Fernando Hugo Azcurra
domingo, 14 de marzo de 2021
Concienzudo, extenso e impecable análisis que explica, paso a paso, y desde la teoría marxista, cómo el mantenimiento de prácticas parciales de la propia teoría devino en prácticas capitalistas que llevaron a la catástrofe producida en 1989 con la caída a plomo de la URSS.
Un texto que invita a la reflexión sobre los estados socialistas actuales y el rechazo intestino de los países del bloque a la mera mención del socialismo como alternativa.
Por último mencionar que el autor coincide con las conclusiones de Marx que lo llevaron a la Alianza Socialista con Mihail Bakunin: la superación del capital y el sistema de clases solo es posible si se da una doble abolición, la del Estado, garante del sistema establecido, y el salario, mecanismo de sustracción de la riqueza (epígrafe II-punto 3, epígrafe III-punto 2).
Hay esperanza entre las filas comunistas cuando se alejan de los políticos, se sientan a pensar y se ponen a actuar.
Salud! PHkl/tctca
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Fuente
- Marx
y la abolición del trabajo asalariado – Kaos en la red 5.3.2021
Teoría del Trabajo Asalariado I
1.- La relación económica específica entre trabajadores y capitalistas
La teoría de Marx enseña que la condición estructural de la relación productiva
entre el trabajador “libre” (libre de coacción y sumisión personal) y la
posición del propietario de los medios de producción bajo la forma productiva y
social específicamente capitalista es una relación de producción resultado de
toda una larga etapa histórica de luchas, robos, confiscaciones, estafas,
deudas, etc. (acumulación originaria) para subordinar los trabajadores al
capital, que se va gestando en el seno de la sociedad feudal. El capital,
primero se monta formalmente en los modos existentes de trabajo y producción en
la Europa occidental y las va socavando; luego, poco a poco, se vuelve realmente
dominante con su propia técnica quedando el proceso de producción/reproducción
social bajo el comando directo del capitalista. Se constituye así el modo
específicamente capitalista de producción.
Que el trabajador sea libre significa que es propietario de su fuerza de
trabajo, y lo es en tanto diferenciación de las formas de producción anteriores
conocidas, las de trabajo esclavo y trabajo servil. Bajo el capitalismo ya no
existen aquellas formas de subordinación personal en las relaciones de
producción en las que el trabajador carece de entidad autónoma como sujeto de
contrato, por tanto como ente de juridicidad. Si estas fueran las condiciones
entonces no habría posibilidad alguna de relaciones capitalistas. El capital
exige la contraposición de trabajadores que se presenten como dueños de lo que
venden, no fuera a suceder que alguien pudiera reclamar para sí la propiedad de
aquellos e impidan la formalización contractual.
Los trabajadores, entonces, se ven obligados a ofrecer sus capacidades
productivas también denominadas fuerza de trabajo (buscar empleo; ofrecer su
trabajo) a las empresas para poder sostenerse como individuos. Como familia y
como clase funciona la coacción económica. A los trabajadores esta transacción
mercantil les interesa por necesidad: primero vender para comprar, esto es,
vender el uso de su fuerza de trabajo (mercancía), percibir un salario (dinero)
para luego con él adquirir los productos para su consumo (mercancía), se trata
de una circulación simple de mercancías y dinero. El circuito es pues
mercancía-dinero-mercancía (m-d-m). Esto señala la segunda circunstancia: los
trabajadores necesitan acceder a los valores de uso mercantiles sin los cuales
no podrían subsistir ni ellos ni su familia.
El interés de los empresarios capitalistas es sólo comprar para vender. Compran
con dinero (en realidad invierten y reinvierten) medios de producción y el uso
de la fuerza de trabajo; reúne a ambos en el proceso de producción mediante el
cual obtiene una masa de mercancías valorizadas que venden recuperando la
inversión acrecentada en un plus o excedente. El circuito es
dinero-mercancía-dinero (d-m-d + Δd).
La forma particular del cambio, en definitiva, es entre trabajadores y
capitalistas que son los sujetos reales, no entre trabajo y capital, relación
que objetiva una diferenttia specifica respecto del trueque y del cambio entre
mercancía por dinero: en principio se trata de una relación monetaria o
económica, o sea que no es de subordinación personal como en las formas
históricas anteriores y, en segundo lugar el dinero bajo la forma del pago
salarial adquiere el derecho de uso por parte de los empresarios sobre el
trabajo vivo y la jornada laboral de los trabajadores.
2.- Condiciones generales del cambio trabajo asalariado/capital
El presupuesto fundamental de toda la relación de intercambio entre el
trabajador asalariado y el empresario capitalista, consiste en la separación,
escisión, entre la propiedad de los medios de producción y los trabajadores
asalariados. Disociación, pues, entre condiciones objetivas y condiciones
subjetivas de producción. Ahora bien, dice Marx que “La naturaleza no produce
por una parte poseedores de dinero o de mercancías y por otra personas que
simplemente poseen sus propias fuerzas de trabajo. Esta relación en modo alguno
pertenece al ámbito de la historia natural, ni tampoco es una relación social
común a todos los períodos históricos”. (K. Marx, El Capital, Siglo XXI
Editores, Bs. As. I, 1, p. 206) La disociación entre propiedad de medios de
producción y trabajo se presenta como la ley necesaria del intercambio entre el
capital y el trabajo. Constituye, pues, una relación específica, histórica, de
este modo de producción. Entonces:
a) La relación entre capitalista y trabajador no es de subordinación personal. La
relación subordinada del trabajador al capitalista no es coacción de carácter
extraeconómico como es el caso de los trabajos servil o esclavo de otras
sociedades de clase.
b) La relación de subordinación es de carácter económico, surge de la asimetría
en la organización social del trabajo: trabajadores no propietarios y
propietarios no trabajadores. Esta es la base de la coacción económica. Los
trabajadores están liberados de la propiedad de los medios de vida y de
producción y los capitalistas están liberados de trabajar para mantenerse y
vivir.
c) Se trata de una relación económica-laboral mediada por el dinero.
d) La relación es la de un intercambio que corresponde a la circulación simple
de mercancías: supuestamente cada uno de los tratantes obtiene un equivalente
por lo que entrega; el trabajador recibe dinero bajo la forma de salario, el
capitalista compra el derecho de usar la capacidad de trabajo de aquel.
e) La relación de subordinación del trabajador al capitalista la ejerce este
por medio del trabajo objetivado, dinero, medios de producción y medios de vida
que constituyen su propiedad y de los cuales está despojado aquel. Pero en lo
inmediato el dominio del trabajador se realiza por el dinero como inversión del
capitalista y no en cuanto dinero mismo, es el dinero en función de capital y
no de gasto.
3.- Los dos momentos de la relación trabajo asalariado y capital
Esta relación de cambio entre trabajador y capitalista se compone de dos
momentos o procesos que deben determinarse de manera precisa: 1º) momento
formal; 2º) momento real.
