Cualquier semejanza con el todo social y el Estado es pura coincidencia
Es imprescindible entender la frase, del “Estado
para todos” tratando de seguir los hechos ocurridos en casi doscientos años.
Observemos lo que dicen sobre este asunto dos destacados académicos peruanos,
Nicolás Lynch (sociólogo y ex ministro de educación) y, Félix Jiménez (ex
funcionario del MEF y profesor principal de la universidad católica de Lima).
Para Nicolás Lynch “necesitamos
entonces derrotar a un Estado ajeno tanto clasista, étnica como nacionalmente,
para instalar otro que termine con esta relación secular de dependencia. Esto
significa romper con siglos de relación colonial, con un patrón de poder al que
jamás le convino que seamos patria” ([1]). Al igual
que Víctor Andrés Belaúnde y Jorge Basadre que reclamaban patria durante el
siglo XX.
Lo que se quiere decir es que el peruano de a pie
no cuenta en su favor a los gobiernos, porque a ellos no les brindan ningún
servicio, no siente, ni le importa lo que haga el Estado porque éste no llega a
todos desde que se inicio la república. Situación que en pleno siglo XXI no es
compatible con el régimen democrático, en consecuencia a los ciudadanos les
toca exigir la presencia del Estado, porque siendo ajeno ahonda su
deslegitimación, debilita tanto la institucionalidad; como precariza su
existencia democrática.
Siendo así que el Estado tiene un comportamiento
disminuido, está dominado por la política económica neoliberal, el economista
Félix Jiménez considera que la situación de la vida pública se irá
deteriorando, pues “con la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra
Fría, desapareció el competidor ideológico del modelo constitucional
democrático”. “Esta desaparición facilitó la propagación de los postulados
democráticos en casi todos los países del mundo, pero al mismo tiempo, puso al
descubierto sus debilidades y, en países como el nuestro con escasa historia
democrática”. “Esto último reveló en forma más dramática que proliferarán
‘políticos’ y agrupaciones ‘políticas’ que degeneraron y pervirtieron la
esencia de la democracia. Fue el golpe de muerte a los partidos políticos y/o a
sus principios y programas que les dieron origen” ([2]).
Esto significó crisis política y crisis económica,
que se hace estructural, y que para Jiménez ella “se exacerbó con
la llegada del neoliberalismo que colocó a la libertad económica en el mismo
nivel que las demás libertades individuales. Se fomentó el individualismo,
desacreditando el interés público, se privatizaron los servicios públicos y se
destruyeron funciones importantes del Estado. Los grupos de poder privados
penetraron las instituciones de casi todos los poderes del Estado,
desnaturalizando el papel de la función pública”. ([3]).
El académico Jiménez manifiesta que “con el
neoliberalismo, entonces se agudizó la crisis del modelo constitucional
democrático en nuestro país: el fomento del individualismo” y “el
funcionamiento real de la democracia se alejó así de los principios que la
inspiran; y la vida política se convirtió en una lucha por ‘botín del poder’.
La lógica de la política como lazo de conexión social fue desplazada como nunca
por la lógica del poder y del tráfico mercantil” ([4]).
Empero, a pesar de la crisis “no ha desaparecido el
principio democrático. Sigue vigente la fuente de su legitimidad. Pero, se
precisa de reformas que permitan convertir a los electores en ciudadanos,
superar la concepción de la democracia como solo un procedimiento
institucionalizado, controlar y vigilar a los representantes elegidos, respetar
la diversidad cultural y promover una verdadera descentralización política, y
hacer énfasis en la virtud cívica de los ciudadanos y en su participación
responsable en los asuntos públicos bajo un marco legal e institucional
adecuado. Estas reformas democráticas deben basarse, además, en una concepción
de la libertad como no-dominación, y en la consideración del Estado y del
mercado como instituciones sociales indispensables y no contrapuestas” ([5]).
La presencia indeseada del neoliberalismo en el
Perú para Félix Jiménez lleva a la crisis; al decir del francés Alain
Touraine esta situación adquiere una dimensión sociológica, por la trama que
adquieren sus aspectos negativos por parte del neoliberalismo en cuanto conduce
a la crisis mundial larga, pues “desde la década de 1970, el sistema llamado
neoliberal parece identificarse con la sociedad contemporánea percibida en su
conjunto” ([6]).
Significar que por décadas el neoliberalismo tuvo y
tiene un relevante respaldo en la conducción de la economía mundial. La crisis
económica del siglo pasado (1929) resulta corta en el tiempo, comparada con la
actual, que como ya se ha dicho se forjó desde la década del 70 y que hoy en
día la crisis que ha producido no solo es en términos económicos, sino que
acarrea alejar al Estado de cualquier intervención reguladora y menos
promotora.
