PRECARIO. El
historiador sostiene que la precariedad del Estado se expresa en su escasa
capacidad de inversión en educación y salud. Foto: Jorge Cerdán.
Científico social
de origen ayacuchano que desde diversas especialidades le dio un nuevo rumbo a
la historia del Perú.
Redacción :
Roberto Ochoa
14 Jun 2020
Es arqueólogo,
antropólogo, educador e historiador, pero pocos días antes de la cuarentena se
graduó de oráculo al presagiar, en una entrevista publicada en La
República, ese abismo que separa al Estado peruano de la realidad de
nuestro país. Una brecha que se agigantó en estos días de confinamiento:
“Estamos funcionando con un Estado que no tiene nada que ver con nosotros.
Somos un país con regiones muy diferentes, tenemos un sistema de vida en donde
ser arequipeño es distinto a ser huancaíno o piurano. Pero actuamos como si
todos fuésemos exactamente iguales y gobernamos con ese error de creer que
todos somos iguales. ¡Mentira! No es cierto”, fue lo que dijo. La mortandad
registrada en Iquitos, Lima, Lambayeque o Piura, en comparación con las
regiones del sur altoandino, le dio la razón. Así como la incapacidad estatal
por solucionar o entender el éxodo de ciudadanos que pugnaban por retornar a su
tierra.
Esta
pandemia reveló que tenemos un Estado fallido que desconoce la realidad
nacional. ¿Por qué no funciona el Estado?
El Estado peruano
falló desde su nacimiento. No corresponde a las condiciones sociales sobre las
cuales se ha implantado. Esto fue advertido por Monteagudo y por San Martín en
su momento. Ellos consideraban que no estaban en condiciones de establecer un
Estado con una representación válida de los diversos sectores sociales que
había en el Perú. Y consideraban que lo deseable era algo así como una
monarquía constitucional. A lo largo de la República nosotros
hemos reproducido, en la práctica, ese esquema. El Congreso siempre
ha tenido un actitud muy poco efectiva. Casi siempre hemos sido gobernados por
el Ejecutivo. Incluso en los llamados “golpe de Estado”, estas llamadas
“revoluciones” por militares que asumían el control político del Estado como
una especie de monarca de carácter militar. El eje básico del mando reproducía
el mando del Ejército. Eso daba la razón a los opositores al esquema
bolivariano, que introdujo aquí el modelo parlamentario. El problema es
que en el Congreso solo está representado una parte básica del Perú.
Los
recientes fenómenos de El Niño y otros desastres indujeron a nuevas investigaciones
para historiadores y arqueólogos. ¿Esta pandemia influirá en una revisión de
nuestra historia?
Ya está influyendo.
Un desastre y una crisis de este tipo influyen en la generación de una serie de
mecanismos para salir de esta crisis y poder reconstruir lo que nosotros
pensábamos que estaba bien. Esa reconstrucción pasa por el clímax que se
produce durante la crisis y en consecuencia cambia: trata de amoldar las cosas
a la crisis y trata de corregir todo lo que la crisis ha mostrado que está mal.
Eso es lo que pasó, esto es lo que está pasando.
¿Qué
hemos aprendido con esta pandemia y esta cuarentena?
Esta pandemia es
una lección impresionante de historia, de sociología y de la manera cómo hemos
construido un país que tiene muchísimas dificultades para caminar. Esta cuarentena la
tomamos un poco a la broma, pero es muy seria. Vamos a tener que adaptar la
economía a estas nuevas condiciones. Vamos a tener que adaptar los mecanismos
de intercambio en los mercados. Vamos a tener que cambiar la forma que tenemos
al acudir a los servicios públicos. En fin, vamos a tener que cambiar. Y
obviamente ese tener que cambiar va a generar nuevas costumbres.
¿Existen
precedentes?
En el siglo VI de
nuestra era, aproximadamente, se produjo una crisis ambiental posiblemente muy
similar a la actual crisis. Esta crisis, que debe haber tenido períodos de
friaje muy duros, debe haber cambiado el régimen de lluvias, el régimen de
temperaturas, etc. Es una crisis que cambió el Perú enteramente. No porque
influye en las personas sino porque las personas tuvieron que capturar los
datos de esa crisis para reconstruir su propia existencia. Eso es lo que
ocurrió, eso es lo que creo va a ocurrir, eso es lo que está ocurriendo. Algo
similar ocurrió hace mil años, hace dos mil años, hace diez mil años. Y tenemos
pruebas arqueológicas de que este no es el primer ni el único desastre que
hemos tenido que resolver.
Estas
enormes diferencias provocadas por la pandemia en las regiones ¿son una prueba
de que el Estado ignora nuestra variedad regional?
Hay varios
factores. Uno, en lugares donde la pandemia ha sido más fuerte
son aquellas regiones donde hay mayor concentración urbana. También está el
factor altitud que puede haber contribuido a detener los
contagios.
Al
comienzo pronosticaron que Cusco sería uno de los epicentros de la pandemia por
la presencia de miles de turistas, pero hoy vemos que la pandemia siempre
estuvo controlada.
Sí, en Ecuador fue
igual. Guayaquil concentró toda la pandemia. Una de las cosas que no estamos
tomando en cuenta es que la regionalidad es un factor que debe
estar presente en todo, en educación, en salud, en todos los campos. Hay
diferencias estructurales en cada una de las regiones. Para mí no es casual que
ahora se hable de nor-Perú y sur-Perú, un poco lo que ocurrió a comienzos de
la República y en toda la historia peruana en general. De modo
que hay que tener presente la regionalidad y sus diversas variantes internas.
