10/09/2020
El pasado 2 de septiembre, cuando se cumplía el 75
aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, el presidente de China, Xi
Jinping, propuso a Moscú unificar esfuerzos para defender los resultados de la
esa guerra, dado que hoy los países de la OTAN se empeñan en trastocarlos tanto
retrospectivamente como sobre el terreno, haciendo de China y Rusia sus
principales enemigos a batir.
Ya el pasado 9 de mayo Rusia celebraba una fecha
casi sagrada para el país, porque conmemora en ella la victoria sobre los
ejércitos nazis. Para conseguirla la URSS perdió entre 27 y 30 millones de sus
hijos -de los cuales sólo unos 8 o 9 millones eran combatientes-; 60 millones
quedaron mutilados, fueron destruidas 32.000 empresas industriales, 65.000
kilómetros de vías férreas, 1.710 ciudades, 70.000 aldeas, 6 millones de
edificios, 40.000 hospitales, 84.000 escuelas, 98.000 cooperativas agrícolas,
1.876 haciendas estatales. Los nazis trasladaron a Alemania 7 millones de
caballos, 17 millones de cabezas de ganado, 20 millones de puercos, 27 millones
de ovejas y cabras, 110 millones de aves de corral. La URSS tuvo una pérdida de
más del 30% de sus riquezas, por un valor de unos 3 billones de dólares. Más de
un 25% de la población quedó sin hogar y las infraestructuras de ese país
fueron destruidas casi en su totalidad (algo que cuenta bien Rodolfo
Bueno, https://rebelion.org/el-9-de-mayo-dia-de-la-victoria/ 09/05/2019).
Gracias a este sacrificio, se produjo la victoria sobre la invasión más masiva
y letal que haya experimentado la humanidad. La Wehrmacht había
movilizado cerca de 3,2 millones de soldados hacia la frontera soviética, junto
con un millón de soldados de países aliados y satélites, para iniciar una
ofensiva general desde el mar Báltico hasta los Cárpatos, con la máquina de guerra terrestre y
aérea más mortal que hasta ese momento se hubiera conocido.
Ese ensañamiento estaba motivado por dos razones
básicas. La primera y principal es que Rusia había realizado una revolución
anticapitalista que se declaraba “en transición al socialismo”, y se había
convertido en la URSS. La Revolución Soviética realizó la más rápida y profunda
incorporación de derechos colectivos a las grandes masas de población que ha
conocido la historia; masas que hasta entonces habían permanecido en estado de
semivasallaje. Esto hizo que las potencias europeas hicieran caso omiso a los
intentos de Stalin por sellar pactos de mutua ayuda en caso de ser atacadas por
la Alemania nazi. Como ocurriera antes con la República española, lo que
hicieron Inglaterra, Francia y otras “democracias” europeas fue esperar a que
Hitler les hiciera el trabajo sucio (ya que la previa invasión a Rusia de
aquellas potencias había sido derrotada en la guerra de 1918 a 1923).
La otra “gran razón” es que Alemania, último país
de Europa en unificarse estatalmente en el siglo XIX, había llegado tarde a la
carrera colonial imprescindible para la acumulación de capital, y tenía
prevista su expansión hacia el este europeo-asiático, como forma de conseguir
sus propias “colonias” (con sus recursos y poblaciones). En los planes de
Hitler estaba la esclavización pura y dura de los pueblos eslavos, amén de
otros euroasiáticos.
El fascismo se constituiría no sólo en una vía de
acumulación capitalista radicada en una planificación económica y de agresión
político-social y policíaco-militar visceral contra la fuerza de trabajo, fue,
asimismo, el instrumento elegido por el capital corporativo internacional para
lanzar una guerra de exterminio contra la Unión Soviética.
De hecho, y a pesar de la Victoria contra Alemania,
desde su triunfo revolucionario la URSS no tuvo ni un día, ni un minuto de
descanso. Fue permanentemente agredida, boicoteada económica y tecnológicamente
(forzada casi a tener que reinventar la rueda), asediada militar, diplomática,
ideológica, culturalmente.
