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tacnacomunitaria.blogspot.com
28/08/2019
-La gran depresión amenaza con
desbaratar la hegemonía estadounidense
-Si Trump pretende desarticular
el viejo modelo predominante, a punto está
-Cíclicas, las crisis del
capitalismo están vigentes, como lo describió Marx
“La guerra comercial y tecnológica
es el detonante de una nueva depresión mundial”:
Michael Roberts
La crisis que viene será peor a la gran depresión
de 1929 del capitalismo de principios del siglo XX, solo 10 años antes del
estallido de la Segunda Guerra Mundial (2ªGM).
Nada comparable a la debacle de 2008, la “crisis”
que provocó el hundimiento del sistema hipotecario —sostén del sistema
financiero/bancario con todo y los “rescates” promovidos por los bancos
centrales (Reserva Federal y el BCE, etc.), de los fondos de inversión como
Lehman Brothers o las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac—, de Estados Unidos
de América y que afectó al mundo parecerá juego de niños.
Es decir, la crisis de 2020 será peor todavía para
el capitalimperialismo estadounidense y el resto del mundo capitalista, porque
asoma la crisis cíclica, la que según el académico Kondratieff —que tomarán
posteriormente otros como Joseph Schumpeter— ocurre aproximadamente cada 52
años. El diagnóstico apunta a no fallar, pues también conforme a la teoría
marxista la gran crisis es inminente.
Porque será más profunda que las anteriores y
afectará tanto al sistema de producción de capital en sus entrañas, a la
economía real —la industria, el comercio, los servicios, el campo, la economía
tradicional—, como, sobre todo, derribará al mismísimo sistema financiero
especulativo, el de las volátiles burbujas especulativas que ha creado riqueza
ficticia a costa de las ganancias “futuras”, pero sostenida con alfileres.
La crisis será profunda porque irá más allá:
1) Pondrá en jaque la existencia misma del
capitalismo como sistema de producción, ahora que se topó ya con que la
explotación de los recursos naturales es finita;
2) Está en juego el esquema imperialista de control
mundial, con la economía estadounidense a la cabeza;
3) El sistema financiero mundial está en jaque;
4) La subsistencia de los grandes corporativos con
ganancias tienden inevitablemente a la baja;
5) Una hegemonía, la de los Estados Unidos de
América, en disputa, nunca como ahora desde el fin de la 2ª GM.
Todo asoma a la vuelta de la esquina. No menos
importante es que la crisis de 2020 puede terminar con el esquema de control
heredado de la segunda posguerra; es decir, que suceda una recomposición del
mundo, con China a la cabeza desde la influencia y poder conseguidos en las
últimas décadas en la economía mundial, y con la hegemonía de Rusia en el
terreno de la geopolítica, les guste o no al mundo Occidental de ahora.
El mundo, a partir de entonces, bien puede comenzar
una etapa nueva; si bien dentro de una globalización de corte no muy distinto
—las inversiones vigentes han apuntado siempre a la explotación y la ganancia
(cual naturaleza del capital), las otras, a la inversión también pero con
infraestructura en los países; las de EUA y las chinas, respectivamente—, sí
sería con otros actores, porque la batuta cambiará de manos: de los EUA a China
en la economía, de los EUA a Rusia en la geopolítica. La crisis profunda podrá
cambiar, ahora sí y de manera pacífica, la hegemonía estadounidense sobre el
mundo.
Quedará en juego todavía, el potencial nuclear,
porque los estadounidenses son potencialmente tan fuertes como peligrosos. Pero
por lo pronto los controles de mando de la Matrix estarán del otro lado del
mundo. Y la crisis puede lograr eso y más, en tanto el principal país afectado
por la misma será, precisamente, el estadounidense.
Como quiera que suceda —tan pronto como la caída de
las bolsas que en tiempos de debacle suceden en pocas semanas—, el mundo podrá
cambiar, primero desde el punto de vista comercial. Luego desde la geopolítica,
donde a la vista Trump está perdiendo las batallas (¿deliberadamente para
desarticular el viejo modelo depredador y de guerra del Estado profundo y el
Pentágono, con todo lo que implica?).
