miércoles, 17 de noviembre de 2021

EL PARTIDO DE MARIÁTEGUI IX : RAVINES Y HAYA DE LA TORRE HERMANADOS EN SUS RAICES DE CLASE Y OBJETIVOS

 

EL PARTIDO DE MARIÁTEGUI IX : EUDOCIO RAVINES, LA APRA y el PCP

(Primera parte)

 

 

 (14 de mayo de 2015) (*)

Por Miguel Aragón

 

Algunos pocos investigadores, de un  sector del amplio y variado movimiento socialista peruano,   nos encontramos  en pleno estudio y debate de los alcances  y trascendencia   de los Acuerdos de la Reunión de Barranco de octubre de 1928 [1], y de nuestras  tareas actuales, que derivan como  consecuencia  de esos acuerdos.

Indudablemente que esta investigación forma parte del necesario e imprescindible debate teórico y político, debate que justamente tiene como objetivo fortalecer la unidad programática de los socialistas peruanos, como parte sustancial de la más amplia unidad del proletariado y del pueblo peruano. Sin este objetivo práctico que tenemos por delante, no se justificaría participar en este debate. Queda claro entonces, que el objetivo de esta investigación y debate, es eminentemente práctico, fortalecer la unidad para luchar contra el enemigo común y continuar trabajando por el cambio social. 

Uno de los pocos participantes en este debate, apresurado él, está muy urgido en querer arribar ya, “ahora mismo”, de “inmediato”, a conclusiones definitivas, sin realizar las investigaciones necesarias que le permitan sostener sus conclusiones con un copioso alegato, por eso su uso y abuso excesivo de adjetivos, a falta de mayores sustantivos.  Por otra parte, no ha faltado otro comentarista que considera que esta investigación es un “tópico superado”, y nos ha vuelto a repetir los ya conocidos, como superados, “lugares comunes” del pasado. Un tercer comentarista, ha reducido esta investigación y debate al nivel de una comedia risible (un “hazmerreir” nos ha dicho, en nerviosa postura irónica), argumento con el cual  él pretende seguir ocultando sus  responsabilidades individuales  en la grosera tergiversación de varios de los hechos históricos que son materia de esta investigación.

Por mi parte, yo considero que antes de pretender llegar “de inmediato” a conclusiones definitivas, en primer lugar, tenemos que revisar con la debida atención, y difundir entre las nuevas generaciones de activistas, tanto los antecedentes, como el desarrollo, y las consecuencias posteriores   de la trascendental Reunión de Barranco.

Este es un debate a mediano plazo, recién estamos volviendo a plantear los nuevos términos de la investigación y debate. Sería muy arbitrario de mi parte afirmar que “recién está comenzando el debate” (o “la historia comienza conmigo”), porque lo cierto es que, estamos reanudando y continuando un largo debate que comenzó hace más de ochenta años, en el cual ya han participado tres generaciones aportando cada un nuevo argumento. Y no obstante el tiempo transcurrido, todavía hay muchos aspectos por seguir esclareciendo.

Como parte de esos antecedentes, que es por donde debemos continuar la investigación (o sea por los antecedentes, para después llegar a las consecuencias, y no a la inversa), necesariamente tenemos que ubicar el verdadero papel desempeñado por algunos personajes de ese tiempo en que se realizó la Reunión de Barranco. Entre otros, por ejemplo, falta conocer el verdadero papel desempeñado por   Eudocio Ravines, un individuo al cual, entre otras cosas, se le ha calificado y se le sigue calificando muy a la ligera de “traidor”. Y yo me pregunto ¿traidor a quién? Considero que Ravines nunca traicionó al proletariado ni al socialismo peruano, por la simple razón que él nunca se identificó con el proletariado, ni con el socialismo. Desde sus inicios él se identificó con los intereses de otra clase social y con otro proyecto político contrario al socialismo [2].

 

I

 

Cuando se revisa el papel desempeñado por Eudocio Ravines en la historia social del Perú, la mayoría de los analistas y críticos, tanto de derecha como de izquierda, coinciden casi unánimemente en calificarlo como que temporalmente   fue “un cuadro político de la Internacional Comunista”, e incluso, en el colmo de la especulación y la arbitrariedad, lo han denunciado como un “agente de Stalin” en el Perú.  Pero que —se apresuran en agregar—   años después Ravines se “volvió un renegado”, un “traidor al socialismo peruano”, y que finalmente terminó su vida como un “agente desembozado de la oligarquía peruana”.

Lo cierto es que, esas opiniones, salvo la última, no se apoyan en la realidad, solamente son el resultado de excesos especulativos, y cuando no, ojerizas contra la todavía incomprendida función de la Internacional Comunista en los países de Nuestra América durante la década de 1930, lo cual será materia de otra investigación.

