Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
sábado, 8 de febrero de 2020
En el poema de Robert
Frost titulado Una mascarada de la razón, Dios le dice a Job: “…la
disciplina que más necesita el hombre es aprender a asumir su sometimiento a la
sinrazón”. Dios añade que esto debe hacerlo tanto por el propio bien del ser
humano como por el suyo propio, para que así no le resulte difícil aceptar
órdenes de sus inferiores en inteligencia. Esto sucede en muchos planos
de la vida, en el mundo de la empresa, de la familia y del Estado: sucede a
menudo que las personas con menos inteligencia dan órdenes a las personas más
inteligentes.
Pero yo ampliaré este
concepto y afirmo que en muchas ocasiones la sinrazón manda sobre la razón, lo
superficial sobre lo profundo, lo ocasional sobre lo regular, lo accidental
sobre los sustancial, la alienación sobre el control de las relaciones
sociales, la imagen sobre la realidad, la maldad sobre la virtud, el mezquino
interés individual sobre el loable interés social, la ostentación sobre la humildad,
el caótico liberalismo sobre la regulación del mercado, la destrucción de
puestos de trabajo y de capital sobre su conservación, el derroche sobre el
ahorro, el infame interés capitalista sobre el interés de la economía estatal,
la desproporcionada riqueza sobre la inhumana pobreza, los precios de monopolio
sobre los precios regulados por la ley del valor, la desigualdad sobre la
igualdad, los intereses de las grandes corporaciones sobre los intereses de las
pequeñas empresas, el poder de compra de las grandes empresas comerciales
sobre los intereses industriales y agrícolas de las pequeñas empresas, el
interés nacionalista sobre los intereses de clase, y la barbarie sobre la
cultura.
Este Dios que habla a Job
no es revolucionario. Considera que al ser humano le es consustancial el mal y
la sinrazón, y que estos son el lado dominante en el desarrollo de la vida como
fuerza ineluctable. Y lo plasma así para que las personas acepten el mundo tal
cual es y no quieran revolucionarlo; para que así en vez de buscar en el mundo
de la tierra la liberación de todas sus ataduras de clase y de su múltiples
alienaciones, que se limiten a suspirar como criaturas agobiadas e impotentes,
de tal modo que solo les quede como salida anhelar la felicidad del más
allá basada en la quietud, en el ser que se refleja en el ser, en el ser que es
igual a sí mismo en todos los tiempos, manteniéndose en reposo sobre el
principio de la identidad abstracta; negando así el cambio, el movimiento, la
contradicción, cuando según Hegel en su Ciencia de la Lógica “la
contradicción debe ser considerada como lo más profundo y esencial de todas las
cosas, ya que, frente a ella, la identidad es solo la determinación de lo
simple inmediato, del ser muerto; en cambio, la contradicción es la raíz de
todo movimiento y vitalidad; pues solo al contener una contradicción en sí, una
cosa se mueve, tiene impulso y actividad”. Así que no le hagamos caso al Dios
de Frost que le habla a Job aconsejándole que se someta a la sinrazón del menos
inteligente, sino a Hegel y a su propuesta de la centralidad de la
contradicción en el desarrollo de la vida, como el único modo de hacer un mundo
más humano, aquí en la dulce, azulada y pletórica Tierra.
Fuente: https://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2020/02/la-disciplina-que-mas-necesita-el-ser.html
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