Por Rafael Poch de Feliu | 24/03/2020 | Mundo
Fuentes: Blog
personal
Ante
una crisis de gran alcance histórico en la que hay millones de vidas humanas
potencialmente en juego como la que estamos entrando, el sentido común le
sugiere a la lógica imperante una pausa, un receso, una jornada de descanso
como la que el propio creador se concedió. Nada de eso: el imperio no cierra en
domingo.
Felices
eran los días en los que nos preocupaba el riesgo de que Trump desencadenase
una guerra contra Irán, la virulencia de las artificiales tensiones con Rusia,
la intensa guerra comercial y propagandística contra China, o los incendios de
California o Australia. Se evitó el bombardeo americano de Irán, pero las
sanciones de Washington -el Secretario de Estado, Mike Pompeo, acaba de
anunciar su refuerzo- están incrementando allá los efectos de la pandemia. Es
imposible comprar medicinas y suministros esenciales cuando, según la reputada
Universidad Sharif de Tecnología de Teherán, ya se están produciendo; una
muerte cada diez minutos, 50 nuevos afectados por hora (viernes,20 de marzo), y
se barajan escenarios de 3,5 millones de muertos. Eso sería más del triple de
la mortandad causada por la guerra con Irak de los ochenta. En la actual
coyuntura -y eso vale igual para Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Siria y
otros- las sanciones son puro terrorismo.
Mientras
en California se están abriendo las cárceles en previsión de un contagio
generalizado, en Gaza hay dos millones de palestinos -con 60 UCIs para todos y
1,2 camas por mil habitantes- encerrados y privados por Israel de suministros
fundamentales. La inercia es la de siempre.
UE: Había una vez un circo
En
Europa el espectáculo es sobresaliente. El 4 de marzo Alemania decretó una
prohibición de exportación de artículos de protección médica al resto de la UE.
El ministro de sanidad alemán, Jens Spahn, respondió dos días después a las
críticas de Bruselas, diciendo que la UE debía prohibir tal exportación al
exterior de su espacio en lugar de criticar. Ante el escándalo, Alemania
introdujo el día 12 algunas excepciones en su prohibición, entre indicios de
que su principal agencia de control y prevención de enfermedades, el Robert
Koch Institut está embelleciendo a la baja las cifras de muertos y
afectados en el país.
En
esas circunstancias, Italia dirigió su petición de ayuda a China, Cuba y
Venezuela -países objeto de sanciones europeas- después de que “ni un solo país
de la UE” respondiera a sus peticiones, según el embajador italiano ante la UE,
Maurizio Massari. Instalada en una “lógica nacional” hacia sus socios,
Alemania, “se ha cargado las últimas ilusiones” sobre la UE, se lee en un
diario tan europeísta como La Repubblica. Las prohibiciones
exportadoras de la UE eran citadas por el Presidente serbio Aleksandr Vucic en
una carta a Xi Jingping en estos términos: “la prohibición nos ha llegado de la
misma gente que nos aleccionaba diciendo que no debíamos comprar productos
chinos”. En la crónica europea se echan a faltar informes sobre Grecia, cuyo
sistema de salud fue particularmente devastado por la inflexibilidad europea.
El
12 de marzo Trump anunciaba su prohibición de viajar a Estados Unidos para los ciudadanos
de la zona Schengen. Bruselas denunció la medida como una estupidez populista.
Cuatro días después, el 17 de marzo, Bruselas prohibía todos los viajes entre
países no europeos y la UE durante 30 días…
La
pandemia retrata a cada uno. A Trump, por ejemplo, ofreciendo mil millones a la
empresa alemana CureVac para hacerse con la exclusiva de un
supuesto tratamiento contra el virus. En esa foto de grupo, China es la que
sale más favorecida, pese a la masiva reeducación de los uigures, a la falta
total de complejos a la hora de instalar su sistema de vigilancia ciudadana por
puntos y al resto de la lista que la realidad -y también la propaganda- acumula
contra ella. Como lamenta un comentarista del Wall Street Journal:
“hay indicios de que China espera usar la crisis para fortalecer su posición
global”. Otro observador de mayor calidad, Patrick Cockburn, resume así la
situación: “Al fracasar en una respuesta coherente ante la amenaza y acusar a
los extranjeros por su difusión, Trump ha arrinconado a Estados Unidos y
socavado el papel hegemónico que ha desempeñado desde la Segunda Guerra
Mundial. Incluso si Biden es el próximo presidente, en el mundo post pandemia
Estados Unidos habrá perdido su indiscutible primacía”.
