Escribe:
Milcíades Ruiz
El presente artículo analiza las condiciones de
la crisis que nos agobia, y plantea propuestas para iniciar una reconstrucción
equitativa con justicia social en la perspectiva de una nueva república en las
nuevas condiciones mundiales. ¿Con qué criterio vamos a emprender la
reconstrucción? ¿Con el de los gobernantes actuales? ¿Con el de los que vienen,
en las próximas elecciones generales? ¿Con el enfoque de las instituciones
empresariales? ¿Podemos cambiar el diseño de la república “bicentenaria”? De
estas y otras interrogantes, tratará la siguiente nota.
Va
quedando atrás el “mes de la patria”, que recuerda el fatídico momento
histórico en que los dueños originarios del territorio peruano, perdieron la
esperanza de recuperar su patria ancestral, el Tahuantinsuyo. Los usurpadores
colonialistas se la arrebataron y suplantaron la identidad. Aun ahora, los
descendientes de Juan De la Torre, uno de los 13 de la “Isla del Gallo” que
acompañaron a Pizarro, como son Raúl Diez Canseco y Víctor A. García Belaunde, se
disputan la candidatura presidencial para el 2021.
La
pandemia no permite todavía atender debidamente el desastre de la economía
mundial y nacional. El crecimiento global se proyecta en
–4.9%, Latinoamérica -9,4% y Perú -14%. Los negocios están
arruinados porque la pandemia ha roto todas las conexiones del engranaje del
sistema por las que circula el dinero. Se estima un nivel de pérdidas en más de
12 billones, gran endeudamiento general y dramática caída de ingresos. Ya en el
mes de abril se pudo ver con claridad las tendencias de los dos rumbos opuestos
que se muestran en los siguientes gráficos: Desarrollo de la pandemia y pérdida
del empleo, pero el descalabro es en todas las actividades humanas. Esta
situación ha empeorado a la fecha.
Se ha dicho hasta la saciedad, que después de la
pandemia, el mundo ya no será el mismo, dando por hecho, un cambio que
transformará nuestra vivencia en el planeta. Esto significaría un proceso de
reconstrucción del sistema vigente. ¿Qué tanto de cierto hay es esta aseveración?
Hay
muchos aspectos a considerar y la factibilidad de las posibilidades tienen
muchas implicancias, por la confrontación de intereses en pugna, y la
envergadura del cambio aspirado en lo que pueda ser posible o, no, desde el
nivel local hasta el global. ¿Cómo afrontar esta tarea? Las respuestas
difieren, porque no todos sufren la crisis por igual, ni todos piensan igual
sobre lo que se debe hacer.
Los
grandes empresarios tienen una visión del problema y los neoliberales solo ven
cifras de rentabilidad, competitividad, mercado, flujos financieros, sin
importar el sufrimiento humano, pues para ellos, solo cuenta el costo beneficio
privado y nada más. Por eso, las soluciones que propugnan las diversas clases
sociales tienen el sesgo de sus propios intereses. Entonces, lo que es bueno
para las instituciones empresariales podría no serlo para las instituciones
populares.
El ¿Qué hacer? depende de
quien lo diga. Si pensamos solamente en nuestro caso particular, nuestra
perspectiva será según nuestra conveniencia. Si lo hacemos pensando solamente
en nuestro grupo político o clase social, será otra la perspectiva. Pero si
pensamos como país, la dimensión de nuestra perspectiva adquiere otras
connotaciones. Cada percepción ideológica conduce a plantear soluciones en
correspondencia con ella.
Pero por encima de todo, hay
intereses de peso internacional que ven el mundo como su dominio, desdeñando lo
que aspiren las sociedades dominadas. Son solo unos pocos países dominantes
(G7), los que decidirán qué hacer con nosotros, en esta crisis global. Ellos
tienen el manejo financiero, militar, tecnológico y político de los principales
ductos de la economía mundial. Los pequeños ductos económicos “no tienen vela
en este entierro”. A estos, solo les queda acoplarse a lo que decidan los
dueños de los grandes ductos.
