Escribe:
Milcíades Ruiz
El
neoliberalismo, nos ha traído la palabra informalidad como un hecho condenable
y la ha introducido en nuestras mentes para que rechacemos todo lo que no se
ajusta a sus reglas de competitividad, otra palabreja neoliberal que ya forma
parte de nuestro acervo económico y político. Estos valores no existían antes
de que el neoliberalismo se posesionara de nuestro país. Hoy, la gente ha sido
robotizada para hablar, pensar y actuar en términos neoliberales.
Muchos no se
dan cuenta de este implante mental y obran con mentalidad neoliberal en el
trabajo, en la política y demás aspectos de la vida cotidiana. Entonces, vemos
a los trabajadores informales con una animadversión pre fabricada y nos
solidarizamos con la represión neoliberalizada. Pero la informalidad es un
aborto del neoliberalismo.
Si seguimos
el rastro de este problema vamos a encontrar que la informalidad, es generada
precisamente por el neoliberalismo. Es una de sus consecuencias. Entonces
llegaremos a la conclusión de que la informalidad, es un producto social y que
la maquinaria estatal está arrojando un producto indeseable, por fallas de
fabricación social.
Estas fallas
no se corrigen atacando el producto final. Hay que ir a las causas. Mientras no
se corrijan las causas, las consecuencias serán las mismas. Hasta los políticos
corruptos dicen que aspiran a gobernar para combatir la corrupción. Pero este,
es el producto final de un proceso. Ello demuestra que tenemos invertida
nuestra apreciación de los hechos.
De esta
forma, la sociedad reacciona a la inversa y en vez de solidarizarse con los
damnificados del sistema neoliberal justifica su represión. Muchos están contra
la informalidad sin siquiera preguntarse el por qué las personas recurren a la
informalidad. Pero esta es la tabla de salvación para miles de familias cuyos
niños piden pan todos los días.
La
informalidad es una explosión social que se expresa como un acto desesperado de
sobrevivencia humana. Cerrar las puertas a los informales es un acto de
crueldad. Es empujar a los informales a las garras de la delincuencia. Es un
boomerang contraproducente porque el daño social, presupuestal y en otros
aspectos, es mayor que el beneficio de perseguirlos.
La
inconsciencia de este fenómeno neoliberal, nos lleva a condenar a las víctimas
del sistema favoreciendo a los victimarios. Es que la contaminación neoliberal
se ha expandido y se gobierna con esta mentalidad. No interesa si eres
minusválido social. Lo que vale es, ser competitivo. Si no lo eres tienes que
salir del mercado.
Es así como
el gobierno actual acogiendo el pedido de la CONFIEP ha puesto en marcha el
Plan Nacional de Competitividad y no sería raro que en estas fiestas de fin de
año publiquen normas legales adversas mientras la gente se divierte. Ya lo han
hecho otras veces.
El manejo
neoliberal gubernamental ha deformado la vivencia nacional. No se gobierna en
función de las necesidades del país sino de la competitividad neoliberal, lo
cual nos lleva a depender de la inversión extranjera cuya competitividad no
tiene nada que ver con nuestro desarrollo sino con conveniencias ajenas.
Al no haber
prioridades en función de nuestras necesidades de desarrollo social, los problemas
nacionales no son atendidos ni como emergencia. Entonces revienta pus por todos
lados. Tenemos trabajadores informales no solo en el comercio ambulatorio sino
en todos los sectores. Si no hay causes para una salida ordenada el desborde es
inevitable.
Si alguien
no logra conseguir trabajo y tiene una motocicleta para trabajar haciendo
servicio colectivo, es una forma de autoempleo que no hace daños a otras
personas, pero puede llevar un pan para la familia. Prohibirles hasta el
autoempleo es irracional. Después de todo, no es su culpa, el desempleo. El
culpable está en palacio de gobierno y es a este, al que hay que perseguir.
Nuestro
pueblo está tratando de sobrevivir ante la ineptitud del gobierno que tiene el
dinero para inversión pública que genere empleo, pero gasta ahora, no ha
utilizado ni la mitad de lo presupuestado. Todo esto hace que muchos
profesionales por falta de empleo hagan taxi informal y otros, transporte
informal, comercio ambulatorio, etc. Es que no tienen otra alternativa de sobrevivencia
familiar.
Si nos
preciamos de defender a las clases populares, entonces ¿por qué no actuamos en
defensa de los informales perseguidos por el neoliberalismo? ¿Con qué cara
pedirles el voto en estas elecciones si les damos la espalda cuando son reprimidos?
¿Acaso muchos de nosotros no somos políticos informales, perseguidos por el
neoliberalismo que criminaliza nuestras protestas informales?
Todos
quisiéramos vivir en una sociedad formal, ordenada y limpia. Pero la
informalidad es inherente en países como el nuestro, que no tiene las
condiciones de los países desarrollados. Si no queremos informalidad hay que
cambiar de sistema. La represión no es la solución.
Diciembre,
2019
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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