticas de orden demográfico, sino de escasez presupuestal.
Asimismo,
que esta presencia teñida de rebeldía requería la reacción de quienes como
gobierno les correspondía atender, pensada en un primer momento evitar las
siguientes migraciones o volver a éstas, hecho que no ocurrió, lo que
acrecentaría un imparable centralismo limeño.
Las
autoridades políticas, a través de los caudillos de gobiernos autocráticos, el
de Odría, por ejemplo y otros posteriores, consciente e inconscientemente, poco
les importaron las migraciones o éstas fueron aprovechadas por los caudillos y
sus partidos que de manera demagógica manipularon a dirigentes y a las
moradores de los asentamientos al tratar de cubrir sus demandas que, por
cierto, no llegaron a ser atendidas como correspondían.
Los
sociólogos y politólogos del siglo XX tuvieron los instrumentos científicos de
sus respectivas ciencias, para analizar con mayor detalle la situación de los
peruanos no sólo del explotado por el sistema de hacienda, sino lo que en ese
siglo la situación de todos los grupos sociales padecían, de los más bajos
niveles de vida acompañados de todo tipo de exclusiones, sobresaliendo
las étnico/raciales que recaía en especial sobre los indios y mestizos
–que representaban a la ancha mancha de ciudadanos quechua hablantes-.
Así esta
situación que hemos visto en especial sobre la migración, políticamente,
también los especialistas evaluaron que tampoco se manejó desde la perspectiva
del desarrollo y la integración, ni menos se avizoró planes demográficos
vinculados a la reocupación de territorios.
Lo que
para el sociólogo Aníbal Quijano “ese proceso implicaba una reestructuración
de la sociedad peruana en su conjunto”, “haciendo que la diferenciación y
heterogeneidad dejaran de ser un modo o un argumento de la desigualdad y llevando
a la descolonización de las relaciones materiales e intersubjetivas de poder.
Es decir, a la democratización de la sociedad, de las relaciones sociales entre
todos los pobladores del país” y específicamente para “ese momento habría
implicado una presencia decisiva de las virtualidades de lo ‘cholo’, pero el
proceso no llegó a ocurrir de ese modo. Otras tendencias o intereses sociales
resultaron más fuertes en la sociedad peruana y el conjunto del proceso fue
recanalizado hacia un sucedáneo” ([4]).
El
primero fue el “velaquismo” que tuvo “características peculiares” de una parte,
“expresión y vehículo de los intereses y de las aspiraciones de los grupos
emergentes de las capas medias, de su interés de intermediar políticamente
entre la burguesía y los explotados y dominados del país”.
El
“velasquismo” cayó en desgracia. Las fuerzas armadas comienzan una alianza con
los “sectores más ‘modernos’ de la burguesía local e internacional” y con ellos
se hizo frente “a mediados de los 70”, “a los movimientos de resistencia de los
trabajadores” ([5]).
Incluido
este último acontecimiento, el Perú quedaría en manos de quienes habían asumido
el poder del país, los que dan término a la resistencia de los trabajadores
ante la crisis económica. Asimismo, vino el aviso del abandono de las fuerzas
armadas del poder, convocando primero a una asamblea constituyente; y después a
elecciones generales. Los nuevos presidentes de la década del 80 no modificaron
nada, teniendo que enfrentar sin visos de solución la heredada alta deuda
externa que se tornaba impagable y la guerra destructora del sanguinario
movimiento de sendero luminoso y el MRTA.
A partir
de la década siguiente (1990) salió ganador el fujimorismo, pero ya en 1992
cambia de camiseta y su nueva vestimenta será la del golpismo civil/militar
hasta su defenestración a fines del año 2000; sin embargo, hubo suerte ya
premeditada a comienzos de dicha década (la del 90) para que gracias a la
policía nacional -después de una laboriosa como de su constante accionar- se
capturara a los jefes y secuaces cercanos de las dos bandas terroristas, y con
ello casi se llega a liquidar a la subversión.
Siguiendo
a Aníbal Quijano, el fujimorismo actuara en la escena republicana no solo para
facilitar “la actual contrarrevolución capitalista, global o mundialmente en
curso, cuya ideología se llama ‘neoliberalismo’ y cuyo primer régimen político
plenamente representativo en el Perú fue el ‘fujimorismo’, que se llevó a cabo
en su más extrema versión. Esta contrarrevolución ha puesto en acción una
presión masiva para canalizar las relaciones intersubjetivas del conjunto de la
sociedad peruana, en un cauce que sólo admite y estimula la asociación del
ventajismo individualista, el afán de lucro a cualquier costo, el pragmatismo y
el arribismo social” ([6]).