Claro que, con resistencia a morir, el mundo
anglosajón de EUA y Gran Bretaña, podrá desarticularse paulatinamente en tanto
sea desplazado por otros jugadores internacionales, los instrumentos
internacionales perderán su rol o de plano desaparecerán.
Sin la hegemonía estadounidense el mundo puede
cambiar a paso firme. Por cierto, que el viejo continente europeo —como
integrante del mundo occidental, con o sin Euro como moneda común—, saldrá más
afectado de lo resquebrajado que está.
No queda claro cómo podrá retomar la recuperación
económica, en un otro contexto y sin la ayuda estadunidense. Sin el amo de
quien ha dependido en materia de inversiones y directrices, con los grilletes
puestos desde el final de la 2ªGM a la fecha.
Trump, en campaña
Por lo pronto, las señales que aparecen tanto
políticas como económicas son de cuidado. De un lado el presidente Donald
Trump, por el otro —con la misma estrella hollywoodense en la frente— sus
declaradas guerras comerciales, la más importante de ellas contra China, por un
multimillonario déficit que no resolverá.
Hablando de política, en alusión a “aquellos que
quieren afectar la reelección”, dice Trump: “Algunas personas que hacen
previsión económica, grupo de elites que no saben nada de la economía real”,
como a los medios de comunicación a quienes culpa de “provocar una recesión y
afectar sus posibilidades de seguir en la Casa Blanca”.
Hace unos días el The Washington Post dijo
que el mandatario está preocupado ante la posibilidad de que una recesión
económica a nivel mundial golpee de lleno al mercado estadounidense y frustre
su reelección (cuando el rio suena es porque agua lleva).
“Los medios de noticias falsas están haciendo todo
lo posible para colapsar la economía porque piensan que eso será malo para mí y
para mi reelección. El problema que tienen es que la economía es demasiado
fuerte y pronto estaremos ganando mucho en comercio, ¡y todo el mundo lo sabe,
incluso China!”, escribió, lo cual se duda.
Sin embargo, el inquilino de la Casa Blanca cree
que los medios de comunicación se están confabulando en su contra para
evitar su reelección, lo que bien puede suceder. Pero de ahí a considerar que
sean los medios, quienes con el apoyo de las elites que nada saben de economía,
están “provocando la recesión para impedir su reelección”, está de risa.
Cierto que son muchos los expertos que ven en la
disputa comercial iniciada contra China y la Unión Europea (UE), por el
propio Trump, como la razón principal de que la economía mundial haya entrado
en una fase de deceleración a nivel global. Pero ese solo consenso pone en
entredicho el supuesto de Trump. Pues lo que tenga que pagar por su responsabilidad
en esa guerra comercial que le resultará fatal, será a su cuenta personal. No
de los medios de comunicación ni de quienes hacen los diagnósticos.
Lo cierto es que, cuando Trump dice que la economía
estadounidense goza de buena salud, se olvida que —si se topara con un buen
contrincante de campaña—, bien le podría refrescar la memoria del publicista de
Bill Clinton, James Carville, con aquella frase que le ganó a George Bush en
1992: “Es la economía, estúpido”.
Es la economía, claro, y solo una parte le
corresponde a la guerra comercial, porque el fondo está marcado por los
problemas estructurales de la economía estadounidense, que están en plena
ebullición.
Por cierto, que los datos están ahí, y son nada
alentadores. Antes de los indicadores de la economía real, veamos parte del
impacto de la guerra comercial. Para empezar, el proteccionismo estadounidense,
más que beneficios económicos está generando la desaceleración en la economía
mundial. Las continuas alzas arancelarias impiden pactar los precios a futuro,
que son el alimento de la especulación financiera y de las ganancias de las
corporaciones estadounidenses.
Ni los aranceles le serán suficientes a Trump para
desarmar a China —y los recursos que se quedan por ello tienen un impacto pírrico—,
todo lo contrario, le está poniendo el escenario comercial mundial a sus pies.
