Por
Gustavo Espinoza M.
“El
hombre, es lo que importa”
León
Felipe
El 2 de
julio de 1949, en el Sanatorio de Borovija, en las afueras de Moscú, falleció
una de las más destacadas personalidades del Siglo XX, el revolucionario
búlgaro que naciera 67 años antes en la aldea de Kovacvheski, y a pocos
kilómetros de Sofia, la capital del país, Jorge Dimitrov. Obrero Tipógrafo,
periodista y político, tomó de su primer oficio la disciplina y la conciencia
de clase. Del periodismo, el valor para decir la verdad, enfrentando las
mayores adversidades. Y de la Política, la necesidad de dedicar la vida a la
lucha por los más altos ideales: la libertad y la justicia.
Tres
momentos pueden considerarse estelares en la ruta vital seguida por este hombre
que dejó un legado imperecedero para su pueblo, y para todos los trabajadores
del mundo.
Entre
1920 y 1923 tuvo un rol protagónico en Bulgaria y en Europa Occidental,
combatiendo al fascismo desde el instante mismo de su nacimiento.
Es común
decir que el fascismo nació en Italia, en octubre de 1922 cuando los seguidores
de Mussolini culminaron la Marcha sobre Roma con “Il Duce” a la cabeza. Pero
no. Cuatro años antes, en septiembre de 1918, surgieron en Bulgaria las
primeras expresiones del fascismo como secuela de la crisis derivada de la
Guerra Balcánica de 1912 y del fin de la I Gran Guerra. En ese periodo, se
produjo la Insurreción de Vladaya liderada por soldados, y el gobierno
progresista de la Union Agraria. Luego vendría un desenlace trágico: el Golpe
de Estado fascista del 9 de junio de 1923 que llevó al Poder a Alexander
Tzankov; y poco después, en septiembre del mismo año, la primera Insurrección
Antifascista de la Historia, conducida precisamente por Jorge Dimitrov. Esta,
fue derrotada; y su líder, debió huir radicando en Europa Occidental y,
preferentemente, en Alemania.
El
búlgaro hubo estado poco antes en Livorno, en el Congreso del Partido
Socialista italiano, al que también asistiera José Carlos Mariátegui. Uno y
otro, recogieron allí las tesis de Frente Único, que ambos divulgaran
profusamente en sus respectivos países.
Y fue en
Alemania donde se escribió el segundo episodio grande en la vida de Dimitrov.
En Berlín, a las 9 de la noche del 27 de febrero de 1933, ardió en llamas el
Parlamento Alemán -el Reichstag-. Fue ésa una provocación de alto vuelo,
ideada por el flamante Canciller del Reich -Adolfo Hitler- que asumiera
su gestión el 30 de enero de ese año, para cumplir su amenaza de “exterminar a
los comunistas”.
Días
después, el 9 de marzo de 1933 un destacamento armado de la Gestapo, en
Berlín, invadió las instalaciones del restaurant Beryernihof, situado en
el número 10 de Postdamstrasse, y detuvo Rudolf Hédiger, identidad que ocultaba
a Jorge Dimitrov, a la sazón Secretario de la Internacional Comunista para
Europa Occidental. A él, y a los búlgaros Vasily Tanev y Bladoi
Popov, así como el diputado alemán Ernest Togler; se les responsabilizó por el
crimen del Reichstag, en tanto que a Marinus Van der Lubbe, un aventurero
holandés usado por los nazis, se le sindicó como “el autor material” del hecho.
El
Proceso de Leipzig fue espectacular y tuvo repercusiones mundiales. Dimitrov
acusó personalmente a Hermann Goering –el segundo jerarca nazi- de haber urdido
una provocación para usarla contra el pueblo alemán y justificar sus crímenes.
Así lo puso en evidencia en memorables jornadas jurídicas en las que el germano
buscó vanamente culpar a los detenidos. Dimitrov, en la confrontación, lo
desenmascaró. Y los jueces, no tuvieron otra alternativa que absolver a los
acusados. Fue esa la primera derrota política del fascismo.
El VII
Congreso de la III Internacional fue el tercer episodio magno de este destacado
luchador social. En el evento, celebrado entre julio y agosto de 1935 Jorge
Dimitrov presentó un documento magistral titulado “La ofensiva del fascismo y
la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo”. No hubo, en todo
el siglo XX un documento igual, que caracterizara la crisis del sistema de
dominación capitalista, las herramientas de las grandes corporaciones, el
ascenso del fascismo y el papel de los trabajadores en el mundo de hoy. Sus
formulaciones básicas mantienen plena vigencia incluso ahora cuando formalmente
el fascismo está sepultado, pero se mantienen vivas sus prácticas inicuas en
otras manos igualmente siniestras.
En
nuestro tiempo leyendo a Jorge Dimitrov, podemos reconstruir los escenarios y
enfrentarlos hoy, seguros de encontrar siempre un justo camino de salida.
En nuestros oídos podrá resonar el optimismo juvenil de aquella época:
“Marchando / hombro con hombro / cantando las viejas canciones / que resuenan
en los bosques / sentimos cierta la victoria / nos acompaña el nuevo
día…”
Al
cumplirse 70 años de su muerte podremos decir, parafraseando a Tomás Borge, que
Dimitrov es de los muertos, que nunca mueren. Son, lo que llamaba Brecht, los
indispensables. (fin)
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