por Thierry
Meyssan
Durante el
trimestre de confinamiento decretado en los países de Occidente,
el mapa del Medio Oriente se tranformó profundamente. Yemen se dividió en
dos países separados, Israel quedó paralizado por la entronización de dos primeros ministros con proyectos antagónicos, Turquía ocupa el norte de Siria y Arabia Saudita está al borde de la bancarrota. Todas las alianzas están en proceso
de transformación y nuevas divisiones están apareciendo o más bien están resurgiendo.
RED VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 23 DE
JUNIO DE 2020
En
2001, el secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld y
el almirante Arthur Cebrowski definían los objetivos del Pentágono en la
era del capitalismo financiero. El estado mayor de
Estados Unidos trazó entonces este mapa con una nueva división del
Gran Medio Oriente. Pero en 2017, Donald Trump se oponía
1) a las modificaciones de fronteras, 2) a la creación de
Estados gobernados por yihadistas, 3) a la presencia de tropas de
Estados Unidos en esa parte del mundo. Desde ese momento,
el Pentágono ha venido buscando cómo continuar el proyecto de
destrucción de los Estados sin dividir los países y tratando de
complacer a la Casa Blanca.
Hace dos décadas que Washington viene
tratando de «rediseñar» el «Gran Medio» (o «Medio Oriente
ampliado)», arbitrariamente definido como el espacio geográfico que va
desde Afganistán hasta Marruecos. Sin embargo, dos estrategias han
entrado en contradicción entre sí durante los 3 últimos años:
por un lado, el Pentágono quiere destruir las estructuras de
los Estados en todos los países de esa parte del mundo, mientras que
el presidente Donald Trump querría más bien dominar la región
en el plano comercial sin tener que ocuparla militarmente.
Cuando se decretó
el confinamiento ante la epidemia de Covid-19, desde la Red Voltaire señalamos
que había profundos cambios en marcha en el Gran Medio Oriente y
que, después de la pausa, la región ya no se parecería a
lo que conocimos antes. Nos basábamos entonces en la observación
según la cual Washington había renunciado a destruir Siria, ahora
convertida en zona vedada de Rusia. A partir de ahí la
cuestión principal que se planteaba era saber cuál sería el próximo
objetivo –más bien la próxima víctima– del Pentágono en la región. Había dos
posibles blancos: Turquía o Arabia Saudita, aunque ambos países eran aliados
de Estados Unidos. La otra interrogante era saber qué mercados
la Casa Blanca pensaba abrir.
Este análisis era
compartido por todos los que ven los últimos 20 años como la aplicación de
la estrategia Rumsfeld/Cebrowski de destrucción de las estructuras mismas de
los Estados en los países del Gran Medio Oriente [1]. En cambio, este análisis
encuentra el rechazo de quienes ingenuamente interpretan los acontecimientos
de la región como una simple sucesión de guerras civiles (en Túnez,
Egipto, Libia, Siria, Yemen y quizás Líbano en poco tiempo)
no vinculadas entre sí.
Sin embargo, al cabo de 3 meses,
Turquía cuenta ahora con apoyo militar de Irán en Libia mientras que
Arabia Saudita ha desaparecido del escenario, principalmente en Yemen, y
Emiratos Árabes Unidos se convierte en el polo de la estabilidad
regional. Como puede verse, los cambios en la región se han iniciado,
en beneficio de Turquía y Emiratos Árabes Unidos y en detrimento
de Arabia Saudita. Las transformaciones más radicales son el giro de Irán –que
ahora se pone del lado de la OTAN–, la disminución de la tensión
entre Estados Unidos y Turquía y el ascenso de Emiratos Árabes
Unidos. Eso indica que teníamos razón y que quienes siguen creyendo en la
tesis de las “guerras civiles” no relacionadas entre sí
se engañan… o tratan de engañar a los demás. Por supuesto,
eso no van a reconocerlo y ahora van a necesitar varios meses para adaptar
su discurso erróneo a las realidades del terreno.
Es evidente que cada actor tendrá
adaptar su posición y que nuestras observaciones son válidas sólo
por ahora. Pero la región está transformándose muy rápidamente y
quienes demoren en reaccionar ante esos cambios se convertirán
automáticamente en perdedores, advertencia especialmente válida para
los europeos. En fin, la nueva distribución del juego es muy inestable
y Washington va a cuestionarla si el presidente Trump no es
reelecto. También la cuestionaría Moscú, si el presidente Putin
no lograra conservar el poder al final de su mandato; o Pekín,
si el presidente Xi Jinping mantiene su intención de construir en Occidente
ciertos tramos de las nuevas “rutas de la seda”.
