Han pasado más de dos semanas desde el 6 de junio, fecha de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, y la autoridad electoral peruana aún no ha proclamado oficialmente al ganador, Pedro Castillo.
23/06/2021
Son horas de alta tensión en Perú. Han pasado más de dos semanas desde el 6 de junio, fecha de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, y la autoridad electoral peruana aún no ha proclamado oficialmente al ganador, Pedro Castillo, candidato de la formación de izquierda “Perú libre”. En base al total de votos contabilizados, Castillo lleva la delantera por unos 44.000 votos (50,12%), frente a Keiko Fujimori, la “candidata de la vergüenza” y de la mafia que se detuvo en el 49,88%. El resultado entrega un país partido en dos como una manzana, con una profunda crisis institucional, más de 190.000 muertos por la pandemia, una corrupción rampante, un profundo clasismo (particularmente contra los pueblos originarios) y las secuelas de un extractivismo salvaje con muertos, heridos y detenidos.
Pero no hay 2 sin 3 y esta es la tercera vez consecutiva que Fujimori es derrotada, después de 2011 y 2016.
Según el guión latinoamericano (y de Trump), el “subversivismo de las clases dominantes” está en escena: la oligarquía blanca, el fascismo peruano y la derecha internacional no se resignan a la derrota, lloran fraude y hace tiempo activaron un plan para no reconocer la voluntad popular. Incluso antes de la segunda vuelta, el bloque social formado por la oligarquía, los latifundios mediáticos, sectores de las Fuerzas Armadas y del poder judicial, junto con el gran empresariado, lanzaron una campaña de odio anticomunista y falsas acusaciones de apoyo al terrorismo contra Castillo y el resto de la izquierda.
La estrategia golpista
En las últimas semanas, el nerviosismo ha crecido en Washington y, gracias a las sugerencias de “los amigos del Norte”, la “señora K” había invitado, en vano, al terrorista venezolano Leopoldo López para ayudar en la campaña electoral contra el “castro-chavismo”. De nada sirvieron los llamamientos anticomunistas de Vargas Llosa a favor de la señora K, a pesar de su vuelta de carnero. Tampoco sirvió el llamamiento de 23 ex presidentes de la derecha para que fueran admitidas las “denuncias de K” (fuera de tiempo) por “fraude” y no reconocer la victoria de Castillo. Esfuerzos que no sirvieron para evitar la derrota en el “patio trasero” de Estados Unidos, en el enésimo país latinoamericano que busca liberarse del control imperial.
Hoy, la señora K, la “mafia fujimorista” (y Vargas Llosa), tratan de impedir que Castillo sea proclamado presidente el próximo 28 de julio, con descaradas maniobras golpistas. Y también, para ahorrarle 30 años de prisión por corrupción a Keiko Fujimori, acusada en varios juicios en su contra.
Para ello, utilizan una estrategia de “guerra asimétrica” dirigida por el tristemente célebre Vladimiro Montesinos (ex jefe de los servicios secretos, hoy en la prisión dorada de la base naval de Callao) y la CIA.
Es una estrategia que se apoya en varias jugadas, entre ellas el puntual y sangriento ataque contra la población que se atribuyó inmediatamente a Sendero Luminoso (formación prácticamente desaparecida desde hace años) pocos días antes de las elecciones.
En esta lista no exhaustiva, en un primer momento han tratado de retrasar al máximo, y por cualquier medio, el recuento de votos para evitar la proclamación de Castillo, lo cual no condujo a nada por la diferencia de sufragios, admitida por las propias autoridades electorales.
Visto el mal resultado, empezaron a pedir nuevas elecciones “por fraude”, sin una pizca de pruebas y en total desconocimiento de las leyes y de la Constitución peruana (promulgada por el padre de Keiko, Alberto Fujimori, golpista, corrupto y genocida, actualmente en la cárcel), tratando de ejercer presiones de todo tipo sobre la autoridad electoral. Para ello, la Sra. K ha contratado a los más famosos abogados, con honorarios millonarios.
En las últimas semanas se ha intensificado la campaña de odio, miedo y falsas acusaciones de “terrorista” contra Castillo, con el apoyo de los medios de desinformación, regados por abundantes flujos de dinero. Una campaña que resultó contraproducente ya que, por el contrario, provocó el rechazo de la mitad de la población, de la escasa prensa independiente y no corrupta, de los observadores internacionales (incluida la misma OEA pro-golpista, dirigida por Almagro).
Al mismo tiempo, han volcado a las calles a sus simpatizantes, los ricos convencidos (los mismos que obligan a sus empleadas domésticas a que carguen sus pancartas de protesta contra Castillo y el comunismo) y algunos sectores populares engañados. Con esto buscan un enfrentamiento físico con los “ronderos” campesinos y con los que se han movilizado hacia Lima desde todo el país. Se trata de provocar caos, muertos y heridos, y hacer intervenir a la policía para “poner orden”. Pero, a pesar de las provocaciones, ni siquiera eso ha dado resultados hasta ahora.
