1
AGOSTO 2020
La
carrera de las predicciones está en marcha: más allá de la contundencia o
prestigio de quien las presenta y de un cierto consenso en los datos
macroeconómicos a corto plazo, el factor incertidumbre y los grandes
interrogantes son la tónica compartida. Las incertezas derivadas de la pandemia
de la Covid-19 vienen a sumarse a otras que ya estaban muy presentes en la
sociedad –en relación con lo que nos depara el futuro del trabajo o a los retos
ambientales de la emergencia climática–. La diferencia es que esta pandemia va
a acelerar todas estas crisis interconectadas, aumentando las incertezas del
futuro cercano que nos espera que, como el laboral, son ahora presente –y muy
crudo–para mucha gente; lo que precipita a su vez la necesidad de dar repuestas
y repensar alternativas.
Este artículo pretende, modestamente, aportar algunos elementos
para la reflexión sobre el impacto de la Covid-19 en el mundo del trabajo a
nivel mundial. Para ello, el texto se articula en dos grandes apartados: el
primero, un repaso de la situación del empleo en el mundo pre-Covid-19 y cómo
esta primera fase de la pandemia está impactando en él. Y el segundo, un
análisis de las megatendencias que ya venían transformando de manera profunda
los mercados de trabajo y cómo la crisis de la Covid-19 puede acelerar o
revertir algunas de estas tendencias. Por motivos de extensión, la parte más
propositiva: las relocalizaciones, la reindustrialización y las
nacionalizaciones en un mundo global, una nueva fiscalidad para un nuevo modelo
productivo y de protección social, el reparto del empleo y los trabajos, o qué
derecho del trabajo y gobernanza para el mundo del trabajo que queremos,
deberán quedar para otro artículo.
El mundo del trabajo antes de
la Gran Reclusión y el impacto de la Covid-19
De los 7.700 millones de
habitantes del mundo, se estima que hay en edad de trabajar en torno a 5.300
millones de personas; de estas están activas en el mercado laboral unos 3.300
millones de personas, es decir el 62%. De todas las personas empleadas, alrededor
de 1.800 millones –el 54%– son asalariadas 1/, el resto están en situaciones de trabajadores autónomos o como
trabajadores familiares, en agricultura familiar, por ejemplo, donde se
concentran las situaciones más vulnerables.
Más de 2.000 millones 2/ de personas, ya sean asalariadas, autónomas o en la
economía familiar 3/, se
encuentran en situación de informalidad. Ello significa que una de cada tres
personas trabajadoras tiene la carencia de alguno, varios o todos estos
elementos: contrato, cotizaciones a la seguridad social –subsidio de desempleo,
vejez contributiva, baja de maternidad/paternidad–, derecho a la
sindicalización y negociación colectiva.
La crisis de la Covid-19, se
estima, afecta a casi 1.600 millones de trabajadores de la economía informal,
provocando una disminución media del 60% de sus ingresos. De hecho, aunque
pueda parecer paradójico, es en las economías del norte donde más va a subir la
pobreza relativa de trabajadores y trabajadoras informales. Antes de la crisis
ya se situaba en el 27,5% –frente a un no pequeño 14% de formales–. Con la
Covid-19, la pobreza relativa de las y los trabajadores informales ha subido
hasta un 80% 4/. Estos trabajadores y trabajadoras no pueden permitirse dejar
de trabajar, ni trabajar desde casa 5/, mientras
están siendo excluidas de las ayudas de la mayoría de Estados. Por ejemplo, en
España pensemos en trabajadores sin contrato en la construcción, restauración,
mercadillos, empleadas del hogar, o en situación administrativa irregular, así
como las trabajadoras del sexo, que de la noche a la mañana se han visto sin
ingresos por el trabajo y sin derecho a prestaciones sociales. Así como
aquellas personas que se encontraban en una situación de desempleo y sin
prestaciones antes de la crisis. Todas han quedado en una situación de absoluta
precariedad y abandono contando solo con redes de apoyo familiar, vecinal y del
tercer sector. Unos datos de tal magnitud que condenan a una parte de la
población a unos niveles de pobreza desconocidos e insostenibles socialmente.
Antes de la crisis, 100
millones de personas caían en la pobreza anualmente como resultado de gastos
catastróficos de salud 6/;
cifras que están creciendo de forma exponencial con la actual crisis, como ya
estamos viendo en países como EE UU ante el coste de las largas
hospitalizaciones que provoca la Covid-19. Las estimaciones indican que solo el
29% de la población mundial dispone del acceso a una seguridad social integral 7/, que unos 1.200 millones se benefician de alguna cobertura de
la seguridad social –ya sea subsidio de desempleo, salud, pensiones–, y que el
resto, lo que supone el 55% de la población mundial –algo más de 4.000 millones
de personas–, no tiene ninguna protección 8/.
Hablamos que de media, más de la mitad de la población trabajadora mundial se
ve sin ingresos a causa de la pandemia y sin ningún tipo de acceso a
prestaciones sociales.