Dos ejemplos claros. Así como con el gigante Huawei
lo único que Trump logró al cerrarle las puertas del mercado estadounidense,
fue posicionarlo afuera al desmarcarlo de la competencia interna, de igual
manera la carrera por la tecnología ultramoderna del G5, que han desarrollado
aceleradamente los chinos, la está ganando el país asiático por encima de las
empresas de EUA.
En ambos terrenos quedó en claro que los perdedores
son Trump y sus corporativos locales, en ganancias y competencia tecnológica.
Por ejemplo, solo en junio pasado 141 asociaciones de empresarios y 520
compañías enviaron misiva al presidente, para explicarle que la escalada está
afectando al consumidor y a sus negocios, además de pérdida de empleos y bajo
crecimiento —del 1.8 por ciento, comparado con el 2.9 del año anterior. Trump
envió contraindicación ordenando que las compañías “busquen inmediatamente
alternativas” frente a China.
Es decir, la guerra está cambiando el flujo de
bienes globales, y en general impactando a la economía que Trump tanto quiere
proteger —su “América primero”—, pero consigue lo contrario: enfriar la
economía para conducirla al colapso, como puede medirse en el mercado bursátil
de Wall Street (índice Dow Jones, S&P y Nasdaq), los mercados de petróleo
(Texas y Brent), las bolsas del mundo en (EUA y Europa) y la economía global a
quien el FMI resta el 0.3 por ciento al crecimiento mundial para 2020.i Y en
materia migratoria no le va mejor, porque está despidiendo mano de obra barata.
El pulso de las calificadoras
Volviendo a las señales de la crisis. La burbuja
económica de hoy en EUA es peor que la del desplome del 2008. Para comenzar
está el riesgo de estanflación: estancamiento crecimiento con inflación, una
situación que Japón ha vivido durante décadas. La señal la daría la Fed, al
recorte de las tasas de interés, para “evitar que el aire salga de la burbuja”
como ha dicho Peter Schiff, director de Euro Pacific Capital.
El caso es que, si fuera cierto que la economía
marcha bien, como twittea con frecuencia Trump, el responsable de la Fed,
Jerome Powell, debería elevar las tasas en lugar de recortarlas. Pero lo cierto
es que la economía estadounidense se encuentra peor que antes del colapso de
2008. Porque, afirma Schiff, EUA se dirige hacia una recesión,
independientemente de lo que haga la Fed.
El especialista, quien predijo la última crisis
económica global, aparte alerta que lo grave es que el colapso establecerá una
estanflación; pero más allá, habrá una recesión acompañada de inflación, mucho
mayor de la estanflación de los años 70.ii
De entrada, incluso la Fed establece en un 29.62
por ciento la posibilidad de que ocurra una recesión, un nivel no visto desde
mayo de 2008 (la debacle ocurrió en septiembre cuando se llegó al 32 por
ciento), anticipando mayores problemas para los 12 meses siguientes, mediados
del 2020. (El reporte es de mediados de junio).iii
Y a la guerra comercial, la Fed agrega un menor
crecimiento económico por no contar con el efecto positivo de los impuestos o
un mayor gasto público como en 2018. A estas alturas, ni la estrategia keynesiana
aplica para evitar la crisis: bajar en las tasas de interés e impresión de
billetes para inundar el mercado, o un gobierno que crea demanda, como sugirió
recientemente Paul Krugman, en Princeton.
En este contexto, el consenso es que una recesión
ocurre cuando la actividad económica registra por lo menos tres trimestres
consecutivos de variaciones negativas. En 2019 el PIB se espera en 2.5 por
ciento —contra el 2.9 por ciento de 2018—, mientras para 2020 podrá caer al 2
por ciento —o un 1.9 según encuesta Bloomberg—.iv PIB
a la baja.
