miércoles, 22 de diciembre de 2021

¿SON LOS FRANCESES CIUDADANOS O SÓLO ELECTORES? ‎

 


por Thierry Meyssan

La prensa francesa en general se apasiona por la contienda entre los partidos políticos pero Thierry Meyssan analiza la confusión que reina en el debate de ideas y que impide abordar los problemas de Francia. Meyssan estima que si bien Francia se ve ante los mismos problemas que todos los países de Occidente, también tiene que enfrentarse a la confusión pendiente desde la era del presidente Francois Mitterrand. Para seguir adelante, Francia no sólo tendrá que precisar su vocabulario y redefinir su identidad misma sino sobre todo restaurar la soberanía popular, la ciudadanía, hoy abandonada.

Red Voltaire | París (Francia) | 21 de diciembre de 2021

La campaña previa a la elección del próximo presidente de la República Francesa, prevista para el ‎‎24 de abril de 2022, está desatando un mar de pasiones en una atmósfera muy confusa. Las tensiones sociales ya no hallan otra vía de expresión que la violencia porque el vocabulario político ha perdido su sentido. Todos usan las mismas palabras pero con significados diferentes, a menudo diametralmente opuestos. En medio de toda esa baraúnda, nadie parece percibir que Francia ya no es una democracia ni siquiera una República.

La Francia herida

Como todos los demás países de Occidente, Francia asiste a la rápida desaparición de su clase media mientras que se mantiene la fuga de sus empleos hacia Asia [1]. Ha surgido una nueva clase social de trabajadores que viven en el límite del umbral de la pobreza, expulsados de las grandes ciudades y refugiados en las zonas rurales próximas a ellas. Son ellos los que se levantaron en 2018, identificándose con chalecos amarillos, en reclamo de más justicia social.

Mientras tanto, personas ya muy ricas se hacían extremadamente ricas con las ganancias provenientes de sus capitales. No es un fenómeno nuevo pero el volumen desproporcionado del enriquecimiento de unos pocos sí lo es. La amplificación sin precedentes de la desigualdad en materia de riqueza de hecho impide el funcionamiento de un régimen democrático, que supondría, por el contrario, una relativa homogeneidad en el seno de la población.

Los electores, conscientes de que su voto ha dejado de ser importante, se apartan rápidamente de las urnas. La mayoría de ellos optaron por la abstención en las elecciones legislativas de 2017. Este mismo año, en las elecciones regionales y departamentales de 2021, dos terceras partes del electorado francés dieron la espalda a las urnas. Es cierto que Francia mantiene sus instituciones democráticas, pero su práctica ha dejado de serlo.

La transformación de las clases sociales viene acompañada de un cambio de la población. Millones de personas llegan desde África y Asia con la esperanza de gozar del nivel de vida europeo. Se agrupan en ciertos barrios periféricos de las grandes ciudades y no tratan de integrarse ya que sólo podrían convertirse en «chalecos amarillos» y verse despreciados por las élites francesas americanizadas. Eso lleva a estos migrantes a imponer sus propias costumbres y modos de vida en los barrios donde logran establecerse.

La sociedad se ve así dividida en 3 categorías:  la mayoría que se mantiene apegada a la cultura francesa,  varios millones de inmigrantes que han perdido sus raíces y una élite nacional que vive fascinada por Estados Unidos, tanto que es incapaz de percibir la decadencia de ese país.

Por vez primera, esta división se hace geográficamente observable:  las clases medias en proceso de pauperización se agrupan en áreas rurales, los inmigrantes se concentran en las zonas periféricas de las grandes ciudades  y las élites monopolizan las grandes ciudades.

Además, la epidemia de Covid-19 se gestionó a costa del incremento de la deuda: el miedo a la cantidad de decesos llevó a ordenar el confinamiento generalizado de la población, la cual se vio así privada de medios de subsistencia. El Estado se endeudó entonces considerablemente para poder distribuir subvenciones en un intento por mantener el nivel de la población. La deuda se eleva ahora al 115% del PNB anual, lo cual deja a Francia sin posibilidad de maniobra.

Ausencia de debate

Desde 2005, a partir del momento en que el entonces presidente Jacques Chirac sufrió un derrame cerebral, la República Francesa ya no ha tenido presidente. Vinieron entonces la pugna entre los ministros Dominique Gallouzeau de Villepin y Nicolas Sarkozy de Nagy-Bocsa; la elección del propio Sarkozy supuestamente un intento de sacudir un país aletargado, pero que acabó en fracaso ya que Sarkozy resultó ser nieto adoptivo del fundador estadounidense de los servicios secretos de la OTAN [2]–; la elección de Francois Hollande, el hombre que no representaba ninguna corriente en el Partido Socialista y que tampoco logró representar a su Pueblo; y la elección del actual presidente, Emmanuel Macron, quien prometía unir la derecha y la izquierda y sólo pudo dejar el país dividirse. En tres ocasiones consecutivas, los electores se equivocaron y cada vez para peor.