“Occidente”, ese eufemismo ideado para no hablar de
las formaciones sociales que se extendieron de manera colonizadora por todo el
mundo, esclavizando y explotando al resto del planeta, le ha venido haciendo
una guerra, a veces sorda, larvada, otras directa, invasiva, pero siempre
tremendamente cruel y devastadora.
Para entender todo ello hemos de tener en cuenta
también que la URSS fue un elemento decisivo en la obtención de independencias
y logros sociales y políticos para muchos pueblos de la tierra, permitiendo una
correlación de fuerzas que posibilitó una generalizada redistribución de la
riqueza y de garantías sociales en el mundo. Entre otras conquistas a
agradecerle está la consecución del propio “Estado de Bienestar” en las
formaciones centrales del capitalismo (exceptuando EE.UU.). Es parte de la
universal influencia de la URSS (de la estrella de 5 puntas que simboliza los 5
continentes), el prodigio de una revolución que cambió el mundo,
que hizo que el capitalismo no pudiera seguir siendo lo que había sido (en el
gráfico 1 se expresa la evolución de la desigualdad de clase en el mundo antes,
durante e inmediatamente después de la URSS. Trece años después de la fecha en
que acaba el gráfico, las líneas de desigualdad se han disparado hacia arriba).
Gráfico 1
Concentración de la riqueza por porcentaje más rico
de la población (1875-2007)
Fuente: Sundaram y Popov (2013). “Widening Global
Income Inequality”, en Economic & Political Weekly, vol XLVIII,
no 17, a partir de The World Top Income Database, sobre las fluctuaciones en la
distribución del ingreso para un conjunto de formaciones sociales
seleccionadas, en total 26. Los porcentajes de abajo marcan el máximo de
población que concentra riqueza en cada caso, con las proporciones en la
columna de la izquierda. Obsérvense los puntos de inflexión históricos para
determinar esa concentración. Las formaciones estatales seleccionados por los
autores, de los que el gráfico es una media, son, en Europa: Dinamarca,
Francia, Alemania, Holanda, Suiza, Gran Bretaña, Irlanda, Noreuga, Suecia,
Finlandia, Portugal, España e Italia. América: EE.UU., Canadá y Argentina.
Oceanía: Australia y Nueva Zelanda. Asia: Japón, India, China, Singapur e
Indonesia. África: Suráfrica, Islas Mauricio y Tanzania. En total, alrededor de
la mitad de la población mundial.
Es decir, nada que ese sistema pudiera perdonar.
Pero es que ya de antemano primero británicos y luego estadounidenses tenían
claro que los territorios rusos se asentaban en el “corazón del mundo”, con
todos los recursos y riquezas energéticas, con la masa de tierra y población
mayor del planeta. Es famosa la frase de Mackinder (reputado primer estratega
global): “Quien rija el Este de Europa comandará el Heartland.
Quien rija en el Heartland comandará la Isla del Mundo
(Eurasia). Quien rija en la Isla del Mundo comandará el Mundo”. Años más tarde,
uno de sus discípulos, Spykman, anunció: “el mundo anglosajón debe establecer
un cordón sanitario frente a Rusia, un Rimland”.
Desde entonces los británicos fueron acompañados
por los estadounidenses en esa obsesión, y no han dejado de rodear militarmente
a la URSS, primero, y después de nuevo a Rusia.
La creación de la OTAN, tras la invención del
“peligro soviético”, permitió a EE.UU. la mayor salida de armas de su complejo
industrial-militar (vendidas a su “aliados”), lo que posibilitó su re-despegue
económico tras la Segunda Guerra Mundial. Fue también el más poderoso
instrumento militar contra la URSS.