La
entrega de bonos reveló que el Estado no conoce dónde viven y cómo ubicar a los
peruanos.
Eso es total. Es
algo que se arrastra con el Estado mismo. Nosotros hemos crecido dentro de una
versión colonial del Estado. Nosotros nos consideramos peruanos, pero a los
“otros” no los consideramos como tal. Es un olvido que afecta a la población
peruana llamada “informal”, a todos los que viven en la
marginalidad, a todos los que migraron hacia las ciudades a partir de la década
del 60 en adelante.
Igual
sucedió con la “sorpresa” del Estado cuando aparecieron miles de ciudadanos
pugnando por retornar a su tierra.
Esa es la misma
gente, Roberto, que festeja en Lima casi todas las fechas de su calendario
festivo. Son los que tienen sus clubes provinciales, son los que conservan su
música, su poesía, su comida y la reproducen aquí lo mejor que pueden. Obviamente
ellos retornan cuando pueden. “El provinciano” es una canción
que reproduce eso y en cada región existe una canción que evoca el retorno. De
modo que una reacción de ese tipo es mucho más restringida de lo que
imaginamos. Si yo hubiera imaginado esta situación hubiera pensado en
migraciones masivas mayores. Solo que ahora muchos dejaron por años sus
propiedades, las vendieron, las regalaron. Ya no tienen a dónde volver. Incluso
muchos ya no tienen ni siquiera familiares allá.
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Pero
siempre existió una movilización de gente que se va trasladando de las ciudades
costeras a la sierra y, si la cosa no va bien, bajan a la selva o vuelven a la
ciudad.
No tomamos
conciencia. Tan es así que nuestras representaciones en el Congreso son
espurias si no están asociadas directamente a su realidad concreta. Los
sectores mayoritarios de nuestras provincias no tienen cómo venir y se quedan
allá. Los que vienen forman estos grupos marginales que son los que ahora están
reclamando la atención del Estado, un Estado que nunca los tomó en cuenta.
Esta
pandemia también nos recordó que en la Historia del Perú existieron graves
epidemias que cambiaron al país.¿Debemos reescribir la historia del Perú?
Yo creo que la
historia del Perú se tendrá que reescribir con un fundamento local. Nuestras
historia ha sido escrita en función de los que llegaron. Nuestra historia
comienza con las guerras civiles entre españoles, los líos entre Almagro y
Pizarro. Luego viene la historia de los virreyes, luego la independencia... Se
olvidaron de todas las poblaciones étnicamente poderosas como las de Chimú,
Chancay, Chincha, Ica, etc. Se olvidaron pero siguieron existiendo. Qué se yo.
Los chancas, por ejemplo, hasta ahora siguen hablando quechua, cambiaron su
organización, adaptaron sus costumbres a las necesidades del momento, pero
siguieron existiendo. No han muerto pero fueron excluidos de la historia.
Fuera
de la historia oficial.
Es que esa historia
la hemos escritos “nosotros”: los peruanos que no reconocemos a los otros sino
a “nosotros” mismos como peruanos. Los que escribimos la primera Constitución y
expulsamos del país a los quechuahablantes y otras etnias que subsisten debajo
del telón que nos hemos puesto para separarnos de ellos. “Ellos” son
los distintos. Nosotros no nos consideramos indios. Nos da mucha
vergüenza que nos identifiquen con ellos.
¿Esta
pandemia demuestra que el Estado peruano necesita un Pachacuti?
O un Pachacuti o un
Che Guevara: lo primero que transformaron en Cuba fue la salud y la educación y
ahora se dan el lujo de “exportar” médicos. Nosotros hacemos exactamente lo
contrario. Hemos dejado de lado tanto el espacio de cultura, salud y educación
que son los espacios sociales y de servicios. Esta pandemia tiene
la virtud de habernos desnudado como país, nos ha quitado la ropa que teníamos
para escondernos y nos está mostrando las cosas tremendas que hay en nuestra
realidad concreta.
No
hay mucho que celebrar para el 2021 y el Bicentenario.
No, claro que no, y
eso que estamos en una etapa históricamente sustantiva. Yo estoy asustado,
Roberto, porque en estos finales de mi vida -ya estoy en 84 años he visto
bastante a lo largo de mi vida acá y la verdad es que nunca he visto una crisis
tan violenta como esta que estamos pasando. Y lo digo no solo como persona
natural, sino también como historiador. Creo que he recorrido la historia del
Perú, la conozco desde hace diez mil años y la verdad es que esta crisis solo
me recuerda, en sus términos brutales, en sus formas, a lo que ocurrió en el
tránsito de la Colonia a la República. O del Tawantinsuyo a la Colonia. Son
crisis muy fuertes que no afectan solamente lo que la gente necesita en su momento,
afectan hasta adentro, va más allá del estómago y eso es realmente terrible
porque tienen que cambiar -y ya están cambiando- muchas cosas que pensábamos de
nosotros mismos. Es obvio que no vamos a ser los mismos. De aquí a cien días
vamos a ser diferentes, querámoslo o no. Pero que van a cambiar las cosas, van
a cambiar, y ya está ocurriendo. Y lamentablemente el sector pudiente de este
país no entiende dónde está viviendo y eso va a generar formas de conflicto a
las que les tengo miedo
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