Pero entonces, ¿de qué sirve
devanarnos los sesos, haciendo propuestas sobre lo que hay que hacer, si no son
tomadas en cuenta por quienes deciden? La historia nos dice que las ideas,
pueden adquirir relevancia en un momento dado y cambiar el rumbo social, si es
que guardan concordancia con las condiciones imperantes para su factibilidad.
Así sucedió con las doctrinas que cambiaron el sistema monárquico por la
república burguesa, la independización de los virreinatos y los sucesivos
cambios de constitución republicana.
Es verdad que, en el actual
sistema, el ¿Qué hacer? no lo deciden los que más sufren que son mayoría sino,
los que menos padecen, que son minoría. Todos los gobernantes dicen defender
los intereses del país, pero este, ha sido acondicionado en favor de las
minorías dominantes. Por consiguiente, todo el manejo de la crisis nacional,
tiene ese sello. Detrás de cada solución política están los intereses
minoritarios. Es así como nos gobiernan.
Pero algo tenemos que hacer
para revertir esta injusticia. Por lo menos aportar ideas y propuestas
factibles. “El que calla, otorga” dice el refrán popular, y si las minorías
someten a las mayorías, es porque estas, lo permiten. Si nos someten por el
poder del dinero, hay que encontrar la forma de contrarrestar esta maldad, con
el poder popular que anule las inequidades. Solo así, podremos cambiar este
sistema de dominación social reemplazándolo por uno distinto, que nos libere de
la opresión del dinero.
Estamos como al inicio de la república. Los colonialistas
posesionados del poder fueron los que decidieron por los dueños originarios del
territorio nacional que eran mayoría. Decían que lo hacían por ellos. “Vosotros
indios, sois el primer objeto de nuestros cuidados. Nos acordamos de lo que
habéis padecido, y trabajamos por haceros felices en el día. Vais a ser nobles,
instruidos, propietarios, y representareis entre los hombres todo lo que es
debido a vuestras virtudes” (Proclama del I congreso
constituyente).
Era mentira. Los usurpadores
construyeron la república a su conveniencia. Esta visión de los gobernantes no
ha cambiado, porque el dominio colonial solo ha cambiado de dominadores, en
nuestra república “bicentenaria”. Siempre nos dicen que es por nuestro bien.
Como ahora, que se justifica el manejo empírico de la pandemia y la crisis,
anunciando “fases” desfasadas, mesetas que suben, “Reactiva Perú” que favorece
a empresas delincuenciales, “Arranca Perú” para los “arrancados”, y otras
lisonjas, diciendo que lo hacen por el “interés nacional”. ¿?
El pequeño grupo
gubernamental que no representa a nadie, decide con decretos de urgencia
absolutista, sin planificación ni estrategia, programas sueltos de reactivación
económica, destinando fondos indiscriminadamente, sin prioridades ni
selectividad. Entre las empresas beneficiarias de “Reactiva Perú” figuran
aquellas que han robado al país, y otras intervenidas por la fiscalía por tala
ilegal, que deforestan la Amazonía, debilitando nuestra protección ante el
cambio climático y las epidemias que genera. ¿Ese es el interés nacional?
¿Con qué criterio entonces,
deberíamos emprender la reconstrucción? ¿Con el de los gobernantes actuales?
¿Con el de los que vienen, en las próximas elecciones generales? ¿Con el enfoque
de las instituciones empresariales? ¿Es factible una reconstrucción que
responda a las aspiraciones populares? ¿Es justo que todo el peso de la crisis
recaiga sobre los más desprotegidos? ¿Vamos a dejar que esta injusticia impere
sin hacer nada? ¿Podremos cambiar el rumbo del país?
Estando próximas las
elecciones generales ya convocadas, no sabemos lo que nos espera, sobre lo que
hará la cúpula gobernante, sobre lo que dejaremos que hagan con nosotros, y lo
que hagamos o no, en este momento histórico. Hay asuntos que están a nuestro
alcance resolver, pero no, sobre los cuales no tenemos poder de decisión. He
allí el problema. Si no tenemos participación en las decisiones, estamos
perdidos. Solo nos queda forzar decisiones favorables con ideas y acciones,
actuando juntos a la vez. Si no lo hacemos, no habrá cambio.