Sólo muy recientemente se han desvelado, por
ejemplo, documentos oficiales desclasificados sobre los planes ideados en la
década de 1960 por EE.UU. para "destruir a la Unión Soviética (y también a
China) como sociedades viables", mediante ataques nucleares destinados a
eliminar el potencial industrial soviético y aniquilar a la mayoría de los
habitantes en ambos países. Allí se planteaba la posibilidad de realizar
ataques nucleares preventivos o de represalias contra la URSS con el fin de
destruir el 70 por ciento de la superficie soviética con presencia de
instalaciones industriales. En el documento, ese cuerpo militar propuso
utilizar la "pérdida de población como criterio principal para la
efectividad de la destrucción de la sociedad enemiga prestando solo atención
colateral al daño industrial", lo que implicaba que pretendían garantizar
en primer lugar la muerte de los trabajadores urbanos.
Tras la caída y desmembración de la URSS, la nueva
Rusia no se libró de ese acoso. EE.UU. persigue también desmembrar a este país
y reducirle a una entidad sometida y dependiente. A la desestabilización en el
Cáucaso, Chechenia, Georgia, Azerbaiyán, se unió por fin el brutal golpe de
estado en Ucrania con la imposición de bandas fascistas en el gobierno (país
que en la disolución de la URSS se había acordado que fuera un colchón, “tierra
de nadie”, entre Rusia y la OTAN, organización a la que EE.UU. se comprometió a
no mover ni un paso hacia el este). Pero el acoso no cesa. En el momento de
escribir estas líneas está en marcha otra “revolución de colores”, esta vez en
Bielorrusia, bien para absorber al país en la órbita atlantista o, en su caso,
deshacerlo.
La “doctrina Spykman” del cordón sanitario está
prácticamente cumplida hoy. Por el oeste a costa de antiguos países de la
órbita soviética (figura 1). Solamente este último mes de agosto los vuelos de
vigilancia de la OTAN en las fronteras rusas aumentaron un 30% comparados con
el mismo mes de 2019.
Figura 1
Pero si Rusia ya no es un “peligro comunista” ¿por
qué sigue estando en el punto de mira de EE.UU. y, por derivación, de sus
subordinados europeos?
La lucha del Caos contra la Estabilidad, o del
Capital contra la Humanidad.
Hay un documento de la Estrategia de Seguridad
Nacional (ESN) estadounidense que califica a Rusia y a China de
“revisionistas”.
¿Qué es lo que “revisan” Rusia y China? Lo que
“revisan” -o más bien “rechazan”- es el orden unipolar y la globalización
neoliberal que le ha permitido a EEUU dominar el mundo, lanzar guerras, cercar
militarmente a Rusia, aplicar sanciones comerciales, financieras y económicas
para desindustrializar y minar las sociedades de múltiples países, desacatando
con toda impunidad las leyes y tratados internacionales, haciendo irrelevantes
instancias de las instituciones internacionales, de la ONU en particular, para
poder continuar sembrando el caos por todo el mundo.
En concreto, el pecado “mortal” de Rusia ha sido
que el presidente Vladimir Putin comenzara hace más o menos una década a
desafiar el orden neoliberal para defender la sociedad de los efectos
destructores de las políticas implantadas por la globalización de la era
Yeltsin y la “estrategia del shock” de las potencias imperialesi.
En otras palabras, Putin comenzó la tarea –como él mismo lo señala- de
reconstruir y hacer más sólida y solidaria la sociedad y la
economía, que sufrieron una destrucción sin precedentes en tiempos de paz,
después del golpe de Estado de Boris Yeltsin para desmantelar la Unión
Soviética y poder desvalijar las empresas estatales y las riquezas del país,
condenando a millones de rusos al desempleo y la más pura miseria. Porque
recuerda la historia de Rusia, Putin ha retornado a la política de defender la
soberanía nacional y a la “intervención estatal” en los asuntos económicos y
sociales, que no excluye la planificación sectorial o ramal.
