Análisis
09/12/2019
Artículo publicado en la Revista América Latina
en Movimiento No. 546: Tiempos de estallidos sociales 03/12/2019
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“Cabros,
esto no prendió”
La frase la
dijo el 16 de octubre pasado Clemente Pérez, expresidente del directorio del
Metro de Santiago durante el primer gobierno de Michelle Bachelet. Era el
tercer día consecutivo en que estudiantes secundarios evadían los torniquetes
de entrada al tren subterráneo en protesta por el alza de 30$ del pasaje. Pérez
dijo: “Llama la atención porque es novedoso, pero es marginal… Me parece
tonto... Cuando uno hace una protesta busca generar el apoyo de la población.
Estos estudiantes lo que hacen es generar rechazo… Cabros, esto no prendió...”.
La miopía
política de Pérez –empresario, académico y exdirector del diario La Hora–
es muy representativa del llamado sentido común neoliberal, según el
cual los servicios públicos como el transporte, al igual que la educación, la
salud, la vivienda, el agua y los demás recursos naturales no son derechos
sociales sino mercancías.
Fue
justamente esta acción estudiantil la chispa que prendió la protesta masiva que
ya lleva más de un mes. A los estudiantes se sumaron los movimientos
feministas, sindicalistas, ambientalistas que masivamente tomaron las calles
para denunciar la exclusión económica y social imperante desde hace 46 años.
Cifras de la
desigualdad económica en Chile
1) Chile es
el séptimo país más desigual del mundo (índice de Gini).
2) El 1% más
rico posee el 26,5% del ingreso nacional; el 50% de los hogares menos
favorecidos solo tiene 2,1% de la riqueza neta del país; el 10% más rico
concentra el 66,5% (Cepal).
3) Chile
tiene el 35% del cobre mundial. El cobre representa más del 60% del total de
exportaciones. El 70% de la explotación del cobre está manejada por empresas
privadas extranjeras. Sus ganancias equivalen al 17% del PIB y al 75% del
presupuesto nacional (“La desnacionalización del cobre, que había nacionalizado
Salvador Allende”, de Caputo y Garcés).
4) Desde la
dictadura, la participación del salario en el PIB es menor al 40%.
5) El sueldo
de un parlamentario equivale a 31 salarios mínimos.
6) La deuda
de los hogares chilenos equivale al 74% de sus ingresos.
7) La mitad
de los jubilados chilenos cobra menos de 200 dólares.
8) Las
Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) incrementaron sus ganancias en un
70% en 2019. Las seis empresas privadas del sistema AFP ganaron 849 millones de
dólares invirtiendo el dinero de los jubilados.
9) Es el
segundo país de la OCDE con aranceles universitarios más altos: 7654 dólares
cuesta la matrícula en universidades públicas.
10) La mitad
de los trabajadores tiene un salario de 480 dólares; el costo del pasaje del
metro es 1 dólar.
Romper el
espejo neoliberal
David Harvey
sugiere: ¿Y si cada modo dominante de producción, con su configuración política
particular, genera un modo de oposición que es como su propia imagen en el
espejo? Sostiene que la reorganización del proceso de producción y el giro
hacia la acumulación flexible del neoliberalismo han producido una izquierda
que es, en muchos sentidos, su imagen reflejada en el espejo: autónoma,
descentralizada y no-jerárquica. Dice que, por supuesto, hay maneras de
organización que proponen romper el espejo y generar algo nuevo. La resistencia
al neoliberalismo se ha construido en base al descontento que cada vez más gira
alrededor de las luchas por las políticas que moldean la vida diaria en la
ciudad. Harvey reconoce la importancia de la lucha de los sindicatos en la
resistencia al capitalismo y al neoliberalismo, pero resalta el rol dominante
de las luchas por las condiciones de la vida diaria (transporte, educación,
salud, vivienda) en los últimos 15 años alrededor del mundo, de Estambul a
Brasilia, a Londres, a París…
Es este el
contexto que me parece apropiado para enmarcar la rebelión de Santiago en
particular y de Chile en general. Las luchas para mejorar la calidad de vida y
exigir mayor participación ciudadana aglutinan a diversos sectores sociales.
Los protagonistas de la resistencia chilena contra el neoliberalismo y
capitalismo son los movimientos sociales de estudiantes, mujeres, indígenas,
ecologistas, acompañados por trabajadores y sindicalistas.
Cae el
modelo fraguado en Washington para toda América Latina
El golpe de
Estado contra Salvador Allende en 1973 fue planeado por el gobierno de EE.UU.
desde el mismo momento en que el candidato socialista ganó las elecciones
presidenciales de Chile.
A partir del
golpe se implementa una política neoliberal de apertura indiscriminada del
mercado local en beneficio de las corporaciones multinacionales que promueven
la globalización reforzando una economía productora de materias primas. Esta
estructura socio-económica excluyente de las grandes mayorías es controlada por
los organismos financieros internacionales (Banco Mundial, FMI, OMC), promovida
por los medios de comunicación corporativos e impuesta a sangre y fuego por las
fuerzas represivas. El modelo socio-económico pinochetista, incluyendo su
Constitución, fue mantenido por los siguientes gobiernos bajo un sistema
bipartidista cuidadosamente controlado.
