30/09/2020
Los Estados Unidos se preparan formal y oficialmente para una confrontación con grandes potencias, un escenario en el que, tanto el antiguo antagonista geopolítico, Rusia, pero sobre todo, la nueva súper potencia asiática, China, han sido declarados abiertamente como amenazas para la hegemonía estadounidense que deben ser contrarrestadas por cualquier vía, siendo válidos con este fin, las medidas coercitivas económicas (sanciones unilaterales), la aplicación extraterritorial de leyes nacionales (contraviniendo el derecho internacional), la injerencia política en los asuntos internos, la promoción de revoluciones de colores, así como, el cerco y acoso militar. No obstante, consciente de su retroceso y del crecimiento de sus rivales geopolíticos, la administración Trump busca desesperadamente, y a través de intereses comunes, la diplomacia dura, la negociación, e incluso el chantaje, y hasta la imposición forzada la conformación de una alianza internacional para contener las amenazas a la “pax americana”; siendo más específicos, se trata de consolidar una convergencia anti China.
La base de la convergencia anti China la conforma la anglósfera, la cual está constituida por los herederos directos del antiguo imperio británico, solo que ahora bajo la dirección incuestionable de EEUU, a ella además hay que sumar al Reino Unido en Europa, Canadá en Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda en el Pacifico sur; todos estos estados perfectamente alineados con los intereses imperiales estadunidenses por razones culturales, ideológicas, religiosas, económicas y políticas. A la sólida base anglo-sajona, se agregan los socios subyugados al poder imperial después de la segunda guerra mundial, bien sea por haber sido derrotados, o porque fueron “salvados” por los EEUU y ahora les deben sumisión, en este caso me refiero al resto de la vieja Europa (Alemania, Francia, Italia, etc.), así como Japón y Corea del Sur en el Pacifico; por otro lado se busca agregar por otros medios a la India (el otro gigante de Asía), y otros estados del sudeste asiático (Vietnam, Filipinas, entre otros), aprovechando viejos conflictos y diferendos territoriales de esas naciones con China.
El objetivo es claro: Detener y debilitar el crecimiento chino, a través de la conformación de una alianza económica, política y militar, que conforme una especie de cadena de hierro, como las que se usaban en la antigüedad para bloquear la entrada a los puertos, que rodee a China, cortando efectivamente la iniciativa del cinturón y la ruta, a la vez que restrinja el creciente poderío chino a sus costas y territorio, aislando y conteniendo la “amenaza” que representa. La Convergencia, ya existe de hecho y viene actuando en múltiples frentes, como por ejemplo en política y economía, copiando, repitiendo y suscribiendo el discurso oficial de Washington, sobre la violación de los derechos humanos contra las minorías en China, apoyando la insurgencia en los territorios con cierta autonomía (Macao y Hong Kong) bajo el esquema de un país dos sistemas, haciéndose partidarios de la independencia de Taiwán, acusando a China de pretensiones excesivas en el mar meridional, sumándose al boicot a Huawei y su 5G, uniéndose a las sanciones ilegales, y condenando a China por la pandemia de la Covid-19.
El siguiente paso es consolidar la convergencia militar para contener el creciente poder del gigante asiático, tarea que actualmente asume directamente EEUU, concentrando muchos de sus recursos de la naval, la aviación, y bases militares, tanto en territorio propio extracontinetal, como en suelo de los aliados arriba descritos, en los cuales aspiran colocar misiles de alcance intermedio apuntando a China, razón por la cual abandonaron el INF el año pasado; no obstante, el ritmo acelerado e inalcanzable del complejo industrial militar chino hace previsible que en poco tiempo las fuerzas destinadas para estas tareas se vuelvan insuficientes, siendo a la larga incapaces de mantener la presión sin movilizar (y debilitar) otros contingentes presentes en otros teatros de operaciones, razón por la cual EEUU busca activamente crear una suerte de OTAN del Indo/Pacifico y sumar al compromiso comprobado de la anglósfera con las operaciones militares, a la India (4to lugar en el Global Fire Power, solo detrás de EEUU, Rusia y China), al igual que exigir un mayor involucramiento de las fuerzas de Japón y Corea del Sur (ambos con flotas considerables); finalmente se busca forzar a las naciones del sudeste asiático a confrontarse abiertamente contra los chinos, quedando de hecho, en una posición comprometida entre un “aliado” lejano que vela por sus propios intereses, y un poderoso vecino dispuesto a todo por hacer valer los suyos.
Ante semejante desafío China, tan acostumbrada a un estilo diplomático milenario de paciencia estratégica, y a una política internacional que evita, en lo posible, las confrontaciones, se ve obligada a reaccionar por cuanto, en mi opinión, el planteamiento agresivo y peligroso de EEUU, en el lenguaje de todo o nada de un imperio que retrocede, no le deja más alternativa que rendirse incondicionalmente, renunciando, no solo a sus aspiraciones, sino también a sus logros, y hasta a su soberanía, o en cambio, resistirse y fortalecerse para evitar ser subyugado, haciendo lo posible por evitar una guerra, pero disuadiendo al (los) agresor(es) de siquiera atreverse a intentarlo. Las opciones de China (a parte de la sumisión, claro está) son básicamente dos: Continuar fortaleciéndose en solitario, a través de un crecimiento sostenido de la economía, el desarrollo industrial, y fortalecimiento militar, con todo las dificultades creadas por la pandemia y las restricciones sancionatorias, la guerra sucia, el boicot, y la competencia desleal; o bien, y está opción no es excluyente de la primera, busca superar sus recelos y flexibilizar sus planes, para ir creando y consolidando su propio sistema de alianzas, solo que ya no únicamente limitas al plano económico y comercial, como con el cinturón y la ruta, sino además en el plano político y de defensa.