El imperialismo y el capitalismo “realmente existente” no pueden, por tanto, ignorar el desafío que constituye el que Rusia y China hayan unido fuerzas para crear políticas de desarrollo y crecimiento económico a escala regional –dentro de la “Ruta de la Seda” y bilateralmente-, y que un creciente número de países se hayan incorporado o estén en proceso de incorporarse a esta importante dinámica regional. En todo caso, y para confirmar la realidad (y quizás dar una respuesta a la ESN), 2017 terminó con el presidente chino, Xi Jinping, afirmando que está dispuesto a unirse a su homólogo de Rusia, Vladimir Putin, para consolidar la confianza mutua política y estratégica y expandir la cooperación pragmática integral entre los dos países (Xinhua 31-12-2017).
No solamente esto debilita aún más la globalización
neoliberal sino que fortalece las economías estatales implicadas, así como el
proceso multilateral y regional, lo que explica que ambas formaciones sociales
hayan creado a través de esta cooperación una “zona de estabilidad” y
de previsibilidad en materia de relaciones internacionales, de relaciones
comerciales, económicas y monetarias, que fortalece la lucha por un sistema
multipolar basado, hoy por hoy, en el respeto mutuo entre sociedades: quien
está interesado en lanzar relaciones comerciales y productivas no tiene interés
alguno en la guerra. Lo que contrasta con la imprevisible política de caos
y desestabilización de EEUU y sus aliados, que al perder su predominio
económico sí están interesados en destruir lo que construyen los rivales, así
como, en general, las condiciones de gobernabilidad mundiales. Todo ello lleva
en la práctica a un enfrentamiento entre la Estabilidad y el Caos de uno y otro
proyecto, donde se juega el fin del mundo unipolar que creó EE.UU. para su
beneficio.
La “planificación regional” de la “zona de
estabilidad” tiene al corazón de Asia como primer objetivo de
desarrollo (a finales de diciembre de 2017 y al nivel de ministros de
Relaciones Exteriores se llevó a cabo también el “diálogo Pakistán, Afganistán
y China”, que además de buscar la paz para Afganistán bajo el lema “proceso de
paz dirigido por Afganistán y propiedad de Afganistán”, abre vías para la
incorporación de Afganistán y Pakistán en el proyecto de la “Ruta de la Seda”).
Demás está decir que si esta iniciativa ruso-china se desarrolla según lo
previsto, incorporando a Irán, Siria y otras formaciones sociales de Asia
Central y Occidental, esta será, como hubiese dicho Brzezinski, la derrota
final para la ambición de supremacía global de Estados Unidos. Hoy la
incorporación de Irán al eje de Estabilidad, tras ser asediado también por las
agresiones de Washington, es ya un hecho.
Pero ante la posibilidad de un nuevo modelo
productivo-energético, última vía para poder hacer una transición más o menos
“suave” al post-capitalismo, el capitalismo degenerativo realmente existente
sólo puede oponer destrucción y putrefacción. El hegemón estadounidense no
parece dispuesto a dejarse relevar sin destruir, y su capacidad de destrucción
es varias veces planetaria. Su peligrosidad es mayor si tenemos en cuenta que
su zona de seguridad energética (y la de sus subordinados
imperiales) está precisamente en Asia Occidental. No puede dejar que esta
región se le vaya de las manos, aunque tenga que financiar yihadistas,
paramilitares y terroristas de todo pelaje en ello. EE.UU. tiene alrededor de
un cuarto de millón de efectivos del Ejército, la Marina y las Fuerzas Aéreas,
en el 70% de los países del mundo, con más de 450 bases militares extraterritoriales.
Ha lanzado la «guerra
contra el terrorismo» desde hace más de dos décadas, y con
ella ha arruinado países y destrozado sociedades enteras: Afganistán, Somalia,
Irak, Libia, Siria… Además, esa especial guerra perdura y se extiende hoy por
más de 60 Estados, principalmente a través de operaciones secretas. De hecho,
se ha convertido en la forma en que la principal potencia tiende a implantar su
particular visión de un «dominio total» («Full-spectrum dominance», como fue
definido en el clave informe del Pentágono titulado Joint Vision 2020).
