domingo, 22 de agosto de 2021

EL IMPERIALISMO Y EL GOLPE BLANDO, IZQUIERDA SOCIALISTA Y LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE, LAS TAREAS DEL PRESENTE.

Gracias por la información. La verdad es que el fascismo ya le dió el golpe al gobierno de Castillo. El pueblo totalmente desarmado, sin cabeza, sin movilización. ¿Dónde están todos los que gritaban por la democracia contra Merino? Esperando, seguramente, que destituyan a los nuevos ministros y funcionarios que hace un tiempo demostraron machismo, anti-LGBT, etc., pues esas funciones las deben asumir los intelectuales demócratas. Además, el gobierno acobardado, asustado por los señores. Pobre izquierda. Nadie, absolutamente ninguno de los conocidos caviares ha ligado la defenestración de Béjar al ajedrez del imperialismo. Es más, el imperialismo no existe; solamente demócratas y terroristas antidemócratas. Clases sociales no existen (¿qué es eso? ¿¡Clases sociales!? Quizás en el siglo XX). La lucha, para esta pequeña burguesía es entre el pueblo que ansía democracia y la dictadura (tal como lo promueven sus financiadores Soros, la NED, USAID, etc.) Quieren igualdad, pero no la igualdad en la empresa. Eso sí, no hay que tocarlo, sobre todo si se tiene en cuenta el éxito de la economía (neoliberal) peruana, éxito que se mide con los consabidos conceptos (anteojeras) de la economía burguesa que ocultan la bárbara explotación de la fuerza de trabajo (PBI, equilibrio monetario y otras sandeces por el estilo). 

La tarea es recomenzar por donde comenzó Mariátegui. Hay que estudiar el Perú; la ideología burguesa ha desarmado y dividido totalmente al proletariado (un concepto que los intelectuales de la burguesía consideran pasado de moda), etc., etc. Hay que trabajar la identidad de la clase trabajadora, fortalecer y en muchos casos crear sus organizaciones de base. Muchas de estas organizaciones están tomadas por dirigentes que se han convertido en un lastre para el movimiento popular, que viven de estas organizaciones y actúan incluso con carácter mafioso.

La tarea es ciclópea y exigirá mucho sacrificio.

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Gracias por el pronunciamiento de Izquierda Socialista[1] (véase al final). Es una buena idea. La movilización por la Asamblea Constituyente puede no coronarse con éxito, pero la movilización en sí puede y debería convertirse en una excelente escuela de lucha y esclarecimiento, aprovechando los márgenes de democracia que la reacción fascista-imperialista aún no ha copado. Y esto es hoy lo más importante; lo que era el lema de la izquierda revolucionaria en decenios precedentes: estudiar y luchar. Estudiar la realidad peruana, estudiar los clásicos revolucionarios, estudiar los instrumentos y modalidades de los enemigos de la clase trabajadora peruana, estudiar la realidad mundial, estudiar los movimientos revolucionarios de otros países pero partiendo de nuestras propias exigencias y teniendo como meta la revolución en nuestro propio país, estudiar con fines revolucionarios sin empantanarse en el academicismo formalista y estéril; luchar por la creación y fortalecimiento de las organizaciones de clase, dotarse de una dirigencia revolucionaria consecuente y esclarecida, dar la lucha ideológica con argumentos resultantes de nuestro estudio e investigación, reavivar, reactualizar y difundir el programa de Mariátegui. Estas son unas poquísimas tareas a cumplir. Las antiguas capillas de izquierda no están en capacidad de asumir estas tareas. En realidad, casi ya no existe más que sus ruinas; tenían su mirada y alma completamente absorbidas en la contemplación y seguidismo de las luces de los faros internacionales, fuesen éstos los tradicionales centros socialistas o los de la socialdemocracia europea revestida de nueva izquierda (el faro de los demócratas pequeño-burgueses, caracterizados por su defensa de una democracia neoliberal anti-comunista, anti-marxista y la práctica divisionista del identitarismo burgués).

La tarea es enorme. Pero, si bien la caduca izquierda tradicional, burocrática, está en ruinas, hay felizmente jóvenes que se han percibido ya del verdadero trasfondo de la lucha; quedan revolucionarios de la antigua izquierda que pueden aportar enormemente a esa lucha, como es el caso  (por citar sólo un par de ellos, conocidos) de Héctor Béjar y Gustavo Espinoza; y también hay sinceros demócratas que -como puede verse en algunas redes sociales y programas en línea- sin identificarse con el pensamiento marxista y aún criticándolo en muchos temas, pueden y de hecho están aportando enormemente a la construcción de una patria socialista.

