09/12/2021
Rosella Simone es periodista, escritora y activista política. Ahora reúne en un libro la historia de 13 mujeres luchadoras: «Un libro feminista que habla de la lucha armada como experiencia de las mujeres entrevistadas»
Esta entrevista ha sido publicada inicialmente en catalán en Catarsi Magazin.
En otoño de 2019 Rosella Simone fue una de las relatoras de la jornada ‘Mujeres más allá de las armas’, que juntó a mujeres de todo el mundo que participaron en la lucha armada entre los años 70 y 90. Ahora, Simone ha estado unos días en Catalunya para presentar el libro Mujeres de armas tomar. 13 historias de subversión y género. Las presentaciones, en Olot y en los barrios de Sants y Roquetes, buscaron un diálogo con diferentes luchas y realidades del territorio. Los encuentros tuvieron una gran acogida por los colectivos feministas. Los debates pusieron el foco en la experiencia de la prisión, en las relaciones durante la lucha armada y en cómo los sueños todavía pueden ser posibles siguiendo el hilo rojo del internacionalismo.
En el prólogo del libro hablas de tu infancia, tu adolescencia, de porque te fuiste de casa y qué empezaste a descubrir con la universidad. Explicas tu proceso y qué te llevó a conocer a las mujeres del libro. Mujeres a las que te unió quizás otra época que aún recuerdas y analizas. Sigues activa a pesar de la represión y la cárcel, sigues escribiendo sobre los años 70 y defendiendo esas ideas. ¿Desde dónde lo haces?
Este es un libro fundamentalmente feminista. Empieza desde los principios básicos del feminismo: desde una misma pero también desde la relación entre nosotras, entre mujeres. Además, es un libro feminista que habla de la lucha armada como experiencia de las mujeres entrevistadas y también mediante mi propia experiencia.
Hasta los años 80, justo después del momento de la lucha armada, yo no había encontrado el feminismo, lo encontré y elaboré después y entonces pude escribir este libro. El feminismo me ha dado la posibilidad de hablar de la lucha armada con una mirada que iba más allá. Pero más allá no quiere decir negar esa experiencia, quiere decir por ejemplo encontrarse con las compañeras kurdas, su experiencia y su proyecto revolucionario que parte del ser mujer.
¿Y por eso el libro va sobre mujeres?
La compañera kurda que sale en la última entrevista es la única de las mujeres del libro que no es amiga mía. Con todas las otras he compartido encuentros o proyectos de vida. Pero si acabo el libro con ella es porque veo de alguna manera ese hilo rojo que nos conduce hacia el futuro, aunque no sé muy bien cuál es.
Me interesaba contar la historia de estas mujeres no como heroínas o no como mujeres que se habían equivocado de camino, sino mujeres concretas, mujeres con sus dudas, con sus ganas de luchar, con sus aciertos, sus excitaciones, mujeres enamoradas, mujeres dejadas, mujeres que habían llorado por amor, pero que en el momento del choque con el poder habían decidido que sí, que lo llevaban a cabo, quizás no como feministas declaradas porque en ese momento las cosas no estaban tan claras ni definidas pero si reconociéndose y tomando el lado de las oprimidas.
Una cosa que me apetece decir es que en los años 70 todas éramos jóvenes. Teníamos 20 años y no sabíamos que quería decir la lucha armada realmente y eso fue un paso a paso, un aprender con sus aciertos y errores, con muchos intentos. Me apetece decirlo porque para mí es importante decir que las revoluciones siempre las hacen las jóvenes y también a veces las guerras.
¿Cómo la represión o la cárcel influyó en tu ideología? ¿Qué aportó tu convivencia y encuentro con tantas mujeres en la misma situación?
La cárcel obviamente deja una marca, pero yo solamente he estado en la cárcel un año y medio. Otras compañeras, como dice Silvia Torres, más inteligentes que yo, han tenido condenas pesadas, condenas largas de 30 años o cadena perpetua… No se puede decir que no haya incidido en su vida. Mientras cada una lo analizaba, fuera el movimiento se disgregaba y eso ha requerido tiempo de reflexión.
En mi época no había relación directa entre feminismo y lucha armada. El feminismo de los años 60 apostaba por los espacios no mixtos y rechazaban el concepto del choque violento que buscaba otra posibilidad. Ese feminismo también me ha sido útil sobre todo después de la derrota de los 70-80 porque me ha dado la posibilidad de buscar otra forma de colectividad que es muy importante y también es el hilo conductor de mi vida y quizás de nuestras vidas.
Las mujeres tienen que reflexionar más sobre la violencia. No la violencia per se, sino sobre el concepto de agresividad. Desde hace años el patriarcado nos ha quitado la posibilidad de la agresividad como una forma más de opresión y control, de dominio para ser esclavas del hombre. La agresividad que tenemos es la agresividad de las leonas que buscan comida para sus cachorros. Pero se nos ha negado y la hemos vuelto contra nosotras: compitiendo, llamándonos histéricas, con enfermedades mentales… Hay que recuperar esta agresividad, reconocerla y recuperarla.