Es su estrategia para devastar territorios, hacerlos ingobernables, y así
agujerear la zona de estabilidad chino-rusa.ii
Como parte de esa estrategia, EE.UU. fuerza a sus
subordinados europeos a intensificar la agresión económica contra Rusia (aun en
contra de sus propios intereses, como ya lo están padeciendo los diferentes
países de la UE en sus descalabros comerciales); pero también la ofensiva
político-ideológica. Dentro de esta última es que se enmarca la desvergonzada
Declaración del Parlamento Europeo sobre las responsabilidades del inicio de la
Segunda Guerra Mundial. Texto supuestamente elaborado para conmemorar el 80º
aniversario del estallido de la Segunda Guerra Mundial, para lo que, en lugar
de condenar al nazismo y sus atrocidades, se presenta a la Unión Soviética, la
vencedora de la aberración nazi y principal víctima de sus atrocidades, como
causante del “conflicto” y co-responsable del mismoiii:
“El texto persevera en la campaña organizada por
representantes de países de la UE con gobiernos de carácter neonazi (Polonia,
República Checa, Lituania, Estonia, Letonia, Hungría) y sostenidas de manera
activa por la derecha y la socialdemocracia anticomunista del Parlamento
Europeo desde 2005, enmarcado en la campaña de rusofobia promovida
principalmente por sectores del complejo financiero-militar y el Estado
Profundo del Reino Unido. Se trata de una verdadera ofensiva de Contra-Memoria
Histórica anticomunista, con la que se institucionaliza la post-verdad creada
por la CIA durante la Guerra Fría, en los años 70-80 en particular, muy
especialmente por su agente de campo metido a historiador, Robert Conquest,
laureado por Thatcher y Reagan por su trabajo.”
También cabe mencionar la continuación de la sumisa
(y suicida) postura de la UE, esta vez con el golpe en marcha contra
Bielorrusia, en el que los medios “occidentales” (con la BBC a la cabeza) hacen
de nuevo más de instigadores que de informadores, y con una Alemania a la que
se presiona para que pierda su conexión más segura (y barata) de energía con
Rusia (el Nord Stream 2), usando de excusa (sin ninguna prueba) el cuento de
niños de un envenenamiento (increíblemente fallido) de un opositor. En esa
línea van también las declaraciones del inefable Alto Representante de la Unión
Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Común, Josep Borrell,
presto a correr donde EE.UU. le diga, como ya demostró -igual que el gobierno
español- en su patético reconocimiento a Guaidó como presidente -“onírico”- de
Venezuela, del que él mismo tuvo que admitir su inverosimilitud. Con ello se da
a entender que es este tipo de servilismo el que permite ostentar después esos
“altos” cargos).
La desestabilización de Bielorrusia a través de un
proceso electoral es un eslabón en la estrategia que Washington prepara para
las elecciones de 2024 en Rusia. Mientras se eleva el riesgo de una agresión
nuclear contra este país, uno de los políticos más importantes de este momento,
de dimensiones similares a los grandes estadistas del siglo XX, el ministro de
exteriores ruso, Sergéi Lavrov, ha apuntado a una "degradación" en
materia de seguridad y estabilidad estratégica internacional. En ese sentido,
Lavrov ha recordado que Washington lleva dos años sin poder confirmar
formalmente "el principio fundamental" de que es inadmisible desatar
una guerra nuclear en la que "no puede haber ganadores". Hecho que,
dice, preocupa seriamente al Gobierno ruso.