Bajo el más
profundo silencio mediático, Emiratos Árabes Unidos se ha separado de
Arabia Saudita en el campo de batalla yemenita. Los emiratíes han
apoyado tribus que sacaron a las tropas sauditas de Yemen y ahora ocupan,
con los británicos, la isla de Socotra [también conocida como
Socotora], haciéndose así con el control del estrecho de Bab el-Mandeb, a
la salida del Mar Rojo. Emiratos Árabes Unidos ha dividido
Yemen de facto, restableciendo las fronteras de la época de
la guerra fría entre Yemen del Norte y Yemen del Sur [2].
A pesar de su
diferendo fronterizo con Emiratos Árabes Unidos y de la guerra que acaban de
librar a través de las facciones yemenitas, Irán está satisfecho con
esta nueva situación, que permite a los chiitas huthis lograr algo parecido a
la paz, aunque aún falta vencer la hambruna. Aceptando por fin
el hecho que el presidente de Estados Unidos es Donald Trump,
Teherán ha retomado contacto con Washington… con 3 años de retraso.
De manera espectacular, el gobierno del presidente iraní Hassan
Rohani ha anunciado su apoyo militar al gobierno de al-Sarraj
en Libia [3]. Eso significa en la práctica que Irán
apoya a la Hermandad Musulmana –como ya lo hizo en Bosnia-Herzegovina, en
los años 1990–, así como a Turquía y la OTAN –como en tiempos
del shah Mohamed Reza Pahlevi. En medio de ese contexto, ya
no resulta claro qué hace Irán en Siria, donde tendría que luchar
contra sus nuevos aliados –los yihadistas, Turquía y la OTAN.
Por supuesto, no se debe olvidar que
Irán –como el nuevo Israel– tiene una dirigencia bicéfala.
Las declaraciones del gobierno dirigido por el presidente Rohani
no comprometen la política del Guía de la Revolución, el ayatola Alí
Khamenei.
En todo caso, el viraje de Irán,
pieza clave en el Gran Medio Oriente, deja al Hezbollah libanés en una postura
incómoda. Ahora se ve que fue Estados Unidos quien provocó
deliberadamente el desplome de la moneda libanesa, con ayuda del gobernador
del banco central libanés, Riad Salamé.
Washington está
tratando ahora de imponer al Líbano la aplicación de una ley
estadounidense, la Caesar Syria Civilian Protection Act, que obligaría
el Líbano a cerrar su frontera con Siria. Para sobrevivir a esa medida,
el Líbano se vería obligado a aceptar una alianza con el otro único
país con quien tiene una frontera terrestre: Israel, su antiguo
colonizador y ocupante [4]. Por supuesto, la llegada
al poder de una coalición bicéfala en Israel, entre los defensores
del antiguo proyecto colonial británico y los partidarios del nacionalismo
pertenecientes a la tercera generación de israelíes, ya no permite volver
a invadir el Líbano. Pero esa coalición es extremadamente frágil y puede
romperse en cualquier momento –existen grandes probabilidades de que eso
suceda. La única opción para el Líbano sería entonces no aplicar la
“Ley César” estadounidense y alejarse de Occidente, acercándose
a Rusia y China. Eso es lo que el secretario general
del Hezbollah, Hassan Nasrallah, acaba de atreverse a decir públicamente.
Hassan Nasrallah considera que Irán, a pesar de su acercamiento a Turquía
–presente en el norte del Líbano con la Hermandad Musulmana [5]) y con la OTAN (esta última también
presente allí detrás de Israel)– sigue siendo culturalmente el
intermediario entre China y Occidente. Durante toda la Antigüedad y la
Edad Media, a lo largo de la antigua Ruta de la Seda
no se hablaban las múltiples lenguas locales sino la lengua
persa.
Históricamente, el
Hezbollah libanés fue creado según el modelo de los Basij de
la Revolución iraní, ambas organizaciones incluso comparten la misma bandera.
Sin embargo, el armamento del Hezbollah, hasta la retirada siria del
Líbano, no venía de Irán sino de Siria. Por consiguiente,
el Hezbollah va a verse obligado a optar, ya sea por razones ideológicas
o de índole material, por uno de sus dos padrinos. Hassan Nasrallah es
partidario del modelo laico sirio, mientras que su segundo, Naim
Qassem, es un incondicional del modelo teocrático iraní. Pero el dinero
no está en Damasco sino en Teherán.
En todo caso, los libaneses quizás se
equivocan de camino. No logran entender por qué Washington arremete
contra su país porque no se les ocurre pensar que
Estados Unidos pueden haber decido aplicar finalmente la repartición de
la región que habían negociado en 2012 y que fue inmediatamente
torpedeada por la entonces secretaria de Estado estadounidense Hillary
Clinton y el hoy ex presidente de Francia Francois Hollande. En ese caso,
es posible que, sin haber tenido conocimiento de ello, Beirut
haya quedado incluido en la zona de influencia de Rusia.