Poco a poco, y desde hace varias décadas atrás, se va conociendo y demostrando documentadamente, que el verdadero fundador del Partido Comunista del Perú, Sección Peruana de la Internacional Comunista, fue Eudocio  Ravines. Mariátegui no tuvo ninguna participación ni responsabilidad en esa fundación partidaria.  Y, a su vez, se va comprendiendo que ese partido político fundado por Ravines, no tenía, ni tiene, ninguna relación de continuidad con el proyecto partidario que José Carlos Mariátegui venía desarrollando a largo plazo, desde 1923 hasta las vísperas de su fallecimiento en abril de 1930.

En la Reunión de Chosica, realizada el 20 de mayo de 1930 (un mes después del fallecimiento de José Carlos Mariátegui), en la cual se fundó el Partido Comunista del Perú, reunión convocada y dirigida personalmente por Eudocio Ravines, no “se cambió el nombre del partido” como todavía siguen creyendo y escribiendo con ligereza algunos confundidos investigadores. En esa reunión, en la cual el máximo dirigente (Eudocio Ravines) y los sorprendidos dirigidos unánimemente se declararon “marxistas leninistas”, se fundó un partido, que era totalmente diferente en lo teórico, político y organizativo, al proyecto partidario que venían desarrollando la vanguardia de la primera generación de los socialistas peruanos que hasta marzo de 1930 contaban con la dirección personal de José Carlos Mariátegui.   

 

II

 

Si bien, a la fecha ya se ha avanzado un buen trecho en el conocimiento y comprensión de las grandes diferencias, y la relación antagónica, existente entre el partido fundado por Ravines (el Partido Comunista) y el proyecto partidario de Mariátegui (el Partido Socialista), tenemos que reconocer que, no obstante el tiempo transcurrido, muy poco se conoce del papel desempeñado por Ravines en el desarrollo de la proyectada Apra (alianza popular revolucionaria americana).

Y todavía, mucho menos se conoce de la relación y la influencia directa existente entre el desarrollo de la propuesta original de la Apra de los años 1926 y 1927, y el PCP de 1930. Influencia que, como un cordón umbilical, subsiste hasta la actualidad en las diferentes tendencias teóricas y facciones políticas en que se ha desintegrado el obsoleto partido comunista peruano. Esa influencia primigenia se ha expresado tanto en las tendencias más moderadas y reformistas, como la que fue dirigida durante muchos años por Jorge del Prado, como también en las más extremistas y aventureras, como la tendencia que dirigió Abimael Guzmán, pasando por otras tendencias como las dirigidas por Saturnino Paredes, Alberto Moreno y varios más, tendencias que hasta ahora se reclaman herederas del PCP.     

Todas esas tendencias y facciones del comunismo peruano, en el fondo  han sido y siguen siendo  tributarias del  proyecto original de la Apra,  improvisado proyecto desarrollado en forma conjunta por Eudocio Ravines y Víctor Raúl Haya [3].   Agregaré, para no caer en una crítica unilateral, que un proceso similar ha ocurrido con todas las tendencias y facciones que proceden de la descomposición del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que originalmente se llamaba Apra Rebelde

 

III

 

Para comprender el papel del individuo en la historia, necesariamente tenemos que partir por investigar las condiciones económicas y sociales en las cuales se desarrollaron, condiciones que, en última instancia, son las que determinan el desarrollo de las ideas y el comportamiento práctico de todo individuo.  José Carlos Mariátegui (1894), Víctor Raúl Haya (1895) y Eudocio Ravines (1896), fueron tres personajes que nacieron y se formaron en el mismo tiempo, pero en su propia formación teórica y política, recibieron influencias de la misma y única realidad en la cual se desenvolvieron, pero desde diferentes ángulos.  Según la concepción materialista de la historia, toda realidad histórica siempre es una sola, pero las visiones e interpretaciones de esa única realidad en la mente de los hombres, por lo general son varias (Por ejemplo, objetivamente reconocemos que el 7 de octubre de 1928 se desarrolló una sola Reunión de Barranco, no hubo dos ni tres, sino solamente una. Pero las interpretaciones en nuestras mentes de ese único acontecimiento si son varias).   

Ravines nació en Cajamarca a fines del siglo XIX, en tiempos en los cuales en ese departamento del norte del país todavía predominaban en toda su potencia las viejas relaciones feudales heredadas de los tiempos de la colonización española, y recién comenzaban a penetrar y desarrollarse lentamente las nuevas relaciones capitalistas. En los aspectos económico y social la principal manifestación de la herencia feudal era la subsistencia del latifundio y la servidumbre, mientras que en los aspectos político y cultural la principal expresión de esa herencia era, y sigue siendo, el caudillismo de unos pocos y el servilismo de unos muchos. Para que el caudillaje personalista, heredado del feudalismo, sobreviva hasta el presente en las relaciones políticas y culturales del país, tiene que existir una base social servil. Las expresiones de esta pesada herencia cultural todavía abarcan y cubren todas las formas de organización social y política de la sociedad peruana, incluido el amplio y variado movimiento socialista peruano, que no escapa a su influencia.  