Los sectores económicos más
afectados por esta crisis están siendo el turismo, la hostelería y la
restauración, el comercio al por menor, las actividades comerciales, las
inmobiliarias y la industria manufacturera 9/. Con lo cual aquellas economías y territorios más dependientes
de este tejido productivo, de la volatilidad del contexto internacional y en
muchos casos ya de por sí muy precarizados, son los más severamente afectados
por los efectos de esta crisis.
Antes de la pandemia la cifra
de personas desempleadas se situaba en 190 millones; prácticamente inalterada
desde la crisis de 2008, si bien hay que tener en cuenta que la población
laboral crece una media de unos 35 millones todos los años. Las estimaciones
del impacto en el empleo han ido aumentando de manera muy rápida, y
previsiblemente seguirán haciéndolo, a medida que se vayan ampliando y
prolongando las medidas de confinamiento, así como expandiendo la pandemia en
el mundo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), en un informe del 7
de abril, calculaba una reducción del empleo de alrededor del 6,7%, el
equivalente a 195 millones de trabajadores a tiempo completo 10/. A fecha de 29 de abril, se daba el dato de un deterioro del
10,5% del tiempo de trabajo, el equivalente a no menos de 305 millones de
empleos a tiempo completo, asumiendo en la conversión 48 horas semanales por
empleo 11/. En ninguna otra crisis la destrucción del empleo había sido
tan drástica, en un periodo tan breve de tiempo, afectando a prácticamente
todos los sectores, y con un futuro tan incierto.
En el caso del Estado español
estaríamos hablando que desde el inicio de la crisis y hasta final del segundo
trimestre de 2020 podrían perderse un 18,6% del total de las horas trabajadas,
el equivalente a 3,5 millones de puestos de trabajo. Ello no significa la
eliminación de este número de empleos, sino la caída en número de horas, muchas
de las cuales están siendo absorbidas por los ERTE y por reducciones de
jornada, no solo por suspensión o destrucción de empleo. La cifra final
dependerá de las medidas que se mantengan y adopten, y de cómo transcurran los
próximos meses, con el riesgo de poder estar asistiendo a una destrucción de
empleo en diferido. El empleo juvenil es de nuevo uno de los sectores más
afectados, como lo fue en 2008, donde se ha producido una mayor destrucción de
empleo, al acumular más trabajos a tiempo parcial, contratos de corta duración
y especialmente en el sector servicios. Un tercio del desempleo mundial, 64,8
millones en 2018, era desempleo juvenil 12/,
aunque en muchos países la realidad del desempleo juvenil dobla o triplica el
desempleo adulto.
Otra dimensión clave de las
condiciones de trabajo es la salud laboral. A nivel mundial, cada año mueren
más de 2,78 millones de trabajadores a causa de accidentes laborales o
enfermedades relacionadas con el trabajo. Además, ocurren unos 374 millones de
lesiones no mortales relacionadas con el trabajo. Esta tendencia parece
aumentar de forma dramática por el efecto de la crisis sanitaria. Un estudio
reciente del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) 13/ señalaba que España es el país del mundo con un porcentaje
de afectados sanitarios más alto. El 20% de contagios afecta a este colectivo,
en Italia ese porcentaje se reduce al 10% –si bien en Lombardía es también del
20%–. Ni que decir que, a nivel mundial, las y los trabajadores en la economía
informal se encuentran en una situación particularmente vulnerable, y esta
pandemia se suma a los riesgos diarios ya existentes. Asumir que las muertes y
los accidentes laborales son efectos secundarios indeseados del funcionamiento
de los mercados de trabajo, o que los sanitarios son héroes de la pandemia, es
sencillamente descargar la responsabilidad de la prevención en materia de salud
laboral sobre la acción individual y la suerte del trabajador/a. Con la
Covid-19, la importancia y las deficiencias en materia de prevención de riesgos
laborales, que en muchos casos se han venido asumiendo como un trámite
administrativo, han quedado más patentes que nunca y ello exige una revisión
profunda de todo el sistema.
Esta sería una somera
radiografía del estado del empleo en el mundo, profundamente devastadora e
inhumana, resultado de las lógicas de funcionamiento de un sistema económico
altamente depredador de mano de obra barata y recursos naturales, que sitúa a
las sociedades, sobre todo a las clases más populares, en una posición de suma
precariedad y debilidad para hacer frente a una crisis como la Covid-19. La
cuestión es cómo tendencias que ya venían transformando de manera profunda el
mercado laboral se verán afectadas por la pandemia, revirtiendo o acelerando
los procesos de cambio sobre el Futuro del Trabajo.
Desde hace ya unos años, la
noción Futuro del Trabajo ha sido ampliamente utilizada
por diferentes organismos internacionales –OIT, OCDE, Banco Mundial, FMI–, así
como grupos de investigación, medios de comunicación, actores nacionales y
entre la opinión pública en general. Este concepto intenta englobar una serie
de tendencias que están provocando cambios acelerados en nuestras formas de
crear, producir y consumir, así como de relacionarnos. Anticipando una
transformación de nuestros mercados laborales y el conjunto de la sociedad,
tensionando el mundo del trabajo y a sus diferentes actores. En el siguiente
apartado intentaré analizar algunas de las megatendencias mundiales en relación
con el futuro del trabajo y sus consecuencias en el empleo; esquematizadas en
cinco ejes, que son: la revolución tecnológica; la respuesta a la emergencia
climática y la crisis ambiental; la globalización y las desigualdades; los
desequilibrios demográficos, y las demandas de igualdad de género efectiva en
el mercado de trabajo.