Nos saldrán al encuentro con
“Acuerdo Nacional” “Nuevo pacto social”, “Nueva convivencia”. “Pacto Perú”,
reuniones con los partidos políticos y otros caramelos. De los consultados,
¿cuántos son de izquierda? Esa fue la trampa que tendieron a los agricultores
del valle de Tambo en huelga contra el proyecto minero “Tía María”. No podían
negarse al diálogo. Pero en esa mesa, había una veintena de representantes del
gobierno y de la empresa minera; contra una sola representación popular.
Estaban en total desventaja. No cayeron en la trampa e hicieron prevalecer su
causa.
Eso puede suceder ahora
haciendo que las minorías sean mayoría y viceversa. Hace 18 años que lo vienen
haciendo con el “Acuerdo Nacional”, organismo del gobierno al que son
convocados incluso los gremios sindicales en minoría, que son utilizados para
aparentar un consenso, que resulta estéril. Los acuerdos no se traducen en
disposiciones legales de ejecución inmediata. Este camino ha sido falso.
Las minorías mandan sobre las
mayorías por diferencia de poder. La influencia de aquellas sobre el gobierno,
es efectiva porque su organización institucionalizada tiene el peso político
que les permite eficacia en la defensa de sus intereses. Su fortaleza
organizativa les otorga mayor poder de negociación. Comparen las instituciones
que poseen las minorías, con las instituciones populares en número y poder,
político, sector por sector.
Comprobarán que, del lado
popular, no hay instituciones con capacidad de presión política equiparable a
la CONFIEP, Cámaras de Comercio, Sociedad de Industrias, Sociedad de Minería y
petróleo, Asociación de Exportadores, Cámara Peruana de la Construcción, etc.
No podemos seguir dando la batalla con gremios populares minusválidos. Tenemos
que fortalecer nuestras filas. Es verdad que el dinero es la fortaleza de las
minorías. Pero en diversas oportunidades se ha demostrado que tenemos nuestras
fortalezas en la geografía, unión, ideales, valentía. En eso no nos ganan.
Con esas fortalezas hemos
hecho huir del gobierno a los cabecillas de la dictadura fujimontesinista,
protegidos por las fuerzas armadas y policiales. La masa de jóvenes, hicieron
retroceder y derogar la ley laboral que los perjudicaba (pulpines), y los agricultores
del valle de Tambo (como los campesinos de Cajamarca) hicieron retroceder con
su firmeza a la alianza depredadora gobierno/transnacional minera. Cuando el
pueblo se propone, hace prevalecer su fuerza. Pero esta, se desvanece por falta
de fortaleza institucionalizada.
Los logros de estos hechos
históricos no fueron obtenidos por consenso con nuestros enemigos, ni por
acuerdo nacional político, sino, por movilización popular que fue ganando
terreno hasta tener capacidad de imponer condiciones. No es lo mismo negociar
en frío que negociar actuando y poniendo al adversario en condiciones de
aceptar bajo presión. Podemos colegir entonces que, si queremos participar en
las decisiones sobre la reconstrucción nacional con justicia, tenemos que
adquirir esa capacidad de negociación.
Va entonces mi primera
propuesta: Organización popular. No me refiero a una organización de corte
ideológico, sino en función a los intereses económicos concretos, de los
sectores productivos y de servicios, que funcionen como gremios sindicales y no
sindicales, para defenderse, en estos momentos de emergencia. La crisis ha
arrojado a la calle a millones de víctimas del desempleo. Vendedores ambulantes
surgen por todos lados como sangrado social, pero lejos de recibir ayuda son reprimidos
por las autoridades, que disfrutan altos sueldos.
No se comprende el valor
estratégico de este sector en la reconstrucción económica. Todos ellos
comparten la misma desgracia, no porque la buscaron, sino porque fueron
decantados por la crisis. Ellos necesitan organizarse como fuerza social para
tener capacidad de negociación en la solución de su problemática. Pero este
caso, es solo un ejemplo de lo que se tiene que hacer en todos los sectores
populares afectados: campesinos por línea de producción, albañiles,
transportistas, trabajadores de servicios, etc.