Una vez más, y de manera constante
desde hace siglos, los intereses de las potencias occidentales están
del lado del modelo laico, pero su estrategia para dominar la región
las conduce inexorablemente a apoyar a los religiosos en contra de
los nacionalistas –con la única y breve excepción de Estados Unidos
en 1953.
Siria, bajo el
asedio de los aliados de Estados Unidos, no tiene otra opción
que aprovisionarse en Rusia, algo que la clase dirigente siria
no acaba de aceptar desde hace 6 años. Eso será posible únicamente
cuando acabe de dirimirse el conflicto entre el presidente sirio
Bachar al-Assad y su lejano primo, el multimillonario Rami Makhlouf, conflicto
que también enfrenta al presidente Assad con todos los oligarcas sirios. El
enfrentamiento entre el presidente Assad y Makhlouf está lejos de ser una
disputa familiar, como pretenden los medios de difusión occidentales, y habría
que compararla a la lucha del presidente Putin en los años 2000 por
hacer prevalecer la autoridad del Estado ruso y los intereses de
la Nación ante las ambiciones de los oligarcas, con lo cual Putin
corrigió lo sucedido bajo la autoridad de Boris Yeltsin. En el caso
de Siria, los 17 años de “sanciones” contra el gobierno de Damasco
no han hecho más que posponer el inevitable enfrentamiento. Sólo después
de resolver esa cuestión, Damasco podrá plantearse la recuperación de sus
territorios: el Golán ocupado por Israel y la gobernación siria
de Idlib parcialmente ocupada por Turquía y al-Qaeda [6].
Irak fue el segundo
país –después de Emiratos Árabes Unidos– en entender el viraje iraní.
Así que Bagdad concluyó inmediatamente un acuerdo con Washington y con
Teherán para instalar como primer ministro iraquí al jefe de los
servicios secretos, Mustafá al-Kadhimi, a pesar de que desde Teherán
se había acusado enérgicamente a ese personaje de haber participado
activamente en el asesinato –en Bagdad– del héroe iraní Qassem
Suleimani [7]. En el nuevo contexto, Irak cesará de
luchar contra el resurgimiento de los grupos yihadistas –organizaciones
mercenarias de los anglosajones, ahora respaldadas por Teherán– y negociará
con sus jefes.
Israel, convertido
en el único país del mundo gobernado por dos primeros ministros,
no podrá seguir desempeñando el papel de prolongación de las potencias
anglosajonas y ya tampoco podrá convertirse en una nación como las demás.
Toda su política exterior está paralizada, precisamente en momentos en que el
Líbano está debilitado y constituye una presa importante. Para los defensores
del proyecto colonial, unidos tras el “primer” primer ministro Benyamin
Netanyahu –pero actualmente en plena pérdida de influencia– el viraje
de Irán ya es visible en Irak y en Libia. Para ellos es
urgente inventarse un nuevo enemigo para poder sobrevivir.
Por el contrario, para los nacionalistas israelíes, agrupados tras el
“segundo” primer ministro Benny Gantz, será más conveniente
no meterse con nadie y negociar prudentemente con el Hamas
–o sea con la rama palestina de la Hermandad Musulmana [8].
Mientras tanto, Egipto se mantiene
focalizado en su problema alimentario. Si ese país logra alimentar a su
población es únicamente gracias a la ayuda de Arabia Saudita y está
planificando su desarrollo con ayuda de China. El hecho es que
Egipto está paralizado actualmente por el retroceso de Arabia Saudita y la
ofensiva antichina de Estados Unidos, pero El Cairo sigue adelante
con su política de rearme.
Para terminar, hay que señalar que
Libia ha dejado de existir como Estado. Como Yemen, Libia está
dividida en dos. Debido a la victoria de la OTAN en 2011 y a la
ausencia de tropas estadounidenses en el terreno, Libia es el único lugar de
la región donde el Pentágono puede seguir aplicando sin obstáculos
la ya mencionada estrategia Rumsfeld/Cebrowski. Pero nadie debe dejarse
engañar por los recientes éxitos militares obtenidos por el gobierno de
al-Sarraj –o sea, de la Hermandad Musulmana– con el apoyo de Turquía
y, a partir de ahora, con el respaldo de Irán. El gobierno del
mariscal Haftar –respaldado por Emiratos Árabes Unidos y Egipto– resiste
a la embestida. El Pentágono pretende prolongar el conflicto durante el
mayor tiempo posible, en detrimento de toda la población libia.
Así que Washington respalda simultáneamente a ambos bandos, como
lo hizo en la guerra entre Irak e Irán –de 1980 a 1988– y acudirá
en ayuda del que esté perdiendo para abandonarlo cuando esté nuevamente
a flote.
