Opinión
03/10/2019
El mundo nos
da señales. Nos advierte. Nos muestra, en distintas dimensiones, -social,
política, económica, cultural, ambiental- que atravesamos una crisis.
¿Quién se
atreve a decir que la situación es de tranquilidad?, ¿Quién niega que el mundo
está en un momento de ebullición? Nos centraremos analizar aquí la crisis
ambiental global y la forma que asumen algunas de las luchas y movilizaciones a
lo largo y ancho del globo.
Transitamos,
dentro del sistema capitalista, su fase financiera-global, donde la clase
dominante, personificada en la “Moderna Aristocracia Financiera”, tiene como
objetivo la maximización de las ganancias, a costas de la explotación sin
límites de la naturaleza, de los trabajadores y de las trabajadoras.
Esta fase se
caracteriza por la concentración y centralización del capital a una escala
global, teniendo como grandes protagonistas a las cities financieras (Wall
Street, Londres, Shanghai, etc), a los fondos y bancas de inversión, y a las
plataformas de internet como ordenadoras de una economía articulada en red.
Algunas de sus herramientas claves son el manejo de dinero especulativo en alta
escala, la digitalización del capitalismo, invirtiendo el excedente en el desarrollo
de lo tecnológico, como el 5G, la Inteligencia Artificial (IA), Internet de las
Cosas (IoT), etc.
Según datos
de Oxfam, en enero de 2017 solo 8 hombres poseían la misma riqueza que los
3.600 millones de personas, que conforman la mitad más pobre de la humanidad.
El 82% de la ganancia del mundo quedó en el 1% de la humanidad, mientras que un
1% controla el 50% de esa riqueza en igual período.
Solemos
creer que cuando hablamos de calentamiento global o cambio climático, nos
referimos a un futuro lejano. La realidad es que estamos viviendo un momento de
crisis ambiental global, producida por la explotación sin límites de nuestra
Madre Tierra.
Ya no es
novedad ver glaciares que año tras año pierden grandes cantidades de
superficie, huracanes y tsunamis que se llevan por delante enormes porciones de
territorio, focos de incendios en las selvas más importantes, sequías intensas
en lugares donde anteriormente eran regiones húmedas. El problema está en
naturalizar estos hechos o leerlos como parte de un destino apocalíptico
inmodificable.
Cuando
ahondamos en el análisis, nos surgen las siguientes dudas ¿Quiénes son los
responsables de esta situación ambiental preocupante que vivimos? ¿Cómo se
produjo y se sigue agudizando este deterioro de nuestra Tierra? ¿Cuál es la
salida para recuperarlo?
Hay
distintas miradas al respecto, y por lo tanto varias respuestas a estas
preguntas. Algunos dirán que la culpa es de todos y todas por igual, que la
acumulación de actos individuales y la falta de conciencia ambiental es la que
atenta contra la Tierra. Otros querrán explicarlo a través de cuestiones
técnicas productivas acerca de cómo reducir el impacto ambiental, la huella de
carbono o argumentando una sobrepoblación. Nosotros afirmamos que hay un
culpable, y que ese culpable tiene nombre y se llama Capitalismo.
Los datos
son devastadores y angustiantes: según Visual Capitalist las emisiones de
dióxido de carbono (CO2) aumentan a nivel récord cada año (a razón de 1,7%
interanual), siendo China (27,2%) y Estados Unidos (14,6%) los que más aportan
porcentualmente en gases invernaderos a nivel global. Estos gases son generados
principalmente por las grandes industrias y los millones de automóviles que
existen en el mundo.
A medida que
los gases invernaderos aumentan, la superficie de bosques y selvas disminuyen.
A principios del siglo XX, contábamos con 50 millones de km2 de áreas boscosas
y se redujo a 40 millones de km2. Para poder dimensionar este dato de alguna
forma, vamos a poner un ejemplo: los 10 millones de km2 perdidos equivalen a la
superficie de todo el continente europeo. Ahora bien, ¿Cómo se pierden selvas y
bosques? Por la deforestación al servicio de los Agronegocios, demostrando la
falta de equilibrio de este sistema de explotación y la matanza de nuestra
casa: la Madre Tierra. La ecuación es sencilla, mientras más CO2 se produce, y
menor cantidad de bosques haya, mayor será el calentamiento global.
Iman Ghosh,
en un estudio realizado para Visual Capitalist, dice que por cada hora en el
mundo se desperdician 55 millones de botellas plásticas; esto formaría una
montaña más alta que la estatua brasileña del Cristo Redentor de Brasil. Por
día son 1.300 millones de botellas plásticas, formando una montaña de
aproximadamente 324 metros.
Según datos
de la ONU, por causas de contaminación del aire, del agua y contaminaciones
químicas, en el mundo mueren aproximadamente 12,6 millones de personas al año.