También en encuestas, dos tercios de los economistas
de empresas prevén en un 56 por ciento que la contracción ocurra en 2020, y
solo un 33 por ciento de que se presente en 2021 (sondeo entre el 28 de agosto
y el 17 de septiembre, de 2018, de la Asociación Nacional de Economía
Empresarial).v
También directores de finanzas de EUA encuestados
por la Universidad de Duke, el 82 por ciento opina que la recesión comenzará a
finales de 2020. Un final cercano para el colapso del crecimiento económico
global da casi una década de duración.vi Sin
embargo, podría ser en 2019, si la Fed sube las tasas o si la guerra comercial
entre EUA y China se “deteriora sustancialmente”, dijo el jefe de Ameriprise,
Russell Price.
La administradora de fondos de inversión y capital
de riesgo estadounidense KKR (Kohlberg, Kravis, Roberts) predijo en 2017 que la
recesión para el 2019, acompañado de un ciclo masivo de desapalancamiento de
los millennials luego de la expansión de crédito al consumo en forma de
préstamos para alimento y automóviles.
El siguiente cuadro muestra las principales métricas
del crecimiento económico y valoración de activos en EUA que dan señales de
advertencia.
“Prácticamente todas las principales métricas de
crecimiento económico y valoración de activos de los EUA están dando señales de
advertencia rojas en relación con las normas históricas”.
Conclusiones de KKR: 1) los precios de los activos
están entre razonables y caros; 2) estamos en medio o al final del ciclo, EUA
incluido; 3) Casi 96 meses en la fase de expansión típica de 37 meses, el
tercer periodo más grande de los EUA. Y en términos de rentabilidad de
acciones, los retornos de S&P en los últimos 8 años sólo han sido superados
por los retornos que precedieron a la gran depresión, el crack de 1987 y el
tecnológico.
La propia extensión del ciclo expansivo empieza a
poner nerviosos a muchos analistas económicos, que escudriñan los indicadores
adelantados de actividad para calibrar en qué momento el país comienza a
frenarse”, dijo entonces. El economista Henry H. McVey escribió en abril de ese
año en el portal de KKR que las deudas del gobierno estadounidense y el sector
corporativo crecieron 112 por ciento y 41 por ciento, respectivamente. E
incluyó la idea de Tom Wolf: “Te dirá la verdad: Estás débil’”.vii
Para estos mismos consultores, las condiciones para
la debacle en 2020 están puestas. 1) Volatilidad del mercado, 2) Impacto del
proteccionismo que reduce el crecimiento, 3) Apalancamiento de la curva de
rendimiento (cuando los rendimientos de los Bonos a 2 y 10 años se acercan al
punto en que se revierten: que las de corto plazo son más altas que las de
largo plazo).
Aparte, los niveles de apalancamiento corporativo
podrían prolongar la desaceleración y conducir a muchas bancarrotas, pues los
niveles de deuda son bastante altos, habría dicho la presidenta de la Fed,
Janet Yellen, en diciembre de 2018.viii
Black Rock, la mayor gestora de activos del mundo,
lleva la recesión en EUA hasta 2021. La economía global, dijo en diciembre de
2018, y las ganancias de las empresas frenarán su crecimiento el próximo año (2019),
y las probabilidades aumentarán en más de 50 por ciento de que la recesión
ataque a finales de 2021.ix
Hasta aquí la perorata de las calificadoras que
negocian en el mercado especulando con el dinero de los inversionistas.
Quisieran que la debacle no llegara, y no pocas veces aplican la política del
avestruz.
La otra realidad
Si bien ya en 2008 se planteó que “la crisis no fue
el resultado de una sobreacumulación de capital en sectores de punta, sino de
la creciente desconexión entre la nueva economía financiera (colosal masa de
sobreacumulación de capital-dinero especulativo en búsqueda de colocación
lucrativa por cualquier medio), y de las dimensiones de la economía real, la
demanda social y la inversión productiva en Estados Unidos y en la mayor parte
del mundo.”x
La desproporción es tal que el capital financiero
representa 160 mil billones de dólares, lo equivalente a tres o cuatro veces el
PIB mundial, un capital ficticio que descansa en el sobreendeudamiento; es
decir, las anticipaciones a futuro. La capitalización de estas anticipaciones
alimenta la liquidez de la economía a través del reciclaje bancario de
plusvalías ficticias, lo que permite a los EUA un crecimiento económico basado
en el endeudamiento interno y externo, como motor principal del crecimiento
mundial.