El momento formal y el momento real, que el capital y la economía burguesa no
distinguen, en realidad es sólo un tipo de cambio entre trabajadores y
capitalistas en el cual el momento formal funciona como velo (opacidad) del
momento real. El primer momento expresa la relación contractual: compra de la
fuerza de trabajo (Mercado laboral); el segundo se refiere al trabajo en
proceso, a la actividad misma de producción y por este medio la transformación
inmediata del trabajo vivo en generadora de excedente (plus), que es su
objetivación como realización del capital que produce más capital por medio de
la explotación económica de los trabajadores.
El momento formal constituye un todo con el momento real y se muestra como el
único intercambio; el momento real entre trabajo vivo y trabajo objetivado
queda subsumido en aquel como cumplimiento equitativo del contrato por parte
del capital; funciona de este modo como un velo objetivo que la realidad
inmediata de la transacción muestra como transparente, sin señales de engaño
alguno o fraude, y sin muestras de opacidad, inequidad, ni de deformación.
4.- La especificidad de la relación en los países socialistas
Pues bien, todas estas singularidades que caracterizan con precisión la
explotación de la fuerza de trabajo por el capital y por tanto la subordinación
del trabajador a los capitalistas, si las analizamos con atención, son
claramente similares a lo que esencialmente sucedió con la clase trabajadora en
la URSS. Se estructuró y subsistió la separación entre las condiciones
subjetivas y objetivas bajo una nueva modalidad: la de la concentración de las
condiciones objetivas, no sólo en un polo, sino en un único propietario
(PCUS-Estado), que repetían su condición de capital aunque ya no hubiera
capitalistas; podría pensarse en que el proceso de colectivización del agro
(década del 30) desmentiría esto, pero sin embargo este proceso no fue otra
cosa que una gigantesca y acelerada expropiación del campesinado ruso, lo que dio
lugar a que formalmente existiera la propiedad cooperativa, pero realmente
estaba atada y subordinada a la dirección y los planes del partido-Estado. Y
fue esta peculiar forma social de producción la que constituiría la base de los
acontecimientos histórico-políticos de la década del 90 en la URSS y en los
países europeos socialistas.
Esta monopolización de los medios de producción en el Estado-PCUS como único
capitalista en un polo, determinó la continuación de la expropiación de los
trabajadores y el mantenimiento de la relación de trabajo asalariada como el
otro polo de una contraposición antagónica. Este tipo de construcción
socialista actuó y actúa como paradigma en los procesos de tránsito al
socialismo, que en lugar de desembocar en una nueva sociedad lo que hace es
recrear las condiciones burguesas de producción y alentar el surgimiento de una
clase burguesa. Es una incongruencia descomunal; pero ¡allí está! Es una verdad
de hecho incuestionable. Entonces ¿Qué se desprende de lo anterior? Pues la importancia
fundamental del trabajo asalariado como sostén del capital y de la sociedad
burguesas y que su supresión o abolición concluiría inexorablemente en el
desmoronamiento de las relaciones de producción y propiedad burguesas, ergo,
mantener el trabajo asalariado es mantener las condiciones estructurales
burguesas de producción, circulación y distribución. Abolir el trabajo
asalariado es la clave de superación del capital. Esta es la teoría de Marx,
asequible a quien quiera comprobarla mediante su estudio minucioso y su
asimilación concienzuda.
La forma fundamental del trabajo burgués es la del trabajo asalariado porque
genera plusvalor. Sin trabajo asalariado no hay modo burgués (capitalista) de
producción. Abolir el trabajo asalariado es la clave de superación del capital
y de toda relación burguesa en la sociedad.
Teoría del Trabajo Asalariado II
1.- Socialismo: relaciones de producción y modo de producción
¿Qué consecuencias de notable alcance, teóricas y políticas dejó, entre otras
muchas, la Revolución Rusa de octubre para la práctica de la construcción del
socialismo? No se puede negar el impacto histórico‐mundial anti‐burgués que
produjo. Y en particular el que provocara un estremecedor cambio en la sociedad
rusa al eliminar la propiedad privada de los medios de producción de manos de
los terratenientes y de la burguesía. ¿Quién o quiénes se apropiaron de esos
medios de producción para que continuaran siendo utilizados en el proceso de
producción? Pues, pasaron a constituir propiedad del Estado Soviético,
administrado este por el PCUS; de este modo el Partido‐Estado se erigió en
propietario en nombre y representación de la clase proletaria y de su dictadura
(Lenín dixit). Desapareció, pues, la clase propietaria burguesa que en sus
miles y miles (quizás millones) de empresas tomaba sus decisiones de inversión,
empleo y producción de acuerdo con su interés individual por las ganancias.
Consumada la desaparición, las miles y miles de decisiones diseminadas en el
cuerpo burgués, quedó concentrada en una sola decisión y dirección: la
planeación y el diseño centralizado en los órganos estatales y partidario,
gestionados por millones de empleados (afiliados al Partido), quienes a su vez
tenían voz de mando sobre la clase trabajadora propiamente dicha. En
consecuencia los medios de producción no eran propiedad de los trabajadores,
eran una propiedad ajena (del Partido‐Estado), que se le enfrentaban como
capital, no privado, sino estatal, pero capital de todos modos; y la división
del trabajo también se mantenía: trabajo de dirección y administración de los
empleados que poseían las empresas con responsabilidades de gestión (trabajo
directivo y administrativo), separado del trabajo manual de todo tipo y rama
concentrado en la clase trabajadora.
Habían cambiado innegablemente las relaciones de producción pero no el modo de
producción. Cambiaron las relaciones de producción capitalistas privadas, por
las relaciones de producción capitalistas estatales, pero el modo de
explotación del trabajo por el capital mediado por el salario no solo
permaneció sino que se expandió. La economía de la URSS poseía el modo de
producción y explotación del capital sin capitalistas privados bajo una nueva
(inédita) relación de producción. Al igual que en la sociedad del capital, en
la URSS el capital (estatal) no se apropiaba del trabajador sino de su trabajo,
no inmediatamente sino por intermedio del pago monetario (salario).
¿Qué fue entonces lo que, finalmente, se construyó en la URSS como estructura
socio‐económica? No otra cosa que un sistema cuya naturaleza y características
pueden ser resumidas del modo siguiente:
1º) Producción de mercancías; producción de valor y de plusvalor. La
reiteración continua era una reproducción de todo el proceso anterior: por
tanto unidad de los procesos de producción y de circulación que constituían el
ciclo global del capital estatal.
2º) El resultado constante del proceso era el de producción-reproducción de
masas de mercancías estatal‐capitalistas, cuya estructura de valor consistía
en: valor de los medios de producción + valor de la fuerza de trabajo +
Plusvalor, exactamente igual que bajo el capitalismo privado.
3º) Todo el proceso económico era producción‐reproducción constante de un
excedente de valor.
4º) Las relaciones en todo el proceso entre trabajo, valor y producto, eran las
siguientes: i) trabajo-plustrabajo; ii) valor-plusvalor; iii)
producto-plusproducto. En todo, repetimos, estructuralmente idéntico al
capitalismo.
