Escribe: Milcíades Ruiz
Cada vez que se anuncian elecciones empieza el cotorreo de unidad en la izquierda peruana. Esto viene sucediendo por más de cuarenta años. Se han hecho grandes esfuerzos unitarios que se han frustrado. Sin embargo, se persiste en la idea, solamente por motivos electorales. Luego es abandonada hasta las próximas elecciones. Esta es una reseña del camino electoral andado, que podría ser aleccionador.
La dialéctica nos dice que todo tiene una razón de ser y los hechos no ocurren por casualidad. Somos parte del proceso histórico mundial que, involucra a todos los países incluyendo el nuestro. En todas partes, las izquierdas se han debilitado. Las causas están en los cambios acaecidos en las condiciones de lucha, en los últimos tiempos. Esos cambios activan y desactivan la animosidad de lucha.
Retrocediendo unos 60 años, encontramos una primera fractura mundial derivada del viraje ideológico de los líderes de la Unión Soviética que preconizaban la coexistencia pacífica entre el bloque socialista y el capitalista, claudicando de su ideología. Esta postura motivó la discrepancia de líderes mundiales que insistían en continuar la lucha sin concesiones contra el colonialismo y la dominación capitalista. Esta corriente la encabezaba China con mucha firmeza.
Se generó así, la primera división mundial: pro soviéticos y pro chinos. En el Perú, el Partido Comunista Peruano de línea pro soviética tuvo el desmembramiento de militantes de línea pro china y de otros grupos discrepantes. Así empezaron las divisiones en cadena dando lugar a nuevos partidos y partiduchos de izquierda. En estas circunstancias ocurrió el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, que hizo justicia social confiscando empresas norteamericanas y cambiando las estructuras de dominación en diversos sectores.
El entusiasmo fue general en Latinoamérica y en nuestro país, que estaba gobernado por la oligarquía terrateniente. Las izquierdas se fortalecieron y la activación subió al tope. EE UU inició entonces toda clase de acciones políticas y militares para derrocar la Revolución Cubana, la misma que tuvo que amparase en la Unión Soviética, optando por convertirse en república socialista. En la década de 1960, todos los izquierdistas latinoamericanos anhelaban seguir el mismo camino de Cuba y con tal fin, se levantaron en armas en varios países.
Así ocurrió en nuestro país y aunque no se tuvo el éxito esperado, el impacto de la gesta guerrillera fue enorme en la consciencia de la sociedad peruana, incluyendo los militares enviados a sofocar la insurrección en defensa de la oligarquía gobernante. En octubre de 1968, militares al mando del general Juan Velasco Alvarado, toman el poder político acogiendo los anhelos revolucionarios. Su gobierno eliminó la oligarquía y dispuso una serie de reformas estructurales.
Gran parte de la izquierda apoyó, pero no los dogmáticos. Las controversias internas entre quienes se decían ser más revolucionarios que otros, multiplicó la división de la izquierda. El cambio político hizo predominar las ideas de izquierda, disminuyendo las de derecha. En todo el Perú se hablaba un lenguaje revolucionario sin ser reprimido. Líderes campesinos y sindicales discurseaban envalentonados con frases anti oligárquicas y antimperialistas.
Desde el gobierno se propiciaba el debate sobre el modelo autogestionario, propiedad social y otros temas ideológicos. Los universitarios salían al campo a compartir faenas agrícolas e ideales con los trabajadores. La concientización política del pueblo iba en aumento. Este auge de las ideas de izquierda fue cortado cuando Velasco fue depuesto en 1975 por Morales Bermúdez. Este, desmontó el proceso en marcha y convocó a elecciones de una Asamblea Constituyente para volver al régimen político tradicional. La izquierda estaba ya dividida en 20 partidos débiles1, que después serían 34.
Con dicha convocatoria, volvieron los políticos tradicionales de la democracia plutocrática y también la insurgencia armada maoísta en el otro extremo. Todos los grupos de izquierda subdivididos, a excepción de los pro chinos, se entregaron de lleno a la contienda electoral. Con la derecha debilitada, el Partido Aprista Peruano (PAP), concentró el apoyo de Morales Bermúdez y los enemigos de Velasco. Comenzaron entonces los afanes de la unidad de izquierda desde 1977 y la conformación de frentes que solo juntaban, pero no unían. Surgieron la UDP y el FOCEP como dos frentes importantes.
