sábado, 5 de octubre de 2019
"La imagen no solo oculta la
esencia de las cosas sino que idealiza su apariencia"
Estoy harto y hastiado de tanta superficialidad. La publicidad se ha adueñado de nuestras vidas: es fuente
de financiación de las televisiones, de los clubes de fútbol, del tenis y del
deporte en general. La publicidad es causante de las desigualdades más
evidentes y hace que personas como los deportistas de élites y las influencers
se enriquezcan de manera irracional y desproporcionada. Facebook se alimenta en
lo fundamental de la publicidad, y así todas las llamadas redes sociales. Y la
publicidad es donde la imagen, lo más superficial, predomina sobre todas las
cosas. Hasta los actos de solidaridad, los socorros a las millones de víctimas
de la deshumanización, están determinados por la publicidad. Es un mundo
odioso.
Observemos la publicidad en la televisión. Primero nos obsequian con
imágenes de automóviles: vemos confort, brillo, tecnología avanzada y
velocidad. Vemos a raudos automóviles surcar hermosos parajes naturales o
hermosos cascos urbanos. Vemos después publicidad sobre colonias para mujeres y
hombres, vemos cuidados interiores, elegancia, armónicos colores y modelos
llenos erotismo y sexualidad: sus voces nos embargan. Vemos a continuación
publicidad de comidas para perros donde nos anuncian su excelente valor
alimenticio y su efecto positivo en su salud. Vemos a los perros corretear y
saltar alegres en un entorno de familias acomodadas y siendo acariciados y
abrazados. Y vemos, por último, una
publicidad de niños desnutridos donde unas enfermeras le miden el grosor de los
brazos y una voz en off nos invita a enviar un mensaje para salvar sus vidas.
Eso es lo que hace la superficial publicidad: produce la convivencia en paz de
un mundo cómodo y feliz con un mundo deshumanizado. Me viene a este propósito
en socorro intelectual la sabia diferencia establecida por Edmund Husserl entre
percepción y vivencia. En la publicidad sobre los niños desnutridos no vivimos
el problema del que nos hablan, solo lo percibimos. Y de esa manera,
manteniendo la percepción separada de la vivencia, nos mantenemos en el mundo
superficial y termina conformándose una conciencia inocentemente hipócrita.
Estoy harto e infeliz por la imparable humanización de los perros, que
aparecen en casas de famosos e incluso de pensadores de izquierda cómodamente
recostados en sofás de casas lujosas, de que reciban atenciones médicas
costosas y haya una preocupación generalizada por su salud, incluida su salud
psíquica. Me resulta un oprobio que un sacerdote diga que sus pensamientos más
profundos los habla con su mascota. Los perros no hablan, habría que advertirle
a este estúpido sacerdote. Varias escenas retratan día a día la enajenación
ontológica que provoca el mundo perruno. Una mujer de más de sesenta años tiene
abrazado contra su pecho a un pequeño perro con tierno amor en sus ojos. Y una
mujer joven le dice a otra mujer mayor lo siguiente: “no sabes cuánto te
acompañan”. Las mascotas no sirven para solucionar los problemas de soledad y
necesidad de amor que padecen las personas. Los perros que están ocupando
nuestros parques deben ser sustituidos por niños. Los perros no trabajan y no
cotizan, no son garantía de futuro para un desarrollado estado del bienestar,
es necesario que los niños sean el
centro de nuestra esperanza, de nuestra alegría y de nuestra necesidad de amar.
Me resulta odioso ver a Pablo Iglesias en medio de animalistas acariciando a
perros con motivos electorales y no lo haga con los pobres que habitan en
nuestras calles, o con los desesperados inmigrantes que llegan a nuestras
costas, con los llantos de mujeres africanas destrozadas por haber perdido a
sus hijos y a sus hermanos en la travesía. Me resulta odioso que en el plano
ontológico los perros estén situados por encima de tantos seres humanos que
padecen hambre, privaciones, enfermedades y muerte.
Esperaba más de Errejón, pero como todos los políticos se mueven en lo
superficial, no aporta el más mínimo pensamiento profundo. Dicen que es un tipo
inteligente, pero a mí no me lo parece, si entendemos la inteligencia como la
capacidad para analizar y solucionar los problemas. Errejón decía que la
derecha si sabía ponerse de acuerdo para formar un gobierno mientras que la
izquierda no sabía. No creo que formar un gobierno progresista sea un gran
problema para la inteligencia. Los
periodistas se han adueñado de las tertulias que se han vaciado de intelectuales.