No hay conquistas sociales
sin lucha. Así como se consiguió la jornada de las ocho horas, el derecho
sindical, vacaciones, seguro social, jubilación, podremos conseguir el pleno
empleo y la reconstrucción con justicia social. Es momento de prepararnos para
la acción. Construir institucionalidad sostenible con poder de negociación.
No olvidemos que, tenemos una
experiencia abandonada que, en otros tiempos dieron resultados. Me refiero a
las asambleas populares y frentes de defensa de intereses populares. En esta
perspectiva, también hay otras alternativas legales, que pueden tomar cuerpo
desde los cabildos distritales, donde es más fácil forzar la participación en
las decisiones. Si se logra que los cabildos distritales tengan predominancia
en el gobierno local, con participación popular en las decisiones, entonces
habrá cambio local, con equidad, transparencia y justicia.
Esa es la ruta a seguir desde
el nivel local hasta el nacional. Al no haber confianza en la capacidad de los
gobernantes para conducir la reconstrucción, tenemos que asumir una actitud de
lucha que garantice una reconstrucción con justicia, con equidad, eficiencia y
sensatez. Participación del pueblo en las decisiones es un objetivo que
deberíamos proponernos, pero organizadamente, no con improvisaciones. Este es
un prerrequisito para una reconstrucción con equidad.
En cuanto al manejo de la
crisis económica lo que propongo para la emergencia es, la inmediata
declaración de austeridad estatal, para reducir el gasto hasta lo indispensable
y reorientar los saldos en función de la estrategia nacional de reconstrucción
con justicia. Ello significa una reformulación del presupuesto nacional
ajustando las partidas por emergencia. Pero también la reestructuración del
aparato burocrático, fusionando ministerios que duplican y triplican funciones.
Hemos visto los abusos de las
empresas de servicio público facturando servicios que no han proveído. Estando
en estado de crisis corresponde declarar en emergencia los servicios básicos, a
fin de reducir costos al mínimo y bajar precios de mercado aplicando tarifas
diferenciadas que compensen las desigualdades de capacidad de pago.
La otra propuesta urgente es
la reestructuración del régimen tributario equitativo, incluyendo la entidad
administradora SUNAT. Estamos en una situación de emergencia nacional que
amerita la eliminación de privilegios, malas prácticas contables, favoritismos
y otros vicios tributarios. En el plano alimentario es urgente el apoyo de las
tropas de la marina en la recolección de alimentos disponibles en nuestro mar
para apoyar las iniciativas populares de olla común. El ejército está
colaborando y la marina debería comprometerse más en lo suyo.
Pero junto con las propuestas
de medidas de emergencia, es necesario proponer un plan nacional de
reconstrucción con justicia en el corto, mediano y largo plazos. Es
inconcebible reconstruir sin objetivos ni metas, sin plan, ni estrategia. Una
estrategia de manejo diferenciado y compensaciones, nos permitirá equilibrar
desigualdades y desventajas: Mejorar lo débil con lo que se pueda balancear de
lo fuerte.
Muchas fortunas se erigen a
costa de la desgracia de los demás, y si la pandemia hace millonarios a quienes
se aprovechan de la necesidad, corresponde aplicar la norma de la compensación
de equidad. Esta misma norma debería aplicarse a los gastos de la próxima
campaña electoral para evitar la desigualdad de condiciones, las retribuciones
políticas por apoyo financiero externo, el fraude y otras maniobras electoreras
delincuenciales. Hay pues infinitas fórmulas de manejo creativo de una crisis.
Hay que examinar lo que
tenemos y ver con lo que podemos contar. Por ejemplo, tenemos una inmensidad de
alimentos en los recursos naturales de nuestro mar que son mal utilizados
llevándolos al extranjero. Entonces, por emergencia, deberíamos limitar la
exportación de productos hidrobiológicos para poder combatir el hambre y la
desnutrición de los peruanos más necesitados. Es paradójico que pasemos hambre
con ollas comunes de bajo valor alimenticio, teniendo tanta riqueza proteica
marina que se va fuera del país para alimentar cerdos.
