El Jurado Nacional de Elecciones resolvió caminar hacia el futuro y no dar el salto al vacío que exigiera el fujimorismo, por lo que proclamará presidente a Pedro Castillo.
19/07/2021
Héctor Vargas Haya, un antiguo y respetable militante aprista, alejado de las prácticas de sus compañeros de antaño, me hizo llegar recientemente algunas informaciones que ayudan a comprender la naturaleza del accionar de la clase dominante en nuestro tiempo.
Recordó que el 23 de septiembre de 1991 fue elevada al Congreso Nacional una Acusación Constitucional contra el entonces ex Presidente de la República, Alan García Pérez, por la comisión de dos graves delitos en agravio del Estado: enriquecimiento ilícito y contra la fe pública.
La comisión parlamentaria que investigó los hechos estuvo presidida nada menos que por Antero Flores Araoz y tuvo como vicepresidente a Rafael Rey, vocero de la Comisión. La encargada de sustentar los cargos fue una entonces joven y beligerante parlamentaria, Lourdes Flores Nano. El golpe del 5 de abril, que marcó el cierre del Congreso, acabó el caso.
Las curiosidades de la vida nos mostraron que esos personajes, en el segundo gobierno de García, se volvieron sus ministros y luego sus acólitos, desempeñando, además de sus carteras, puestos como embajadores, y candidata ella a la primera magistratura de la Nación.
Fracasaron por cierto en todas esas aventuras, pero ciertos jugosos beneficios alcanzaron. Y tantos que hoy añoran su “legado”, y se asocian con sus seguidores, formando parte del cortejo de Keiko Fujimori.
Esta última, en la antesala de su derrota, recuerda y aplica la vieja fórmula aprista de la “escopeta de dos cañones”, esa que en su momento impulsara el mismísimo Víctor Raúl, para hablar ante las masas de una tumultuosa Revolución Popular; y diseñar al mismo tiempo y ante los poderosos una genuflexa acción de gobierno, destinada a preservar los privilegios de los ricos.
Hoy Keiko, como el cuy que no encuentra la puerta de salida al cubil en que se encuentra, combina también sus acciones. Por un lado, alienta a sus destacamentos más activos –“la resistencia”, “La Insurgencia”, “Los Patriotas”, “Los combatientes” y algunos más-, a tomar por asalto Palacio de Gobierno y “castigar” al presidente Sagasti por no acatar las directivas que le diera para pedir a la OEA una “auditoría electoral”; y por otro, y en reverso, como Canonesa de la Orden y con los aires de la Virgen de la Macarena, enciende velitas, reza el rosario y pide al cielo, con fervor y con lágrimas, que anule los votos de Pedro Castillo, y le otorgue a ella la victoria, para que se libre de la cárcel.
Asegura que si allí no le hacen caso, terrenal como es, recurrirá a la Corte Internacional de La Haya en demanda de “justicia”, a ver si le liga. Pareciera que, para su caso, no necesita abogados, sino psiquiatras. Y con urgencia.
Los disturbios protagonizados en los últimos días en los alrededores de la Casa de Gobierno, fueron en alguna medida, expresión de todo ello. Se programaron para comenzar el 10 de julio. Debían llegar del interior del país 500 buses con 60 personas cada uno.
Debían “sitiar” Lima desde el sur, y desde el norte. Y copar también la carretera central por Porkona hasta Vitarte. Arribar a las inmediaciones de Palacio la noche del 13, y asediar al Jefe del Estado notificándole para que “se rinda”, y no le ocurra lo que a su homólogo de Haití, previsto para el día siguiente, bajo la orientación de Phillips Butthers.
Nos hablaron por redes de tres millones y medio de personas encabezadas por el Premio Nobel de Literatura que, el 14 de julio –fecha emblemática de la Revolución Francesa- tomaría -como si fuera La Bastilla- la sede del gobierno peruano a fin de acabar con la voluntad ciudadana que optó por un gobierno presidido por Pedro Castillo el pasado 6 de junio. Fue, casi, una bravuconada más.
Es claro que ya perdieron en todos los terrenos. Y lo que ahora buscan desesperadamente es un muerto, cualquier muerto, pero uno que les sirva para justificar sus tropelías. Hasta en eso se parecen a los que operan en Miami y claman también por un muertito para poder decir que en Cuba “hay dictadura”.
Bien podría decirse que las cartas están echadas. Fracasaron en toda la línea cada una de las seis estrategias diseñadas por la mafia. Todo indica que, a más tardar el martes de la semana que se inicia, se habrá cantado el fin de esta historia.
En tanto cabe preguntarse por qué “la prensa grande” y la “tele” envilecida persigue cada día a Pedro Castillo y a sus allegados, preguntando quiénes habrán de ser sus ministros, y no acosa por igual a la señora Fujimori preguntándole lo mismo. ¿No dicen hasta hoy que “aún no se sabe” finalmente si será “Presidente o Presidenta” quien resulte proclamado o proclamada?
Ya terminaron también las especulaciones de los medios” al servicio de la clase dominante. El Jurado Nacional de Elecciones venciendo miedos y resistencias, resolvió caminar hacia el futuro y no dar el salto al vacío que exigiera el Keikismo.
No hay que dejarse ganar, sin embargo, por el triunfalismo. Los días más difíciles, habrán de comenzar. Y no sólo cargados de violencia. Ya en la antesala de la derrota, la mafia no se siente vencida. Y eso no cambiará más adelante.
Para enfrentarla exitosamente, hay cuatro palabras: unidad, organización, conciencia y lucha. El asunto estriba en convertirlas en realidad concreta. Será esa la diferencia entre la vida y la muerte.
https://www.alainet.org/es/articulo/213121
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