Megatendencias pre-Covid-19 de
un futuro complejo
La nueva revolución tecnológica, de la mano a la vez de
la robotización, el big data, el internet de las cosas 14/, el 3D y la inteligencia artificial, se ha presentado absolutamente
disruptiva en nuestras sociedades, así como con una capacidad profundamente
transformadora del mercado de trabajo. Las cifras de afectación en el empleo
varían mucho, desde algunos primeros estudios, como el Carl Benedikt Frey y
Michael A. Osborne 15/, en
2015, que señalaban que el 47% de las y los trabajadores de EE UU corren el
riesgo de verse sustituidos en sus puestos de trabajo por la automatización.
Estudios posteriores de organismos internacionales como el Banco Mundial, la
OCDE y el FMI señalan que se automatizarán ciertas tareas, pero no sectores
enteros y que los trabajos más afectados serán aquellos que desarrollan tareas
repetitivas. La parte sustancialmente diferente con respecto a otras
revoluciones tecnológicas precedentes es que no solo se destruirán tareas
manuales, sino también cognitivas de tipo repetitivo, afectando a muchos
sectores como las finanzas y la industria. Todo ello con el consiguiente riesgo
de una polarización en los mercados de trabajo entre empleos no repetitivos, versátiles
con alta demanda de competencias –algunos– y trabajos no cualificados o con
poca valoración social, donde se concentrarían la mayoría. La disputa actual se
sitúa en qué países conseguirán ser punteros en el primer bloque de empleos,
con la formación como baza y apuesta principal de la llamada sociedad del
conocimiento. Sorprende, no obstante, en relación con los pronósticos derivados
del nuevo salto tecnológico, que ninguno de los informes de referencia tenga en
cuenta la cantidad ingente de recursos minerales y materiales, así como insumos
energéticos necesarios, para acometer esta llamada nueva revolución. Ni desde
las posiciones más tecno-ingenuo-optimistas se da respuesta a esto.
Con la crisis de la Covid-19
se abre todo un debate sobre la posible aceleración de los procesos de
robotización y mayor automatización como forma de evitar dependencia de la mano
de obra humana y el riesgo de paralización productiva ante futuras pandemias.
Mientras, otras voces, como las de Carl Frey 16/, señalan que en épocas de recesión los avances tecnológicos
pueden verse frenados por la contestación social ante la destrucción de empleo.
Donde sí probablemente podremos observar, de forma más inmediata, la
acentuación de dos tendencias interrelacionadas entre sí son, por una parte, el
crecimiento del teletrabajo y, por otra, el aumento de la digitalización en el consumo de bienes
y servicios.
A raíz del confinamiento, el teletrabajo ha irrumpido con fuerza en muchos
hogares y parece una tendencia que ha llegado para quedarse. Promovido
supuestamente como una medida para favorecer la flexibilidad, la conciliación y
reducir los desplazamientos, hemos podido también comprobar la capacidad de
alterar nuestras condiciones de trabajo, haciendo que aumente nuestra
disponibilidad –24 horas, fines de semana, festivos–. La flexibilidad ha
crecido, pero el derecho a la desconexión y al descanso ha saltado por los
aires. No es algo nuevo ni mucho menos, sí lo es su rápida extensión y su
generalización entre sectores tan diversos por todo el mundo.
En relación con la digitalización, el empleo y la Covid-19,
podemos señalar varios aspectos como la aceleración de las dificultades que ya
estaban confrontando algunas pymes y pequeño comercio para adaptarse y el
riesgo de importantes pérdidas de empleo sobrevenidas. También podemos apuntar
un aumento de la concentración tecnológica que favorecerá a grandes superficies
comerciales y de distribución en el ocio –el caso de plataformas como Netflix y
Google–, o plataformas como Amazon en la distribución y venta online. Así como
los desafíos de adaptación de competencias y formativas con la acentuación de
brechas sociales.
Es probable que veamos también un aumento de la economía de
plataformas o mal llamada economía colaborativa, combinación de varios factores
como son: capital ocioso en búsqueda de rentabilidad sin invertir en lo
productivo, el potencial que presentan las plataformas para permear en muchos
sectores económico-sanitarios, servicios varios, con una dimensión global, y el
hecho de que el número de personas disponibles para ofrecer su tiempo de
trabajo con la crisis aumentará.
La economía de plataformas se
presenta como un trabajo flexible y autónomo, además de un nuevo nicho de
empleo. Pero lo cierto es que los estudios que hay sobre los ingresos medios y
condiciones de trabajo lo acercan más a una realidad de jornaleros digitales 17/,
cobrando tarea a tarea y aumentando la precarización del mercado laboral.