Hay mujeres, feministas entonces o no, que participaron de la lucha armada, pero después de pasar por períodos de cárcel dejaron sus organizaciones y renunciaron a lo vivido. ¿Puede ser también esto una victoria del poder? ¿Cómo afectó?
Quien renunció no lo hizo solo a la lucha armada. En italiano lo llamamos dissociazione. Yo no defiendo la lucha armada en sí misma. Es muy necesario saber que lo importante son los fines, no los medios, no es tener una pistola para luchar en contra de lo existente. Pero sí que es verdad que quien renunció, se disoció de la lucha armada, de alguna forma lo que hizo fue reconocer al Estado.
El homicidio político en sí es algo heavy. Tú no sales a la calle y dices voy a matar a alguien. Por tanto, cuando tú dices que eso fue error, no devuelves a la vida a quien has matado y de alguna forma le quitas el sentido a aquella muerte. Pero cuando el choque con el Estado se cierra y hay que empezar a negociar, hay que tener en cuenta el coste. Yo personalmente si tuviera cuatro cadenas perpetuas sobre mi cabeza no sé que haría.
Todas las historias del libro tienen cosas en común, jóvenes, contextos de represión… ¿Qué te hizo escoger estas 13 en concreto?
Básicamente, la vida, porque son las que he ido encontrando. Como es un libro feminista, era necesario que las charlas fueran entre personas que se conocieran y confiasen. Con las italianas, que es el contexto que conocía más, quería dar una muestra de cuál eran las diferentes situaciones, los diferentes grupos en aquella época y he ido a buscar la que conocía de cada grupo.
La representación le da importancia al internacionalismo.
La última entrevista a la kurda Nesrim Abdullah es una evolución. Una evolución en realidad del pensamiento marxista-leninista y me gusta y me da esperanzas de futuro porque abandona el centralismo democrático, habla de confederalismo, cambia el sentido de una manera feminista y da la posibilidad de reflexionar. Sí que es un contexto diferente, Rojava no es Europa, pero quizás es ahí donde se puede construir algo interesante para todo el planeta por su capacidad de entender el tema del género, incluir etnias y religiones diferentes y dejar de lado todas estas divisiones. Además, este cambio de modelo lo actúan mientras lo reflexionan.
Es un ejemplo muy concreto ubicado geográficamente. ¿Cómo se debe trabajar para que se comparta más allá de sus fronteras o de las alianzas que se puedan tejer?
Las kurdas trabajan mucho para que este nuevo paradigma que parte de la revolución de las mujeres pueda llegar. No es una casualidad que este libro haya sido editado por la editorial Bauma y por Azadi Jin, porque de alguna forma ellas nos ponen en contacto y nos dan un nuevo pensamiento y un método. Y que nos den una metodología es muy importante porque los métodos que se han utilizado hasta ahora no han funcionado, no eran los justos para superar las jerarquías, el modelo patriarcal… Y ellas sí lo hacen y eso es muy potente porque no solo lo imaginan, lo ponen en práctica y dejan que vayamos allí a experimentarlo. Las compañeras kurdas nos ofrecen una alternativa porque el mundo de ahora ya no es un mundo bipolar, es un mundo acabado, que no sabe dónde ir y hay que inventarse algo para poder sobrevivir. Ellas lo que hacen es tomar el toro por los cuernos y ponen en el centro una mirada de mujeres.
Has nombrado la editorial y el colectivo que te ha invitado a las presentaciones que estáis dando. ¿Cómo os conocisteis y cómo se decide traducir este libro con la editorial Bauma y la colección de la Maquia? Y, sobre todo, ¿por qué en catalán? El catalán es una lengua que recibe agresiones continuamente y que se haga esto es una contribución a la lucha.
No es una casualidad que esto pase todo en Barcelona. Barcelona tiene un contexto, una tensión independentista desde siempre hasta ahora, pero sobre todo ha sido uno de los centros importantes de la lucha antifranquista. Todos recordamos aquello de Carrero Blanco, vola, vola, vola y siempre ha tenido la voluntad y sensibilidad de ser independiente. ¡En más de un sentido además!
Sobre cómo nos hemos encontrado… ha sido un recorrido de mujer a mujer. Yo formaba parte del grupo de jineology en Génova y Rossa Tidei, una amiga que es del grupo de jineology en Roma, me presentó a Isa [la compañera que ayuda con las traducciones]. Un día, Rossa me dijo que llevara mi libro a mi centro social de toda la vida, el Cox 18 en Ticinese, para dárselo a una amiga suya. Le di el libro a Isa y así empezó todo. Isa me ha puesto en contacto con este contexto que tampoco es casual: un contexto de una Barcelona muy peculiar con energía sobre todo lo que tiene que ver con las mujeres, donde hay experiencias de barrio, mucho intercambio, donde se construyen cosas hasta el punto que ha sido posible producir un libro como este y, además, en dos idiomas. Precisamente con la importancia del catalán por lo dicho. Es curioso porque el catalán se parece mucho al dialecto de Génova.
