domingo, 5 de septiembre de 2021

LA VIDA INTELECTUALIZADA

 


Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez

domingo, 5 de septiembre de 2021

 

Llevo unos 44 años dedicado a la actividad intelectual. Amo a la teoría. Amo a los conceptos y me gustan todas las esferas del saber. Siempre procuro estar al día. No ceso de comprar libros y no ceso de estudiar. Pero al mismo tiempo mi vida laboral se ha desenvuelto en el ámbito de la práctica económica y he desarrollado un afinado sentido práctico. Y en este ámbito también me gusta todo. Aquí estás obligado a mantener muchas relaciones sociales: con los propios compañeros de trabajo, con un buen puñado de proveedores de maquinarias y materias primas, con los bancos y sus gerentes de empresas y directores, y con una apreciable cantidad de clientes y sus jefes de compras y directores. La amistad se construye sobre bases muy distintas y sobre las relaciones de trabajo se construyen unas especiales relaciones de amistad. La amistad se mide por los resultados colectivos y no especialmente por las expresiones de sentimiento.

A mis compañeros de trabajo les digo que la bondad de una persona no se mide por su carácter, sino por su contribución al bien común. También les digo que la amistad que procura el bien común no se construye en las fiestas del personal, sino durante todos los días del año donde todos debemos luchar juntos. Tengo la suerte de sentirme muy apreciado, reconocido y querido por muchas personas del ámbito del trabajo. Yo combino dos aspectos en las relaciones de trabajo: por un lado, soy muy serio, muy disciplinado y muy exigente, y por otro lado, tengo un estilo cordial, alegre y divertido de relacionarme.

En las sociedades capitalistas la vida que se hace en las empresas es la más oculta. Tal vez sea porque en general la economía capitalista se concibe como una economía dirigida al consumo. Pero en general podemos decir que los seres humanos nos conocemos poco como productores y mucho como consumidores. Y hay personas que hacen juicios muy ligeros sobre otras personas sin conocerlas bien, sin saber cómo se desenvuelve su vida en la totalidad de las esferas sociales. Los intelectuales deberían reducir su soberbia y dejar de mirar a los demás por encima del hombro. Este es uno de los aspectos que más critica Michael J. Sandel en su libro La tiranía del mérito.

El mundo familiar y el mundo del consumo también me encantan. En este ámbito soy una persona corriente y rehúyo el comportamiento intelectual. Me gusta barrer, me gusta fregar el suelo, me gusta lavar la losa, me gusta ir de compras, me encantan los mercados y los supermercados, y me encanta cocinar. En todas esas actividades me siento grande e importante. Y en todas esas actividades, aunque las realizo solo, nunca me siento solo. Me siento totalmente integrado y me alimento todos los días de muchas relaciones a las que dedico pocos minutos. Pero me llenan y me dan alegría. Y aprendo muchas cosas. De todo el mundo aprendo. Y hablo de lo que habla todo el mundo y en el modo en que lo hacen. No me gusta sentirme diferenciado y especial. No me siento un bicho raro y en ese ámbito nadie sabe si yo realizo una actividad teórica o no lo hago. Y también en este ámbito soy igualmente muy querido y apreciado. Y me río mucho. Disfruto continuamente de la vida. De estas experiencias extraigo muchos materiales para mis reflexiones. No pierdo nunca el contacto con las distintas formas de la práctica social en las que participo. Me siento plenamente integrado.

Y cuando viajo a ciudades lejanas observo y estudio su diseño urbanístico y su arquitectura, en especial la de sus casos antiguos. Me levanto muy temprano. Quiero saber cómo funciona la ciudad, cómo se mueve la gente, cómo disfruta y cuál es su comportamiento cívico. Disfruto viendo las tiendas, los escaparates, la vestimenta y el calzado, y todos los artículos de artesanía. Siempre visito las basílicas y catedrales. Previamente he leído algunas notas sobre la historia de la ciudad, su nivel de población, su actividad cultural y el predominio en sus monumentos artísticos del renacimiento, del barroco o de otra cualquiera corriente artística. Visito sus jardines y contemplo las vistas de la ciudad. Y hago muchas fotografías de sus calles, de su luz, y del sinfín de escorzos que puedo apreciar. Aunque mi nivel de inglés no me acompaña, nunca me siento extraño en las ciudades que visito. En esos momentos, que es cuando más puedo desconectar de mi trabajo, me siento muy feliz. Disfruto muchísimo. Siempre llevo un libro, preferentemente de literatura, y una libreta donde hago algunas anotaciones que después transformo en reflexiones.