Además de ser especialmente preocupante que aspectos centrales como la
definición de la condición laboral –si asalariado o autónomo– hasta la fecha se
estén dejando en manos de los tribunales con sentencias como la de los riders en uno y otro sentido, cuando es un problema laboral que
requiere de una acción política, que debe con ello resolver cuestiones como la
limitación del tiempo de trabajo, la prevención de riesgos laborales, la
protección social y libertad sindical y de negociación colectiva.
España ya se coloca a la
cabeza de los países de la Unión Europa en volumen de empleo en plataformas,
con un 17% de las personas en edad de trabajar realizando actividades por medio
de ellas al menos una vez por semana. Se estima que para un 30,4% de las y los
trabajadores de plataforma (algo más de 1,9 millones de personas) representa la
mitad de sus ingresos18/. Una
vez más, parece que vamos tarde en la respuesta.
La inaplazable respuesta a la
emergencia climática y la crisis medioambiental
Este es otro de los grandes desafíos para el mundo del trabajo
en las próximas décadas y el mayor al que debemos hacer frente como sociedad.
Los pronósticos sobre el nivel de transformación de los mercados de trabajo
están claramente determinados por el escenario de transición ecológica y modelo
social sobre el que lo sustentan. El abanico de estudios que analizan las
perspectivas laborales fue prolijo antes de la crisis de 2008, en la década
siguiente se frenaron al mismo ritmo que la acción política, y en los últimos años
han vuelto a publicarse propuestas y datos, la gran mayoría solo con el
horizonte de reducción de emisiones fijado en el Acuerdo de París y señalando
datos cuantitativos de empleo sin entrar en la dimensión de la calidad de los
empleos. Estos ejercicios no son fáciles, ni ciencia exacta, pero sí resultan
herramientas necesarias para la planificación económica y acción política.
Por citar alguno de ellos,
con carácter sectorial, la OIT señala que la adecuación de tres sectores
industriales –energético, automovilístico y de la construcción– para cumplir
con los Acuerdos de París puede tener un balance neto de 18 millones de nuevos
empleos a nivel mundial –se crearían 24 millones, frente a 6 que se perderían–19/; a nivel regional la Comisión Europea señala que el Acuerdo de
París generaría unos 200.000 empleos adicionales en España para 2030 y 1,2
millones en el conjunto de la Unión Europea20/. Y a
nivel de países, en España encontramos estudios como el de Greenpeace21/ que analiza la transición energética con tres escenarios
–conservador, progresivo y responsable– y una horquilla de creación de empleo
de 800.000 a 3 millones de empleos, respectivamente. Hay otros más holísticos
como el de Ecologistas en Acción, que presenta una modelización de tres escenarios
bajo el marco de distintas políticas de reducción de emisiones de gases de
efecto invernadero (GEI) –business as usual, Green New Deal, decrecentista– para evaluar
la evolución del empleo, cuidados y trabajo autogestionado en el periodo
2020-203022/.
Uno de los retos compartidos por cualquiera de los escenarios de
reducción de emisiones es la gestión social y económica de la transición en el
mundo del trabajo. Porque los empleos que se crearán no lo harán ni en el mismo
lugar ni en el mismo momento que los que se destruyan, y es fundamental que la
reconversión y el cambio de modelo energético y productivo ofrezca alternativas
económicas y sociales –empleo, protección social, formación– a quienes se vean
afectados por ello. Que sea una transición justa, como acuñó el movimiento
sindical y ha adoptado la comunidad internacional en el Acuerdo de París.
Cierto es que cuanto más
ambiciosos sean los escenarios de reducción de emisiones y reconversión de
modelo, más intensos serán los cambios y más recursos serán necesarios en el
corto plazo. Sin embargo, la experiencia de estos años también ha mostrado que
un ritmo gradual en la transición ecológica no es garantía de una solución más
justa o menos traumática. Acuerdos como el de transición del sector del carbón en
España23/, si bien muy meritorio, se da en un sector ya muy menguado que
había hecho el proceso de desmantelamiento laboral en los años anteriores,
según la lógica de competencia de mercado. El gran reto es la transición
energética y ecológica de aquellos sectores con mayor empleo y peso en la
economía, por ejemplo, el automovilístico, y si se anticipará y planificará o
se dejará de nuevo que el coste de la reconversión lo asuman quienes trabajan
en ellos, sus familias y territorios. Hasta ahora la falta de ambición
ecológica ha ido acompañada de falta de ambición social. El tiempo va en
nuestra contra, la única opción sensata en el intento de
evitar/suavizar/gestionar el colapso es desarrollar escenarios de reducción de
emisiones ambiciosos con planes socialmente avanzados y robustos que a su vez
permitan revertir las deficiencias del actual modelo laboral.