Las relaciones cada vez más estrechas en materia de cooperación con Rusia e Irán marcan el camino a seguir, aun así, estas aun no son alianzas propiamente dichas, ni implican un compromiso real de interoperabilidad y asistencia mutua en materia defensiva, y no es que se busque una OTAN alternativa, por cuanto ninguno de los aliados potenciales estaría dispuesta a asumir un papel de vasallos frente a China, como el que cumplen los “aliados” bajo las órdenes directas de EEUU. Contra esta posibilidad juegan algunos antecedentes, recelos e incluso diferencias culturales y territoriales, empero todos esos obstáculos podrían ser superados ante la necesidad, cada vez más urgente, de responder al desafío de la fiera herida que representa un imperio en retroceso. Las potencialidades combinadas de China y Rusia, en materia militar, representan la peor de las pesadillas del Pentágono y la Casa Blanca, solo imaginar que el dominio ruso de ciertas tecnologías estratégicas (hipersonido, guerra electrónica, submarinos nucleares, aviación estratégica, motores de aviación, defensa antimisiles), hasta ahora solo limitadas por el presupuesto más restringido de Rusia y su, apenas en franca recuperación, complejo industrial militar, termine fusionado con los enormes recursos y la gigantesca capacidad de producción industrial, y avanzada tecnología de China, le quita el sueño al tío Sam.
Considere el lector, solo por un momento, el escenario de un convenio de construcción naval conjunta entre Rusia y China, que permita producir para ambas fuerzas armadas, Corbetas Trueno (proyecto 20385) y Fragatas rusas Gorshkov plus (proyecto 22350+), además de destructores chinos tipo 052-D, y súper destructores tipo 055, armados con las versiones mejoradas de Caliber M, Onix M, y el próximo Circón hipersónico, o sus equivalentes chinos, sume a ello submarinos nucleares de tecnología rusa, sin descartar usar los inmensos astilleros chinos para hacer realidad proyectos rusos como la fragata super Gorshkov y el mega destructor (más bien Crucero de 19.000 toneladas) Líder 23560, o el desarrollo conjunto de nuevos submarinos no nucleares con propulsión independiente de aire (lo cual ya parece estar firmado y en marcha), y tendrá un fortalecimiento considerable del, ya de por si temible, poder naval chino, y a la vez la resurrección efectiva de la flota oceánica y de mar lejano de Rusia, con la respectiva recuperación de la capacidad de proyección de poder que actualmente se encuentra muy limitada. Únicamente una iniciativa como esta, sin incluir, nuevas compras o desarrollos conjuntos, y sobre todo si va acompañada de un acuerdo de asistencia recíproca, tendría el poder de disuadir a la convergencia anti China y desanimar la incorporación de nuevos eslabones a esa cadena de hierro que pretende someter al gigante asiático.
Conformar un sólido bloque Euro-Asiático, que incluya a Rusia y Bielorrusia (a China no le conviene un Maidán allí), en el norte del continente, a Irán y Paquistán en Asia Occidental, así como a las repúblicas centroasiáticas (es vital evitar que escale más el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán), además de conquistar y/o consolidar sus aliados en el sudeste asiático, costa oriental de África y fortalecer su relación con Corea del Norte, le permitirían a China, crear un camino seguro para el cinturón y la ruta, desde y hacia su territorio, con Europa, África, el Ártico, y las muy disputadas aguas y espacio aéreo del mar de China y el océano pacifico; esta opción le asegurará al gigante asiático la posibilidad de continuar con su crecimiento, y tener más libertad de llevar su propuesta alternativa de relaciones comerciales al resto del mundo, al tiempo que renueva su apuesta por un mundo multipolar y pluricéntrico, evitando en el camino un conflicto de consecuencias inimaginables.
Los chinos insisten en que no buscan sustituir a EEUU como nuevo hegemón mundial, y que su planteamiento no es intervencionista, ni injerencista, buscando un nuevo marco de relaciones bajo la premisa de ganar-ganar; en este sentido, mucho habrá que debatir sobre la propuesta China y sus intenciones, por ahora sus acciones parecen respaldar el discurso oficial; en todo caso, el escenario actual, signado por la agresiva política exterior de la administración Trump, le ha planteado a los chinos un desafío ineludible de confrontación entre grandes potencias, dejando muy claras sus intenciones, dependerá de la nación del dragón la respuesta a este desafío histórico, que al fin y al cabo termina involucrándonos a todos en el tablero mundial.
Pltgo. MSc. Oswaldo Espinoza.
Docente/investigador UBV-CEPEC. Investigador asociado del CIM.
Participante de la Especialización en Epistemologías del Sur de CLACSO.
Administrador de los blogs: https://tableroordenmundial.blogspot.com/ y https://descolonizarlaeducacion.blogspot.com/
Colaborador como analista para: Mundo.sputniknews.com, Alainet.org, Otrasvoceseneducación.org, Analéctica.org, Aporrea.org, Rebelión.org, Barometrolatinoamericano.blogspot, Cubadebate y Cubainformación.
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