En la constituyente de 1978, la izquierda obtuvo 27 escaños: 4 de la UDP, 12 del FOCEP, 6 del PSR velasquista, y 5 del PC. Hugo Blanco obtuvo la mayor votación. El partido aprista con su mayoría dominó la Asamblea Constituyente, sin que los izquierdistas trascendieran en el carácter de la Constitución de 1979. Al año siguiente, para las elecciones generales de 1980, la izquierda tenía 8 candidatos presidenciales y nuevamente se insistió en la unidad. Surgió Izquierda Unida (IU) formada por UDP, FOCEP y otros partidos. Los resultados fueron menores. 24 escaños: 10 senadores y 14 diputados.
En las elecciones municipales de 1983, IU participó con la candidatura de su presidente Alfonso Barrantes, quien ganó en la capital, mientras otros izquierdistas ganaban en distritos limeños como también, al interior del país. Barrantes fue alcalde de Lima sin tener partido, pero alcanzó mucha popularidad con su carisma y trabajo social. Estando la izquierda en alza, Barrantes postuló a la presidencia en las elecciones de 1985. Alcanzó alta votación y pasó a segunda vuelta electoral, pero declinó en favor de Alan García, su ex compañero.
No obstante, la campaña fue exitosa para IU al obtener 64 escaños: 14 senadores (5 del PUM) y 50 diputados (15 de UNIR), producto de 1 millón 600 mil votos. La izquierda estaba en su punto más alto pero la calidad gubernativa fue baja. Lamentablemente no estuvo en condiciones de capitalizar los desatinos del gobierno desastroso de Alan García que nos condujo al precipicio económico.
Paramos aquí, para una primera conclusión:
El ascenso de la izquierda peruana a su pico más alto en las elecciones de 1985, obedece a las condiciones favorables que se fueron dando desde 1960. Sin embargo, no se construyó poder popular, ni se consolidó la posición alcanzada. Estas condiciones favorables no las tenemos en la actualidad. Los ingredientes son distintos. Si las condiciones cambian el escenario político los resultados electorales serán distintos.
“Sendero Luminoso” también cobró auge propugnando la lucha armada. En la década de 1980, arreció con sus actividades de sabotaje al suministro de electricidad, eliminación de personas e incursiones represivas en el área rural y urbana. Algunos radicales se fueron con ellos y otros apoyaron políticamente sin presagiar la barbarie que vino después. Mientras los radicales de izquierda alentaban la destrucción del sector asociativo creado por la reforma agraria, “Sendero” dinamitaba los bienes de las empresas campesinas, eliminando a directivos y técnicos que no pudieron huir.
Este brutal procedimiento irracional causó mucho derramamiento de sangre inocente. No se salvaron ni los dirigentes izquierdistas del campo y la ciudad. El gobierno los combatió aplicando terrorismo de Estado con genocidio indiscriminado. Los cuadros de izquierda huyeron de ambos terrorismos para salvar sus vidas, pero otros no pudieron escapar. Más de doscientos dirigentes de izquierda fueron eliminados.
La prensa derechista se encargó de comprometer a toda la izquierda con el terrorismo, generando el desprestigio de nuestras filas. Barrantes se atrevió a condenar los actos terroristas y desató la crisis en IU por la agudización de divergencias de línea política y tuvo que apartarse en 1988 al no poder soportar los ataques de los radicales. Para las elecciones generales de 1990, la derecha logró aglutinarse en torno al FREDEMO, siendo candidato presidencial Vargas Llosa.
Ese año, IU ya debilitada, postuló para presidente a Henry Pease que solo obtuvo el 8%. Barrantes fue candidato de Izquierda Socialista, obteniendo el 5%. Eliminados en primera vuelta, recomendaron a sus militantes votar por Fujimori que resultó ser un presidente sin escrúpulos y genocida, adoptando el neoliberalismo como línea de gobierno. Fujimori retribuyó el apoyo nombrando cuatro ministros de izquierda en su primer gabinete, ocasionando nuevas subdivisiones.
Después de 1991, con la disolución de la URSS y la caída del bloque socialista europeo, el neoliberalismo capitalista cobró fuerza mundial como patrón de libre mercado a ultranza y en nuestro país, Fujimori subastó el patrimonio empresarial del Estado en provecho de la empresa privada nacional y extranjera. Además, cerró el Congreso en 1992 dejando fuera a los 18 representantes de la izquierda. Convocó a un Congreso Constituyente mediante elecciones fraudulentas teniendo bajo su control el Poder Electoral e implantó la actual Carta Magna.