En
síntesis, “el ‘fujimorismo’ fue expresión y vehículo de ese patrón cultural
que se impuso –y aún permanece- en la sociedad y que calza, como anillo al
dedo, a las conveniencias del capitalismo actual” ([7]).
El
edificio ‘fujimorista’ que se comenzó a construir, bajo las bases del régimen
neoliberal, el cual “conscientemente o no” ha tenido herederos, ellos
reclamaron continuar la construcción de los nuevos pisos del edificio; estos
herederos no fueron capaces de romper con las bases neoliberales, en oposición
a la democratización que incluía tácitamente poner al día el “proceso
redescentralista”, ni cumplían con avivar y dar presencia al planeamiento
estratégico.
En estos
casi últimos veinte años con varios períodos de gobiernos seguidos: Toledo,
García Pérez, Humala y PPK han administrado más de lo mismo de la construcción
neoliberal fujimorista; sin embargo, a pesar de la derrota de la autocracia, se
vive sin democracia política verdadera -representativa y de participación
ciudadana- y milagrosamente se vive bajo el manto de la democracia precaria y
vulnerable.
Sin
embargo, el Perú tiene la opción de otra dinámica programática que si bien ha
venido respondiendo a pasos cortos, y que, la nueva alternativa requiere
intensificar la democratización, el descentralismo y el planeamiento que se
encamine a producir en la república un vuelco de orden sociológico no sólo a
nivel del ámbito de Lima, centro del poder de la república; sino, también a
nivel del resto del país al asegurar entre otras cosas, la acelerada vida de
las ciudades en relación a las zonas rurales, sin el impacto de seguir con la
desigualdad económica y comercial, entre ambos ámbitos.
Sin el
ánimo de decir que nos salvaremos de vivir en el edificio fuimorista mal
construido, costoso en su mantenimiento, con una pésima administración –que
merece ser reconstruido desde sus bases-, se tiene a la mano los instrumentos
para dicha tarea que comienza a ser delineada: la democracia política cuyo
objetivo principal será promover la existencia de dirigencias con liderazgos
nacidos de partidos políticos -sin caudillismos ni grupos cerrados-, cenáculos
exclusivos que han dominado la vida de los partidos, destinados a solo
conseguir el poder, no importándoles lo ofrecido en las campañas electorales.
La
democracia política considera que los partidos tienen que ejercer la democracia
interna y la elección de sus dirigentes e igualmente de sus candidatos electos
en comicios primarios universales, acto que es vinculante para las elecciones
generales; asimismo, los partidos no pueden financiarse, por decir lo
menos de dudosas fuentes, esta ha sido una razón que invalida la legitimidad de
la vida de los partidos políticos y que ha causado la corrupción.
En
conclusión, como hemos reseñado el Perú entró cada vez en mayores crisis no
solo dentro del orden estructural, sino de su identidad cultural, sin llegar a
la reestructuración de la sociedad peruana en casi doscientos años, donde
se vive hasta ahora lo que se llama una república incompleta.
Para ello
vendrán las mejoras, vía la construcción de dos reformas: la primera,
es la democracia política, la cual se ha configurado en los párrafos anteriores
en lo relacionado con la recreación de la democracia interna de los partidos,
de impedir financiación dudosa proclive a la corrupción, en la marcha de los
gobiernos; y la segunda, la democracia económica que no se puede
construir, sin fortalecer y consolidar la democracia política y sin tener de
cuadros formados y capacitados provenientes de las organizaciones de la
sociedad civil y de los partidos políticos, los que participaran conociendo lo
que representa, para el país depender no solo de la exportación de sus recursos
primarios; sino de una política nutricional –calidad de vida- por haber
abandonado la producción agropecuaria, reemplazada por productos
alimentarios importados en que buena parte son contrarios a una vida saludable.
Todo ello
colisiona con el desarrollo del país por las mencionadas políticas económicas
causantes de retraso, al carecer de valor agregado en cada uno de los
procesos sectoriales de producción.
Fernando
Arce
Meza
Surco, 21 de junio del 2019
La del
estribo: el
autor de este escrito ha sido internado en un centro de salud por
delirios inconfesables y propósitos de abandonar el país.
([4]) Quijano, Aníbal: “Colonialidad del
Poder, Cultura y Conocimiento en América Latina”, pág. 7 en “Perú
Contemporáneo” 2001.
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