5º) Toda la estructura económica en su proceso ininterrumpido concluía en que
la clase trabajadora rusa reprodujera la masa de mercancías y los medios de
producción como capital estatal y que el propio sistema reprodujera a la clase
trabajadora como clase asalariada, por tanto como vendedora permanente de su
fuerza de trabajo al Estado. Los trabajadores nunca dejaban de ser
¡trabajadores asalariados!
6º) El proceso social producía y reproducía al Partido como propietario de los
medios de producción, a la nomenklatura como poseedora-administradora de los
mismos y a la clase trabajadora como no‐propietaria.
7º) El mecanismo socio‐económico creado era más que sólo un proceso técnico de
producción‐reproducción de mercancías valorizadas: era reproducción de la
relación social productiva en general, esto es, aparato de reproducción que
absorbía trabajo no pagado y por este medio transformaba los medios de
producción en medios de generación‐absorción de trabajo impago (excedente).
8º) Se mantenía constantemente las relaciones de distribución que le exigía su
estructura asimétrica básica asentada en la no‐propiedad de los trabajadores de
los Mp y en la propiedad estatal: el valor del producto se distribuía como
capital por un lado y por el otro los réditos o ingresos como salarios y
rentabilidad de las empresas estatales (excedente o plusvalor).
9º) Todo el sistema, en definitiva, producía y reproducía, la separación
siempre creciente, entre las condiciones objetivas del trabajo (medios de
producción) y las condiciones subjetivas (fuerza de trabajo), transformando
inevitablemente a las primeras en capital, y a las segundas en elemento de
inversión dineraria que no era sino una forma monetaria del capital estatal.
10º) El proceso estatal‐capitalista de la URSS producía y reproducía esa
relación capitalista misma: en un polo el Partido como propietario capitalista
efectivo y en el otro polo, la clase trabajadora como asalariada. El Estado se
constituyó en el capitalista supremo.
En tanto esta inmensa estructura socio‐económica se mantuviera y se reprodujera
(¡tal como se mantenía y reproducía!) en tales términos, no sólo no era
socialismo lo que estaba en construcción, sino que lo que hacía era ampliar el
proceso de producción del capital y del trabajo asalariado; lo que estaba en
construcción no era otra cosa que una variante capitalista de
producción‐reproducción. ¿Creaba acaso el trabajo asalariado en Rusia, el
trabajo de la clase proletaria, propiedad para ella? No, exactamente igual que
bajo el capitalismo privado, lo que creaba era capital, capital estatal, creaba
un tipo de propiedad no burguesa que la explotaba y la mantenía como clase
asalariada.
La teoría de Marx demuestra irrefutablemente que la relación entre el
trabajador como trabajador asalariado y los medios de producción como capital
determina el carácter fundamental del modo de producción, de manera que los
principales agentes de ese peculiar modo productivo que se construyera en
Rusia, trabajadores y poseedores de medios de producción en funciones de
capitalista (nomenklatura de planificación y de administración), aparecían como
personificaciones de la estructura socio‐económica como capital (estatal) y
trabajo asalariado, siendo no otra cosa que encarnaciones de determinados
caracteres sociales que el propio proceso social de producción le imprimía a
los individuos participantes de tal relación; era pues en estas condiciones
totalmente inevitable que se produjera en la URSS lo que se produjo: la
emergencia real de la relación capitalista privada que era asfixiada por el
Partido‐Estado como propietario y por la burocracia etiquetada de servidores
estatales del socialismo cuando solapadamente eran la proto‐burguesía que
exigía abrirse paso subvirtiendo una relación ficticia, formal, por lo que era
en su sustancia.
Nada más alejado, entonces, de lo que se pregonaba, sostenía, creía y defendía
desde las más altas instancias de la dirigencia partidaria como socialismo; a
su vez, el marxismo también fue transformado: de teoría crítica de lo real se
convirtió en una burda ideología a‐crítica, abstracta, justificadora, y
fetichística, exactamente con la misma función que tiene la ideología liberal
bajo el dominio burgués. ¡No podía ser de otra manera! En la URSS cuajaba, se
formaba, se desarrollaba una nomenklatura‐burocrática, que ocupaba el lugar y
tarea de una proto‐burguesía en funciones, era una figura capitalista embozada
y al acecho dispuesta a dar el zarpazo ¡y así sucedió! La URSS no había abolido
las contradicciones de clase, estas estaban disfrazadas y etiquetadas como
socialismo realmente existente, lo que no era sino el colmo sarcástico de un
socialismo realmente inexistente.
Esto fue lo que se creó en la URSS desde sus inicios, por lo que pretender que
se podían modificar políticas, cambiar dirigentes, flexibilizar mercados, dar
más libertad de decisión a los administradores, etc., como pedían y obtenían
los economistas en pro de un socialismo de mercado, o bien radicalizar
posiciones: menos autoritarismo partidario, desburocratizar el Estado, libertad
de expresión, mejoras en derechos individuales, suprimir dogmatismos, etc.,
exigencias todas de algunos políticos partidarios democráticos y progresistas,
no podía constituir ninguna orientación hacia un cambio verdadero que
concluyera en socialismo, pues tales reformas no hubieran ido al fondo mismo de
la estructura vigente: el trabajo asalariado vigente y su no abolición, o sea
su perduración no su supresión.
Hubiera sido necesaria una nueva revolución encabezada por los trabajadores
para salir de ese capitalismo, cosa esta que no podía materializarse porque los
trabajadores vivían y sentían que eso era el comunismo y deseaban
vehementemente tumbarlo, derrocarlo, y gozar del capitalismo occidental y sus
bondades. No había clase trabajadora revolucionaria y crítica, toda ella se
oponía al sistema comunista bajo el que sufrían; revolución era igual a
capitalismo occidental, su confort y consumo, para la masa de la población
trabajadora.
2.- ¿Qué es el modo de producción capitalista?
Aunque parezca innecesario a muchos lectores, sin embargo, es preciso hacer una
consideración crítica de lo que puede parecer trivial: que el proceso de
producción es capitalista cuando:
1º) la producción de mercancías, la producción del PBI en tanto que mercancía,
ha adquirido la forma general del proceso de producción.
2º) cuando el dinero, forma metamorfoseada de la mercancía, se cambia por la
fuerza de trabajo (Ft) en tanto que mercancía y que, en consecuencia, el
trabajo es trabajo asalariado.
3º) cuando, entonces, las condiciones objetivas, materia prima, materias
auxiliares, herramientas, instalaciones, aparatos, maquinarias, etc. se
concentran en pocas manos dejando de ser propiedad privada del trabajador
individual y desde ese momento enfrentan al trabajador mismo como potencias
autónomas, o sea como no-propiedad de los trabajadores, como propiedad ajena,
por lo tanto como capital. Así el capital por su forma se “cosifica” en una
relación determinada de enajenación socio-económica.
4º) El trabajo como trabajo asalariado (condiciones subjetivas) y las
condiciones objetivas del trabajo como capital, por tanto propiedad del
capitalista, lo son como contraposición antagónica: no pueden existir el uno
sin el otro.