Para no ser menos, también intentan dar un golpe institucional para anular las elecciones, mediante maniobras parlamentarias y el nombramiento de un nuevo Tribunal Constitucional, en manos de un parlamento cuyo mandato expira en un mes.
Ruido de sables
Dulcis in fundo, se agita la subversión en las Fuerzas Armadas, empujando a los militares retirados (muchos de los cuales habían apoyado a Montesinos en marzo de 1999, como el Almirante Jorge Montoya) a pronunciarse contra el “caos político”. Puntual como un buen reloj, el pasado 15 de junio, un comunicado de ex-militares de derecha de las tres armas, llamó a un levantamiento militar contra Castillo. Entre bambalinas, actúa el general retirado Otto Guibovich, ahora diputado de Acción Popular, partido del otro golpista Manuel Merino, destituido por las movilizaciones estudiantiles de noviembre de 2020. El comunicado provocó la dura reacción del actual presidente Francisco Sagasti, que pidió que la justicia actuara contra los firmantes.
No hay que subestimar este ruido de sables, posible antesala de un golpe de Estado del siglo XXI, con el aval del Pentágono y la CIA, para hacer imposible el gobierno del maestro Castillo, calificado como “comunista, terrorista, incapaz y confiscador de la propiedad privada”. Un posible golpe que no hay que descartar, a pesar de las dificultades nacionales e internacionales.
Pero les guste o no a las clases dominantes, Castillo debería ser proclamado presidente el próximo 28 de julio. A diferencia de Garabombo, (personaje de la hermosa novela del difunto Manuel Scorza, que se volvía invisible a los ojos de los poderosos para defender mejor los derechos de los pobres), hoy los invisibles tienen un rol protagónico y se han manifestado en la candidatura de un maestro de primaria de los Andes peruanos. Son los excluidos de siempre, del campo y de las periferias urbanas, empobrecidos por el modelo capitalista, neoliberal y extractivista, que tienen poco que perder, porque poco o nada tienen. Están entre los principales protagonistas de la revuelta contra los poderes fácticos, contra los mafiosos que han gobernado el país en las últimas décadas con el “piloto automático” de la Constitución aprobada en 1993 por el golpista Fujimori.
Entre bastidores, la Casablanca corteja a los halcones golpistas y busca frenéticamente nuevas y más eficaces estrategias. Lo hace hoy con el “nuevo rostro” de Biden, los fallidos intentos del converso Vargas Llosa (una vez literato y otras político), la mafia de Miami y congresistas como Marco Rubio, que siempre han estado en primera fila para atacar los procesos de transformación del continente, con la trillada propaganda de “libertad vs. comunismo”.
Las prioridades del maestro Pedro Castillo
Si finalmente es proclamado presidente, Castillo propone el camino a una nueva constitución, que devuelva el protagonismo al Estado, tanto en términos de políticas públicas incisivas, como de regulador del mercado, para pasar de una “Economía Social de Mercado” (según la constitución golpista) a lo que su programa llama una “Economía Popular con Mercados”. Se trata de un cambio de modelo que propone medidas urgentes para los primeros 100 días. Entre las prioridades están la lucha a fondo contra la pandemia; la reactivación del empleo y de la economía popular; un proceso progresivo hacia la segunda reforma agraria; un sistema impositivo justo para las grandes empresas (que hoy evaden descaradamente); y la convocatoria de un referéndum constituyente con un gran diálogo nacional y popular. En otras palabras, las prioridades inmediatas del futuro gobierno de Pedro Castillo serán la campaña de vacunación y la reactivación económica, con el objetivo de crear puestos de trabajo, especialmente en el campo y para las pequeñas y medianas empresas.
Lejos de ser una quimera, lo propuesto por Castillo son medidas urgentes y necesarias para cambiar el destino del pueblo peruano.
Sin embargo, son medidas que deberán ser aprobadas por el nuevo Parlamento (elegido en la primera vuelta), en que la izquierda de Perú Libre y de la coalición Juntos por el Perú no tienen mayoría. De 130 diputados, sólo pueden contar con los 37 de los primeros y los 5 de los segundos, más algunos otros que podrían aliarse, para llegar quizás a los 50. Será, por tanto, una batalla muy dura, sobre todo de cara a la posibilidad de redactar una nueva Constitución. Una batalla que sólo se puede ganar con una fuerte movilización social, como la de noviembre de 2020 y la de estos últimos días.
Mientras tanto, el acompañamiento internacional contra las maniobras golpistas en curso puede ayudar a marcar la diferencia.
https://www.alainet.org/es/articulo/212768
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