El “dinero
helicóptero” es una propuesta de grandes economistas como Nouriel Roubini,
William Buiter, Jordi Gali, etc., que consiste en compensar, con dinero en cash
y no reembolsable, lo que ha dejado de producir o percibir la población durante
un gran impacto económico: guerras, desastres ambientales, pandemias… Estos
economistas plantean que ha llegado el momento de “repartir dinero gratis” a la
población que ha sufrido ese gran impacto, con el fin de reactivar el consumo
de las personas y la economía en general. En Perú, por ejemplo, más del 60 por
ciento de la población, que tenía ingresos menores a 1 000 soles/mes antes de
la pandemia —sin contar con puestos de trabajo establecidos, ahorros o
historial bancario alguno— es una población altamente vulnerable frente a estos
grandes impactos.
Estamos
obligados a declarar y desplegar, con todos nuestros recursos, una guerra
económica contra la depresión total, la enfermedad y la muerte que acecha a
gran parte de la población, sobre todo al 90 por ciento de la población
informal MYPE. Pronto nos daremos cuenta de que es el último recurso que
tenemos, aunque si nos demoramos más de la cuenta quizás sea muy tarde.
En la teoría
económica se presenta esta medida como el “último recurso disponible”. Cuando
la economía se parece a una economía de guerra. Pues bien, estamos viviendo el
choque interno más grande de nuestra historia. ¡Más grande y profunda que la
guerra con Chile! Y, a nivel mundial, más grande y profunda que la Gran
Depresión de 1929, que se extendió en todo el mundo durante casi toda la década
de 1930.
El Perú está
hoy en inmejorables condiciones macroeconómicas para hacer este despliegue
exitoso de fuerzas económicas en situaciones de economía de guerra. Más que cualquier otro país de América Latina. Tenemos una deuda
externa de solo 60 000 millones de dólares (27 por ciento del PBI), Reservas
Internacionales Netas – RIN de 68 000 millones de dólares (30 por ciento del
PBI) y un déficit fiscal de 1.6 por ciento del PBI. Estados Unidos, por
ejemplo, tiene una deuda externa equivalente al 100 por ciento de su PBI. Japón
aún más, tiene una deuda externa equivalente a 230 por ciento de su PBI. El
Perú puede generar y gestionar este shock de liquidez en la base misma de la
economía nacional. No hay riesgo alguno de devaluación de la moneda, de
hiperinflación, de gran endeudamiento y/o de fragilidad monetaria frente al
mundo.
Al “dinero
helicóptero” también se le llama “expansión cuantitativa para todos” a través
de políticas monetarias expansivas (emisión de dinero por el Banco Central de
Reserva – BCR) y políticas fiscales expansivas (aumento del gasto público).
Estas medidas son políticas de “última oportunidad”. Cuando no queda otro
recurso para evitar la quiebra de la economía de masas. Y eso es lo que está
sucediendo ahora. Solo tenemos, para ganar esta guerra económica, las políticas
monetarias y fiscales no convencionales de último recurso.
En el Perú
existe hoy mismo, alrededor de 12 millones de trabajadores independientes
informales (emprendedores), con ingresos mínimos y muy vulnerables antes de la
pandemia. Hoy su situación es extremadamente precaria. Si a cada uno de estos
peruanos les entregamos 1 000 soles/mes durante tres o cuatro meses, hasta que
puedan rehacer sus emprendimientos, estaríamos hablando de 12 000 millones de
soles al mes, lo que sería equivalente a 48 000 millones de soles en cuatro
meses. En dólares, significaría 14 500 millones de dólares. ¡Es decir,
equivalente al 6.5 por ciento del PBI!, o al 21 por ciento de las RIN. A la
economía nacional no le pasará nada con un 6.5 por ciento de PBI más de deuda o
comprometiendo el 21 por ciento de las RIN. La macroeconomía nuestra permite un
shock de gran alcance como el que planteamos.
Realmente,
teniendo en cuenta la reflexión que hacemos, ¿cuáles son los verdaderos
riesgos?
1.
Que el sistema económico actual no se concentre,
bajo ninguna circunstancia, en los más vulnerables (que sería su gran indicador
de obsolescencia sistémica). Que no pase a un estado de guerra y que solo le
interese “la estabilidad macroeconómica”, sin importar la depresión y la muerte
de miles y miles de personas. Contrariamente a un sistema de guerra, que da
prioridad a la protección de los heridos y más vulnerables. Y sin tener en
cuenta que hasta Estados Unidos hoy, está transfiriendo a la ciudadanía un
monto mayor a 2 billones de dólares: 1 200 dólares/mes a cada ciudadano con
ingresos menores a 75 000 dólares al año, y 500 dólares a cada niño de estos
hogares. En tal sentido, no solo debemos aplanar la curva de la infección sino
también la curva inversa de caída de la demanda y la oferta de bienes y
servicios.