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En realidad, es muy temprano para "dar la espalda" al gobierno. Pero es igualmente muy temprano para que el gobierno se eche y ponga su espalda sobre el piso. El movimiento popular debe sostener a este gobierno, pero este gobierno debe estar presto a movilizarlo y enfrentar a la derecha sin caer en formalismos leguleyescos. La forma como se ha dejado caer y se ha despedido a Béjar, sin ni siquiera darle oportunidad de responder y más bien tratando de complacer al fascismo, es una vergüenza que dice mucho del poco ánimo combativo del gobierno. Y para colmo, con la clara disposición de aplacar al monstruo, sustituirlo por un reaccionario de cepa.

El sector fascista de la Marina, entrenado por la CIA, se ha zurrado en el gobierno, sin el menor respingo de éste, y éste más bien muy pronto a sumarse al coro de los que niegan el terrorismo de "la Marina" y claman contra su honor manchado. Se puede y debe mantener el optimismo y contribuir a dar soporte al gobierno, tal como en entrevista lo señala Béjar (después de su "renuncia"). Pero que se deje ayudar y no corra a apacentar a la jauría de lobos.

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Es necesario entender el voto a favor de Castillo. La monserga de los "expertos" y "analistas" es que Castillo ha salido elegido por el antifujimorismo del pueblo. Este es un análisis muy superficial que no llega al meollo de lo ocurrido. Castillo ha sido elegido pues el pueblo, a su manera, estaba harto de su miseria, del diario desprecio, del racismo, del hambre, de la delincuencia con y sin cuello de corbata, del abandono, y de muchas otras lacras del sistema del imperialismo neoliberal semicolonial que reina en el Perú desde hace casi 50 años; es decir, desde antes que la mayoría de explotados adquiriera uso de razón. Que en la Fujimori se personalizara este rechazo no es razón para pensar que el antifujimorismo fue lo central. Éstas son las apariencias de lo que ocurre en la sociedad, donde las contradicciones van como corriente profunda y sólo afloran de vez en cuando, bajo determinadas circunstancias y portando un disfraz como vestimenta. El pueblo teoriza con su movimiento, por lo que siente día a día, y realiza actos revolucionarios aún sin tener plena conciencia de ello. El pensamiento reaccionario de "expertos analistas" no entra en estos vericuetos debido a una visión estrecha, de clase, y porque tampoco les conviene en sentido práctico. Y eso es lo que ha sido cacareado por la derecha y es una trampa en la que ha caído incluso la izquierda más radical. Toda la campaña contra la reacción se centró en ataque al fujimorismo, sin analizar la intervención del imperialismo, y el juego tras bambalinas de la oligarquía empresarial peruana. El fujimorismo, a fin de cuentas, no es, para la gran burguesía oligárquica, más que una pieza descartable o al menos pasible de ser puesta en reserva, utilizable cuando y en cuanto le es útil, exactamente como lo fue Alberto Fujimori, pantalla del gobierno CIA capitaneado por Montesinos, el verdadero presidente con el que a sangre y fuego se entronó el neoliberalismo. Y la prueba es clara: hoy los sectores fascistas se valen de la organización y representación parlamentaria del fujimorismo, pero son ellos, los Montoya, López, y otras sabandijas visibles u ocultas, los que dirigen la batuta y la carga reaccionarias.

El triunfo de Castillo, pues, es un triunfo electoral que dice mucho del ánimo de las masas. Dejarse llevar por la magra diferencia en la votación es mirar en un espejo deformado, sin llegar al fondo del significado histórico. Que haya vencido así fuera por 1 voto o incluso perdido por corto margen, dice del hartazgo del pueblo contra el sistema, aunque así no aparezca en la superficie. El problema es que el pueblo está sin cabeza, dividido, sin dirigencia más allá del heroico trabajo de unos pocos que incluso pocas posibilidades tienen para nuclear y difundir su trabajo. Y éste no es un problema de dispersión de los últimos 6 meses. No se podrá avanzar si no se es consciente de que el problema se arrastra desde la defunción de Mariátegui. Ha habido altibajos, es cierto, periodos en los que el idealismo, el heroico trabajo y compromiso de muchos militantes -como el caso de Javier Heraud y Luis de la Puente Uceda, de Huamantica- permitió lograr importantes avances, muchas veces inclusive a despecho de la burocrática actividad de los dirigentes. Pero producto del seguidismo ciego de los centros del socialismo, del dogmatismo, del conciliacionismo sin norte propio, y del oportunista respeto y complacencia con la burguesía, todo se sustituyó con un activismo sin norte, sin otros principios que el cacareo de los programas socialistas de otros países, los diferentes "partidos" (realmente partidos partidos hasta convertirse en cuasi sectas) entregados a una "guerra ideológica" que permitía a la dirigencia ocultar su supina incapacidad y oportunismo burocrático. Quienquiera que osara señalar esta situación y tratara de cambiarla fue inmediatamente acusado(a) de agente de la CIA, trotskista, revisionista, extremista, conciliador con la burguesía, etc., etc. Y de tratar de destruir la organización y por ello, finalmente, de ser expulsado como la peste. Cuántos revolucionarios terminaron así bajo la rueda. Con todas estas prácticas, a esta "izquierda" le fue más conveniente sombrearse y entrar al carro de la política burguesa, parlamentaria, abandonando la lucha por dotar al movimiento popular, y a su clase proletaria, de una cabeza dirigente. Los últimos casi cincuenta años de esta izquierda están teñidos del electorerismo sin norte, con dirigentes encantados de las prebendas de su condición como "Senador de la República”, “Diputado de la República", eternos candidatos a esas prebendas que la burguesía tira a sus sirvientes.