Sin embargo,
a lo largo de las últimas décadas se ha construido una resistencia
multisectorial con varias puntas de lanza: el movimiento estudiantil, el
movimiento feminista, el movimiento indígena mapuche en el sur. El descontento
social hizo eclosión en octubre pasado con una gigantesca movilización de
diversos sectores populares capturando la atención de toda América Latina y
dejando boquiabiertos a muchos, sobre todo a la derecha promotora del modelo
chileno en la región.
El gobierno
de Piñera respondió declarando la guerra a las movilizaciones sociales, usando
a los carabineros para reprimir con una saña heredada de la dictadura a todo el
que estuviera en la calle. Se estima que hay cerca de 250 personas, en su
mayoría jóvenes, que han perdido la vista en un ojo o en ambos por disparos de
los carabineros dirigidos a la cara de las víctimas. Señala Pablo Abufom del
Movimiento de Solidaridad que esto es un símbolo de la crueldad de la
represión: “Decíamos que habíamos despertado, que habíamos abierto los ojos, ¡y
nos dejan ciegos!”.
Durante el
mes de movilizaciones populares, se produjo el paro general del 12 de noviembre
convocado por los movimientos sociales que contó con la participación de la
Unidad Sindical, la Unión Portuaria de Chile, los sindicatos de la Gran
Minería, la Confederación de la Construcción y los trabajadores de la Empresa
Nacional de Petróleos. Los gremios rompieron la abulia sindical en la que
estuvieron sumergidos durante varias décadas.
El gobierno
de Piñera, ante el fracaso de la represión para desarticular el movimiento
social, ha dado pequeños pasos atrás cambiando de gabinete y haciendo promesas
de que se redactará una nueva Constitución, pero manteniendo el régimen de las
instituciones causantes de la crisis social con el apoyo de los partidos de la
Concertación y de la Nueva Mayoría y de algunos sectores del Frente Amplio. Por
el contrario, los movimientos sociales –junto al PC, sindicatos de docentes y
otros– han rechazado el “pacto social” propuesto por Piñera, demandando su
renuncia, la libertad de los miles de detenidos políticos, el juicio a los
responsables de muertes, heridos y demás violaciones a los derechos humanos
cometidas por las fuerzas de seguridad, y demandando ¡Asamblea Constituyente
libre y soberana!
El
periodista chileno Paul Walder plantea que los movimientos sociales y la Unidad
Sindical luchan contra una paradoja, un presidente que solo cuenta con el 13%
de respaldo ciudadano, pero tiene el apoyo de los otros poderes del Estado, las
Fuerzas Armadas y policiales, las iglesias y el poder económico en primer lugar
“para alargar las negociaciones en espera del desgaste del movimiento social”.
No podemos
anticipar si se producirá un desgaste social, pero sí podemos prever que el
movimiento de estudiantes secundarios, la chispa de la insurrección, continuará
marcando el camino. Víctor Chanfreau, vocero de la ACES (Asamblea Coordinadora
de Estudiantes Secundarios) en respuesta al pacto de Piñera con los partidos
institucionales dijo: “La institucionalidad está totalmente viciada. Se
sentaron a negociar sobre la sangre de nuestros muertos, no se habló de los
presos políticos, no se habló del juicio de castigo desde Piñera para abajo, no
se habló de la reparación a las víctimas, ni tampoco de las reivindicaciones
inmediatas... Tenemos claro quiénes son… ¡Qué les van a importar los pobladores
si a ellos nunca les ha faltado el techo! Son ellos los que han administrado
este país durante los últimos 46 años; no tienen legitimidad; han cimentado las
condiciones para que el pueblo se endeude para comer; para que la gente se
muera esperando atención médica o se suicide porque no le alcanza la pensión…
No vamos a permitir que los mismos de siempre traicionen al pueblo que en las
últimas cuatro semanas se ha levantado dejando en claro cuáles son nuestras
demandas... Son los mismos que nos están amenazando con la ley de seguridad del
Estado, pero en versión Frente Amplio. Si en el 2011 vendieron a los
estudiantes, hoy en el 2019 quieren vender al conjunto del pueblo. Llamamos a
todas las organizaciones sociales, al pueblo anticapitalista, a las asambleas
territoriales, a Unidad Social, al conjunto del pueblo a rechazar este acuerdo.
El llamado es volver a los inicios de esta movilización, vamos a evadir1
durante todo el día para llegar a la Plaza de la Dignidad a decir fuerte y
claro ¡Chile no se vende!”.
Antes de
octubre, decir “modelo chileno” era decir neoliberalismo y exclusión social sin
rebelión. Hoy, el mito del Chile neoliberal y sumiso ha rodado por el suelo,
como la cabeza de la estatua del militar Dagoberto Godoy arrancada por
manifestantes mapuches en Temuco y puesta en la mano de la estatua del toqui
Caupolicán, líder de la resistencia contra los conquistadores españoles.
- Silvia
Arana es traductora, editora y periodista de medios alternativos. Miembro del
Consejo Editorial del diario digital Rebelión.
https://www.alainet.org/es/articulo/203705
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