Limitada por ambos terrorismos, la izquierda electoral se debilitó enormemente. Convocada las elecciones generales en 1995, IU preparó su plancha presidencial con Barrantes, Cucho Haya y Rolando Breña, pero ante la renuncia del primero quedó como candidato el segundo, también de extracción aprista. El resultado: 2%, 2 congresistas. Fujimori fue reelegido teniendo bajo su control el poder electoral.
El terrorismo de Estado se hizo más cruel en el gobierno de Fujimori. Creó un aparato militar paralelo genocida, que asesinó dirigentes populares, estudiantes, periodistas y mucha gente inocente. Los estudiantes universitarios y profesores de izquierda estaban amenazados por ambos terrorismos y el gobierno metió tanques a las universidades. Los partidos y grupos de izquierda quedaron desactivados, temerosos del aniquilamiento.
Durante 10 años no hubo acceso de los estudiantes al debate político en universidades, ni concientización en los centros laborales. Los profesores izquierdistas enmudecieron, los gremios campesinos se desactivaron y empezó la migración rural huyendo del doble terrorismo hacia las ciudades. Toda la maquinaria de la dominación se volcó a denigrar a la izquierda, vinculándola con el terrorismo. En el código penal se insertó como delito grave la apología al terrorismo para acallar reclamos.
El JNE manejado por el asesor presidencial Montesinos, hizo ganar nuevamente a Fujimori las elecciones de abril de 1999. La izquierda desarticulada no estuvo en condiciones de participar. Algunos se colgaron de Toledo, de Somos Perú y de Unión por el Perú (UPP). Salieron como congresistas, Gloria Helfer (ex ministra de Fujimori), Henry Pease, Daniel Estrada y Gustavo Mohme.
Paramos aquí nuevamente para una segunda conclusión:
Después de 1985, la izquierda se vino abajo por los siguientes factores: 1. ineptitud política frente a la nefasta gestión del gobierno aprista (tenía 64 parlamentarios). 2. Desaliento de por el derrumbe del campo socialista; 3. Doble amenaza terrorista; 4. Entrada en boga del neoliberalismo y 5. La persistencia del dogmatismo. La izquierda en este tramo histórico fue de más a menos, hasta desaparecer del mapa electoral en 1999.
En este transcurso, la indignación popular explotó cuando se propalaron videos de sobornos fujimoristas para comprar congresistas y prensa. A falta de liderazgo de izquierda que captara esa indignación, fue Toledo el que capitalizó la “Marcha de los 4 Suyos” en protesta por el latrocinio, exigiendo la renuncia de Fujimori. Este logró salir del país y renunció desde el extranjero. Ollanta Humala aparentó una rebelión extemporánea y sospechosamente fue premiado con un cargo militar en el extranjero.
Valentín Paniagua asumió la presidencia transitoria y convocó a elecciones generales para el 2001. Entre tanto, Barrantes falleció en diciembre del 2000. Toledo ganó la presidencia y con él, fueron congresistas Henry Pease y Gloria Helfer en tanto que Javier Diez Canseco lo fue por UPP-Social Democracia. Otros candidatos fueron Lourdes Flores, Fernando Olivera, Luis Castañeda, Hernando De Soto.
A inicios del presente siglo, hubo una oleada política de gobiernos populares en Sudamérica que llevaron a la presidencia a Lula en Brasil, Tabaré en Uruguay, Bachelet en Chile, Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia. Hugo Chávez gobernaba Venezuela y lideraba la oleada. Esta corriente levantó los ánimos de la izquierda y favoreció las posibilidades del candidato Ollanta Humala, supuestamente vinculado a Hugo Chávez.
En el Perú cobra auge la defensa de la ecología devastada por la minería en Cajamarca. En el 2003 el sacerdote y sociólogo Marco Arana constituye su ONG, GRUFIDES para obtener ayuda financiera en la defensa de la ecología cajamarquina. El activismo lo llevó a relacionarse con luchadores sociales de izquierda y a asumir una posición política en esta dirección. Adquiere protagonismo nacional con el auge de la lucha anti minera y la defensa campesina de las lagunas frente al proyecto minero Conga.
Para las elecciones generales del 2006, al que postularon 20 candidatos presidenciales, algunos remanentes de izquierda cambiaron de ropaje surgiendo el MNI, Avanza País, Partido Humanista (Yehude Simon), Democracia Social, Grupo Malpica, Confianza Perú, Partido Socialista. Concertación Descentralista postulaba como presidenta a Susana Villarán, el partido socialista a Javier Diez Canseco y el MNI a Alberto Moreno, con Gregorio Santos para congresista. Ollanta Humala presentó su candidatura aparentando ser izquierdista y velasquista.