Por supuesto que no se nos escapa que el capitalismo ha tenido mutaciones
durante el siglo XX, en especial luego de la segunda guerra mundial, y que han
aparecido temas y problemas nuevos (ecología; feminismo; la cuestión étnica;
etc.) que no puede ni podrá resolver, e importante es el ejemplo señalado por
Nancy Fraser en relación a las “condiciones
de posibilidad de la reproducción no mercantilizada”.
Ahora bien, es evidente que si se expropia a los capitalistas y los medios de
producción pasan a ser efectivamente propiedad de los trabajadores como
trabajadores asociados y dueños de tales medios de producción de inmediato cesa
el trabajo de ser asalariado y no se requiere abolición alguna mediante una
decisión jurídico-política; el proceso deja de ser proceso capitalista de
producción. Pero cuando esto no sucede, o sea, cuando se cumple sólo una parte
de la expropiación (confiscación) y no la otra, o sea la apropiación de los
medios de producción por parte de los trabajadores (eliminación del trabajo
asalariado), pero se los concentra en el Estado, lo que se hace es dar lugar a
una variedad de explotación asalariada de la fuerza de trabajo por una
modalidad nueva que adquieren los medios de producción ahora como capital
estatal: ¡no hay nueva sociedad, no hay socialismo! porque no hay modificación
en el modo de producción; en consecuencia la consigna teórico-política de Marx
revela toda su fuerza y esencia al no cumplirse la supresión del trabajo
asalariado que es la conditio sine qua non para construir la nueva sociedad.
¿Qué enseñanza puede y debe desprender la clase trabajadora mundial de la
experiencia histórica, extensiva a lo que aún hoy sucede en curso, China,
Vietnam, Cuba, etc. abierta por la Revolución Rusa y la posterior construcción
social? Pues, como se puede deducir lógicamente: cualquier cambio en las
relaciones de producción de una sociedad, de una formación económico-social, no
es de inmediato igual a cambio en el modo de producción. ¡Ahora puede
entenderse! Las relaciones de producción atañen a las clases y sus
vinculaciones mutuas en el proceso de producción-reproducción, el cambio de
propietarios está en la base de la modificación de las relaciones de
producción, pero, y he aquí lo importante: estas pueden variar, modificarse,
dentro del modo de producción.
Lo anterior implica en consecuencia que el modo de producción incluye sí
necesariamente unas relaciones de producción específicas, pero las relaciones
de producción no incluyen taxativamente sólo un modo de producción; esto está
claramente ejemplificado con la URSS: hubo sí un cambio de las relaciones de
producción pero NO hubo cambio en el modo de producción. Es lo que permite
explicarse rigurosamente el acontecimiento histórico-social de lo ocurrido en
1991: La URSS se desplazó de un capitalismo estatal hacia un capitalismo
privado porque no había cambiado jamás el modo de producción del capital
explotando el trabajo asalariado. De manera que ¡No fue un cambio desde el
socialismo hacia el capitalismo! Fue una modificación dentro del capitalismo,
de un tipo de capitalismo por otro.
Es esta una enseñanza teórica y política inconmensurable que la Revolución
bolchevique y el proceso de construcción de la nueva sociedad lega a los
trabajadores, que al no ser asimilada críticamente desde la propia experiencia,
lo hecho se aceptó como de buena ley socialista y se extendió a todas las
revoluciones posteriores que incurrieron exactamente en el mismo principio de
separar capital estatal (medios de producción) y masa trabajadora no
propietaria (fuerza de trabajo): no hay, no habrá, supresión definitiva del
capitalismo sin abolir el trabajo asalariado; no hay socialismo sin que los
trabajadores sean dueños efectivos de los medios de producción y se empeñen en
edificar no sólo una nueva economía sino toda una nueva cultura y nuevos
valores arrojando al basurero de la historia las relaciones de cálculo,
mercantilización y acumulación privada de la riqueza que impone el capital. Nos
enseña lo que los movimientos políticos populares, los procesos revolucionarios
antiburgueses llegados al poder, etc., deben hacer para no crear condiciones de
una sociedad del capital con otra “denominación” que parece su opuesto pero que
no muestra transformación a fondo en su carácter de nueva sociedad.
Pero además ¿dónde está escrito, quién demostró o quién estableció de modo
inapelable que hay sólo un camino para el cambio social? ¿Quién, cómo y por qué
fijó que los trabajadores asociados no son aptos para hacerse cargo del todo
social y del desarrollo de las fuerzas productivas? ¡Si ya lo son bajo las
actuales relaciones capitalistas de producción! No sólo son aptos porque lo
demuestran todos los días y la estructura social burguesa no duraría más de un
día sin sus tareas de todo tipo, sino que deben soportar a una pequeña cúspide
de indecentes, inútiles, corruptos, ociosos, licenciosos, y sus mayordomos
representantes (la burocracia-poseedora de los medios de producción del EBG,
Ejército Burocrático de Gestión), que cumple el papel de capitalista en
funciones en nombre y representación de los rapaces rentistas propietarios, que
se han vuelto muy onerosos para la consecución de un movimiento más sólido y
seguro de la economía y su redistribución equitativa hacia todos quienes
generan la riqueza que hoy todavía se la apropia esa casta de truhanes que es
la burguesía imperialista, la que tiene a toda la sociedad sobre ascuas, al
borde de cataclismos bélicos para dirimir conflictos de poder dentro de ella y
desde ella contra los trabajadores. Los holgazanes inescrupulosos le declaran
la guerra a quienes trabajan y sostienen la sociedad toda. ¡Lindo argumento
burgués! Sostener que cuando los trabajadores son asociados para trabajar para
una minoría infame bajo las órdenes de sus lacayos de administración, son
mejores, más ordenados y más productivos que asociados para trabajar, producir
y administrar para ellos mismos sin la férula de los holgazanes inescrupulosos.
Lo anterior vuelve pertinente lo manifestado por Alexis Cukier (Viento Sur;
20/08/2020) de que “es el conocimiento, las iniciativas y la responsabilidad de
los trabajadores y trabajadoras, más que los del Estado o los militantes
voluntarios, los que son fundamentales para concebir una transformación del
sistema productivo en el marco de un proceso de revolución ecológica y social”.
Lo cual abriría el camino hacia “una democracia económica, en la que la
capacidad de decidir debe recaer en las y los habitantes a través de la participación
directa en los procesos de deliberación y validación”.
La abolición del trabajo asalariado es proclamar un principio teórico como
consigna política revolucionaria esencial para dilucidar claramente la
diferencia fundamental entre capitalismo y socialismo, que se encuentra en toda
la obra teórica económica y política de Marx desde 1848: “… detrás del derecho
al trabajo está el poder sobre el capital, y detrás del poder sobre el capital
la apropiación de los medios de producción, su sumisión a la clase obrera
asociada, y por consiguiente, la abolición tanto del trabajo asalariado como
del capital y de sus relaciones mutuas” (K. Marx – F. Engels; O.E. Editorial
Progreso; Moscú 1966. Tomo I, p. 157. Énfasis FHA).