Quedan los dos grandes perdedores de
la nueva distribución de las cartas: China y Arabia Saudita.
La influencia china
se termina en Irán. En Israel, el secretario de Estado Mike
Pompeo acaba de ponerle fin. Pekín no construirá la instalación
desalinizadora más grande del mundo y sus proyectos en los puertos
israelíes de Haifa y Asdod están destinados al fracaso
a pesar de las inmensas inversiones ya realizadas. Nadie se atreverá
a eliminar los 18 000 yihadistas chinos en la frontera siria con
Turquía [9] que seguirá por consiguiente siendo
fuente de inestabilidad, lo cual cierra la posibilidad de establecer el
paso norte de la nueva ruta de la seda. Sólo quedará entonces la
posibilidad del paso sur, por el Canal de Suez (en Egipto) pero
este continuará bajo control de las potencias occidentales.
En cuanto a Arabia
Saudita, nadie sabe en qué punto se halla la situación en ese país.
En 3 años, el príncipe heredero Mohamed ben Salman,
alias MBS, logró despertar locas esperanzas en Occidente y ganarse
la enemistad de las demás potencias regionales con sus asesinatos de
opositores. Arabia Saudita ha tenido que optar por la retirada en Yemen,
después de haberse aventurado imprudentemente en ese país, y renunciar a sus
grandes proyectos, como la construcción de la zona franca de Neom, que
albergaría a los multimillonarios del mundo entero [10]. Sus gigantescas reservas de petróleo ya
no son objeto de especulación y han perdido la mayor parte de su valor.
La mayor potencia militar de la región es un coloso con
pies de barro que agoniza en las arenas del desierto que lo vio
nacer.
En definitiva, el presidente Donald
Trump está logrando alcanzar sus fines. Hizo fracasar el proyecto del
Pentágono de instaurar un Estado dirigido por una organización terrorista –el
Emirato Islámico (Daesh)– y ha logrado después reintegrar a la órbita
económica estadounidense todos los países de la región, exceptuando Siria,
perdida ya desde 2014.
Sin embargo, el Pentágono
también triunfa en parte: ha logrado destruir las estructuras de
los Estados en Afganistán, Irak, Libia y Yemen. Su único
fracaso ha sido en Siria, debido a la intervención militar rusa y, sobre todo,
porque los sirios representan el concepto mismo del Estado desde
tiempos inmemoriales.
La aniquilación de
las estructuras del Estado afgano, según el plan del Pentágono, y
la retirada de las tropas estadounidenses por voluntad del
presidente Trump, que se hará efectiva el día de la elección presidencial
en Estados Unidos, podrían sido el inicio de una alianza entre
el Pentágono y la Casa Blanca. Pero no es así.
El Pentágono trató en vano de imponer la ley marcial en
Estados Unidos usando como pretexto la epidemia de Covid-19 [11] y después ayudó subrepticiamente a los «Antifas»,
a los que ya había utilizado y dirigido en Siria [12], coordinando motines supuestamente «raciales»
en suelo estadounidense. Rusia, que no ha cambiado nunca de posición,
sigue esperando pacientemente el momento de cosechar los laureles de
su implicación en Siria.
[1] «El
proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry
Meyssan, Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.
[2] «La
primera guerra de la “OTAN-MO” perturba el orden regional», por
Thierry Meyssan, Red Voltaire, 24 de marzo de 2020.
[3] «Irán
muestra su apoyo a la OTAN en Libia», Red Voltaire,
18 de junio de 2020.
[4] «Hezbollah
denuncia que Estados Unidos busca provocar una hambruna en Líbano»,
Red Voltaire, 18 de junio de 2020.
[5] «Turquía
y las manifestaciones en Líbano», Red Voltaire, 13
de febrero de 2020.
[6] «Anexión
turca de facto en el norte de Siria», Red Voltaire,
19 de junio de 2020.
[7] «Llevan
al poder en Irak a uno de los hombres que asesinaron al general Suleimani», Red Voltaire,
16 de mayo de 2020.
[8] «La
descolonización de Israel está en marcha», por Thierry
Meyssan, Red Voltaire, 26 de mayo de 2020.
[9] «Los
18 000 uigures de al-Qaeda en Siria», Red Voltaire, 19
de agosto de 2018.
[10] «Egipto
cede parte de su territorio a un proyecto saudita», Red Voltaire,
6 de marzo de 2018.
[11] «Golpistas
a la sombra del coronavirus», por Thierry Meyssan; «El
Pentágono contra el presidente Trump», Red Voltaire,
31 de marzo y 12 de junio de 2020.
[12] «Las
brigadas anarquistas de la OTAN», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
12 de septiembre de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario