Armando Trelles Castro
Creer en el pueblo o en lo que el pueblo cree es una cuestión que puede generar un profundo debate, porque cuando hablamos de pueblo tenemos que identificar qué es el pueblo, ya que no es lo mismo que hablar de clases sociales, es algo más amplio. Para Rousseau el pueblo era el conjunto de los ciudadanos (2012, p. 30). En nuestras circunstancias las cosas varían, no podemos decir que el pueblo peruano es el conjunto de sus ciudadanos, sin embargo, el conjunto de los ciudadanos puede constituir al pueblo siempre y cuando éstos sean “la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna más justa” (Fidel Castro referenciado por Araujo-Frias, 2017, p. 98).
De ahí que cuando hay momentos en los cuales arriban sus figuras a la política gubernamental, éstas expresen las cosas que el pueblo cree, porque es de donde salen. Toman como referencia lo que el pueblo cree porque creen lo que la masa considera sus reivindicaciones. Es lo que confunde generalmente a las personas que no sienten como esa masa irredenta que busca su redención. Quien lo dice de una manera precisa y en leguaje mesiánico es San Pablo, porque la redención es lo que Dios escoge, es decir, lo que “el mundo considera necio para avergonzar a los sabios”, porque elige al “débil de este mundo para confundir lo que es fuerte”, elige a “lo que es común y despreciado en este mundo, lo que es nada, para reducir a la nada lo que es” (La Biblia latinoamericana, Corintios 1.27-28).
Lo cual conlleva a la masa a expresarse con discursos sencillos, no con discursos sofisticados. Y es más difícil creer en lo que simplemente se dice porque nace de sentimientos que se viven a profundidad, por eso se hace difícil creer en lo que la masa cree, donde lo que se dice suena muchas veces a locura, pero en realidad es una interpelación. De ahí que sea mentira que esas expresiones vayan a desestabilizar un país, ya se vio con el reaccionario de Donald Trump, decía lo que se le antojaba y, particularmente, no vi que los capitalistas gringos huyeran a China espantados por el expresidente.
Por eso para transformar la realidad hay que comprenderla y para comprenderla hay que tener conceptos que hagan inteligible lo que se muestra engorroso.
El mundo para el irredento es, al igual que para otra persona, una totalidad de sentido, es lo que constituye su noción sobre la vida, ese mundo no es igual que para cualquiera que no sienta el deseo de reivindicarse. Aparece para el irredento un mundo que puede mejorarse, y que será posible hacerse siempre y cuando se haga con cosas distintas a las que vive.
Por eso, para transformar la realidad hay que comprenderla y para comprenderla hay que tener conceptos que hagan inteligible lo que se muestra engorroso. En tal sentido, no basta con resignificar los conceptos, sino en desmontarlos a partir del tránsito categorial (Rafael Bautista, 2017, p. 26). Ese tránsito categorial es posible desde lo que no es, desde el negado, desde la víctima del sistema, cuya interpelación le suena a locura al que bebe la sabiduría del mundo tal cual es concebido y pensado desde la posición de los privilegiados.
Esto trae como consecuencia otro problema, que es comprender la realidad, porque ella es el límite natural con el que se topa la transformación, la transformación es el límite natural con el que se topa el pensamiento. Trascender los límites no sería posible con las mismas ideas que lo sujetan. La realidad está sujeta al pensamiento de quien pretende transformarla, por eso se vuelve compleja la transformación. Por lo que primero hay que conocerse bien, no hay mejor forma de hacerlo que en las crisis, donde todo se hace molesto y ahí aparece quien somos, porque las circunstancias no son fáciles. Know yourself, lo cual es posible siempre y cuando haya un problema.
La teoría y la práctica son abstracciones, la realidad nos muestra que ambas van de la mano, no se separan, por eso el contenido de una idea encierra una costumbre, algo que se nos hace normal. El problema está en caer en el formalismo de lo que se cree ya establecido y pensar que así es la realidad, como la abstracción, como la idea. Por eso cuando se cuestiona algo es a través de la materialidad que lo constituye. El problema no es teórico-práctico, sino formal-material.