Ni lejos que la economía real, de la producción
industrial, logre crecimientos sostenibles y significativos durante años,
capaces de valorizar los capitales acumulados, por lo que corresponde al
capital financiero que se mueve entre el sobreendeudamiento y los futuros.
Cabe aclarar, por cierto, que Marx con El
Capital no ha perdido la guerra. Ignorado sí. Pero entregó importantes
claves para entender el mundo en sus obras. Aún a contracorriente, sus leyes
han sido probadas con el tiempo, a beneficio de la clase obrera y el cambio de
este modelo explotador que es el capitalismo, en cualquiera de sus facetas,
como la actual de hegemonía imperialista de los EUA.
Para él, las crisis son inherentes al capitalismo,
en cualquiera de sus facetas —como la actual de corte imperialista y predominio
estadounidense—, y por tanto inevitables.
Lo cierto es que la crisis en los EUA se encuentra
a un tris del estallido. Y las condiciones internas así lo demuestran:
1. Déficit presupuestal elevado;
2. Endeudamiento interno y externo
del sector privado desbordado;
3. La rentabilidad y las ganancias a
la baja;
4. Dólar en declive por la relación
adversa con el resto de monedas del mundo y su paulatino abandono como moneda
de intercambio mundial;
5. Tasas cero de interés, con
impresión de billetes sin control desde la Fed;
6. La guerra comercial declarada
contra China que amenaza al mundo.
El propio Trump no se da cuenta, como el rey del
cuento de Andersen, que va desnudo por el mundo. Pero sí alude, como veíamos,
que posiblemente se retire de la contienda 2020 por el temor a la debacle,
porque ciertamente la crisis está dando señales claras. Para ese año, es el
consenso de las mayorías consultadas, de expertos y analistas.
Por consiguiente, con un crecimiento a la baja: En
2019 con un PIB de 2.5 por ciento —el 2.9 por ciento de 2018—, y un 2 para
2020, la caída es inminente. Y las condiciones ya están dadas.
Por ejemplo:
1.- El bajo crecimiento del PIB en 2018 trajo
consigo una caída en los mercados de valores hacia finales del año, lo que
alarmó a los mercados.
2.- Los precios del mercado de valores desde 2009
se ha sostenido sólo por el bajo nivel de los tipos de interés a largo plazo,
cercano a cero, y por la flexibilización cuantitativa (compra de activos con
crédito).
3.- Ese mismo año, los inversionistas captaron que
el aumento de las tasas de interés vs. una tasa de rendimiento del capital tocó
techo, lo cual devino en una caída en 2019.
4.- Todas las previsiones de crecimiento son más
bajas en 2019 (FMI, OCDE, BM).
5.- un crecimiento más rápido viene acompañado de
rentabilidad y ganancias, y la deuda global, la del sector privado que aumenta.
6.- Las condiciones de la deuda han comenzado se ha
endurecido.
7.- Ante declaraciones como las de Jenet Yellen
sobre los “gigantescos agujeros en el sistema financiero”, donde la regulación
está sin terminar y el gobierno no hace lo debido.
8.- El endeudamiento corporativo sin respaldo (los
préstamos apalancados) puede representar un “contagio financiero”.xi
La caída de la segunda semana de agosto de Wall
Street, con el Dow Jones del 3 por ciento o 800 puntos, el S&P 500 que cayó
un 2.9 por ciento y el Nasdaq de tecnología en 3 por ciento, es muestra de que
las condiciones para la debacle están dadas.