La elección presidencial francesa de 2022 prometía ser una masacre. Los electores no se identifican con ningún líder político, así que tendrían elegir al que detestan en menor grado. Apareció entonces la candidatura de un recién llegado al escenario político: el comentarista y polemista Eric Zemmour. En pocas semanas, Zemmour ha logrado imponer su problemática sobre la identidad francesa como eje del debate y conformar a su alrededor un amplio partido político denominado Reconquête” (Reconquista). Quienes conocen a Zemmour aseguran es un hombre abierto y tolerante pero muchos piensan que es un antiárabe y esperan cerrarle el camino.

El debate público dejó de ser racional desde que se prohibió a los médicos tratar de curar el Covid-19 para imponer como prioridad la erradicación del virus sólo con supuestas “vacunas” a base de ARN mensajero. Así que los argumentos de unos y otros carecen de importancia. Sólo cuenta la Fe en las supuestas vacunas o la herejía de quienes tratan de hallar tratamiento para la enfermedad.

En ese contexto, el presidente Emmanuel Macron acaba de dar a la televisión una entrevista de 2 horas, durante la cual habló muy poco del balance de su mandato y prácticamente no criticó a sus adversarios. Evitó el tono profesoral, optó por asociarse al dolor de cada cual y se concentró en describir sus propios estados de ánimo. Cada telespectador parece haber entendido algo diferente en este despliegue de un estilo inédito. En realidad, cada cual retuvo sólo lo vinculado a su propia angustia personal. Emmanuel Macron se mostró tranquilizador para los jubilados, cuya esperanza de vida parece amenazada por el Covid-19, y para las clases superiores, cuyos privilegios parecen en peligro ante el crecimiento de las filas de ‎‎chalecos amarillos”. Macron puede apoyarse así en una tercera parte del electorado, sin ofrecer argumentos ni soluciones.

Confusión de valores

Los franceses ya no logran establecer prioridades entre la tradición y la repartición de la riqueza, ni distinguir entre la derecha y la izquierda. Eso sucede porque han vivido una historia muy particular, la cual no han analizado.

El presidente Francois Mitterrand venía del Partido Socialista. Pero era un hombre, dotado sin dudas de una inteligencia excepcional, que había comenzado su carrera como colaborador de la ocupación nazi. El mariscal colaboracionista Philippe Petain incluso llegó a condecorarlo, algo que Mitterrand logró hacer olvidar.

Francois Mitterrand no evolucionó en cuanto a sus opiniones, pero las desarrolló en función de sus nuevas posiciones. Nunca rompió con sus amigos de extrema derecha uno de ellos dirigió la campaña electoral que lo llevó a ganar su primer mandato presidencial y lo siguió discretamente, manteniéndose a su servicio mientras fue presidente de Francia [3]. Mitterrand se planteó incluso la posibilidad de nombrar al ex director de la Propaganda Staffel, convertido en el hombre más rico de Francia, en primer ministro de un gobierno socialista [4]. La vida de Mitterrand puede compararse a la de un esquizofrénico, al extremo de que tenía incluso dos familias, una con su esposa socialista y otra con una mujer de extrema derecha. En resumen, Francois Mitterrand era una personalidad de extrema derecha que llegó a encabezar la izquierda unida.

Al llegar al poder, Francois Mitterrand asumió el control de una federación de grupúsculos neofascistas, el llamado Frente Nacional o FN. Se trataba de un partido minúsculo que había sido creado por orden del general Charles de Gaulle para mantener bajo la vigilancia de los servicios secretos franceses los remanentes de los colaboradores nazis y los terroristas surgidos de la guerra contra la independencia de Argelia. Después del asesinato de su fundador –Francois Duprat, agente de los servicios secretos franceses en África, ese partido se ve encabezado por Jean-Marie Le Pen, un diputado que había participado en la toma del poder por el propio de Gaulle, en 1958 [5]. Mitterrand comenzó entonces a financiar el Frente Nacional con los fondos secretos de la presidencia de Francia, a través de una cuenta bancaria en Suiza [6]. Por consiguiente, Jean-Marie Le Pen era una personalidad gaullista que dirigía a los antigaullistas.