Sobre cómo puede afectar la
crisis de la Covid-19 a esta agenda, la propia génesis de la pandemia ha sido
provocada por patógenos que saltan de los animales salvajes a los humanos como
resultado del modelo depredador y ecocida que tenemos. En estos meses de
pandemia estamos observando importantes efectos de descontaminación y mejora de
la salud ambiental con medidas drásticas en pocas semanas; constatamos la
fragilidad de las grandes urbes y su dependencia externa de insumos y la
necesidad de reconstruir un modelo social y económico más resiliente que nos
prepare para futuras crisis de naturaleza parecida. Todo ello son razones
poderosas que vienen a sumarse a las que ya existían para una apuesta ambiciosa
de carácter ecosocial para salir de la crisis, pero vemos también cómo las
inercias para intensificar el modelo pre-Covid-19 ganan terreno. Desde
comunidades autónomas como las de Madrid, Murcia, Baleares se retoma el
discurso del uso del suelo urbanizable o la ampliación del espacio hotelero
para reactivar la economía y es sintomático también que el Parlamento Europeo,
más sensible a esta agenda que otras instituciones europeas, haya aprobado en
mayo un marco presupuestario plurianual para el 2021-2027 en donde han
desaparecido las referencias a los temas ambientales y el Green New Deal, cuando justo habían estado
haciendo bandera de ello. La disputa está abierta.
La globalización y las
desigualdades
La globalización neoliberal
de los últimos cuarenta años ha dado lugar a la fisonomía del actual modelo de
producción y mercado de trabajo marcado por: la asunción de que no hay trabajos
para toda la vida; el aumento de los contratos a tiempo parcial como forma de
repartir el trabajo, pero no la riqueza; los falsos autónomos; los contratos a
cero horas, y la realidad de los trabajadores pobres en países donde el empleo
era una garantía de tener las necesidades cubiertas. La lógica de la
mercantilización del trabajo y el abaratamiento constante de la mano de obra ha
sido el motor de las deslocalizaciones, la terciarización, las
externalizaciones, la desregulación laboral y el desarrollo de las cadenas
globales de suministro que ha transformado profundamente la naturaleza de la
producción, la inversión, el comercio y el empleo. Una tendencia que se ha
visto acelerada en los últimos años, hasta tal punto que uno de cada seis
trabajadores lo hace en cadenas globales de suministro24/. Y que hasta la llegada de la Covid-19 parecía imparable.
Las desigualdades crecientes,
plurales e interconectadas, son la otra cara de la moneda del modelo
neoliberal, que no ha hecho más que ahondarse desde la crisis de 2008. Si
observamos la desigualdad mundial de ingresos, la brecha entre la gente rica y
el resto se está ensanchando. El crecimiento de los salarios no ha seguido el
mismo ritmo que el crecimiento de la productividad y se ha reducido la
proporción de ingresos nacionales consagrados a las y los trabajadores. En el
caso de España, desde la última crisis, la proporción de la renta del trabajo
con respecto a la del capital ha disminuido de forma más acusada que la media
mundial, pasando de suponer el 66,6% en 2009 al 61,2% en 201725/. Lo que significa que unos 64.500 millones de euros que antes
estaban en manos de los trabajadores han dejado de estarlo, anualmente. Es el
equivalente al rescate bancario, pero cada año.
A esto hay que sumar que en
las últimas décadas se han producido importantes transformaciones en la
propiedad de la riqueza, que ha pasado del dominio público al privado. Desde
1980 se observa que, en prácticamente todos los países, la riqueza nacional
(pública más privada) ha crecido de manera notable, pero la parte pública ha
crecido de forma negativa o cercana a cero en los países ricos (las deudas
superan a los activos). Los países se han vuelto más ricos mientras a la par
que los gobiernos se han vuelto más pobres26/.
Esto no solo aumenta el poder corporativo, sino que también limita la capacidad
de los gobiernos para reducir la desigualdad a la vez que condiciona las
capacidades de las instituciones públicas a la hora hacer frente a las
consecuencias sociales y económicas de la Covid-19. En donde una vez más
estamos viendo como se está transfiriendo una cantidad ingente de capital
público para ayudar o salvar los intereses del sector privado sin apenas
ninguna exigencia o contrapartida, de tipo fiscal, por ejemplo, siguiendo el
modelo de la crisis de 2008.
Uno de los mayores efectos de la actual crisis, que comparten
muchos de los análisis, es que ha sacado a la luz los riesgos de la
hiperglobalización. Nos ha mostrado al emperador desnudo. Las dificultades de
los países para aumentar las pruebas diagnósticas, fabricar respiradores y
producir equipos de protección individual han constatado la dependencia
excesiva de China como fábrica del mundo. Y posiblemente esto pueda favorecer
un discurso proclive a las relocalizaciones de ciertos sectores productivos en
clave nacional, como ha anunciado recientemente el gobierno francés.