Cogiendo la idea que Barcelona siempre ha sido una ciudad organizada… Aún hay presas políticas por la lucha armada, pero parece ajeno a todo. ¿Qué ha cambiado?
Muchas cosas. Seguramente la experiencia de la derrota ha pesado mucho. La represión ha tenido una fuerza increíble y devastadora. Saber qué significa el homicidio político es importante y algunos movimientos, por temas de represión, no han tenido tiempo de reflexionar sobre esa experiencia. La mayoría de libros empiezan a salir ahora porque antes el mundo se estaba lamiendo las heridas. Pero independientemente de nuestra valoración sobre la lucha armada, no podemos aceptar que el poder posea a alguien que pertenece a nuestra historia. Sea cual sea su opinión, tenemos el deber de reivindicar su libertad.
También creo que el poder nos ha envenenado con una comunicación que ha sido muy invasiva, muy capilar y muy prepotente, y de alguna forma ha construido sujetos individuales separados el uno del otro. También con esta incapacidad de pensar acciones que no estén dentro del orden establecido. Es como si hubieran modificado nuestro ADN, no con la vacuna, sino con esa comunicación. Quizás por eso era el momento para escribir ese libro para volver a tejer esa colectividad y seguir contando la historia de las mujeres no sumisas por el poder.
Son herramientas para no repetir errores. Además, como comentabas, antes existía una dicotomía entre lucha radical o lucha feminista y esto parece que está cambiando y se pueden hacer las dos cosas a la vez.
No lo sé. Tengo 78 años y no sé qué responder. Creo que conozco muy poco el presente… Lo miro, pero físicamente no me siento capaz. El mundo ha cambiado de una forma radical y por lo tanto hay que tener una visión global que yo no tengo para buscar las formas y los métodos para atacarlo. Pero seguro que yo estoy al lado de quien pone en acto una resistencia y una autonomía: las zapatistas, las kurdas, mapuches… Quizás tendríamos que mirar o tener como referentes las poblaciones indígenas que tienen ese vínculo con la tierra, porque estamos yendo hacia un apocalipsis. El mundo va hacia una dirección altamente autoritaria y tenemos que estar preparadas a cualquier situación. No tengo muy claro el qué, no soy una teórica, sí puedo ser la testigo de un tiempo pasado y ojalá eso pueda servir de algo.
En la lucha radical, sea armada o no, parece difícil respetar la teoría del triángulo de los cuidados: aquella que dice que para que todo funcione, el yo, el colectivo y el proyecto han de estar bien. En el libro tú eres la mujer 14 que explica lo que vivió, con compañeros, con su familia, el hecho de tener que huir… ¿Cómo se gestiona todo ese peso?
Te cuidas cuando estás convencida de lo que haces, cuando te remueve, te resuena, cuando estás absolutamente convencida de lo que quieres hacer te estás cuidando.
Al final del libro, en una carta a Enza Siccardi dices que habíais compartido alegrías y aventuras, pero que los dolores los afrontabais solas.
Cada una tiene a los suyos y a veces no se puede pesar mucho sobre la otra… Pero si el dolor se hacía muy grande, yo habría llamado a Enza y ella habría venido. Y al revés, igual. De hecho, yo estuve en su lecho de muerte.
¿Cómo lo combinaste? Participabas en diferentes organizaciones y luchas, pero escribías y enseñabas cuando no estabas en clandestinidad.
Siempre he considerado importante cuidar y mantener la comunicación y las relaciones con el movimiento en general. Mi elección fue continua, cercana a la lucha armada, pero sin participar realmente porque, como he dicho antes, yo era más tonta que otras, pero también porque siempre he considerado importante el contacto con lo que sucedía en la sociedad. El límite de la clandestinidad quizás es que la represión te fuerza a tener una distancia, y para mí era muy importante tener contacto con la organización de masas. Y me gusta ser un testigo. Una compañera me explicaba en una situación de guerra cómo se había enfadado con alguien que grababa. Yo creo que se necesita contar lo que está pasando.
Dices que los sueños fueron posibles, ¿crees que ahora el sueño revolucionario es posible?
Antes de encontrar todas estas mujeres que me han acompañado durante las jornadas en Catalunya era muy pesimista, ahora mucho menos. Agradezco esta posibilidad porque ha sido una nueva manera de volver al mundo. De hecho, el principio del libro era una reflexión sobre el pasado, pero el encuentro con vosotras y gracias a Rosa he reconectado esa lucha feminista con la lucha de los oprimidos y oprimidas. Hace unos años tenía la sensación que el movimiento feminista no solo se estaba separando de los hombres, sino que se estaba separando de todo lo demás. También fue una casualidad que en 2018 fuera a un encuentro con las zapatistas y sintiera que algo se podía luchar y aprender.
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