Y para mayor ilustración sobre el tema y como para despejar probables dudas
sobre la presencia e insistencia de la abolición del trabajo asalariado en Marx
y en Engels, y enarbolarla cual consigna teórica y objetivo revolucionario de
la clase trabajadora a lo largo de la vasta obra teórica de ambos,
transcribimos algunos fragmentos de una serie de artículos que el último
escribiera para un semanario de las Trade Unions titulado “The Labour
Standard”, que se publicaba en Londres. La colaboración de Engels, empezada el
7 de mayo terminó el 11 de agosto del mismo año de 1881, cuando el Jefe de
Redacción del semanario le pidiera suavizar algunos pasajes que consideraba
demasiado fuertes; la razón de fondo era que la publicación tendía a acomodarse
a la política del Primer Ministro inglés Gladstone.
…enterremos para siempre la vieja consigna [¡Salario justo por una jornada de
trabajo justa! FHA] y sustituyámosla por otra: los medios de trabajo —materias
primas, fábricas y máquinas— deben pertenecer a los obreros mismos”. (F.
Engels. Escrito el 1‐2 de mayo de 1881.Publicado, como editorial, en el número
1 del periódico The Labour Standard).
El capitalista se adueña de todo el producto (pagando de él al obrero) porque
es el dueño de los medios de trabajo. Y por eso, la libertad real y efectiva de
la clase obrera sólo será posible cuando sea propietaria de todos los medios de
trabajo, de la tierra, las materias primas, las máquinas, etc., por tanto
propietaria de todo el producto de su propio trabajo. (F. Engels. Escrito el
15‐16 de mayo de 1881. Publicado, como editorial, en el número 3 del periódico
The Labour. Standard. Londres, 21 de mayo de 1881).
Debe ser ese el resultado final de todos estos trabajos, sacrificios y
sufrimientos? [la lucha incesante para concluir en mantener la esclavitud
asalariada FHA] ¿Debe ser esa para siempre la aspiración más alta de los
obreros británicos? ¿O la clase obrera de este país debe tratar, por fin, de
evadirse de ese círculo vicioso y de encontrar la salida en un movimiento por
la abolición del propio sistema de trabajo asalariado.
Para lograr la representación completa de los obreros en el Parlamento, al
igual que para preparar la abolición del sistema de trabajo asalariado, será
necesaria la organización no por oficios separadamente, sino de la clase obrera
como un todo. Y cuanto antes se haga esto, tanto mejor. No hay en el mundo
fuerza capaz de resistir un día siquiera a la clase obrera británica cuando
esta se encuentre organizada como un todo único”. (F. Engels. Escrito cerca del
20 de mayo de 1881.Publicado, como editorial, en los números. 4 y 5 del
periódico The Labour Standard (Londres), 28 de mayo y 4 de junio de 1881).
Ocurrirá una gran cosa: quedará roto el último eslabón que liga aún a la clase
obrera de Inglaterra con la clase media de su país. Este eslabón era la
tendencia conjunta al monopolio nacional. Una vez que quede destruido este
monopolio, la clase obrera británica se verá obligada a tomar en sus manos sus
propios intereses, a preocuparse de su propia salvación, y habrá de poner fin
al sistema de trabajo asalariado. Confiemos en que no esperará hasta entonces.
(F. Engels. Escrito a mediados de junio de 1881. Publicado, como editorial, en
el número 7 del periódico The Labour Standard).
3.- ¿Por qué es crucial la abolición del trabajo asalariado?
La abolición del trabajo asalariado se convierte, de esta manera, en crucial
para el tránsito hacia la construcción del socialismo, porque es la forma
drástica y definitiva de cambio de las relaciones de producción del capital en
un nuevo modo social de producción. ¿Cuáles son, efectivamente, sus
características? Las siguientes:
1º) Los trabajadores dejan de estar subsumidos al dominio del capital, lo cual
significa que este ya no dirige ni ordena (directamente o por medio del
ejército burocrático de gestión, EBG) todo el proceso de
producción/reproducción. Cesa el despotismo capitalista.
2º) Los trabajadores dejan de ser vendedores del uso de su Ft. Esta no es ya
mercancía. Por tanto se derrumba la invisible pero existente coacción económica
sobre el trabajador.
3º) Los Medios de producción no se presentan más como capital sino como lo que
son: ¡medios de producción! al servicio de los trabajadores como herramientas o
medios para el autosustento y reproducción de los individuos y de la sociedad.
4º) La relación monetaria que persiste, en un principio, entre trabajo y
remuneración cambia. Los trabajadores no perciben ya un salario sino un
ingreso, resultado del trabajo colectivo y la distribución colectiva de las
unidades productoras que los propios productores establecen y administran.
5º) El excedente social no adopta más la forma de plusvalor como apropiación
del capital.
6º) El proceso de producción, circulación y distribución, muestran ahora su
carácter social sin opacidad, esto es, no están ya sujetos a la propiedad
privada ni a su objetivo supremo de generar un plus como ganancia del capital.
7º) El conjunto del proceso social de producción deja de estar sujeto a la
apropiación privada capitalista, la burguesía se ve impedida de sojuzgar y dominar
a la sociedad.
8º) Las relaciones monetarias y los medios de producción no aparecen como
dominadores naturales de las relaciones sociales sino que son expresiones de
ellas.
9º) El trabajo ya no está ni formalmente ni realmente subsumido al capital.
De modo que, con la abolición del trabajo asalariado se vuelve imposible
mantener la propiedad privada capitalista; esta se desploma como su
consecuencia natural y ya no puede resurgir por más esfuerzo que pudiera hacer.
Ni en el caso de la ex-URSS ni en el de las actuales economías socialistas se
puede encontrar nada de esto. Todas han sido y son, las que aún restan,
variantes del dominio del capital sobre el trabajo: capital privado unas,
capital público o estatal otras, ambas manteniendo el trabajo asalariado. El
falso argumento esgrimido es el de que con los capitalistas se desarrollan las
fuerzas productivas, se debe alentar a los empresarios a enriquecerse para
luego, siempre bajo la dirección del Partido, proceder a cambiar las reglas de
juego a favor del socialismo. Tamaño desatino e ingenuidad pretende hacer pasar
la dirigencia del Partido Comunista Chino como el de la construcción del
socialismo con características chinas, cuando lo que hace no es otra cosa que
¡capitalismo estatal chino!
Una característica de enorme importancia teórica y práctica sobre el tema,
consiste en que la decisión de abolir el trabajo asalariado no puede ser sino
obra de la propia clase trabajadora asalariada constituida en clase en el
ejercicio del poder político. A diferencia de lo que ocurrió con la esclavitud
y el trabajo servil, su liberación no será obra de otra clase propietaria que
cambia el modo de explotación del trabajo pero no la explotación misma. Por
esta razón es una finalidad que debe ser propuesta y materializada por la clase
misma interesada en sacudirse el yugo económico de la clase capitalista,
consigna que debe preceder y presidir toda acción político-práctica para su
consecución.
“Toda la producción capitalista descansa en el hecho que el trabajo es directamente
comprado para que en el curso de la producción sea apropiada una parte que no
se compra pero que se vende en el producto –ésta es la razón de ser, el
concepto mismo del capital–” (K. Marx, Théories sur la Plusvalue; Editions
Sociales; París 1974; I; p. 335. Énfasis Marx). Eliminado tal sostén la
estructura toda de la explotación capitalista del trabajo se desploma
inexorablemente.