El discurso de las
relocalizaciones y de un cierto proteccionismo nacional no es nuevo, hemos
visto cómo en los últimos años Trump ha abanderado el America First. Pero que nadie se engañe, no
hay ninguna proyección antineoliberal en estos proyectos políticos
supuestamente proteccionistas, lo que hay es una batalla por cómo gestionar la
globalización neoliberal. Y la peor noticia es que la izquierda parece estar
ausente de esta pelea. Recuperar y reactualizar un altermundialismo con
capacidad de articular imaginarios globales generadores de propuestas y de
confrontar al orden neoliberal parece de nuevo una tarea imprescindible para
dar respuestas ante la crisis de la Covid-19. En el terreno laboral es
fundamental plantear medidas para asegurar que las multinacionales que han
impulsado cadenas globales de suministro no se desresponsabilicen de las y los
trabajadores de las empresas proveedoras –como ya está sucediendo por la
paralización productiva por la pandemia– y contribuyan a hacer una transición.
Asimismo, tenemos que impulsar una intervención pública y de planificación de
la economía, asegurando un cambio de modelo productivo que lleve aparejado un
proceso de relocalizaciones y desglobalización.
Los desequilibrios
demográficos son otra de las tendencias que supondrán una serie de desafíos
interrelacionados. La mayoría de las economías de la OCDE deben hacer frente al
envejecimiento de su población que provoca una reducción de su fuerza laboral
de trabajo disponible, una presión creciente en los sistemas de pensiones y un
aumento de las necesidades de cuidados. A su vez, otras regiones del mundo, en
particular África Subsahariana, con una media de edad muy joven, están viendo
un aumento del desempleo, del malestar de su población y de la migración por no
poder ofrecer trabajo a una fuerza laboral creciente, además de sufrir otros
problemas estructurales como el impacto del cambio climático, la extrema
pobreza, violencia, etc. Hoy en día hay 232 millones de migrantes, la mayoría
en edad laboral; esta cifra representa un aumento total de más del 50% desde
199027/, pero la mitad de lo que presumiblemente veremos en las
próximas décadas. Sin embargo, estos años hemos asistido también a un
recrudecimiento e importancia institucional del discurso xenófobo y racista con
un cierre de fronteras, que en última instancia no persigue evitar tanto su
entrada sino la degradación jurídica y física de los migrantes. Convertidos en
ejército de reserva del precariado, fragilizando no solo sus derechos, sino el
mismo derecho a tener derechos y, por lo tanto, su capacidad de reivindicarlos.
Con la crisis de la Covid-19
hemos visto cómo Alemania ha facilitado la licencia a médicos extranjeros a los
que hasta ahora no se les había concedido practicar medicina para que ayuden
con la atención de la pandemia28/. O
cómo el gobierno germano solicitó una excepción en el confinamiento para que
rumanos, búlgaros y polacos pudieran desplazarse al país a recolectar su
preciado espárrago blanco. Reino Unido ha fletado vuelos chárteres desde
Bucarest para llevar a cientos de temporeros hasta campos británicos. Mujeres
de Rumanía y de Bulgaria han emigrado a Austria para trabajar en residencias29/. España ha habilitado la concesión de autorizaciones para los
jóvenes migrantes entre 18 y 21 años que cuentan con permiso de residencia,
pero no de trabajo, para que trabajen en el campo, al no poder contar con las
temporeras que vienen de Marruecos. Y así otros países europeos. La escasez de
mano de obra en el ámbito agrícola, sanitario y de cuidados, normalmente
invisibilizado, ha quedado patente de nuevo en esta crisis. Demostrando las
disfunciones del mercado laboral europeo, que es dependiente, en sectores
productivos clave como la agricultura o servicios de cuidados, de una mano de
obra precarizada y fragilizada.
Otra de las tendencias actuales que se pueden ver afectadas por
la crisis del coronavirus son las exigencias por una igualdad de género real,
impulsadas por un movimiento feminista a escala internacional. Unas
reivindicaciones que, además de poner el énfasis en las discriminaciones en el
mercado laboral: brecha salarial, mayor precariedad en trabajos feminizados,
concentración de mujeres en jornadas a tiempo parcial, han manifestado con
contundencia que estas discriminaciones no pueden resolverse sin abordar la
división sexual del trabajo y una reorganización social de los cuidados.
La OIT estima que se dedican
a nivel mundial 16.400 millones de horas al trabajo de cuidados no remunerado
todos los días. Esto corresponde a 2.000 millones de personas trabajando ocho
horas al día sin recibir una remuneración a cambio. En 2018, en España se
emplearon 130 millones de horas diarias en trabajo de cuidados no remunerado.
Esta cifra equivale a 16 millones de personas trabajando ocho horas al día sin
percibir remuneración alguna. Si estos servicios se valoraran sobre la base de
un salario mínimo por hora, equivaldrían al 14,9% del PIB español30/. Actualmente el trabajo de cuidados remunerados emplea en el
país a 3,8 millones de personas (sanidad, educación, servicios de atención a
personas, trabajadoras del hogar) de las cuales 2,9 millones son mujeres y
936.000 hombres. Además, diferentes estudios muestran que existe un potencial
de creación de empleo de más de un millón de trabajos en el sector de los
cuidados de aquí a 2030 para atender adecuadamente a las necesidades sociales
que ya existen y que crecerán en los próximos años, fundamentalmente por el
envejecimiento de la población.
