Ecosocialismo
08/02/2020
| Michael Löwy
I. La crisis ecológica está ya presente y se
convertirá todavía más, en los meses y años próximos, en la cuestión social y
política más importante del siglo XXI. El porvenir del planeta y de la humanidad va a
decidirse en los próximos decenios. Los cálculos de algunos científicos en
relación con los escenarios para el 2100 no son muy útiles, por dos razones: a)
científica: considerando todos los efectos retroactivos imposibles de calcular,
es muy aventurado hacer proyecciones de un siglo; b) política: a finales del
siglo, todos y todas nosotros y nosotras, nuestros hijos y nietos habrán
partido y entonces ¿qué interés tiene?
II. La crisis ecológica incluye varios aspectos, de
consecuencias peligrosas, pero la cuestión climática es sin duda la amenaza más
dramática. Como explica el GIEC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el
Cambio Climático, ndt], si la temperatura media sobrepasa más de 1,5 grados en
relación con la del período preindustrial, existe el riesgo de que se
desencadene un proceso irreversible de cambio climático. ¿Cuáles serían las
consecuencias? A continuación se señalan algunos ejemplos: la multiplicación de
mega-incendios como el de Australia; la desaparición de los ríos y la
desertificación de los suelos; el deshielo y la dislocación de los glaciares
polares y la elevación del nivel del mar, que puede alcanzar hasta decenas de
metros, mientras que solo con dos metros amplias regiones de Bengala, de India
y de Tailandia, así como las principales ciudades de la civilización humana
–Hong-Kong, Calcuta, Viena, Amsterdam, Sangai, Londres, Nueva York, Río-
desaparecerán bajo el mar ¿Hasta dónde podrá subir la temperatura? ¿A partir de
qué temperatura estará amenazada la vida humana sobre este planeta? Nadie tiene
respuesta a estas preguntas…
III. Estos son riesgos de catástrofe sin precedente en
las historia humana. Sería preciso volver al Plioceno, hace algunos millones de
años, para encontrar una condición climática análoga a la que podrá instaurarse
en el futuro gracias al cambio climático. La mayor parte de los geólogos estiman
que hemos entrado en una nueva era geológica, el Antropoceno, en el que las
condiciones del planeta se han modificado por la actividad humana. ¿Qué
actividad? El cambio climático empezó con la Revolución Industrial del siglo
XVIII, pero fue después de 1945, con la globalización neoliberal, cuando tuvo
lugar un salto cualitativo. En otros términos, es la civilización industrial
capitalista moderna quien es responsable de la acumulación de CO2 en la
atmósfera y, con ello, del calentamiento global.
IV. La responsabilidad del sistema capitalista en la
catástrofe inminente está ampliamente reconocida. El Papa Francisco, en la
Encíclica Laudatio Si, sin pronunciar la palabra capitalismo,
denunciaba un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente
perverso, exclusivamente basado en “el principio de maximización del
beneficio” como responsable a la vez de la injusticia social y de la
destrucción de nuestra Casa Común, la Naturaleza. Una consigna universalmente
coreada en las manifestaciones ecologistas en todos los lugares del mundo es:
“¡Cambiemos el sistema, no el clima!” La actitud de los principales
representantes de este sistema, partidarios del business as usual –millonarios,
banqueros, expertos, oligarcas, politicastros- puede ser resumida en la
frase atribuida a Luis XIV: “Después de mí, el diluvio”.
V. El carácter sistémico del problema se ilustra
cruelmente con el comportamiento de todos los gobiernos (con rarísimas
excepciones) al servicio de la acumulación de capital, de las multinacionales,
de la oligarquía fósil, de la mercantilización general y del libre comercio.
Algunos -Donald Trump, Jair Bolsonaro, Scott Morrison (Australia)- son
abiertamente ecocidas y negacionistas climáticos. Los otros, los razonables,
dan el tono en las reuniones anuales de la COP (¿Conferencias de los Partidos o
Circos Organizados Periódicamente?) que se caracterizan por una vaga retórica verde
y una completa inercia. La de más éxito fue la COP21, en París, que concluyó
con solemnes promesas de reducciones de emisiones por todos los gobiernos
participantes -no cumplidas, salvo por algunas islas del Pacífico-; ahora bien,
si se hubieran cumplido, los científicos calculan que la temperatura podría sin
embargo subir hasta 3,3 grados suplementarios.
VI. El capitalismo verde, los mercados de
derechos de emisión, los mecanismos de compensación y otras
manipulaciones de la pretendida economía de mercado sostenible se han
revelado completamente ineficaces. Mientras que se enverdece a diestra y
siniestra, las emisiones suben en flecha y la catástrofe se aproxima a grandes
pasos. No hay solución a la crisis ecológica en el marco del capitalismo, un
sistema enteramente volcado al productivismo, al consumismo, a la lucha feroz
por las partes de mercado, a la acumulación del capital y a la
maximización de los beneficios. Su lógica intrínsecamente perversa conduce
inevitablemente a la ruptura de los equilibrios ecológicos y a la destrucción
de los ecosistemas.
VII. Las únicas alternativas efectivas, capaces de
evitar la catástrofe, son las alternativas radicales. Radical quiere
decir que ataca a las raíces del mal. Si la raíz es el sistema capitalista, son
necesarias alternativas anti-sistémicas, es decir anticapitalistas, como el
ecosocialismo, un socialismo ecológico a la altura de los desafíos del siglo
XXI. Otras alternativas radicales como el ecofeminismo, la ecología social
(Murray Bookchin), la ecología política de André Gorz o el decrecimiento
anticapitalista, tienen mucho en común con el ecosocialismo: en los últimos
años se han desarrollado las relaciones de influencia recíprocas.