4.- Oposición a la abolición desde la perplejidad
Una de las primeras reacciones que provoca al lector (incluso del más culto)
ante el planteo abolicionista es el de la perplejidad, para pasar luego, casi
ipso facto, a hacerse preguntas en relación a: 1º) lo estrafalario de la
consigna, pagar/cobrar por trabajar es normal y natural; 2º) los inmensos
problemas que traería su implementación: desorden, caos, cada quien ¿qué haría?
3º) ¿Cómo viviría la clase si no tiene adonde trabajar? 4º) El ámbito del
trabajo es la empresa privada/estatal ¿cómo se las arreglaría el trabajador
para sostenerse él y su familia?
Preguntas todas pertinentes, pero todas asentadas en un fondo burgués de
pensamiento: las empresas dan empleo, pagan un salario por trabajar, de ese
modo se mantiene la familia, el trabajador puede avanzar en la escala social,
se capacita, se desplaza en libertad sin prohibiciones, alcanza un nivel de
consumo elevado, tiene cobertura médica y social, progresa en las empresas y en
la sociedad, nadie pone trabas a personas con iniciativas y creatividad, se
tiene libertad de decisión y de elección personal. Conclusión inexorable:
¿Quién quiere eliminar todas estas cosas? ¿hay algún demente que esté en contra
de estas conquistas que han significado décadas y siglos de luchas, dolor y de
muertes? Sin el salario ¿adónde irían los trabajadores? ¿Quién dará empleos y
dinero? Sin la empresa, sin el capital, no puede haber progreso ni estabilidad
social. La abolición del trabajo asalariado es una locura de visionarios y
utopistas.
Ahora bien, ¿acaso el esclavo pensaba de otro modo que como él creía ver cuál
era su situación y su propia interpretación refrendada por el discurso del
propietario? ¿Qué pensaba sobre su situación, en relación a su amo, a su
patrón, por ejemplo si este prescindiera de él? Pues, entonces ¿qué sería de su
suerte? ¿qué haría? ¿quién le daría de comer? ¿adónde iría en tal
circunstancia? ¿dejar de ser esclavo? ¡pero qué locura es esa! ¿alguien quiere
que muramos de hambre?
De la misma manera en el caso del trabajador servil: ¿qué haría si no pudiera
trabajar la tierra, principalmente la del terrateniente? ¿adónde iría a dar con
sus huesos? ¿cómo mantendría a su familia si el amo lo expulsara? ¿abolir la
servidumbre? ¿dónde se ha visto tamaña tontería? ¿Quién desea que
desaparezcamos?
Pues la historia se repite bajo el capitalismo. ¿Abolición del trabajo asalariado?
¿pero de dónde sale semejante idea? Las clases sojuzgadas piensan sobre su
situación desde las ideas de la clase opresora y desde lo que éstas le inducen
a ver e interpretar: sí, yo esclavo/siervo trabajo, pero el patrón me da de
comer y el medio de cómo mantenerme. Sí, yo trabajo y percibo un salario, no le
salgo gratis al patrón, no soy un esclavo, y soy libre de buscar otro empleo si
lo quisiera, siempre habrá empresas en las cuales trabajar.
La base del juicio es exactamente la misma aunque las sociedades histórica y
económicamente sean distintas. Pero puesto en estos términos históricos, la
identidad es predominante sobre la alteridad. La identidad consiste en que
todas son sociedades de clase: han cambiado las clases explotadoras y las clases
explotadas, ¡pero sigue habiendo explotación del trabajo! La alteridad son los
diferentes modos de la explotación por los diversos tipos de sociedades
organizadas en la explotación del trabajo. El trabajo asalariado es una
modalidad de explotación del trabajo por la cual la mayoría de la sociedad
(trabajo asalariado) trabaja para una minoría, exactamente de la misma forma
que bajo el esclavismo y la servidumbre, en este sentido, el trabajo asalariado
en nada se diferencia de aquellas otras formas.
Punto central entonces: La pregunta fundamental no es la que se formulaban
(figuradamente claro está) el esclavo y el siervo: o sea ¿Quién me dará de
comer si no es el amo para quien trabajo? sino su opuesta ¿Cómo hará el amo
para comer y vivir sin el trabajo esclavo y el del siervo? ¡Esta es la
verdadera pregunta! Y son los amos los que se la tienen que hacer no los
trabajadores en lugar de aquellos; los trabajadores no han tenido ni tienen por
qué hacerse cargo de las angustias de las clases explotadoras cuando estas
vayan a perder sus privilegios al carecer de trabajadores que trabajen para
ellas y no para sí mismos. El trabajador siempre está en condiciones de
¡trabajar! Los miembros de las clases propietarias, en el caso de la
emancipación social del trabajo, pues, tendrán que trabajar si quieren comer
¡eso es todo! Pero no es a lo que están dispuestas, de allí la oposición, la
guerra, las mentiras, los asesinatos bajo la represión y la persecución. Pasa
lo mismo para el trabajo asalariado: la cuestión no es ¿quién me dará empleo?
sino ¿cómo hará para vivir y comer el capitalista cuando otros no trabajen ya
para él? ¿cómo hará para seguir siendo rico si no tienen pobres que lo sirvan,
atiendan y trabajen para él? ¿Y adónde irán su patrimonio personal, su propiedad
y el excedente apropiado de modo privado? Sencillamente a manos… ¡de los
trabajadores! El patrimonio personal se habrá transformado en colectivo, la
propiedad será social y el excedente será apropiado y distribuido conforme a
las nuevas leyes de la nueva sociedad, por tanto de acuerdo con las decisiones
de quienes los producen.
Y sí, lamentablemente muchas personas cultas y políticamente conscientes se
asustan y parecen retroceder espantadas ante el planteo; cuando a poco se van
quedando sin fundamentos y ven que deben aceptar la consigna, les llega otra
vez el freno: ¿y los problemas, los obstáculos, la guerra que eso desataría,
etc.? ¡Y claro que es así! ¿o abolir el esclavismo y la servidumbre fue un
camino de rosas y se abolieron de forma armónica y concertada entre hombres
sabios?
Teoría del Trabajo Asalariado III
1.- La abolición del Tw y el movimiento comunista internacional
“En vez del lema conservador de ¡un salario justo por una jornada de trabajo
justa! deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: ¡abolición
del sistema del trabajo asalariado!” (Marx-Engels, O.E. Moscú. Salario, precio
y ganancia, p. 434).
La consigna teórica-política del epígrafe no fue recogida por los movimientos
políticos socialistas revolucionarios en sus Programas y documentos liminares
ni antes de asumir el poder político ni tampoco una vez asumido el mismo,
planteándolo al menos como objetivo ineludible y definitivo una vez superadas
las instancias político-sociales más duras en la construcción económica de las
nuevas relaciones.