Marine Le Pen, hija de Jean-Marie Le Pen, heredó la dirección del Frente Nacional y “normalizó” esa formación política. Los colaboradores de los nazis y los terroristas de la OAS ya están muertos. El Frente Nacional, rebautizado como Rassemblement national (RN), mantiene el mismo discurso que su predecesor. Sin embargo, después de haber sido tildado de antigaullista, hoy se ve con toda razón como una formación gaullista, lo cual es normal dada su historia pero incomprensible para quienes ignoran esos antecedentes. Desde hace años, todos acusan al RN de ser un partido de extrema derecha, aunque realmente no lo es.

La letanía de los viejos partidos políticos

Si el RN es un heredero legítimo del gaullismo, el partido llamado Los Republicanos (LR) es el único heredero legal de esa corriente. Pero bajo el liderazgo de Nicolas Sarkozy, el partido Los Republicanos ha abandonado los principios del gaullismo para alinearse entre los vasallos del imperio global: Estados Unidos. El partido francés Los Republicanos ha respaldado la creación de una Unión Europea supranacional, el regreso de las fuerzas armadas de Francia al comando integrado de la OTAN bajo las órdenes de Estados Unidos y el fin de la integración de los inmigrantes. Los Republicanos estarán representados en la elección presidencial por Valerie Pécresse, una dirigente brillante que habla ruso y japonés, pero que viene de la élite americanizada de la cual su esposo Jerome Pecresse es la personificación. Jerome Pecresse fue vicepresidente de Alstom y es el único dirigente que se mantuvo en su cargo desde que esa joya industrial de Francia fue vendida al gigante estadounidense General Electric. Por su parte, la propia Valerie Pecresse estuvo entre los Young Leaders de la French-American Foundation y fue invitada por la OTAN a participar en el Club de Bilderberg.

La República en Marcha [Partido político fundado en abril de 2016 para sostener la candidatura de Emmanuel Macron a la elección presidencial de 2017] no sobrepasó la contradicción entre la derecha y la izquierda. Esa nueva formación deambuló después, con discursos diferentes para cada oyente, prometiendo siempre satisfacer a su interlocutor del momento para finalmente acabar decepcionando a todos. Emmanuel Macron hablaba mucho y no hacía gran cosa, sólo lo que le indicaban sus viejos amigos los fondos de gestión estadounidenses BlackRock y KKR [7]. De hecho, Macron no tiene programa, sólo una increíble habilidad para endulzarle el oído a los electores, para prometer a cada uno lo que quiere oír pero que nunca se hará realidad. La mayoría del electorado no lo apoya, ya no puede emprender nada y hasta se ha hecho inútil para sus padrinos. Pero Macron se aferra a la presidencia de la República.

La izquierda ha retrocedido, abandonando a las clases populares. Se ha convertido en un montón de grupúsculos conformados alrededor de alcaldes, senadores, diputados y de sus hijos. Después de todas las manipulaciones de Francois Mitterrand, el Partido Socialista se convirtió en una banda de soñadores que dice querer cambiar el mundo, pero que hace todo lo posible por no conocer el mundo real. Del Partido Comunista sólo queda el nombre que aún lleva una formación que ya no sabe cómo socorrer a los proletarios de hoy en día. Los Insumisos, la formación política de Jean-Luc Melenchon se encierran en las contradicciones entre la cultura marxista de su líder y el izquierdismo trotskista de sus militantes.

En cuanto al Polo Ecologista de Yannick Jadot, es una formación que trata de convencerse a sí misma de que abandonar las energías fósiles y la energía nuclear creará empleos. A pesar de las apariencias, su electorado sólo da continuación a una larga tradición que, desde los tiempos del rey Louis XVI hasta la época del mariscal colaboracionista Philippe Petain y pasando por el régimen establecido en Versalles por Adolphe Thiers, cree que copiar el modelo alemán le ayudará a salvar su estatus social.

¿Y quién restaura la ciudadanía?

Esta letanía agobiante de los partidos políticos demuestra que no están en sintonía con esta época. Fueron modelo para la edad industrial pero se han vuelto ineficaces en estos tiempos de internet. Hoy en día, las estructuras verticales se han visto reemplazadas por las redes pero los partidos no han sabido adaptarse al cambio.

Al contrario de lo que proclama el discurso dominante, no son los populistas sino las élites las que están destruyendo la Democracia, en el sentido griego de ese término. Para empezar, el Consejo Superior Audiovisual ha instituido en Francia una regla sin base jurídica: en lo adelante el trabajo de un periodista de radio o televisión que decida convertirse en candidato a la elección presidencial le será descontado del tiempo de palabra asignado a cada candidato [8]. Después, un tribunal condenó a un ex presidente de la República por un caso sobre el cual ya se había pronunciado la Comisión Nacional de las Cuentas de Campaña [9]. Y finalmente un partido político exhortó los jueces a prohibir la candidatura de un competidor en función de su propia interpretación de sus declaraciones ‎‎ [10].