Y para los periodistas lo más importante es la información. Y la información y
su comunicación no dejan de ser el acto más simple del pensamiento. Pero la
información nunca es información pura, siempre está entretejida con opinión, y
con lo que es más decisivo: una determinada concepción del mundo. Pero la
concepción del mundo de los periodistas es pobre en contenido y en conceptos. Y
contaminan a los políticos y provoca el empobrecimiento espiritual de estos.
Aunque un periodista de la Sexta le insistía a Errejón que le dijera por qué
Podemos se está resquebrajando, se negó a responder y argumentó que eso sería
un objetivo a cubrir por una tesis doctoral. Le salió a relucir su
intelectualismo. Yo le adelantaré una respuesta sin necesidad de hacer una
tesis doctoral. Podemos fue y es una fuerza política constituida en su mayor
parte por intelectuales: profesores de Universidad y de todos los ámbitos
educativos, periodistas y algunos profesionales. Y con su base social
mayoritaria sucede lo mismo. Pero lo intelectuales no constituyen una clase
social con intereses comunes. De ahí la imposibilidad de que puedan constituir
una fuerza política fuertemente unida. Si a eso añadimos que viven
fundamentalmente en el terreno de la teoría y su conocimiento práctico de la
vida económica es mínimo, lo normal es que Podemos termine resquebrajándose y
transformándose en decenas de tendencia.
Es inadmisible e inaceptable que los políticos y periodistas hablen de
la sociedad como si fuera una y nos digan que los políticos hacen lo que la
sociedad ha decidido con sus votos. La sociedad está formada por clases
sociales, grupos, capas, sectores e individuos distintos. Nadie les dice a los
partidos políticos lo que deben hacer con sus votos y los partidos políticos al
final hacen lo que creen que deben hacer. Y
una cosa es que los intereses particulares de una clase social se
expresen como los intereses generales de la sociedad, misión que deben cumplir
los partidos políticos, y otra muy distinta es que todo sea expresión de
intereses generales y abstractos. Es una generalidad hablar del Ibex 35 o de
los ricos. Creo que lo importante, lo decisivo, si somos fieles a la concepción
de Marx, es hablar de la relaciones económicas entre los seres humanos y la
necesidad de cambiarlas. Cierto es que la regulación e intervención de las
autoridades estatales es parte de esas relaciones económicas que hay que modificar para hacer un mundo mejor. Y no nos
dejemos llevar por los gritos y alarmas de los neoliberales que hablan de que
la intervención del Estado en los mercados es contrario a la libertad y supone
surcar “la peligrosa” senda del socialismo. Debemos darles la espalda a los
representantes teóricos de los capitalistas, que como todos los representantes
teóricos son muy dados a las teorías puras, donde todo transcurre a las mil
maravillas. Debemos fijarnos en los capitalistas prácticos, quienes –pongo de
ejemplo la quiebra de Tomas Cook– en su calidad de hoteleros canarios reclaman
al Estado que se haga cargo de los 140 millones de euros que la compañía
inglesa les adeuda. Esta es la realidad: cuando el mercado no funciona y causa
estragos económicos son los propios capitalistas los partidarios de que el
socialismo de Estado actúe.
Y estoy más que cansado del nacionalismo catalán, que se ha vuelto cada
vez más banal, menos culto, con absoluta pérdida de visión del futuro global de
la humanidad. La ilustración vinculada a la burguesía industrial ha
desaparecido del movimiento nacionalista catalán. Cuando nos dicen que su movimiento
es en lo fundamental un acto democrático, eso lo es en la forma, el contenido
no es más que la defensa de los intereses egoístas de la pequeña burguesía
catalana. Cuando nos hablan de que quieren una república, eso es una forma de
Estado que ha perdido totalmente el contenido revolucionario que tenía en el
siglo XVIII, es puro formalismo. Los líderes nacionalistas hablan en Europa en
inglés o en francés, sin embargo, cuando hablan en España lo hacen en catalán.
No usan su lengua para enriquecer, sino para diferenciarse. Y en un momento
donde las fuerzas de la globalización no cesan de crear el mundo y de
transformarlo en un mundo rapaz e injusto, la izquierda no debería compartir
esa visión tan limitada de los nacionalistas catalanes ni aceptar como proclama
con sentido histórico actual el derecho a la autodeterminación.
¡Ay, cuánto deploro a la maldita superficialidad que tanto daño está
haciendo a la conciencia socialista!
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