Esta política de estado, debe
regir para todos los alimentos de exportación, mediante cuotas establecidas
priorizando el consumo interno de emergencia. Si no lo hace el gobierno,
tendremos que movilizarnos y luchar, hasta lograrlo. No puede ser que estando
en crisis alimentaria, las transnacionales que exportan nuestros productos
alimenticios como negocio lucrativo, se enriquezcan a costa del hambre del
pueblo.
Tampoco deberíamos dejar que
todo lo resuelva el gobierno, esperando bonos con los brazos cruzados. A
nosotros también corresponde tomar iniciativas apelando a nuestra creatividad.
El “taxicholo”, fue una creatividad popular surgida de la crisis de la década
de 1980. La agricultura urbana propiciada por las municipalidades provechando
toda área disponible puede ser una alternativa de auxilio a las ollas comunes,
en zonas periféricas de grandes urbes. Pero también tenemos que ser creativos
en nuestras modalidades de lucha, haciendo uso de la tecnología digital.
Obviamente si no queremos
volver a la normalidad pre pandemia, sino construir un futuro diferente, no hay
razón para continuar con la vigente constitución y hay que luchar para que se
corrijan los puntos negativos. La banca de fomento, eliminada por el
neoliberalismo de Fujimori, es necesario restablecerla como instrumento
estratégico de desarrollo. Esta palanca financiera podría ser la clave para una
rápida recuperación económica.
En la perspectiva de edificar
una nueva república, una de las propuestas básicas es la renovación del Estado,
concebido este como aparato administrativo de gobierno, ajustado a los
objetivos de la reconstrucción, para que funcione con eficiencia mística. Actualmente,
nadie sabe para qué trabaja ni tiene idea hacia dónde vamos. Necesitamos un
aparato estatal de alto rendimiento en dinamizar los emprendimientos y la
productividad social. El diseño de una nueva república implica un nuevo diseño
de organización social y económica, eliminando los mecanismos negativos al
desarrollo.
La vigente división política
del territorio, es heredada de la colonia y, deformada en la república por
intereses políticos. Los corregimientos pasaron a ser intendencias, la
república solo les cambió de nombre llamándolos departamentos y luego regiones.
Es incoherente tener un solo sistema administrativo, para realidades diferentes
de costa. sierra y selva. Los gobernantes que deciden no entienden lo que es
vivir en la selva. Deciden sobre lo que les es ajeno. Los legisladores deciden
sobre lo que no conocen.
El río Santa tiene una orilla
para cada región limítrofe, mitad de río para cada una, partiendo en dos todo
un valle integrado en todos los aspectos. El departamento de Lima tiene tres
regiones en una, y hay valles que pertenecen a tres regiones siendo una sola
unidad socioeconómica. Esto es aberrante. Nadie mejor que su propia población
para decidir sobre sus recursos naturales y proyectar su desarrollo con sus
propios medios, sin estar sujetos a autoridades extrañas. La burocracia
advenediza no entiende la idiosincrasia local ni habla la lengua aborigen de su
jurisdicción.
Una nueva administración
confederada sobre la base de valles y zonas integradas, que establecen sus
propias normas jurisdiccionales incluyendo las electorales significa cambiar la
actual división política que se arrastra desde el virreinato. El gobierno de
valles autónomos es una opción más equitativa de una real descentralización,
tratando en directo las condiciones con la inversión extranjera, en nueva
democracia y no, como el actual sistema electoral que, por artimaña, determina
autoridades desconocidas por la población.
Una nueva república debería
tener un nuevo ordenamiento territorial. Miles de distritos y provincias han
sido creados solo por maquinaciones políticas cuyas burocracias son carga
presupuestal, focos de corrupción e ineptitud. La nueva república no debería
seguir con una división política de administración geográfica irracional. Pero
esta propuesta que requiere mayor explicación de sus fundamentos, es solo una
de las muchas que podemos aportar para un plan de reconstrucción para el corto,
mediano y largo plazos.