Ollanta Humala con apoyo izquierdista obtuvo el 30,7% de los votos, Alan García el 24,3% pasando a segunda vuelta que la ganó García con el 52,6%. Susana Villarán 0,62%, Javier Diez Canseco 0,49%, Alberto Moreno 0,27%. Gregorio Santos, proveniente del partido Patria Roja, postula ese mismo año por el MNI al gobierno regional de Cajamarca obteniendo el segundo lugar. En el año 2009, García nombró a Yehude Simon, (quien había sido diputado por IU), como Primer Ministro del gobierno aprista sucediendo la masacre del “Baguazo”.
Mientras tanto, el fujimorismo con financiamiento externo inició en el 2009 una campaña nacional de trabajo político en todo el país con miras a las elecciones del 2011, creándose el partido Fuerza popular con Keiko como candidata presidencial. Los conflictos socio ambientales comenzaron a cobrar fuerza en el gobierno de Alan García, con un saldo de 80 muertos. La izquierda y los ambientalistas apoyaban las demandas de los afectados por la minería. En el 2009 se funda la organización “Tierra y Libertad” liderada por el sociólogo Marco Arana.
Vinieron las elecciones regionales y municipales del 2010. Triunfa la izquierda en Cajamarca con Gregorio Santos por el MAS, Vladimir Cerrón en Junín por Perú Libre, y Jorge Acurio en Cusco por Gran Alianza Nacionalista. Susana Villarán del partido Democracia Social lanzó su candidatura a la alcaldía de Lima por Fuerza Social. Tuvo el apoyo hasta de los ex radicales de izquierda. También de la DC y de Tierra y Libertad que tomó orientación de izquierda moderada. Por circunstancias especiales que dejaron fuera al principal competidor, ella ganó en la capital como candidata de izquierda.
Fuerza Social sobreestimó su triunfo y desembarcó a sus aliados ex radicales de izquierda, para presentarse como la “izquierda moderna”. La soberbia fue fatal porque no tuvo una gestión municipal digna, a tal punto que un ex regidor de IU tramitó en el 2012 su revocatoria. Solo ella se salvó a costa del dinero de ODEBRECHT. Sus regidores fueron revocados. Entre ellos, Marisa Glave. Nadie imaginó que Villarán sería más tarde, segundona en la plancha de Urresti ni que terminaría en la cárcel.
En las elecciones generales del 2011 la izquierda estaba aglomerada en torno a Ollanta esperanzada en un gobierno popular. Todos se daban cuenta de la mediocridad del ex militar, de su carencia de línea política, de la influencia de su esposa, de los asesores que le puso Lula, del dinero disponible a manos llenas, pero no había otra opción pues la izquierda no tenía candidato. Ollanta ganó en segunda vuelta contra Keiko Fujimori, utilizando a la izquierda como fuerza política y a ODEBRECHT como fuerza financiera corruptora.
Junto a él, salieron de congresistas Javier Diez Canseco y Verónica Mendoza que renunciaron al oficialismo al año siguiente. Ollanta pagó el apoyo izquierdista con cargos públicos, pero los eliminó progresivamente de la conducción del gobierno tomando el rumbo neoliberal. El gobierno de Ollanta estuvo marcado por los conflictos mineros, siendo los más fuertes Conga en Cajamarca y Tía María en Arequipa que dejaron varios muertos. La lucha campesina por la defensa del agua y el medio ambiente fortaleció a la izquierda.
En el 2013 se constituyó el Frente Amplio. T y L concedió su titularidad al F A en el registro electoral. Al año siguiente, cinco de los aliados a T y L actuando por su cuenta intentaron la alianza del F A con Toledo y también con el partido Humanista de Simon. T y L no aceptó las condiciones y los discrepantes se pasaron al grupo de S. Villarán y a Diálogo Vecinal.
En las elecciones regionales y municipales del 2014 nuevamente de invocó la unidad electoral, pero solo se obtuvo el triunfo de Gregorio Santos en el gobierno regional de Cajamarca, dejando de figurar en el interior del país. La candidatura municipal de Susana Villarán fracasó en Lima y luego más tarde terminaría en la cárcel denunciada por recibir soborno de empresas brasileñas.
Para las elecciones generales del 2016, nuevamente se invocó a la unidad y algunos grupos de izquierda apelaron a los vientres de alquiler al no tener reconocimiento legal. Los 11 grupos de izquierda subidos al carro de Tierra y Libertad- (T y L), lograron apartar a Marco Arana de la candidatura presidencial, saliendo elegida candidata Verónica Mendoza. El divisionismo se estaba gestando.