Factores que contribuyeron a la caída del mercado:
Signos claros de una contracción global; la continua caída de los rendimientos
de los bonos; un reconocimiento creciente de que el estímulo monetario por
parte de los bancos centrales del mundo no van a traer un repunte de la
economía global; una crisis financiera en Argentina; la actual guerra comercial
entre EUA y China; inestabilidad política en Europa como ejemplo de la crisis
del Brexit y la ruptura del gobierno italiano; el crecimiento de la oposición
social en la clase trabajadora, ejemplificada en las 10 semanas de protestas y
manifestaciones en Hong Kong.xii
La teoría de Marx sobre las crisis
La tasa de ganancia. Marx se propuso desentrañar
todo lo referente al capitalismo. Y lo logró, hasta donde la vida le alcanzó.
Su ley para comprender las crisis del capitalismo está en El Capital, se
basa en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (Libro III), sustentada
a su vez en la ley del valor (Libro I).
El capitalismo tiene crisis regulares y
concurrentes, y crisis financieras. Las primeras son por la dinámica propia del
capital, las segundas por una economía monetaria con fines de lucro.
La ley se sostiene en que el valor de los medios de
producción (maquinaria, equipo, oficinas), con el tiempo aumenta en relación
con el valor de la fuerza de trabajo; a eso Marx le llamó composición orgánica
del capital. Como el valor solo se crea por la fuerza de trabajo, con el tiempo
disminuye respecto de la inversión en medios de producción. Y la tasa de
ganancia cae.
Por tanto, la ley se basa en dos supuestos: 1) La
ley del valor implica, que el valor y la plusvalía son creados solo por el
trabajo vivo; 2) La acumulación capitalista conduce a un aumento de la
composición orgánica del capital.
En la práctica, este aumento implica que hay un
incremento de la productividad del trabajo, como consecuencia de la
mecanización. Al mismo tiempo que la máquina desplaza trabajadores, la
modernización exige mano de obra especializada. En ambos casos deviene el
desempleo. El capitalista invierte en máquinas porque cree que eso es lo que le
da ganancias, dejando de lado que es la mano de obra explotada, pero a quien
solo interesan las ganancias.
Sobre la crisis de 2008, en el periodo previo a la
gran recesión de 2008-2009, se puede ver la causalidad visiblemente para las
ganancias, la inversión y el PIB de los EUA.
La masa de ganancias alcanzó su techo a mediados de
2006, la inversión y el PIB dos años más tarde. Las ganancias vuelven a
recuperarse a finales de 2008, y la inversión un año más tarde.
La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia
predice que, con el tiempo, habrá una caída en la tasa de ganancia a nivel
mundial, provocando una crisis de carácter devastador.xiii
Tal vez ahora sí, la oportunidad histórica para el cambio profundo que necesita
la humanidad: deshacerse del capitalismo atroz y destructor, de la naturaleza y
la vida humana.
Teoría de las ondas largas
Se atribuye al académico y ruso Kondratieff la
teoría de las ondas largas, pero su origen es invariablemente marxista,
desarrollada por pensadores como Parvus, Kautsky, Van Gelderen y Trotski. Luego
adoptada por Shumpeter, Simiand y Dupriez.
“El caso es que la existencia de las ondas largas
en el desarrollo capitalista difícilmente puede negarse, a la luz de unas
pruebas abrumadoras”, dice al respecto Ernest Mandel.xiv
La estadística prueba que, si se toma en cuenta
indicadores clave como el crecimiento de la producción industrial, el
crecimiento de las exportaciones mundiales en diferentes periodos, las
fluctuaciones son claramente marcadas, en las tasas medias de crecimiento, con
altibajos entre las sucesivas ondas largas que oscilan entre el 50 y el 100 por
ciento.
Dichas ondas largas con evidentes en las economías
de los países capitalistas más avanzados, así como en la producción mundial en
su conjunto. La gráfica última revela la tendencia última que enmarca la
debacle hacia el 2020. No más allá. Ondas largas y crisis del capitalismo, en
una sola exposición gráfica.
Gráfica: Quigley, Christopher. Kondratieff Waves
y la gran depresión de 2013-2020. Febrero 12 de 2012.xv
Ver tmb.: https://tinyurl.com/y6qq8kfw.
25 de agosto de 2019.
Notas
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