¿Qué es lo que no me gusta de los intelectuales? Muchas cosas, pero solo señalaré tres. Primera: que espiritualmente se consideren superiores a las personas que hacen una vida corriente. Una persona puede hacer una vida corriente y, sin embargo, puede hacer una vida más pletórica y más culta en su sentido amplio que una persona que trabaja como intelectual. Las personas que hacen una vida corriente también tienen sus conceptos y saben razonar, y en muchas ocasiones son muy certeros en descubrir la esencia de las cosas. Todo no son los libros y todo no es teoría y todo no hay que intelectualizarlo en el sentido en que lo entienden los intelectuales.

En mi ámbito de trabajo conozco al menos seis personas que empezaron a trabajar con dieciséis años, pero tienen tantas virtudes intelectuales que muy bien pudieron hacer cualquier carrera universitaria superior. Yo no ceso de decírselos. No tuvieron suerte. El contexto social no los ayudó. Pero los admiro y los aprecio con respeto. En el ámbito de la práctica me he encontrado con muchas personas que, a la hora de implementar nuevos programas, que afectan a la organización del trabajo, a la organización administrativa y al procesamiento de datos, son muy eficientes. Yo he sido muy importante y muy decisivo en la empresa; pero sin el grupo más inmediato que me rodea para llevar a la práctica todos mis ideaciones, no hubieran sido posible realizarlas. Yo reconozco sin ambigüedad alguna la decisiva importancia que tiene la interdependencia para que todo pueda funcionar, y que el resultado total es obra del colectivo de trabajadoras y trabajadores. Por cierto, en la empresa en que trabajo las mejores jefas son mujeres. Y mi forma de dirigir consiste de dar mucha autonomía y poder a los jefes de los distintos departamentos. Un tablero sostenido por muchos pies es más seguro y fiable que uno que solo se sostiene por un solo pie.

Segunda: los intelectuales quieren intelectualizarlo todo. Todo lo quieren ver a través de sus conceptos, que la mayoría de las veces son muy abstractos y distantes. Los intelectuales, y en esto copio a Lenin, llegan a la realidad de forma muy tortuosa. Se debe a que tienen muy poco desarrollado el sentido práctico Las personas que hacen una vida corriente te dan muchas lecciones de vida. Yo no me siento superior a ellos. Sé que yo me alimento de ellos y que necesito de ellos. Nada de mi vida, ni incluso mi vida intelectual, sería lo que es sin su concurso. Así que desde aquí mi gran y emotivo homenaje a todas las personas que llevan una vida corriente. Y les recuerdo a los atentos lectores que las personas corrientes, ya que la vida incluye muchos ámbitos, en muchos casos son globalmente mal cultas que muchas personas que trabajan como intelectuales.

Y tercera: La alienación. La alienación es una determinación objetiva de las relaciones mercantiles capitalistas. La alienación significa que las personas no controlamos de forma consciente las relaciones sociales que mantenemos entre nosotros. Un aspecto viene determinado por el dinero, que, siendo la expresión de la unidad social entre las personas, se presenta como una cosa; y el otro aspecto viene determinado por el mercado global capitalista sin que haya un Estado global. Cuando hablamos de la alienación de las masas, debemos saber que todos somos masas y que todos necesitamos alienarnos: la diversión y el entretenimiento, valga de ejemplo el fútbol, es una de las grandes formas de la alienación de masas. Muchos intelectuales creen que su conciencia les permite evitar la alienación y en ese sentido se siente diferentes y superiores a las grandes masas sociales. Pero esta concepción tiene dos errores: uno, que la alienación no se supera por medio de la conciencia individual ni por medio de la conciencia colectiva, sino modificando las relaciones económico sociales entre las personas, y dos, que todos formamos parte de las grandes masas sociales: desde que cualquier persona enciende su televisor, va de compras o sencillamente disfruta de una velada en un restaurante, está haciendo vida de masas.

 

Fuente: https://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2021/09/la-vida-intelectualizada.html

 

 

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