La situación se torna más agravante, pues para
Touraine “nuestra sociedad, evidentemente, ya no la domina la producción, la
acumulación de los conflictos giran en torno a la apropiación de ganancias de
la productividad” ([7]). En esas condiciones
“parece que hemos llegado al final de un largo proceso de
desinstitucionalización y hasta de debilitamiento de las categorías sociales,
de su jerarquía, de sus conflictos y sus actores. Esta impresión de
fragmentación y descomposición de los elementos de la vida social” ([8]).
Para Touraine “esta crisis mayor marca la
culminación, el fuerte estruendo final de nuestra era neoliberal que
sustituyó, a partir de la mitad del decenio de 1970, a la economía
administrada, nacida después de la guerra, en una época en que sólo los Estados
disponían de los medios necesarios para la recuperación de los antiguos países
industriales y para el despegue de la economía de los países descolonizados”.
Ahora, “la crisis no sólo altera la gestión y la gobernabilidad del mundo
económico; ésta interviene además en una completa transformación de la cultura
y de los valores, marcada por un interés más restringido por el trabajo, el
deseo reafirmado, sobre todo entre los jóvenes, de vivir experiencias
personales en lugar de participar en tareas colectivas muy a menudo
despersonalizadas, y la difusión de nuevos modos de comunicaciones” ([9]).
Alain Touraine toma muy en cuenta lo que acontece
en esta crisis mundial, en el orden a las consecuencias por el comportamiento
del neoliberalismo que, en estas últimas décadas asumió el protagonismo de todo
el proceso económico y financiero, lo que ha conducido a acentuar la
desigualdad, siendo que los asalariados resultan siempre los más afectados, sea
rebajando sus salarios, despidiéndolos y quedan desocupados. Significando que
los derechos humanos se han quebrantan, lo cual es muy grave porque daña la
democracia. Los neoliberales, dice Alain Touraine, “han querido
hacernos creer que las leyes de la economía se nos imponía, que no podríamos
controlar la coyuntura, y menos aun librarnos de realidades ‘estructurales’.
Así pues, los defensores de este determinismo económico así son precisamente
los que hoy resultan ser los principales responsables de la crisis; la han
desatado y la han desarrollado al olvidar –en aras sobre todo de sus intereses
personales– las necesidades de las empresas que para sobrevivir deben luchar
permanentemente. La economía financiera se ha separado la economía real, y esta
ha roto sus lazos con la sociedad, de la que debería ser indisociable” ([10]).
La crisis mundial aparece considerada como un
hecho, y se tiene que observar cómo la afecta en el caso del Perú: en
primer lugar, irremediablemente se presenta en todo el orbe, todos los
países están involucrados; segundo, el Perú y la región
sudamericana al comienzo de esta larga crisis, su afectación no era grave; sin
embargo, pasado los años la inclusión en la crisis no sólo la alcanza, sino que
los problemas que acarrea no son estrictamente financieros, entran otros
asuntos que como se nota hoy se aprecia en la baja sustancial del crecimiento
del producto bruto; el desempleo igualmente comienza a elevarse; reaparecerá la
pobreza, incluida la disminución de las capas medias y por consiguiente la desigualdad
entre los grupos sociales habrá de incrementarse.
En el Perú algunos especialistas de la sociología,
incluidos economistas y los politólogos aparecen comportándose como tecnócratas
(apolíticos), aparecen como participes que no se produzcan cambios, pues tratan
conservadoramente de no sólo interrumpir la evaluación de los hechos; sino
cuestionan la economía diversificada, lo que supone negar la producción con
valor agregado.
A los tecnócratas nada les impide tomar posiciones
políticas, más aun cuando ocupan cargos de importancia y de confianza, ellos
les cabe entender y hacer entender que en democracia, la diversidad
productividad permitirán una economía de más mercados internos y externos.
En síntesis, al Estado le corresponde delinear,
crear y velar por servicios públicos esenciales como salud, educación,
transporte/movilidad y seguridad dando determinadas concesiones donde
prime la calidad, para no sólo brindarlos a sus ciudadanos, sino con dedicación
a los visitantes extranjeros. Todo ello debe funcionar tanto por la calidad de
sus gobernantes, funcionarios públicos y privados que serán a la vez líderes
nacidos de elites, a fin de desarrollar los servicios en manos del Estado y los
concesionarios, como también se debe implementar una política de
supervisión, cuya responsabilidad recae en los organismos reguladores del
Estado. Todo ello se explica siempre que hayan nacido de reformas profundas en
favor de la vida democrática, y tratando que el Perú se vea menos afectado por
la actual crisis mundial.
La del estribo: La inteligentes
apreciaciones de los peruanos Nicolás Lynch y Félix Jiménez coinciden
igualmente con la del destacado sociólogo francés Alain Touraine sobre el
desempeño del neoliberalismo, explican el desembalse y el sacudón ciudadano que
expresa el descontento en la república de Chile en este mes de octubre del 2019
y días sucesivos. Sus protestas concuerdan con las expresiones de los
académicos, siendo claro ejemplo de lo que significa la crisis neoliberal en la
región sudamericana.
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