Fecha de publicación 21 de abril de 2021
La pandemia por Covid 19 ha actuado como detonador de una gigantesca crisis que se venía gestando hace tiempo. Quince meses después de su inicio, a pesar de que sus dramáticas consecuencias exigen poner todos los recursos de la sociedad al servicio de la supervivencia colectiva, constatamos que:
- El estallido de la crisis, que ha aumentado la riqueza de los más ricos hasta en un 86%, ha dejado sin trabajo a millones de personas, muchas de ellas sin contrato y por tanto sin protección social de ningún tipo. El hundimiento de las condiciones de vida ha asolado los barrios obreros y coloca al borde del precipicio, sin esperanza alguna, a la juventud.
- También la Covid 19, como todas las epidemias a lo largo de la historia, ha golpeado masivamente a la clase obrera en la que se amontonan todos los «factores de riesgo». La situación es aún más dura para las mujeres trabajadoras, en las que es más intensa la precariedad, las difíciles condiciones de vida y que además concentran el trabajo en el sector de cuidados a personas con más riesgo de contagio.
Donde vive y trabaja el pueblo se acumulan las viviendas pequeñas y de mala calidad, hay hacinamiento en los transportes, el aire está viciado en los lugares de trabajo, la gente está agotada por largas jornadas laborales, abunda la malnutrición, etc,. Es allí donde se multiplica el Covid y todas las enfermedades. Y no se ha hecho absolutamente nada para mejorar una situación que, por el contrario, empeora día tras día.
- Todas las decisiones de todos los gobiernos, central y autonómicos, todas las emergencias y estados de alarma, han hincado la rodilla ante el altar sagrado de la propiedad privada. El mantra secreto del negocio del capital antes que la vida se impone con mano férrea: los despidos son masivos, los desahucios continúan, los cortes de agua, gas y luz por impago se siguen produciendo, el fracaso escolar se ceba en la juventud y jubilados y pensionistas, pasto de un exterminio programado en las residencias, ayudan a sobrevivir con sus precarias pensiones al conjunto de la familia.
- Los Fondos de Reconstrucción de la UE, tal y como han acordado todos los gobiernos, irán a parar a la «colaboración público-privada», es decir, a aseguradoras privadas y grandes multinacionales. Y esos miles de millones de dinero público, que pagaremos todos como Deuda, llegarán a condición de nuevas contrarreformas laborales y más recortes y privatizaciones en las pensiones y servicios públicos.
- Tras la hipocresía de los aplausos y las alabanzas, la sanidad pública continúa su desmantelamiento en plena pandemia, a mayor gloria del negocio de la privada. Ni un euro de los gastos extraordinarios ha ido a aumentar los recursos públicos que ya agonizaban tras los recortes de 2008 que nunca se recuperaron. Todo lo contrario. Con el pretexto de la «emergencia» se han adjudicado a dedo todo tipo de contratos: rastreadores, PCRs, vacunas, concertación con clínicas privadas de las gigantescas listas de espera, etc.
- El resultado otra vez lo paga la clase obrera, es decir, todos quienes vivimos de nuestro salario. Mientras los seguros privados hacen su particular agosto (más de 9.000 millones de facturación en 2020), se dispara la mortalidad evitable por diagnósticos tardíos de cáncer y otras enfermedades.
Sólo quien no tenga ojos o neuronas no caerá en la cuenta de que el inmenso dolor de las familias trabajadoras por sus muertos por Covid y por la destrucción masiva de sus condiciones de vida está siendo aprovechado por el gran capital para forrarse a manos llenas, todavía más, con dinero público.
Y sabemos que lo peor está por venir, cuando se acaben los ERTEs, y la desesperación de millones sea el caldo de cultivo para más agresiones, más recortes y más represión.
Basta ya de dejarse embaucar con falsas esperanzas de que las cosas cambiarán cuando gobiernen otros. El ejemplo de la sanidad es bien claro: la sanidad pública se hunde mientras la privatización avanza amparada por leyes como la 15/97, aprobadas conjuntamente por PP, PSOE, PNV, CiU y Coalición Canaria. Los nuevos, Unidas Podemos en sus diferentes versiones, ERC, Bildu, etc, aún no han hecho nada para cambiar la situación. Además tras año y medio de gobierno «progresista» no se ha tocado ni la reforma laboral, ni la ley mordaza, ni siquiera «en sus aspectos más lesivos», mientras el Ingreso Mínimo Vital ni siquiera llega a ser testimonial.
La dolorosa experiencia vivida, y lo que se nos avecina, nos impiden seguir engañándonos.
Sólo la fuerza organizada del pueblo puede colocar las prioridades de la vida por delante de los negocios del capital.
Organizar la lucha para recuperar lo que es nuestro: ése es el único camino.
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