De ahí la importancia de la intensificación del
acercamiento entre Rusia y China, justo al conmemorar los 75 años del fin de la
Segunda Guerra Mundial, para advertir que quienes la ganaron están dispuestos a
vencer de nuevo. La propia China es asediada por el oeste y boicoteados sus
proyectos de comercio mundial mediante el polvorín de barbarie en que USA ha
convertido centro-Asia, también a través de la desestabilización del Tíbet y la
frontera india. Asimismo, China es hostigada en el mar de Malaca, su salida
natural a los océanos (la conexión energética y mercantil por territorio ruso
formaría parte de las alternativas buscadas por el gobierno chino a ese
asedio), y por el este, donde se inserta la constante amenaza norteamericana
contra Corea del norte.
Todo se remata con la revolución de colores a
domicilio que las potencias anglosajonas se empeñan en llevar a cabo en Hong
Kong, así como la ofensiva económica contra el gigante asiático que EE.UU. ha
emprendido, obligando una vez más a sus adláteres europeos a secundar. Ofensiva
que viola todos los principios del “libre mercado” que dicen ensalzar, hasta el
punto de que ya les sobra la propia OMC incluso como coartada.
Sin embargo, como efecto paradójico, toda esta
presión está forzando a China a ser cada vez más consciente de que sólo
afianzando la opción socialista podrá tener un futuro (una China capitalista en
un mundo capitalista provocaría su explosión interna y la haría tener los días
tan contados como el resto de países). Esto favorece a las fuerzas socialistas
en la particular lucha de clases que se lleva a cabo en su interior, como hasta
ahora ha mostrado el último Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, de
2017, del que procede el actual Comité Central.
¿Una nueva URSS?
Si algún resto de soberanía y de estrategia
económico-política le queda a la parte europea de ese ente abstracto que se
empeña en autodenominarse “Occidente”, debería ser para apartarse del mortal
abrazo anglosajón que coquetea con la posibilidad de provocar otra Gran Guerra
en Europa (muy lejos, claro está, de las costas norteamericanas). Si quiere
tener algún peso futuro debe re-direccionar sus alianzas y sumar sus fuerzas al
proyecto de la Ruta de la Seda. Europa tiene en Rusia su fuente de
abastecimiento energético; en Asia el mercado mayor del mundo con una
proyección enorme en pocos años. También los recursos más importantes. Europa
no tiene otra vía que ser parte de Eurasia.
La Rusia actual presenta grandes problemas
estructurales. La derrota en la Guerra Fría dejó desvalidas a las poblaciones
del conjunto de territorios que componían la URSS, incluida Rusia. La ONU
calcula en más de 10 millones las muertes prematuras y los niños muertos en el
pre-parto debido al deterioro de la sanidad pública, la malnutrición, el
alcoholismo y la tensión asociada a la falta de recursos. Un rápido deterioro
se experimentó en diferentes indicadores de desarrollo humano: educación,
salud, esperanza de vida, investigación y cultura, áreas en las que la URSS
había alcanzado cotas muy altas. La riqueza que había sido creada casi de la
nada por el esfuerzo conjunto de toda la población soviética, fue parcelada en
unos pocos años y acaparada por individuos que se convirtieron en oligarcas
enormemente ricos de la noche a la mañana, y de la que también de una u otra
forma se apropiaron las transnacionales extranjeras y el propio FMI. Entre 1992
y 1998 el PIB ruso cayó a la mitad, lo que no había ocurrido ni durante la
invasión nazi.
Fruto de esas circunstancias, Rusia arrastra
todavía en su interior formas del capitalismo salvaje y de desprotección de la
fuerza de trabajo que el capital global reserva para sus zonas periféricas;
pero gracias a sus enormes recursos energéticos, a su desarrollo humano y a
haber conservado los avances técnicos de la URSS en campos clave, como el
militar y ciertos ámbitos de la investigación científica, así como la herencia
formativa de la sociedad soviética, ha podido recuperarse como formación social
emergente e incluso convertirse en un referente mundial de la re-soberanización
y el multilateralismo. Estas condiciones le han permitido por primera vez
comenzar a intervenir con éxito en algunos lugares donde EE.UU. y su brazo
armado global, la OTAN, habían irrumpido para destruir, y muy especialmente en
Siria.