VIII. ¿Qué es el socialismo? Para muchos marxistas es la
transformación de las relaciones de producción –mediante la apropiación
colectiva de los medios de producción- para permitir el libre desarrollo de las
fuerzas productivas. El ecosocialismo se reclama de Marx pero rompe de forma
explícita con ese modelo productivista. Ciertamente, la apropiación colectiva
es indispensable, pero es también necesario transformar radicalmente las mismas
fuerzas productivas: a) cambiando sus fuentes de energía (renovables en lugar
de fósiles); b) reduciendo el consumo global de energía; c) reduciendo (decrecimiento)
la producción de bienes y suprimiendo las actividades inútiles (publicidad) y
las perjudiciales (pesticidas, armas de guerra); d) poniendo fin a la
obsolescencia programada. El socialismo implica también la transformación de
los modelos de consumo, de las formas de transporte, del urbanismo, del modo
de vida. En resumen, es mucho más que una modificación de las formas de
propiedad: se trata de un cambio civilizatorio, basado en los valores de
solidaridad, igualdad y libertad y respeto de la naturaleza. La civilización
ecosocialista rompe con el productivismo y el consumismo para privilegiar la
reducción del tiempo de trabajo y, así, la extensión del tiempo libre dedicado
a las actividades sociales, políticas, lúdicas, artísticas, eróticas, etc.,
etc. Marx designaba ese objetivo con el término Reino de la libertad.
IX. Para cumplir la transición hacia el ecosocialismo
es necesaria una planificación democrática, orientada por dos criterios: la
satisfacción de las verdaderas necesidades y el respeto de los equilibrios
ecológicos del planeta. Es la misma población –una vez desembarazada del
bombardeo publicitario y de la obsesión consumista fabricada por el mercado
capitalista- quien decidirá, democráticamente, cuales son las verdaderas
necesidades. El ecosocialismo es una apuesta por la racionalidad democrática de
las clases populares.
X. Para llevar a cabo el proyecto ecosocialista no
bastan las reformas parciales. Sería necesaria una verdadera revolución social.
¿Cómo definir esta revolución? Podríamos referirnos a una nota de Walter
Benjamin, en un margen a sus tesis Sobre
el concepto de historia (1940): “Marx ha dicho que las revoluciones son
la locomotora de la historia mundial. Quizá las cosas se presentan de otra
forma. Puede que las revoluciones sean el acto por el que la humanidad que
viaje en el tren aprieta los frenos de urgencia”. Traducción en palabras del
siglo XXI: todas y todos somos pasajeros de un tren suicida, que se llama
Civilización Capitalista Industrial Moderna. Este tren se acerca, a una
velocidad creciente, a un abismo catastrófico: el cambio climático. La acción
revolucionaria tiene por objetivo detenerlo, antes de que sea demasiado tarde.
XI. El ecosocialismo es a la vez un proyecto de futuro
y una estrategia para el combate aquí y ahora. No se trata de esperar a que las
condiciones estén maduras: hay que promover la convergencia entre luchas
sociales y luchas ecológicas y batirse contra las iniciativas más destructoras
de los poderes al servicio del capital. Es lo que Naomi Klein llama Blockadia.
Es en el interior de las movilizaciones de este tipo donde podrá emerger, en
las luchas, la conciencia anticapitalista y el interés por el ecosocialismo. Las
propuestas como el Green New Deal forman parte de ese combate, en sus
formas radicales, que exigen el abandono efectivo de las energías fósiles pero
no en las que se limitan a reciclar el capitalismo verde.
XII. ¿Cuál es el sujeto de este combate? El dogmatismo
obrerista/industrialista del pasado ya no es actual. Las fuerzas que hoy se
encuentran en primera línea del enfrentamiento son los jóvenes, las mujeres,
los indígenas, los campesinos. Las mujeres están muy presentes en el formidable
levantamiento de la juventud lanzado por el llamamiento de Greta Thunberg, una
de las grandes fuentes de esperanza para el futuro. Como nos explican las
ecofeministas, esta participación masiva de las mujeres en las movilizaciones
proviene del hecho de que ellas son las primeras víctimas de los daños
ecológicos del sistema. Los sindicatos comienzan, aquí o allá, a comprometerse
también. Eso es importante, ya que, en último análisis, no se podrá abatir al
sistema sin la participación activa de los trabajadores y las trabajadoras de
las ciudades y de los campos, que constituyen la mayoría de la población. La
primera condición es, en cada movimiento, asociar los objetivos ecológicos
(cierre de la minas de carbón o de los pozos de petróleo, o de centrales
térmicas, etc.) con la garantía del empleo de los y las trabajadores y
trabajadoras afectados.
XIII. ¿Tenemos posibilidades de ganar esta batalla antes
de que sea demasiado tarde? Contrariamente a los pretendidos colapsólogos,
que proclaman, a bombo y platillo, que la catástrofe es inevitable y que
cualquier resistencia es inútil, creemos que el futuro sigue abierto. No hay
ninguna garantía que ese futuro será ecosocialista: es el objeto de una apuesta
en el sentido pascaliano, en la que se comprometen todas las fuerzas, en un trabajo
por lo incierto. Pero, como decía, con una gran y simple prudencia, Bertold
Brecht: “El que lucha puede perder. El que no lucha ha perdido ya”.
23/1/2020
Mediapart.fr
Traducción: viento sur
No hay comentarios:
Publicar un comentario