En el Preámbulo de la Constitución cubana de 1976, por ejemplo, se puede leer
en un fragmento: “De que sólo en el socialismo y el comunismo, cuando el hombre
ha sido liberado de todas las formas de explotación: de la esclavitud, de la
servidumbre y del capitalismo, se alcanza la entera dignidad del ser humano; y
de que nuestra Revolución elevó la dignidad de la patria y del cubano a
superior altura”. Se refiere a la liberación de todas las formas de
explotación: de la esclavitud, de la servidumbre y… del capitalismo ¿cómo del
capitalismo? La frase debería terminar “y del trabajo asalariado” ya que así lo
exige la lógica del razonamiento. Para que pueda tener sentido y consistencia
lógica la referencia al capitalismo debería decir entonces que: “… cuando el
hombre ha sido liberado de todas las formas de explotación: del esclavismo, del
feudalismo y del capitalismo”, tal como está la redacción parece expresar todo
un síntoma de inconsciencia teórica: la ausencia sobre el tema decisivo del
trabajo asalariado en los procesos de cambios sociales de la lucha socialismo
versus capitalismo que caracteriza la historia humana de más de un siglo.
Se vuelve notoria y llamativa, entonces, esa ausencia del concepto central que
determina sin ambigüedad la superación de la sociedad burguesa: abolición del
trabajo asalariado, porque tal como las experiencias más importantes de cambio
socialistas muestran (URSS; China, países socialistas europeos post-segunda
guerra mundial), eliminar la propiedad privada capitalista es una condición
necesaria importantísima pero no es suficiente; concentrar la propiedad en el
Estado y continuar con el trabajo asalariado se ha revelado como una modalidad
de concentración y acumulación de capital que finalmente pugna por recrear la
clase burguesa y la propiedad privada tanto fuera del Estado como de la misma
propiedad pública, aun cuando al sistema se lo etiquete de socialista; en
cambio la abolición del trabajo asalariado significa quitar la base fundamental
sobre la que se estructura el modo de producción capitalista y abrir la
transición al “modo de producción del trabajo asociado” como lo teorizó Marx.
Sin el trabajo asalariado la sociedad burguesa y el capital se desploman, son
imposibles; confiscando la propiedad privada sin abolir el trabajo asalariado,
el resurgimiento del dominio burgués acecha de manera constante y objetiva. La
estructura social real que genera ese resurgimiento consiste en: mantener la
escisión entre propiedad y trabajo. La propiedad estatal definida como
propiedad social es una modalidad de acumulación de capital: en un polo se
concentran los medios de trabajo, medios de producción, medios de subsistencia
y del patrimonio dinerario en manos de los no-trabajadores (Estado-dirigencia
gobernante), y en el otro polo se concentran los trabajadores como
no-propietarios de hecho, quienes sí ponen en movimiento todo el andamiaje
inerte de las condiciones objetivas del proceso de producción; el trabajo vivo
de la clase asalariada (trabajo asalariado) inyecta la savia que fructifica en
la masa de productos finales y su valorización.
¿Cuál puede ser la razón tan poderosa de esta ausencia por la que en toda la
historia del Movimiento Comunista Internacional no aparezca bajo ningún
concepto el objetivo histórico revolucionario fundamental para la superación
irreversible de la sociedad burguesa: la abolición del trabajo asalariado? El
quid no puede residir sino en una clave histórico-política de importancia
mayúscula que el análisis de clase no puede dejar a un lado: las luchas contra
la burguesía, el capital y el imperialismo, desde hace un siglo, aparecieron,
triunfaron y luego retrocedieron en los países y regiones periféricas del
capitalismo central, esto es, no en las sociedades más desarrolladas, con un
proletariado maduro políticamente, socialmente extendido y liderando las
luchas, sino en las sociedades más atrasadas.
En aquellos países en que triunfaran las fuerzas proletarias (Rusia, China,
Cuba, Viet-Nam, Corea del Norte, Yugoslavia, etc.), las dirigencias debieron
hacerse cargo ineludiblemente de la planificación y desarrollo de las nuevas
relaciones sociales en condiciones de inferioridad económica, técnica,
científica y de escasa fuerza proletaria en la estructura de la sociedad.
Se imponía entonces construir aceleradamente las condiciones materiales para
suturar la brecha económica respecto del capitalismo más avanzado, generando y
expandiendo además la clase social trabajadora portadora de los cambios puesto
que en tales países existía el predominio del campesinado y la pequeña
burguesía urbana antes que el proletariado asalariado; otras eran las tareas
inmediatas e impostergables antes que proceder a la abolición del trabajo
asalariado cuya dimensión socio-económica era muy exigua. Pero este objetivo
nunca debió desaparecer para llevar a cabo la construcción de la nueva
sociedad.
Es una situación histórica extremadamente curiosa: ni Lenín, Trotsky, Bujarin,
Preobrazhensky, Luxemburgo, Gramsci, Lukács, sólo para hacer mención de los más
grandes pensadores y actores del marxismo teórico-revolucionario, señalaron y
propusieron esta clave decisiva para suprimir la burguesía y el capital a
partir de haberse quebrado la cadena imperialista por su eslabón más débil:
Rusia. Repasando la historia de lucha de los pueblos y sus dirigencias en los
procesos anticapitalistas el peso mayor de la consigna fue: ¡expropiación de
los expropiadores! Sin alusión alguna a la cuestión del trabajo asalariado y su
abolición.
Es claro que si se expropia a los capitalistas y los medios de producción pasan
a ser efectivamente propiedad de los trabajadores como trabajadores asociados y
dueños de tales medios de producción de inmediato cesa el trabajo de ser
asalariado y no se requiere abolición alguna mediante una decisión
jurídico-política; el proceso deja de ser proceso capitalista de producción.
Pero cuando esto no sucede, o sea, cuando se cumple sólo una parte de la
expropiación (confiscación) y no la otra, o sea la apropiación de los medios de
producción por los trabajadores (eliminación del trabajo asalariado), pero
concentrándolos en el Estado, lo que se hace es dar lugar a una variedad de
explotación asalariada de la Ft por una modalidad nueva que adquieren los Mp
ahora como capital estatal: ¡no hay nueva sociedad, no hay socialismo! porque
no hay modificación en el modo de producción; en consecuencia la consigna
teórico-política de Marx revela toda su fuerza y esencia al no cumplirse la
“supresión” del trabajo asalariado.
2.- Abolición del trabajo asalariado como concepto concreto
Ahora estamos en condiciones de advertir que el cambio de la situación del
trabajador en el proceso de producción; i.e., la eliminación de su carácter de
asalariado por tanto de no-propietario de los medios de producción bajo el
capitalismo, ipso facto implica la mutación completa en la propiedad de
aquellos medios de producción porque sin el trabajo asalariado el capital sería
nada, sin la subsunción del trabajador al capital no habría propiedad privada
capitalista. Plantearse las cuestiones referidas a la propiedad (expropiar,
confiscar) del capital pero continuar con el trabajo asalariado es un paso
adelante sin dudas, pero sólo un paso y de lo que se trata es de dar el paso
que asegure el tránsito hacia adelante y no recreando condiciones para
retroceder: sólo la abolición del trabajo asalariado asegura tal paso y al
mismo tiempo la imposibilidad de su retroceso ¿Por qué? Porque la mutación del
trabajador de asalariado en asociado implica el cambio de las relaciones de
propiedad y de producción; eliminar la propiedad privada capitalista
reemplazándola por la propiedad estatal siguiendo con el trabajo asalariado,
repetimos, es mantener una variedad de propiedad privada que lleva
indefectiblemente a que los medios de producción sigan siendo capital y a que
quienes los administren se resuelvan en propietarios y entonces todo marche
hacia atrás.