2.
Que no se inyecte liquidez, con el alcance que se
requiere, en la misma base de la pirámide y, consiguientemente, no se reactive
la economía nacional interna, y con ello el desarrollo nacional verdadero se
postergue por muchos años más; debido a que no es posible construir el
desarrollo de un país con un 60 por ciento de la población en situación de
empobrecimiento, desesperación y sin rumbo. Debemos tener en cuenta que la
recuperación, después de estos desastres monumentales, si no se aplica este
shock de liquidez ahora, implicará mucho tiempo; en la medida que la crisis
pandémica ha afectado gravemente al mismo sistema productivo, cuya
recuperación no es posible en un tiempo de gestión de corto plazo.
3.
Que se pierda la gran oportunidad de liderazgo
mundial que podría significar este shock para el Perú. Según nuestras
condiciones macroeconómicas únicas, se puede crear ejemplarmente esa demanda
masiva de la población y reactivar la economía nacional para, de seguida,
reestructurarla. Finalmente, debemos considerar que es factible reestructurar
una economía cuando está viva, no cuando está muerta. Reiteramos que este shock
no ejercerá mucha presión sobre los activos de riesgo (bonos soberanos) como en
Argentina, por ejemplo. El éxito de los shocks de liquidez está en importante
relación con las situaciones previas de la economía y las finanzas.
4.
Estimular la demanda de la población dejando de
impulsar proporcionalmente la producción nacional. El problema económico
principal del Perú actualmente es la reactivación de la capacidad adquisitiva
de la población, el factor complementario es la reactivación de la agricultura,
la agroindustria, la manufactura y la pesca, y de la pequeña minería sostenible
según los precios internacionales del sector. Es una dicotomía. Se tiene que
hacer ambas cosas a la vez.
5.
Que la clase política del Perú no llegue a comprender
que el problema económico social de la informalidad es el problema principal de
la realidad nacional. Queremos decir que, si este sector, el informal, no se
transforma en autogestión social moderna, no se desarrollarán ni la economía ni
la sociedad peruanas. Por ahora, el sector MYPE en general se encuentra en una
situación deprimente. Solo crea el 25% del PBI (¡el 75% de la PEA crea solo el
25% del PBI!). Mientras tanto, la mediana y gran empresa (que socialmente
conforman los segmentos sociales A-B), conjuntamente con el Estado, que emplean
al 25% de la PEA, crean el 75% del PBI.
Se tiene que cambiar la estructura impositiva, poner fuertes impuestos a la riqueza, a las transacciones bursátiles, a la herencia, a las transnacionales y a las transferencias de las sucursales a sus centros modales. Además, abrir selectivamente la economía al mercado mundial, porque no solo se trata de darles mil soles por tres meses, porque la crisis, es una crisis estructural del sistema y va a esfumar nuestras reservas monetarias, que no se sustentan en oro, si no en bonos del tesoro norteamericano. El problema es mucho más complejo.
ResponderEliminarLa propuesta de la inyección de "dinero helicóptero" me hace recordar mi propuesta efectuada en mi libro "Progreso y Bienestar, Urbi et Orbi", Tomo II, Cómo eliminar el desempleo. En efecto, basta una fracción mínima del Presupuesto Público para, en esta vez, eliminar el gran malestar de la población que se encuentra sin trabajo y sin recursos financiar para subsistir día a día. Entonces, basta una voluntad política del Gobierno para terminar con el desempleo, tal como lo presentaba, o terminar con los efectos perversos de la pandemia COVID-19, como lo presenta Ramón Espinoza Guerrero. Pero, en las dos propuestas hay una gran diferencia. Mientras Espinoza nos propone volver al manejo de la actividad económica con las mismas reglas precedentes, y que COVID-19 se ha encargado de hacernos ver todos sus horrores, con la mía, mi propuesta, no es más que una medida de corto plazo para dinamizar la actividad económica interna del país, mientras se aplican mecanismos de transformación de la actividad socio-económica y que, en el corto, mediano y largo plazo, nos conduzcan a una verdadera transformación, como el título de mi libro lo remarca: Progreso y Bienestar, Urbi et Orbi; es decir, progreso y bienestar para todo el mundo y por el resto de sus vidas.En resumen, a la propuesta de Espinoza le falta ese querer transformar la sociedad y economía en la que vivimos desde varios siglos atrás. Persiste en que debemos vivir en una economía y sociedad Capitalista.
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