21/06/2020
Debo confesar que, inicialmente, no tomé muy en
serio aquello del coronavirus. Incluso hice bromas con mis amigos. Les dije que
cuando llegara el coronavirus a nuestras costas, podríamos valernos de algunas
de las ostentosas bandas que pululan por estos lares –“Los Raqueteros de los
Olivos”, “Los Trapaceros del Agustino” o “Los Malditos de Castilla”, para que
lo asalten, y le roben la Corona. Quedará así como un virus común y silvestre,
sin amparo alguno.
Después, llegué a la misma conclusión que un
ingenioso amigo de la red que pensó que en la pandemia, los pobres pretenderían
asaltar y robar a su antojo, pero finalmente descubrió que no eran los pobres,
sino los ricos los que obraban de ese modo.
Esto último, viene a cuento cuando hablamos de la
mascarilla de la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas
(CONFIEP) ésta que estrenó María Isabel León, la Presidenta del
gremio, al conversar recientemente con el Presidente Vizcarra: una bandera
peruana.
Ella usó ese barbijo, destinado a protegerse del
virus, en un doble sentido dialéctico: Para endulzar su mensaje, y para
encubrir sus intenciones. También podría decirse que la banderita le tapó la
boca, para que no siguiera mintiendo.
Porque, en realidad, la lideresa de los empresarios
quiso presentar la “voluntad patriótica” de sus colegas para alcanzar, a cambio
de ella, nuevas concesiones del gobierno actual, como si no le hubiera sacado
ya el santo y la limosna.
El país entero podría quedar literalmente
boquiabierta si tuviera conciencia real de lo que se han llevado los
empresarios en estos meses de pandemia. No solamente que no han perdido nada
-eso que están “al borde de la quiebra”, es una mentira más grande que el
Himalaya- sino que, además, han ganado luego de lograr que el Estado les
otorgue “reparaciones”.
Por lo pronto, en el Programa Reactiva Perú le
arrancaron 61 mil millones de soles; pero luego se llevaron mucho más,
infringiendo cuantiosos daños al país. A ello le sumaron el 35% de la planilla
que el Estado les aportó para que no despidieran trabajadores, y hasta la
“suspensión perfecta” –heredada del fujimorismo- entusiastamente aplicada en
perjuicio de más de 300 mil trabajadores que ya quedaron en la calle, y sin
derecho a pataleo.
Hoy se sabe que 14 empresas investigadas por Lava
Jato y los Panamá Papers se beneficiaron con 52 millones de soles; que Carlos
Rodríguez Pastor – quizá el hombre más rico del Perú- obtuvo 191 millones de
soles; que el diario “El Comercio” logró un “aporte” de casi 40 millones de
soles para “encarar su crisis”, sin que dejara por eso de despedir periodistas
y trabajadores; que la empresa Linde Gas Perú –llamada también AGA GAS-
obtuvo cinco millones 860 mil soles, a través del Banco de Crédito del
Perú.
Otros 17 mil millones, fueron a parar a Intercorp y
Belcorp, grupos financieros que lograron que sus empresas obtuvieran cada una
10 millones de soles. Y, por si fuera poco, las Clínicas Privadas -esas
que hicieron pingues ganancias cobrando por pruebas otorgadas gratuitamente por
el Estado y tratamiento de COVID- también se llevaron “la suya”; y lo mismo
ocurrió con las Mineras, que no pararon nunca, y que hoy registran más de 700
obreros contagiados por el Virus, a más de ingentes ganancias.
El MEF anunció con bombos y platillos, haber
entregado “a préstamo” 24 mil millones de soles para la “recuperación de las
empresas”. El 71% de ese monto fue para las grandes; el 20%, para las pequeñas;
el 4% para las medianas y solo el 3% para las micro empresas. ¿Quién se comió
aquí la parte del León?
La ministra de economía subrayó con innegable
candor que no se trataba –en el caso-de una donación, sino apenas de un
préstamo. Pero dijo, para que no cupiera duda, que, si las empresas no honrasen
la deuda, ella sería pagada con el dinero de todos los peruanos.
Recientemente, y no sin asombro, el New York Time
se preguntaba por qué el Perú tuvo malos resultados en su estrategia contra el
COVID si ella fue la misma que se aplicó en otras partes con mejor suerte. Del
análisis –y de la propia realidad- fluyen tres razones: la notable pobreza de
la población, el desastre del sistema sanitario y la corrupción que corroe las
bases mismas de la sociedad peruana.
La pobreza en un país donde el 72% de la PEA no
tiene un puesto de trabajo; el 38% carece de agua y otros elementales
servicios; y el 60% de la niñez vive desnutrida. El sistema sanitario colapsado
desde el inicio de la crisis. Y la corrupción, que alcanzara su cenit bajo la
dictadura fujimorista, se proyecta alevosamente en nuestro tiempo.
A eso habría que añadir, sin duda, la extrema
voracidad de los poderosos, y la incoherencia de la política oficial que no
atina a percibir la realidad, ni a darse cuenta de las verdaderas necesidades
de nuestro pueblo.
El neoliberalismo está en la base de la tragedia
nacional. A él, se le pueden atribuir todos los muertos y contagiados, desde
marzo a la fecha. Operó con un bisturí envilecido: La Constitución del 93. Y
cabalgó sobre el lomo de un caballo errático que no descubrió nunca cuál era la
ruta. Encandilado por las sirenas que tentaron sin suerte a Ulises, Martín
Vizcarra cayó en las redes de la CONFIEP, seducido por una mascarilla pintada.
https://www.alainet.org/es/articulo/207399
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