Situación en
Latinoamérica
La lucha por
la defensa del ambiente en Latinoamérica está siendo reprimida de manera
escandalosa. Global Witness, presentó un informe que reveló que Latinoamérica
es la región más peligrosa para los defensores ambientales y de la tierra, ya
que afirma ser la región con más asesinatos del 2018, reportándose para ese año
83 muertes. Colombia lidera la estadística con la cifra de 24 asesinatos,
seguido por Brasil con 20, Guatemala 16, México 14, Honduras 4 y Chile 2.
Párrafo
aparte se merecen los incendios ocurridos en la Amazonia, territorio que genera
el 20% del oxígeno mundial. Desde la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia
de Brasil, se redujeron las operaciones de fiscalización ambiental además de
una disminución del 34% de las multas aplicadas por el IBAMA (Instituto
Brasileño del Medio Ambiente) permitiendo una libertad de acción a las empresas
que explotan la tierra brasileña, sin un control del Estado.
Bolsonaro en
nueve meses de gobierno lanzó al mercado 353 agrotóxicos que ponen en riesgo a
la población brasileña, envenenando la tierra y así también a los alimentos que
se producen. Según Gerson Teixeira, expresidente de la Asociación Brasileña de
Reforma Agraria, Bolsonaro, lanzó al mercado durante 200 días más productos
agrotóxicos que los que aprobó la Unión Europea (UE) para dichas sustancias en
un período de ocho años. Es fácil saber cuánto le importa nuestro pulmón verde
al señor presidente.
Y el caso
reciente de Argentina, también es para destacar. A fines de agosto de este año,
el presidente Mauricio Macri modificó la Ley de Residuos Peligrosos a través de
un decreto, el cual permite la flexibilización de los permisos para la
importación de basura en un contexto en el que Estados Unidos precisa encontrar
un nuevo destino para sus residuos, debido a que China cerró, a comienzos de
este año, las puertas de la importación de los desechos estadounidenses y
europeos. De esta manera, nos convertiremos como muchos han dicho, en el
“basurero del mundo”.
Pensando las
tareas militantes
El
Capitalismo es esencialmente un sistema deshumanizante. Define a la naturaleza
como “recursos naturales”, herramientas al servicio de una sociedad
capitalista; define a los y las obreras como “recursos humanos”, descartables,
donde nuestra vida solo vale si trabajamos para ellos. Pero ni las personas, ni
la naturaleza son “recursos”, no son meros medios al servicio de un sistema de
acumulación. Por ello, resulta urgente la reconstrucción del tejido social y la
relación de los seres humanos con la Madre Tierra, y para esto, ningún sistema
que divida a la sociedad bajo el concepto de propiedad, logrará esa relación.
El
Movimiento Ambientalista, ha traspasado las fronteras de los Estados Nación,
generando movilizaciones gigantescas en un mismo día en todo el globo. Según
Global Climate Strike, durante la semana comprendida del 20 al 27 de
septiembre, se movilizaron 7,6 millones de personas en todo el mundo, en su
mayoría estudiantes. Y se realizaron 6135 eventos en 185 países.
Como dice
Giménez (2019) “Hay una realidad que nos lleva a dos caminos posibles: o vamos
hacia un mundo con mayor exclusión y explotación, o transitamos hacia un mundo
desmercantilizado, con capacidad de desarrollar resiliencia, integrado
glocalmente -desde lo local a lo universal y de lo universal a lo local-,
comunitariamente, con perspectiva social y para el beneficio de las mayorías.”
El
Movimiento Ambientalista debe comprenderse en términos revolucionario. Esto
significa que tiene que luchar en pos de destruir al sistema capitalista, debe
luchar contra el enemigo del pueblo que es el 1% de la Élite Mundial, culpable
de la Crisis Ambiental Global y de los males de la sociedad, y al mismo tiempo
desarrollar una sociedad que sea construida por los intereses de las mayorías,
desde el Pueblo y para el Pueblo. Generando nuevas relaciones de producción
utilizando la ciencia y la tecnología disponible para la producción
sustentable, y sin contaminación.
La sociedad
post-capitalista deberá estar basada en los valores de la igualdad,
solidaridad, justicia social, y deberá ser profundamente ambientalista. Debe
convocar al futuro, construyendo nuevas relaciones sociales, en la que nos
medie lo humano y no las mercancías, generando soluciones locales a los
problemas globales, construyendo conciencia colectiva en donde el bienestar de
la sociedad sea lo principal, una sociedad de iguales, sin opresores ni
oprimidos.
Bibliografía
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generada el año pasado, mientras que la mitad más pobre no se benefició en
absoluto. Recuperado de: https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2018-01-22/el-1-mas-rico-de-lapoblacion-mundial-acaparo-el-82-de-la
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