Por todo ello es que hay que tener mucho cuidado en tirar la primera piedra, y volver a lo de siempre con acusaciones y reproches personales. El movimiento se demuestra andando y no puede haber otra prueba de la sinceridad de un revolucionario o pretendiente a serlo, o que se autotitule como tal, que su práctica. Y la crítica mutua entre quienes pretenden cumplir un rol en el advenimiento de la patria socialista, tiene que ser constructiva, ideológica, reflexionando primero en los propios errores cometidos. Qué mejor ejemplo a seguir que el que diera Lenin cuando incorporó en su gabinete como comisarios, a muchos de los que él había criticado fuertemente. Al mismo Bujarín, teórico visto en cierto momento como un posible sucesor de Lenin, le criticó una de sus obras por no entender la dialéctica. Años después del fallecimiento de Lenin, brillantes revolucionarios fueron ejecutados por traidores, agentes infiltrados, etc. La antropofagia política ha sido también muy practicada en la izquierda "clásica" peruana. Y ni qué decir de las acusaciones contra brillantes dirigentes e intelectuales socialistas (piénsese en los social progresistas como Ruiz Eldredge, Ruiz Caro, Sebastián Salazar Bondi, Montesinos), descartados por ser "socialistas cubanistas", la arrogante crítica al movimiento del MIR de Luis de la Puente Uceda y a Javier Heraud por "no actuar con las masas" ni "representar al proletariado".

El nocivo comportamiento y la falta de dominio y consistencia ideológicos en los partidos que se preciaban de revolucionarios, son también en gran parte responsables del desarrollo de la llamada Nueva Izquierda, movimientos de innegable inspiración social demócrata europea, con fraseología marxista y pretendiendo un "regreso a las fuentes", esto es, atareados con la revisión de los principios marxistas y con la división del movimiento obrero. Son estos gobiernos socialdemócratas, a los que muchos de los teóricos de la Nueva Izquierda prestaron apoyo ideológico encubierto, los gobiernos que implementaron el programa neoliberal de la Thatcher y Reagan. Aquí vociferaron -y los restos dispersos de esta nueva izquierda criolla todavía lo hacen- por la defensa de la democracia y del identitarismo, el buen gobierno a cargo de los “técnicos capaces y experimentados”, etc. Todas éstas son consignas de clase, pero de la clase burguesa, cuando son adoptadas sin el contenido propio de la clase trabajadora, máxime cuando son promovidas por las agencias financiadoras de la social democracia europea (o en el caso de los sectores más reaccionarios, por los organismos de inteligencia americanos a través de una miríada de organizaciones). Estas consignas y la ideología de la socialdemocracia neoliberal, han penetrado de cabo a rabo la intelectualidad peruana, y se dan por evidentes sin discusión. Lamentablemente, ése es otro más de los terrenos que los partidos supuestamente herederos de Mariátegui dejaron a cargo de la pequeña burguesía demo-liberal. Nada extraño, pues en estos partidos tradicionales que se pretendían herederos de Mariátegui, y acorde con su limitado desarrollo teórico y composición de clase, reinó el machismo, el sentimiento homofóbico, la carencia de democracia revolucionaria y otras taras burguesas.

En fin, los revolucionarios tienen hoy una tarea enorme entre manos. Ésta tarea -la construcción o reconstrucción de los organismos dirigentes propios de la clase trabajadora necesita tiempo y enorme y heroico trabajo para madurar. Ésta es la tarea central, el norte de la lucha revolucionaria en este periodo histórico. La tarea coyuntural central puede ser la lucha por la Nueva Asamblea Constituyente y la defensa del gobierno popular. Pero esta lucha coyuntural sin los objetivos históricos dirigentes se convertirá en un activismo sin norte, sin principios. Este activismo ha sido una de las grandes taras del movimiento revolucionario peruano después de Mariátegui. Sirvió también para ocultar la falta de real compromiso revolucionario y su sustitución por una práctica dentro de los confines legales del sistema burgués-oligárquico, notoriamente electorera. Combinar la tarea estratégica central y la tarea coyuntural central es la tarea del momento. Sin principios no se irá más allá de un estéril activismo. Sin lucha en la coyuntura, allí donde se plasman los principios que guían la estrategia, los principios quedarán en eso, en un casco teórico.

 

21/08/2021

 



 

 



[1] https://www.facebook.com/IzquierdaSocialistaPeru/posts/4372004172861244


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