La abolición del trabajo asalariado es la clave de superación de la sociedad
burguesa y del dominio del capital sobre ella porque contiene el cambio de los
trabajadores como no propietarios en trabajadores asociados como propietarios,
estos y no el Estado propietario es el auténtico cambio en la formación
económico-social. Lo cual permite entender porque cuando se acomete el estudio
y exposición del paso de una sociedad a otra se pierda el rumbo ocupándose
detalladamente a veces de cuestiones como la administración, la gestión de la
propiedad (del Estado, comunales, cooperativas, etc.) pero nada se dice sobre
qué pasa con el trabajo asalariado. Esto se desliza inadvertido e inabordado.
Abolición del trabajo asalariado es el concepto concreto que concentra la llave
maestra para examinar lo demás problemas de la transición con claridad
meridiana ordenando el cuadro fundamental de decisiones políticas y económicas
de los procesos revolucionarios antiburgueses.
Este aspecto de concepto ausente es posible de ser advertido en un fragmento
notable de F. Engels en el Resumen que él mismo redactara de una parte de su
Anti-Dühring bajo el título Del socialismo utópico al socialismo científico,
texto este leído por millones de lectores en el mundo, y mucho más leído que el
propio Anti-Dühring; en el penúltimo párrafo subtitulado “Revolución
proletaria” dice que es la
…solución de las contradicciones: el proletariado toma el poder político y, por
medio de él, convierte en propiedad pública los medios sociales de producción,
que se le escapan de las manos a la burguesía. Con este acto, redime a los
medios de producción de la condición de capital que hasta allí tenían y da a su
carácter social plena libertad para imponerse. A partir de ahora, es ya posible
una producción social con arreglo a un plan trazado de antemano. El desarrollo
de la producción convierte en un anacronismo la subsistencia de las diversas
clases sociales. A medida que desaparece la anarquía de la producción social,
va languideciendo también la autoridad política del Estado. Los hombres, dueños
por fin de su propia existencia social, se convierten en dueños de la
naturaleza, en dueños de sí mismos, en hombres libres (F. Engels, Del
Socialismo utópico al socialismo científico; Editorial Progreso, Moscú, 1966,
p. 153).
Por supuesto que en el pensamiento de Engels está el que los medios sociales de
producción dejen de ser capital cuando sea haya abolido el trabajo asalariado,
pues de lo contrario no podrá transformarse la propiedad privada capitalista en
propiedad social y el trabajo obrero en trabajo asociado ni tampoco, por tanto,
la desaparición de las clases, pero no está explícitamente formulada, no figura
contundentemente como la precondición esencial para que la revolución
proletaria alcance la superación de la sociedad del capital, es un concepto
ausente.
Emprender la abolición del trabajo asalariado a fondo es lo que despeja de una
vez por todas el proceso de producción como proceso social al hacer que
desaparezcan el capitalista y el capital, porque los trabajadores ya no
trabajan para aquellos, ya no son expropiados; claro es ahora que los
trabajadores, en las nuevas condiciones, se enfrentan a una novísima situación:
trabajar de modo asociado, sin órdenes, planes, objetivos de producción, venta,
ni vigilancia ajena, y que las nuevas entidades laborales se articulen en una
nueva estructura socio-productiva como una sola potencia colectiva mediante
órganos de planeación local-provincial–nacional, recogiendo en herencia los
avances que en estas materias se realizaron bajo la antigua sociedad; pero no
menos cierto será que ahora los nuevos propietarios se enfrentarán a, porque
surgirán inevitablemente, nuevos problemas, nuevas incógnitas, nuevos modos de
organización productiva, de capacitación, de gestión, que exigirán nuevas
respuestas que hoy no se pueden sino mencionarlas como tanteos y búsquedas,
siendo ocioso y sin sentido querer detallarlas. Se tratará de otra lógica
social y productiva.
Que el capital dominara y sometiera al trabajo asalariado le demandó a la
burguesía siglos de conflictos y convulsiones socio-políticas hasta poder
pararse sobre sus propias fuerzas económicas y erigirse en dueña y señora de la
sociedad; y para hacerlo, paralelamente a la penetración de las viejas formas
feudales de producción por medio del dinero y del comercio, debió ir
subvirtiendo precisamente esas formas por sus propias formas de producción
burguesas: liberar al trabajador de las cadenas de la esclavitud y de la
servidumbre para ponerlo a disposición de su propia estructura de subordinación
y de producción. Es éste el punto clave del cambio social: el cambio en la
organización del trabajo, que es el cambio del modo de producción.
Digamos además que la burguesía, social e históricamente, provenía de los bajos
fondos del medioevo, era despreciada, discriminada, insultada, injuriada por
ocuparse de tareas indignas de los hombres nobles y de las altas esferas sociales;
plebeya, maloliente, soez, rústica, disolvente y al mismo tiempo altisonante y
pretenciosa; en sus momentos de mayor empuje y enriquecimiento para quitarse
todas aquellas ofensas se dedicaba a comprar títulos de nobleza y en algunos
casos convertirse en prestamista de Monarcas y aspirantes a serlo, como también
de dignatarios eclesiásticos y hasta del mismo Papa. Dicho de otro modo: la
burguesía que hoy se ve no produjo un cambio cultural fulminante y eficaz de
inmediato; no fue siempre perfumada, organizada, eficiente, culta, elegante,
pundonorosa y sobre todo exitosa: todo esto vino con el tiempo, el dinero y el
aprendizaje contra propios y extraños de cómo moverse, pero desde sus humildes
y bajos orígenes fue siempre tramposa, cínica, sanguinaria, criminal y ladrona.
Pues bien, de la misma manera ocurrirá con los trabajadores asociados sin pizca
de asalariado; abrirán estos una nueva etapa, una nueva cultura de relaciones
humanas, compleja, extendida en el tiempo y plena de interrogantes impensados
hoy, de avances y retrocesos, pero en la cual nada habrá de irresoluble, los
trabajadores en esas nuevas condiciones construirán nuevas soluciones; después
de todo deberán hacer como hizo la burguesía y como hace siempre la humanidad
ante las encrucijadas socio-históricas: ¡on s´engage et puis on voit!
(Napoleón), algo así como “luchemos y luego vemos”. Lo que los hombres hacen,
son los hombres quienes deshacen para volver a hacer otras nuevas relaciones
que son las que avizoran y construyen lo porvenir, no existe predestinación
sobrehumana (divina) ni natural claro está.
* Fernando Hugo Azcurra, profesor en Ciencias Económicas.
Email: hazcurra89@gmail.com
Fuente: https://tarcoteca.blogspot.com/2021/03/marx-y-la-abolicion-del-trabajo.html?m=1
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