En este momento, lo más
urgente es reacondicionar nuestra economía a las necesidades de la población
para salir de la crisis. No tiene sentido garantizar créditos a empresas que
tienen rota la conexión económica y que todavía no está restablecida. Con
Reactiva Perú, los bancos colocan todo lo que pueden a sus prestatarios porque
están garantizados por el Estado. Si no cumplen, lo pagaremos nosotros. Aun
restableciendo todas las conexiones averiadas por la pandemia, no hay
posibilidades de que los negocios recuperen su plenitud, a corto plazo.
La totalidad mundial está en
estado calamitoso y en proceso lento de rehabilitación. En estas condiciones,
hacer cambios no es fácil. Todo dependerá de nuestra habilidad para adecuarnos
al proceso con el mejor rendimiento posible. Todavía no sabemos cómo manejarán
la crisis, los países que gravitan en nuestra economía.
Mientras tanto, tenemos que
manejar lo nuestro, con la mayor eficiencia social y económica. Pero esto, es
solo un deseo. Lo real es que nuestro sistema, impide la unidad nacional en
torno a objetivos comunes. Peor ahora que hay manifiesta ineptitud en los
órganos de gobierno, que por otro lado ya se están yendo y no tienen mayor
interés que, en completar su periodo. Debido al sistema electoral vigente,
tampoco hay garantías de la idoneidad de los órganos de gobierno entrantes.
Entonces, aunque necesitamos
un comando unificado para la conducción de la reconstrucción con justicia, que
trascienda más allá de las actuales circunstancias políticas, estas propuestas
se las lleva el viento. Lo ideal sería tener un comando con representatividad
equitativa de todos los sectores, incluyendo la fuerzas armadas y policiales,
en proporción al porcentaje laboral de cada cual. Pero claro, soñar no cuesta
nada.
Realistamente, si no tenemos
participación en las decisiones, no nos queda otra alternativa que la presión,
para forzarlas a la equidad. Y esta es una propuesta para nuestras filas.
Hagamos uso de todos los medios disponibles: redes sociales, prensa digital,
comunicados, pronunciamientos firmados, movilizaciones, medidas de fuerza y
todo aquello que eleve nuestra capacidad de negociación. Movilización sin
tregua. Pero hagámoslo responsablemente, cubriendo nuestros puntos débiles y
potenciando nuestras fortalezas.
De lo que se trata ahora es
de movilizar el circulante económico donde ha desaparecido, como lo hacemos con
la trasfusión sanguínea. Los tejidos a los que no llegue la liquidez fenecerán
y eso hay que evitar. Todos tenemos derecho a la vida, sin discriminación
alguna. Al igual que en una sequía, todos buscan el agua para sobrevivir y no
se la podemos negar a nadie. Hay que compartir los abrevaderos y siempre que se
pueda, llevar el agua a los que se mueren de sed. La equidad es un contrapeso a
las desigualdades.
Economía es movimiento.
Cuanto más vueltas da el circulante, entonces la economía crecerá con mayor
rapidez. El motor de esta circulación es el comercio. La velocidad con que
circule depende de la liquidez. El sistema capitalista que nos rige, gira en
torno a la demanda y oferta. Dicho de otro modo, es el mercado el que determina
la circulación. El mercado pequeño no tiene capacidad de movilización como si
lo tienen los mercados grandes superpoblados y es allí, a lo que hay que
apuntar. A los grandes motores.
El mercado pequeño no genera
empleo como lo hace un mercado grande. Pero en las actuales condiciones los
mercados grandes han bajado de ritmo generando desempleo. Lo que menos han
bajado de nivel, son los mercados de primera necesidad. Esto ya nos va dando
idea de las primeras consideraciones a tener en cuenta en un plan de
reconstrucción. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo proceder? Esto es ya materia de la
estrategia a seguir para conseguir los objetivos del plan y eso, nos llevaría
más allá que este simple artículo. Disculpen si no he sido claro.
Agosto 2020
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