Los partidos políticos no parecen demasiado preocupados por el hecho que los electores den la espalda a las urnas. De hecho, es más fácil convencer a la mitad de la población que a todos los electores. Así es mejor, parecen pensar en los partidos políticos. ¿Para qué esforzarse por hacer que la gente común se meta en problemas tan complejos que hasta los expertos los abordan con dificultad? Pensar así es un error. El candidato que gane la elección sólo habrá ganado el derecho a vivir por cierto tiempo en el Palacio del Elíseo pero no por eso tendrá el Poder en sus manos.

Es cierto que los franceses son legitimistas y que se apasionan por la política. Pero votan cada vez menos… y también obedecen cada vez menos. La crisis que comenzó hace 17 años sigue prolongándose y sólo hallará una solución alrededor de un medio de restaurar la soberanía nacional y la soberanía popular. Bajo el empuje de la candidatura de Eric Zemmour, hay quienes hablan de reconquistar la soberanía nacional, pero nadie se atreve a hablar de la soberanía popular. Ya nadie sabe lo que significa la palabra «ciudadanía».

El tiempo no sólo ha destruido las prácticas democráticas sino que ha afectado también el cimiento mismo de Francia: la República, en el sentido que inicial que ese término tenía en latín. A pesar de lo que se enseña en las escuelas, la República no tiene nada que ver con el modo de designación del jefe. No es la antítesis de la monarquía o del imperio –el rey francés Enrique IV ‎‎(1589-1610), que puso fin a las guerras civiles de religión, se declaraba republicano y Napoleón I ‎‎(1804-1815), quien puso fin a la Revolución, se hizo coronar como «Emperador de la República Francesa».

La República es dejar de lado los intereses particulares en la esfera privada y anteponer a ellos el servicio del interés general en la esfera pública. Es una manera de vivir felices juntos. Pero nuestro fracaso político actual nos empuja a replegarnos unos sobre otros en comunidades alrededor de tal o más cuál minoría.

Hace 200 años, Francia cambió el mundo cuando su Pueblo tomó el Poder político. No se trata de pretender que cada ciudadano tenga una opinión sobre todos los asuntos sino de que sea capaz de tomar las riendas de su destino sobre todos los temas que conoce en su vida cotidiana. Pero hemos retrocedido. Nuestras élites se han convertido en parásitos. Ya no se inclinan ante su rey sino ante su amo estadounidense.

Hace 200 años, Francia se reorganizaba de manera centralizada para poner fin a los desequilibrios regionales. Hoy en día la centralización es la pérdida de responsabilidad de los ciudadanos en beneficio de burócratas parisinos. Hace 200 años, la Francia libertina doblaba el espinazo ante clérigos hipócritas en nombre de la interpretación que estos daban a la religión. Hoy, los medios de difusión, como nuevos clérigos, le imponen nuevos dogmas y una nueva moral.

Nuestro Pueblo gruñe pero no reacciona. Pero, ¿hasta cuándo?

Thierry Meyssan

1«Occidente devora a sus hijos», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de diciembre de 2018.

[2«Operación Sarkozy: Cómo la CIA puso uno de sus agentes en la presidencia de la República Francesa», por Thierry Meyssan, профиль ‎‎(Rusia), Red Voltaire, 10 de julio de 2008.

[3Se trata de François Durand de Grossouvre quien, en el intermedio entre las dos Guerras Mundiales, importó a Francia el Ku Klux Klan estadounidense.

[4El autor se refiere a André Bettencourt. Sobre el pasado de este personaje ver «La historia secreta de L’Oréal», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 21 de abril de 2010.

[5«Cuando el stay-behind puso a De Gaulle en el poder», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 26 de agosto de 2009.

[6Sobre ese tema en particular, ver los trabajos de Thierry Meyssan que dieron lugar a la formación de una comisión investigadora parlamentaria sobre el DPS, el servicio de seguridad del Frente Nacional.

[7«¿Con quién está en deuda Emmanuel Macron?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire , 11 de diciembre de 2018.

[8«El Consejo Superior Audiovisual de Francia manipula la elección presidencial», por Red Voltaire, 18 de septiembre de 2021.

[9«Un veredicto anticonstitucional contra la República Francesa», por Red Voltaire, 1º de octubre de 2021.

[10«Diputados tratan de prohibir una candidatura», por ‎‎Red Voltaire, 10 de noviembre de 2021.

Fuente: https://www.voltairenet.org/article215161.html

 

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