De ahí que, para poder hacer el tránsito categorial, para resignificar los conceptos con los que comprendemos la realidad necesitemos identificar los mitos que guían la acción humana, el “mito es conditio humana, sin mitos no es posible vivir, pues vivir implica adjudicarle un sentido a la vida” (Rafael Bautista, 2017, p. 39). Los mitos no son ajenos a las relaciones de poder. Por eso para Hayek es normal creer que la “función del Estado de derecho sea la de “proteger la libertad económica individual, preservar la propiedad privada y el sistema de contratos” (Vergara, 2015, p. 171)
Teóricos así parten de la idea de que el sistema es total, que no tiene alternativas (unidimensional) (Dussel, tesis 7, 2013, p. 139). Por eso cuando se hace una crítica a un proceso de transformación, tal crítica será acrítica si partimos desde el mismo horizonte que tienen los privilegiados del sistema. De tal forma que no pondremos en cuestión la totalidad de sentido (el mundo) porque damos por supuesto que es tal como aparece, sin considerar que puede ser interpelado, por lo tanto, transformado. Por lo que, partiendo de ahí, vamos a considerar que no hay alternativa, y cualquier cuestionamiento será tomado como una locura. Lo bueno es que la realidad arroja montones de ejemplos para poder calzar esta reflexión con lo que va ocurriendo al país desde hace tiempo, quizá desde que Túpac Amaru se rebeló y fue ejecutado. Decía en esa época el notario, que registró los acontecimientos: “De este modo acabaron José Gabriel Tupac Amaro y Micaela Bastidas, cuya soberbia y arrogancia llegó á tanto, que se nominaron reyes del Perú, Chile, Quito, Tucuman, y otras partes, hasta incluir el Gran Paitití, con otras locuras á este tono” (sic) (s/a., 2021, p. 21).
El pueblo cuando lucha por sus reivindicaciones no se sitúa solamente en la especificad de éstas, va más allá, por lo que hace coincidir su lucha con las anteriores, identifica su causa con las causas pasadas. De ahí la fuerza de su redención. Por eso la realidad, tal como se la ve comúnmente, para el pueblo está destinada a ser cambiada, y es posible hacerlo, y al manifestar ese deseo obviamente no podrá manifestarse igual que de ordinario se hace, porque interpela el mundo, la realidad, la totalidad de sentido, desde lo que no es, o sea, desde lo que falta reivindicar, es decir, desde sí mismo y la misión que se ha trazado. Es así que relación pueblo-realidad es conflictiva, no porque el conflicto se genere porque sí, más bien, porque existe una realidad que no puede aceptarse porque conduce a la opresión y el dominio, y no deja que eso que no es sea.
Referencias bibliográficas
Jaime Araujo Frías. (2020). Fidel Castro, Camarada del Pueblo . Disenso. Crítica Y Reflexión Latinoamericana, 2(I), 97 – 98. Recuperado a partir de https://barropensativo.com/index.php/DISENSO/article/view/23
Bautista, R. (2017). Del mito del desarrollo al horizonte del vivir bien. ¿Por qué fracasa el socialismo en el largo siglo XX? La Paz: Yo soy si tú eres.
Dussel, E. (2013). 16 tesis de economía política. Una filosofía de la economía. Buenos Aires: Docencia.
La Biblia Latinoamericana (2005). Carta a los Corintios. Verbo divino.
Rousseau, J. J. (2012). El contrato social. Austral.
S/A. (2021). España negra, en Hildebrandt en sus trece, 29 de octubre, Año 12, N° 563, p. 21.
Fuente: https://barropensativocei.com/2021/11/05/cuando-el-pueblo-interpela-a-la-realidad/
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