Todavía está por ver cómo la crisis Covid-19 va a afectar esta
agenda. Por una parte, se ha evidenciado la importancia de los cuidados
remunerados como pilar fundamental para hacer frente a la pandemia, así como su
fragilidad por años de recortes en sanidad, el abandono de las residencias de
personas mayores y la desprotección de las empleadas del hogar. La disputa se
abre ahora en asegurar que se blinden como cien por cien públicos estos
servicios ante los procesos de mercantilización, se doten de recursos
suficientes y garanticen plenamente los derechos laborales. Por otra parte, es
preocupante la invisibilización que ha habido de los trabajos de cuidados no
remunerados durante la pandemia en España. Me refiero a los 4,5 millones de
hogares que hay con al menos un menor de 14 años y a aquellos con personas
dependientes o mayores que se han quedado sin centros de día ni otras
alternativas. El Estado ha hecho dejación de funciones cerrando las escuelas
seis meses sin ofrecer alternativas a las familias, más allá de las medidas de
conciliación de los funcionarios públicos, promoviendo solo como fórmulas para
hacer frente a esta situación el teletrabajo o que cada empresa facilite
arreglos para la conciliación. Sin entrar a hablar de los derechos de los
menores, sus necesidades de socialización y de bienestar emocional.
En estas semanas hemos asistido a una reprivatización de los
cuidados en el hogar, como nunca en la historia reciente. Buscar explicaciones
en la excepcionalidad del momento es ponerse una venda en los ojos ante un
problema más de fondo. La respuesta a la realidad de la reproducción social y
las necesidades de los cuidados solo puede pasar por una reorganización
profunda del mercado de trabajo, el sistema productivo y de protección social
en un sentido amplio: reducción de jornada, inversión en servicios públicos que
permita reducir ratios, opciones de ERTE para quienes deban asumir tareas de
cuidados inexcusables.
Una dura constatación que la
agenda de la corresponsabilidad, la conciliación y la igualdad efectiva estaba
avanzando de forma epidérmica y para ciertos sectores, pero que en momentos de
crisis, cuando son más necesarios que nunca, vuelven al cajón del ámbito
privado, la invisibilidad y los apaños individuales.
A pesar de ser socialmente imprescindibles, una fuente de empleo y de bienestar
social.
A modo de conclusión
El mundo del trabajo pos-Covid-19 nos posiciona ante un
escenario complejo. Las crisis abren ventanas de oportunidad para la disputa,
tanto en el relato como en las medidas que se desarrollen. Sin embargo, las
inercias para seguir con el modelo prepandemia son muy fuertes. El riesgo más
evidente es la aceleración de las tendencias que vienen dándose, agravando las
desigualdades, generando sociedades más polarizadas, empobreciendo aún más a
unas clases populares ya depauperadas, prosiguiendo con la devastación
ambiental, y así de crisis en crisis.
Si bien las primeras medidas adoptadas por los gobiernos
europeos están siendo de protección social de los sectores trabajadores y
expansivas en gasto público, recordemos que también lo fueron los primeros
momentos de gestión de la crisis de 2008. Las piezas claves del orden
neoliberal generador de esta situación siguen intactas y los grupos económicos
que lo sostienen están jugando sus bazas para beneficiarse de la misma y reforzar sus posiciones de privilegio aprovechando la oportunidad brindada
por la crisis, por esta situación de excepcionalidad. Con lo que no es ni mucho
menos descartable que asistamos a una aceleración neoliberal, con la
profundización de las tendencias señaladas, utilizando la crisis como una
coartada para llevar a cabo reformas que agraven aun más la situación a nivel
social y laboral.
La otra opción es extender la disputa para revertir el modelo,
para que la nueva normalidad no sea la misma normalidad de siempre solo que con
mayor control y distanciamiento social. Los discursos sobre las oportunidades
que nos ofrece esta crisis, la necesidad de no repetir los errores de la crisis
de 2008, ya están en marcha, la cuestión es si las medidas económicas,
laborales y socioambientales serán suficientemente fuertes y robustas para dar un cambio de rumbo. Esto no va a depender solo de lo que
deseemos o de lo que digan otros que harán por nosotros, sino sobre todo de
cuánto hagamos para disputarlo. Solo desde su cuestionamiento tendremos la
oportunidad de sentar las bases de otra economía al servicio del bien común que
enfrente los retos de una emergencia climática y que ponga la vida en el centro
de sus políticas.
Judith Carreras es
activista feminista y presidenta de la Fundación viento sur
Notas
1/ OIT
(2018a) Informe Mundial sobre Salarios 2018/2019: Qué hay detrás de la
brecha salarial de género,
https://www.ilo.org/global/research/global-reports/global-wage-report/WCMS_650653/lang–es/index.htm
2/ OIT
(2019a) Trabajar para un futuro más prometedor,
https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—cabinet/documents/publication/wcms_662442.pdf
3/ Ello
representa casi el 40% de todas las personas asalariados y más del 60% de la
población empleada –autónomas
y en la economía familiar–.