El joven Ravines —al igual que sus familiares y vecinos—que se venían formando en ese medio estático en el cual todavía predominaban las relaciones feudales, sintió el efecto corrosivo de las nuevas fuerzas productivas y relaciones capitalistas de producción que comenzaron a afectar al estático y tradicionalista ambiente rural cajamarquino. Esa etapa de naciente inestabilidad del viejo orden feudal los afectó y le dejaron huellas profundas social y espiritualmente a él, y a gran parte de la población de su entorno.

Un sector de la población del lugar, incluido Ravines, instintivamente asumió una posición defensiva, de rechazo a las nuevas relaciones, asumiendo una posición “anticapitalista”, e incluso antiimperialista, pero no para aprovechar y superar las relaciones capitalistas y remplazarlas por algo nuevo y superior (por el socialismo), sino para restaurar la estabilidad de las viejas relaciones sociales, que ellos, como muchos otros, todavía seguían añorando.

Un proceso mental similar ocurrió con su contemporáneo Víctor Raúl Haya, que había nacido y había vivido su infancia y juventud en la señorial ciudad norteña de Trujillo, próxima a Cajamarca. Mientras Ravines procedía de una de las capas pobres de la población cajamarquina, Haya procedía de las capas medias, que se confundían con los pequeños terratenientes del lugar. Pero en el fondo, en ambos personajes el efecto del desarrollo de las nuevas relaciones capitalistas en su estancado medio feudal, fue casi el mismo, el rechazo instintivo a los cambios que introducía el capitalismo, y la defensa de la estabilidad del viejo orden social tradicionalista. 

En el desarrollo de la mentalidad de José Carlos Mariátegui, el impacto del crecimiento de las nuevas relaciones capitalistas en el país, fue muy diferente. En mayo de 1929 Mariátegui escribió: “El feudalismo español se superpuso al agrarismo indígena, respetando en parte sus formas comunitarias, pero esta misma adaptación creaba un orden estático, un sistema económico cuyos factores de estagnación eran la mejor garantía de la servidumbre indígena. La industria capitalista rompe este equilibrio, interrumpe este estancamiento, creando nuevas fuerzas productoras y nuevas relaciones de producción. El proletariado crece gradualmente a expensas del artesanado y la servidumbre. La evolución económica y social de la nación entra en una era de actividad y contradicciones que, en el plano ideológico, causa la aparición y desarrollo del pensamiento socialista”.

A continuación, Mariátegui agregó: “Sin los elementos materiales que crea la industria moderna o, si se quiere el capitalismo, ¿habría posibilidad de que se esbozase el plan, la intención siquiera de un Estado socialista, basado en las reivindicaciones, en la emancipación de las masas indígenas? El dinamismo de esta economía, de este régimen, que torna inestables todas las relaciones, y que con las clases opone las ideologías, es sin duda lo que hace factible la resurrección indígena, hecho decidido por el juego de fuerzas económicas, políticas, culturales, ideológicas, no de fuerzas raciales” [4].

La influencia del crecimiento capitalista en las mentalidades de Ravines y Haya, fue diferente a la influencia recibida en la evolución de la mentalidad de Mariátegui. Mientras Mariátegui logró sistematizar e identificarse con las necesidades y aspiraciones de una   clase nueva en formación, como era el proletariado peruano; por el contrario, Ravines y Haya sistematizaron y se identificaron con las penurias y lamentaciones de una inestable clase social en proceso de descomposición, así ellos llegaron a ser los máximos exponentes del ideario del sector reaccionario de los medianos y pequeños propietarios desestabilizados por el crecimiento capitalista. Esa fue la raíz económica y social de su “antiimperialismo”, antiimperialismo de carácter netamente reaccionario. (continuará)


(*) Yo tenía previsto divulgar este comentario para el día 7 de mayo, en el Aniversario 91° de La Gran Mentira del APRA, fecha en la cual supuestamente “se fundó el APRA en México”. Pero múltiples compromisos no me permitieron terminar de revisar y corregir mis apuntes para esa fecha, tanto mejor. Porque ahora espero enviar la segunda parte de este comentario el día 20 de mayo, en el Aniversario 85° de la Fundación del Partido Comunista del Perú, que me parece es una fecha más significativa que la anterior.  