Otro frente alternativo de izquierda se frustró y Gregorio Santos candidateó con el vientre de Democracia Directa (fonavistas). Realizadas las elecciones del 2016, pasaron a segunda vuelta Keiko y Kuczynski La izquierda votó por el mal menor, dejando fuera a Keiko. El FA obtuvo 20 congresistas de los cuales, 11 eran de T y L. La candidata presidencial del FA con su organización “Sembrar” solo obtuvo 2 escaños y no más de dos las otras agrupaciones. La fuerza electoral del FA estuvo en 7 regiones de la serranía siendo Puno el que más aportó con 3 congresistas.
El FA era la segunda fuerza en el Congreso, pero el divisionismo lo partió. La soberbia nuevamente fue fatal al interpretar el triunfo como resultado del liderazgo de la candidata y no del trabajo de T y L con filiales en muchas regiones. Los diminutos grupos querían tener el mismo valor representativo que T y L, en la repartición orgánica y así, desembarcar al dueño de la pelota. Al no lograrlo, se retiraron en mancha, para formar una nueva organización precaria. Marisa Glave dejó T y L y se fue con ellos. Bajo el liderazgo de Verónica Mendoza fundaron la agrupación Nuevo Perú.
La tercera conclusión podría ser.
Después de haber tocado fondo los remanentes de izquierda resurgen en Lima y el interior del país, favorecidas por las luchas anti mineras en defensa de la ecología que, aportaron a mayor cantidad de votos. La corrupción alcanza a la izquierda. El divisionismo nuevamente se hace presente destruyendo lo avanzado.
En las elecciones regionales y municipales del 2018 solo se obtiene el triunfo de Vladimir Cerrón de Perú Libre en la región Junín, desapareciendo la izquierda en casi todo el país. Son los grupos de derecha e independientes los que retoman espacios.
Kuczynski renunció ante la inminencia de su destitución, siendo reemplazado por Vizcarra en el 2018 y al año siguiente la izquierda parlamentaria lo apoyó para que disuelva el congreso de la república. Con ello perdió su representación parlamentaria. Para las elecciones complementarias del nuevo congreso nuevamente entró a la carga el divisionismo. Los parlamentarios cesantes de Nuevo Perú cuestionaron la alianza de su agrupación con Perú Libre y optaron por seguir dividiéndose. Hicieron fracasar el frente “Juntos por el Perú” y perdieron soga y cabra.
En las elecciones parlamentarias del 2020, la izquierda alcanzó solo el 14,4% de los votos válidos (1´875,794 votantes). Solo el FA pasó la valla con el 6,21%. JPP (7 partidos) 4.8%, Perú Libre 3,4 %. Nuevo Perú no obtuvo ni un escaño y ahora solicita públicamente una alianza con T y L de la que salieron tirándole basura. No hay escrúpulos. Pero también en esta agrupación, hay problemas divisionistas.
Conclusión Final:
Es probable que el clamor de la unidad llegue a sus bodas de oro electorera. Las cifras, reflejan el grado de aceptación del electorado a la actuación de la izquierda en los diversos momentos históricos, según las condiciones correspondientes. Los triunfos electorales de la izquierda han sido decepcionantes tanto en la gestión de gobierno regional como a nivel municipal, sin hacer la diferencia con gestiones derechistas, perdiéndose lo avanzado.
Solo se ha logrado varias alianzas por conveniencia electorera pero no unidad de acción, ni menos ideológica. Las alianzas electorales horizontales, solo son pactos pasajeros de intereses negociados como se estila en la derecha. No hay la unión vertical, porque las condiciones no lo permiten. La unidad es resultado de adhesiones de confianza política. En esta dirección se tendría que trabajar. Los conflictivos siempre son muy pocos, pero si no se los extirpa generan divisionismo.
La fuente del poder de la izquierda está en el pueblo que sufre. Hay que crear condiciones en concordancia con las oportunidades y fortalecer lo avanzado para dar sostenibilidad al desarrollo de la izquierda, combinando la lucha electoral con las luchas sociales concreta en otros ámbitos. Capitalizar las demandas populares y darles sustentabilidad ideológica para generar militancia.
Estas apreciaciones son discutibles y cada cual tiene las suyas. No siempre tenemos toda la razón, pero quizá pueda ser de utilidad para motivar el intercambio de ideas. Peor es no decir nada.
Fuentes:
1. Ricardo Letts- “La izquierda Peruana”- junio 1981.
2. Constante Traverso Flores- “La Izquierda en el Perú”- Proesa Editores- 2013.
Octubre 15/2020
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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