4/ OIT
(2020a) Impact of lockdown measures on the informal economy,
https://www.ilo.org/global/topics/employment-promotion/informal-economy/publications/WCMS_743523/lang–en/index.htm
5/ OIT
(2020b) COVID-19 crisis and the informal economy: Immediate responses and
policy challenges, https://www.ilo.org/global/topics/employment-promotion/informal-economy/publications/WCMS_743623/lang–tr/index.htm
6/ OMS y
BM (2017) Tracking universal health coverage: 2017 Global Monitoring Report,
https://www.who.int/healthinfo/universal_health_coverage/report/2017/en/
7/ OIT
(2017a) 2017-2019: La protección social universal para alcanzar los Objetivos de
Desarrollo Sostenible,
https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/documents/publication/wcms_624890.pdf
8/ OIT
(2017a), op. cit.
9/ OIT
(2020d), op. cit.
10/ OIT
(2020c) Observatorio de la OIT: El Covid-19 y el mundo del trabajo.
Segunda edición. Estimaciones actualizadas y análisis,
https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/documents/briefingnote/wcms_740981.pdf
11/ OIT
(2020d) Observatorio de la OIT: El Covid-19 y el mundo del trabajo.
Tercera edición. Estimaciones actualizadas y análisis, https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/documents/briefingnote/wcms_743154.pdf
12/ OIT
(2019a), op. cit.
13/ Centro
Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) (2020) Rapid RiskAssessment: Coronavirus disease 2019 (Covid19) in the
EU/EEA and the UK– ninth update, https://www.ecdc.europa.eu/en/publications-data/rapid-risk-assessment-coronavirus-disease-2019-covid-19-pandemic-ninth-update
14/ El internet de las cosas es un concepto que se
refiere a una interconexión digital de objetos cotidianos con internet. Por
ejemplo, si la ropa o los botiquines estuvieran conectados a internet y
equipados con dispositivos de identificación, nos indicarían la temperatura
corporal o cuándo hay medicinas que van a caducar.
15/ Carl
Benedikt Frey y Michael A. Osborne (2015) Technology at work: The future
of innovation and employment, Citi Global Perspectives
and Solutions (Citi GPS), Oxford y Nueva York, Universidad de Oxford y Citi Group, https://www.oxfordmartin.ox.ac.uk/downloads/reports/Citi_GPS_Technology_Work.pdf
16/ Carl
Benedikt Frey (2019) The Technology Trap, Princeton University Press.
17/ OIT
(2019a), op. cit.
18/ María
Luz Rodríguez, “España: primera potencia europea en trabajo de plataforma”, Agenda Pública- El País, abril 2019,
http://agendapublica.elpais.com/espana-primera-potencia-europea-en-trabajo-en-plataformas/
19/ OIT
(2018b) Sostenibilidad medioambiental con empleo – Perspectivas sociales y
del empleo en el mundo 2018,
https://www.ilo.org/global/research/global-reports/weso/greening-with-jobs/lang–es/index.htm
20/ Europa Press, abril 2019,
https://www.europapress.es/economia/laboral-00346/noticia-cumplir-acuerdo-paris-generaria-200000-empleos-adicionales-espana-2030-12-millones-ue-20190704172622.html
21/
Greenpeace (2016) La recuperación económica con renovables,
http://archivo-es.greenpeace.org/espana/Global/espana/2014/Report/cambio-climatico/recuperacion_economica_con_renovables_web.pdf
22/ Ecologistas
en Acción (2020) Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030,
https://www.ecologistasenaccion.org/132893/
24/ OIT
(2016): El trabajo decente en las cadenas mundiales de suministro,
https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_norm/—relconf/documents/meetingdocument/wcms_468096.pdf
25/ OIT
(2020e): Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: Tendencias 2020,
https://www.ilo.org/global/research/global-reports/weso/2020/WCMS_734481/lang–es/index.htm
26/ Alvaredo,
F.; Chancel, L.; Piketty, T.; Sáez, E., y Zucman, G. (2018) Informe sobre la desigualdad global,
Cambridge, MA, BelknapPress of Harvard UniversityPress. https://wir2018.wid.world/files/download/wir2018-summary-spanish.pdf
27/ OIT
(2015) Inciativa del Centenario relativa al futuro del trabajo.
https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_norm/—relconf/documents/meetingdocument/wcms_370408.pdf
28/ Riham
Alkousaa y Paul Carrel (2020), “¿Refugiados al rescate? Alemania acude a
médicos migrantes para dura batalla contra coronavirus”, Reuters, marzo 2020,
https://lta.reuters.com/articulo/salud-coronavirus-alemania-refugiados-idLTAKBN21C2SU
29/ Costi
Rogozanu, Daniela Gabor (2020) “La historia del virus y los trabajadores
rumanos del espárrago blanco”, eldiario.es,
abril 2020, https://www.eldiario.es/theguardian/importante-Europa-occidental-trabajadores-procedentes_0_1017698940.html
30/ OIT
(2018c) El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un
futuro con trabajo decente.
https://www.ilo.org/global/publications/books/WCMS_633168/lang–es/index.htm
Fuente: https://vientosur.info/el-futuro-del-trabajo-despues-del-coronavirus/
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