 

Notas.-

[1] Como ya es (o debería ser) ampliamente conocido, la Reunión de Barranco se realizó el 7 de octubre de 1928, con la participación de nueve socialistas dirigidos por José Carlos Mariátegui. En esa reunión se acordó “dejar constituido el grupo organizador del Partido Socialista del Perú”. No obstante, la precisión y claridad de ese acuerdo, todavía hay entre nosotros   algunos testarudos que equívocamente persisten en decir o escribir que “ese día se fundó el Partido Socialista del Perú”. Equívoco que yo he cuestionado documentadamente en mi comentario divulgado en cuatro partes a partir del 22 de enero del presente año.

[2] Actualmente ocurre algo similar con las denuncias que se hace al presidente Ollanta Humala como “traidor”. El sector de la izquierda peruana que equívocamente lo apoyó en las elecciones presidenciales del año 2011, tal como era de esperarse, muy pronto se desengañó de su comportamiento.  Luego comenzaron a retirarle su apoyo, y han pasado a la oposición. Ellos, sin mayor análisis serio ni justificación acusan a Humala de “traidor”, de “haber virado a la derecha”, y otros reclamos similares. Pero lo cierto es que, Ollanta Humala desde su ingreso a la Escuela Militar en sus años de juventud, siempre estuvo identificado con los intereses de la clase dominante, y nunca lo estuvo con el pueblo. Es más, en su conocida condición de comando anti subversivo, como el “Capitán Carlos”, durante el gobierno de Fujimori reprimió brutalmente a un sector del pueblo, y defendió “sin dudas ni murmuraciones” los intereses de la clase dominante y su estado burgués. Complementariamente, su esposa, Nadine Heredia, proviene de una conocida familia aprista, y desde muy niña se formó en un ambiente saturado de un visceral anti socialismo. Para decir las cosas claras, y en pocas palabras: Humala no ha traicionado al pueblo, porque nunca estuvo al lado del pueblo. Lo que ha ocurrido es que Humala engaño a una parte de la izquierda, y logrado su propósito de ganar las elecciones, simplemente se ha desenmascarado. Por mi parte yo no tengo que “reclamarle” una supuesta traición a Humala, porque nunca confié en su prédica demagógica, nunca lo apoyé, y en las elecciones del año 2011, públicamente ejercí mi derecho al Voto Nulo.

[3] La influencia determinante de un movimiento político como el Apra, en las filas de un partido como el Partido Comunista, no es algo nuevo, raro, ni antojadizo, en la historia de las organizaciones políticas. Cuando José Carlos Mariátegui escribió, entre los años 1928 y 1929, el ensayo sobre Teoría y Práctica de la Revolución (Defensa del Marxismo. Polémica Revolucionaria), justamente reconoció y explicó lo que realmente había ocurrido en el desarrollo de la socialdemocracia alemana.

En ese ensayo, Mariátegui anotó: “Los más severos y seguros estudiosos del movimiento socialista constatan que el rector efectivo de la social-democracia alemana, a la que teórica y prácticamente se siente tan cercano de Man, no fue Marx sino Lasalle. El reformismo lassalliano se armonizaba con los móviles y la praxis empleados por la socialdemocracia en el proceso de su crecimiento, mucho más que el revolucionarismo marxista”.

Algo muy similar ha ocurrido con el Partido Comunista en el Perú. Desde sus inicios hasta el presente, el rector efectivo de su teoría y práctica, no ha sido el socialismo de Mariátegui, sino el “nacionalismo” de la dupla Ravines - Haya. La comprobación de esta afirmación es sumamente fácil, basta con revisar las conclusiones de todos los congresos y conferencias nacionales de todas las facciones derivadas del tronco original del PCP, desde 1930 hasta el presente, incluidas las conclusiones de las tan voceadas V y VI conferencia nacional del PCP (facción Bandera Roja), realizadas en los años 1965 y 1969 respectivamente. En todos esos documentos, por oposición a la acertada propuesta estratégica de “revolución socialista” agitada por Mariátegui, se levantó la bandera de la “revolución antiimperialista”, la “revolución antiimperialista y antifeudal”, la “revolución nacional democrática”, la “revolución de liberación nacional”, la “revolución por la segunda independencia”, y otras más por el estilo.

[4] Revisar Tesis sobre el Problema Indígena, escrita por Mariátegui en mayo de 1929, y publicada en Amauta N° 25 de agosto de 1929. Esa tesis fue escrita como una de las Tres Tesis anexas a la propuesta de Programa del Partido Socialista del Perú.  Esta Tesis   aparece publicada en el libro Ideología y Política, pero refundida dentro de un texto mayor escrito por otros, con el arbitrario nombre de El Problema de las Razas en la América Latina.

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