No obstante, mucho de lo heredado de la derrota de
la Guerra Fría perdura, como la ya mencionada precariedad y desprotección de su
mercado laboral. También presenta serios problemas con el tratamiento
energético y el desarrollo social y satisfacción de necesidades colectivas e
individuales; cuenta con una escasa población para tan enorme territorio, su
tejido industrial-tecnológico civil es aún débil y la economía ha experimentado
un proceso de re-primarización, entre los más importantes.
Para enfrentarlos, e incluso para tener algún lugar
en el mundo que se avecina, tendrá que virar definitivamente hacia un
capitalismo de Estado, cuanto menos. Aun así, su razón de ser, que continuaría
siendo capitalista, deja muchas dudas respecto de las posibilidades de superar
los límites del capitalismo ni de acomodarse a los de la naturaleza, pero al
menos desde esa posición será más fácil prepararse para la era post-capitalista.
Y la llamaremos así de momento porque probablemente transcurrirá bastante
tiempo hasta que de la agonía de este sistema cuaje algo definido y estable
para la humanidad, o al menos para importantes partes de la misma.
En ese proceso, más pronto que tarde, necesitaremos
una nueva y mejorada URSS.
Entonces sí, la dupla chino-rusa estaría abriendo
las puertas a un nuevo mundo.iv
i Imprescindible en este punto consultar Noemy
Klein, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre.
Paidós. Barcelona, 2011.
ii Distintas estrategias de división y
enfrentamiento de esta dupla han sido llevadas a cabo por los últimos
presidentes estadounidenses. Ahora parece que el cerco militar contra Rusia, a
la que se considera el “brazo armado” del proyecto chino-ruso, va cobrando más
y más fuerza.
iii Para la cita que aparece a continuación de
esta nota en el texto y en esta misma nota, puede verse la declaración del
Frente Antiimperialista (https://antiimperialistes.wordpress.com/2019/10/10/declaracion-del-frente-antiimperialista-internacionalista-sobre-la-declaracion-nazi-del-parlamento-europeo/):
“Refiriéndose varias veces al mencionado tratado,
elude el texto condenar a los promotores del nazismo, la oligarquía británica,
francesa y norteamericana. Baste con recordar los vergonzosos acuerdos de
Munich de 1938, la no-intervención y la traición a la República Española, la
entrega de Austria, la traición a Checoslovaquia, el armisticio francés o la
retirada británica.
El texto que comentamos no menciona tampoco el
«pacto de no agresión germano-polaco» firmado entre la Alemania nazi y el
régimen simpatizante del mariscal Piłsudski en 1934 que dio paso a un periodo
de buenas relaciones hasta que Hitler, tras los acuerdos de Múnich de 1938 con
Reino Unido y Francia, reactivó el conflicto con Polonia en 1939, tras la
invasión (consentida por Reino Unido y Francia) de Checoslovaquia, para
aproximarse a la URSS.”
iv ¿Estarán nuestras fuerzas “de izquierda”
europeas a la altura de insertarse en el Eje de Estabilidad, o por el contrario
seguirán colaborando, de una u otra forma, por activa o por pasiva, con
políticas y actitudes, incluso con gobiernos que buscan la Guerra y la
Destrucción? ¿seguirán empeñadas en prolongar un capitalismo cada vez más
“ficticio”, más degenerativo? Ya demasiadas de esas izquierdas denigraron todos
los procesos de transición al socialismo, empezando por la propia URSS, y de
una u otra forma terminan por posicionarse del lado de la trinchera del
capital. ¿Podremos esta vez estar a la altura de los tiempos en favor de las
grandes mayorías del mundo?
https://www.alainet.org/es/articulo/208848
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