Dilemas y estrategias de los gobiernos
Con
su estricta política de contención en el foco inicial e intenso intercambio de
información con el resto del mundo, China ayudó a Occidente a prepararse.
Brindó tiempo. El hecho de que esa política exitosa fuera también practicada en
lugares como Taiwán o Corea del Sur, invalida el tontorrón argumento de la
“ventaja de la dictadura”. La diferencia que habrá que explorar apunta más bien
a mentalidades colectivas, prácticas de buen gobierno y prioridades
gubernamentales. No se trata de China, sino de lo que podríamos llamar
“estrategia de Asia Oriental”.
Sea
como fuere, Occidente ha perdido un tiempo precioso al vacilar a la hora de
aplicar una política que al final no ha sido de estricto confinamiento a la
china, ni de control generalizado a base de test, sino de relativa
restricción de movimientos. Ahora ya, uno tras otro, los gobiernos
europeos, en Italia, España, Francia, Austria… se pronuncian por la ampliación
temporal de sus medidas restrictivas que los científicos califican de
insuficientes y claman desesperadamente como causa de futuros males mayores.
La
vacilación de los gobiernos occidentales también tiene que ver con el enorme
dilema que esta crisis plantea: para contener la pandemia hay que matar la
economía. Si se trata de dos o cuatro semanas de quietud, como pensaban
inicialmente en la UE, el asunto era serio, pero si se trata de seis semanas, o
de algunos meses, entonces a lo que se enfrentan los gobiernos es a un colapso
económico con hundimiento del sector servicios, depreciación bursátil,
contracción del consumo y las exportaciones y, finalmente, millones de despidos
laborales.
Tal
es el dilema al que se enfrentan hoy los que mandan en Occidente: o se opta por
una larga hibernación, con lo que la pandemia se contendrá pero la
“economía” se hundirá, o se opta por la actual restricción soft con
la economía en apuros y una gran mortandad. Al día de hoy seguramente nadie
sabe cual de las dos opciones es más dañina, pero lo que está claro es que lo
primero no es computable para quienes representan políticamente los intereses
de los más ricos, porque el capital tampoco cierra los domingos.
Mientras
en Francia, Italia y España, los gobernantes, aprueban dineros y subsidios
especiales, discursos y actitudes como las de Boris Johnson, Angela Merkel,
Donald Trump, Jair Bolsonaro y otros, evidencian, la opción por el “abierto las
24 horas”: cualquier cosa menos el colapso económico. Johnson, y al parecer
también los holandeses y suecos, ha dibujado un cierto “laissez faire” a
la pandemia. Merkel ha añadido un cierto fatalismo. Todo ello cosido por la
sugerencia del darwinismo social: que sobrevivan los más fuertes, confiémonos
en la “inmunidad colectiva”, etc. En su discurso del miércoles, la canciller
alemana no propuso nada, ninguna medida. Cero. “Estoy completamente segura de
que superaremos esta crisis, pero ¿cuantas víctimas habrá? ¿cuantos seres
queridos perderemos?” dijo, antes de apelar a la “disciplina de cada cual”. Y
ahí lo dejó.
Opciones
como suprimir los planes de rearme de la OTAN (400.000 millones para los 29
estados miembros en los próximos cuatro años), o subir un 20% los sueldos de
los más expuestos, profesionales de la sanidad, repartidores, dependientes de
comercio, conductores, son medidas de sentido común que deberían estar en los discursos
de todos.
La
crisis económica y social que se dibuja abrirá ciertamente algunas
oportunidades, hemos dicho,
desde nuestra ligera ignorancia, que la pandemia contiene ciertas oportunidades
de cambio, , pero lo que va a abrir a corto plazo, y con toda certeza, es un
sufrimiento humano enorme, y muy especialmente entre los más débiles, pobres y
vulnerables. De la misma forma en que no es lo mismo el confinamiento en un
piso-colmena del extrarradio que en una amplia villa con jardín, tampoco es lo
mismo vivir con la mitad para los que tienen mucho, o suficiente, que para
quienes no llegan a fin de mes o están en precario. Somos una sociedad dividida
en clases.
(Publicado en Ctxt)
No hay comentarios:
Publicar un comentario